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11 de setiembre y 11S: jornadas con tragedias por  Ruben Montedónico

11 de setiembre y 11S: jornadas con tragedias  por   Ruben Montedónico
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Cuando la derecha nos expone un cambio que anda por caminos de derrotas para los pueblos es oportuno recurrir a la memoria y repasar experiencias. Para aquellos sudamericanos que se acercan a jornadas electorales es refrescar circunstancias con hechos del ayer y con ellos opinar sobre el hoy.

Por ejemplo, hay que decir que el neoliberalismo que nos proponen entró a América Latina por vía militar. Marcos Roitman nos recordaba que “las fuerzas armadas fueron el instrumento para cambiar las dinámicas sociales, políticas, económicas y culturales de Chile. Bases militares de Estados Unidos inundan la región controlando la política de seguridad con un grado de independencia sobre el poder civil nunca antes pensado. La experiencia chilena abrió la puerta a pensar en una transición pacífica al socialismo.” Con el golpe fue posible “privatizar, desregular, flexibilizar y descentralizar bajo la bota militar.”

Aquel hecho de un 11 de septiembre nos sigue sacudiendo hasta ahora: las fuerzas armadas y Carabineros de Chile dieron un golpe de Estado al gobierno de la Unidad Popular, dando paso a 17 años de dictadura y aplicación del neoliberalismo. Bajo fuego, en su discurso postrero de despedida, Salvador Allende -el Chicho, el demócrata presidente, médico, masón, socialista- identificará al enemigo: “El capital foráneo, el imperialismo, unidos a la reacción, creó el clima para que las fuerzas armadas rompieran su tradición para defender también las ventajas de una sociedad capitalista de unos pocos”.

El híbrido gobierno posdictatorial y su Concertación seguirán bajo la misma égida económica impuesta mediante las armas y el canciller del gobierno de Michelle Bachelet, Alejandro Foxley, declarará: “Pinochet realizó una transformación, sobre todo en la economía chilena, la más importante que ha habido en este siglo. Tuvo el mérito de anticiparse al proceso de globalización que ocurrió una década después, al cual están tratando de encaramarse todos los países del mundo: descentralizar, desregular, etc. Esa es una contribución histórica que va a perdurar por muchas décadas en Chile y que quienes fuimos críticos con algunos aspectos de ese proceso en su momento, hoy lo reconocemos como un proceso de importancia histórica (…) Eso es lo que yo creo y eso sitúa a Pinochet en la historia de Chile en un alto lugar”. Es decir: el ex canciller se congratula con habitar el país con peor distribución de la riqueza del subcontinente sin examinar las atrocidades de la dictadura.

La reflexión de Roitman indica el momento actual: “Fue una transición ejemplar entre civiles y militares implicados en el golpe de Estado, y una oposición sumisa que aceptó mantener la Constitución de 1980, redactada por los golpistas, como Carta Magna. Para esta traición histórica se construyó un consenso a derecha e izquierda, asentado en demonizar el proyecto de la Unidad Popular y presentarlo como ajeno a la idiosincrasia del pueblo chileno.”

Y agrega: “Estados Unidos, el capital trasnacional y las clases dominantes utilizan la técnica del golpe de Estado, en cualquiera de sus modalidades, cuando se ven amenazados por el triunfo electoral de proyectos populares.” Y al referirse a Argentina, Brasil, Colombia, Honduras, Perú, Chile o Paraguay, dice: “Los gobiernos están en manos de ex militares iluminados, empresarios corruptos, políticos de baja estofa o intermediarios de Estados Unidos.”

En 2001, otro 11 de septiembre (designado 11-S) ocurrió el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York y trajo un nuevo tiempo bélico mundial (había concluido la guerra fría): encabezado por Estados Unidos (EEUU) se declaró la guerra al terrorismo y normó ésta con la Ley Patriótica para dentro y fuera de su territorio. Con la aquiescencia de los aliados, la nación con mayor número de bases y efectivos militares en el exterior regresó a asolar el mundo -Asia, en particular- e inculpó a sus ex protegidos de Al Qaeda y señaló a su líder, Osama bin Laden, como autor intelectual de los atentados.

Sus aliados pusieron a disposición de Washington territorios, ejércitos y hasta cárceles y transportes para el traslado de prisioneros. EEUU fue más allá y ubicó prisioneros (más de 600) en la base naval que usurpa en Guantánamo, Cuba, sometiéndolos a la “justicia militar” (abolida por Obama). En 2014, el Comité de Inteligencia del Senado reveló que la prisión de Guantánamo era parte de un «programa de detención secreta indefinida», convalidando de hecho las torturas.

Al no estar en territorio propio, se entiende que el gobierno de EEUU los contempla como «combatientes enemigos ilegales», lo que implica «que no son considerados prisioneros de guerra, por lo que no tiene que aplicarles convenciones internacionales y puede retenerlos indefinidamente sin juicio y sin derecho a representación legal”. El tema de fondo es que en derecho penal (anglosajón o no) la acusación no puede fundamentarse en testimoniales conseguidas mediante torturas: de ahí que lo obtenido por autoincriminación o declaraciones de terceros mediante apremios físicos y/o psicológicos no se tengan por válidos en juicios.

Se dice que en esta situación de limbo jurídico, en el Camp 7, se encuentran Jalid Sheij Mohammed, Ammar al Baluchi, Walid bin Attash, Ramzi bin al Shibh y Mustafa al Hawsawi y sin que prejuzgue inocencia o culpabilidad en los hechos, denuncio toda manifestación arrancada mediante torturas y el que después de 19 años se encuentran sin ser sometidos a juicio.

Si una aberración más faltara al debido proceso, cuando sean juzgados (si finalmente alguna vez lo son) estarán sometidos a causas en las que se aplicaría el sistema penal de 2006, posterior al vigente en momentos de ocurridos los atentados.

Esa guerra inaugurada por EEUU incorpora sus bases y estaciones en América Latina -con sus ingredientes originales y otros que van sumándose- involucrándonos si nuestros gobernantes son dóciles y pierden independencia y soberanía ante el imperio que nos considera su “patio trasero”.

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