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¿La verdad? Cuando lo supe, me hizo acordar a un relato de Juceca, obviamente en el boliche “El resorte”, donde las circunstancias se habían puesto tan complicadas que uno de los personajes, de pronto, exclamó:

-¡Paren el cuento!

Es que, lector –mire, le digo, me parece, no sé- no es para menos. Algo hay que parar hasta que se entienda bien qué ocurre.

El Guapo, después de una suerte de sabático silencio, donde todos le andaban alrededor como perros a los que se les pasó la hora de las achuras, pegó un grito medio gangoso y ya está bajando del monte. Sí, del monte, dije bien, porque de una cuchilla ya no le da aunque se emperre.

Entre gallos y medianoches, calzándose las bombachas y las botas de potro de apuro, sentenció que puede ganar las próximas elecciones nacionales. Uno supone, por impuro sentido común islámico, que, considerando esta vez que antes, en las internas, no llegará transpirado y puteando atrás de algún Lacalle, se le podría interpretar sin traducción del sánscrito realista mágico.

Pero ya sé. Es raro hasta para un capricho.

Justo ahora que la Alonso se zambulló, incluso zangoloteando la cuestión de género y esas cosas; bueno, es cierto, con el zafarrancho que le armó el pastor glotón –hablo de Márquez, nada de interpretaciones erróneas- le va a bajar la temperatura que levantó y tendrá problemas para imprimir las listas y para despegar el chicle de Misión Vida de sus tacones.

Y también está Pablito Ithurralde, el decimonónico caballero cuya frente va camino de terminar en la nuca; a lo mejor el Guapo imagina que la nafta no le alcanza y le puede comer la oreja con algún ofrecimiento (no de una hamburguesa, eso seguro).

¿No debe verlos como obstáculos?

Pensándolo con amplitud, como decía mi mentor filosófico Epifanio, luz de mi camino intrincado, mientras arrancaba de la horquilla tremendos pedazos de asado con cuero con las manos: ¿y si el tipo tuvo un sueño revelador? ¿Se imagina usted, mi amigo, el tamaño que puede tener un sueño en semejante cabezota? ¿Y si el Guapo, allá arriba, en el montecito –le bajamos un poco la categoría al sitio por donde andaba para no darle manija el cohete-, leyó unas encuestas y le ardieron las hemorroides una vez más recordando al hijo de Julita?

Pudo haberse comido un cordero grasoso, golpearse la panza peluda satisfecho, eructado respetando los mandamientos, montado en un alazán (quizás un cuatro por cuatro), vuelto al rancho (eh… rancho, lo que dice rancho…), dado un segundo baño bien espumoso (o acaso el primero, porque hay gente que ahorra), agarrado para el catre, volteado a la mina que lo esperaba calentita (o sea la corrió para hacer espacio, ¡no jodan más, che!)), entrado en sueño enseguida como un bebé al que le acaban de dar la teta y soñado en grande?

Un sueño largo y electrizante, como champú chino.

Acumulando en una aventurada teoría todas esas peripecias, y sin ningún parroquiano que grite para pararle ese sueño, en fin… podría ser.

El próximo Presidente de… lo que quede…

-Pobrecito…

Eso decía una curandera muy famosa, que ya pasó a mejor vida y que fue muy mentada en la zona de Mal Abrigo, en San José, cuando le traían un caso perdido.

Si me pregunta, lector –sería mejor que no lo hiciese-, no podría responderle a cuento de qué mi memoria cansada, que anda sólo con dos cilindros, trajo a colación tal recuerdo que, a primera vista, no tiene nada que ver. Eso sí: la Pascualita, que así se llamaba la curandera, le erraba muy de tanto en tanto… Los “pobrecitos” de ella, al poco tiempo, pisaban alguna cáscara de banana, tropezaban con algún terrón grande o se hacían puré contra una columna de UTE porque alguien les chiflaba de atrás.

Si hay quien hoy mismo está observando al Guapo con atención es un parlamentario con nombre de ex legislador blanco y apellido de gaucho payador que todavía anda por ahí: Gonzalo Mujica.

Otro que viene soñando seguido, aunque más en chiquito.

Se verá, se verá.

El Gaucho, por el embalaje que tomó, semeja una topadora. ¿Quién se siente capaz de quitarle el entusiasmo y las posibilidades que alumbran su esperanza y su rostro?

Sólo se le podría recomendar cuidado al elegir las calles montevideanas que recorre: hay muchas en mal estado.

Sería terrible que, por apurado, quedase trancado en un pozo.

Y “pa’pior” –como diría la Pascualita- viendo desde el suelo como allá adelante, copete al viento, le saca ventaja un cuzquito.

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Antonio Pippo Tiene 58 años de trabajo en el periodismo. Ha trabajado en todos los canales de TV del país, abiertos y por cable, menos VTV; ha trabajado en casi todos los diarios, semanarios y revistas (los que se han editado y los que aún se editan en el país); ha trabajado como columnista en varias radios. Ha sido docente de comunicación en la Universidad  ORT. Ha publicado seis libros. Ha dictado charlas y conferencias en la capital y diversas ciudades del interior sobre temas de periodismo. Fue productor general y co protagonista de un espectáculo de tango que se presentó en el país durante diez años, cerrando ese extenso ciclo el año pasado.