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Invierno, tanques y amenazas no detienen el estado de guerra por Ruben Montedonico

Invierno, tanques y amenazas no detienen el estado de guerra  por Ruben Montedonico
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De acuerdo con aquellos que siguen la operación especial (guerra de apropiación) y protección de los prorusos pobladores del sur ucranio, el invierno habría de servir para que los contendientes pulieran las respectivas estrategias de cara al futuro, es decir, a la continuidad del conflicto bélico.
Demás está decir que el frío no ha detenido totalmente las acciones en el frente militar ni en el propagandístico: mientras el mandamás de Kiev exigió -hasta el cansancio- y obtuvo apoyos de Washington y la OTAN (que parecen dos pero son uno) con nuevos créditos y material de guerra, los ejércitos de su par de Moscú continuaron avanzando lentamente por el sur -reconquistando terrenos abandonados- y profiriendo más amenazas, en el sentido de expandir la guerra y utilizar otras armas de su arsenal.
Zelenski empleó el tiempo en “pasar la charola” por Davos (con desconocida fortuna), y realizar algunas visitas a mandatarios occidentales de los que consiguió, finalmente, la donación de tanques de guerra pesados Abrams, Leclerc, Challeger y Leopard -“una ‘pérdida amarga’ para un ejército alemán poco equipado, pero ‘indispensable para que los ucranianos ganen la guerra contra Rusia’, declaró el ministro de Defensa germano”. Se desconoce -entre otras cosas- cuáles serán las variantes de cada modelo y no se sabe cuándo llegarán a Ucrania ni qué tiempo insumirá la puesta a punto para entrar en combate luego de la instrucción a las tripulaciones de cada uno, de tres o cuatro integrantes: se supone que en el terreno donde puedan actuar se verán -de persistir el conflicto actual- en 2024.
De su lado, de acuerdo con recientes despachos, Putin autorizó al estado mayor a remover la cohetería defensiva de los S-300 de la época soviética y ofender con ellos a diversas localidades ucranias, intentando acertar en áreas de servicios de energía capaces de generar calefacción; reforzar con unidades de infantería -recientemente incorporadas- los territorios fronterizos y lanzar amenazas contra sus adversarios de que utilizaría armas más modernas, coincidiendo con el enemigo que, a unos días de cumplirse un año de la invasión, la confrontación no tiene miras de finalizar.
Como hemos dicho con anterioridad, a diferencia de lo ocurrido en otros episodios del siglo pasado, en esta conflagración ucranio-rusa es imposible que las partes alcancen alguna forma de paz dadas las actuales circunstancias y sus actores, sino simplemente que a aquel que plantee un cese el fuego y un armisticio (a partir de alguna línea geográfica ficta de longitud) se le atribuirá la pérdida de la guerra, lo que es inaceptable para unos y otros; es decir para Oriente y Occidente, para Putin y Zelenski.
Estimo que lo que hay que esperar es que quienes obtuvieron sus pedidos de blindados más jóvenes que los “vetustos” soviéticos, redoblen la campaña por cohetería de largo alcance y aviones de 4 ++ y 5ª generación para empatar, si no superar, los Mig-31 y Su 57, aunque los pilotos propios para esas naves demoren 3 años en ser instruidos. Del otro lado, recurrieron a las bodegas con misiles de la década de los 60 del siglo XX, a acrecentar el apoyo de la tropa invasora con drones de su propio ingenio y otros que adquiriría -se supone- en Irán, y las inyecciones anunciadas de nuevas armas y contingentes de reclutas entrenados con urgencia. Me parece que el calificativo para quien enarbolara la consigna “armas para la paz” sería, mínimamente, idiota.
Como es obvio, las partes ya han dado ciertos pasos en los rumbos descritos, mientras algunos observadores sobresaltan al público con la escalada bélica (cosa palpable) y un eventual “accidente indeseado” que conduzca a una contienda nuclear que acabe -total o parcialmente- la especie humana.
El transitar por la actual senda, entiendo que no ha clausurado los caminos no públicos de contactos que permitan conocer entre los mayores grupos atómicos con capacidad de transporte de sus bombas, hasta dónde se está dispuestos a llegar y de esa forma evitar “inesperados errores”: es de esperar que los teléfonos y las valijas depositarias de los códigos de lanzamiento de las artefactos atómicos sean alcanzados oportunamente a quienes decidirían- llegado el caso, ahora o en el futuro- el destino de la raza.
Son innegables dos cuestiones: de la responsabilidad por lo que acontece en Ucrania no debe responsabilizarse por los “atlantistas” sólo a Rusia (aunque sea el causante mayor por haber materializado la invasión) y, a caballo de esa concepción endilgarle por periodistas y observadores epítetos y lugares comunes como “imperialistas” o “reconstruir el espacio de la URSS”.
De acuerdo con el ucraniano Volodímir Ishchenko -citado por el español Rafael Poch-, utiliza el concepto del sociólogo húngaro Iván Szelényi “capitalismo político” para describir el tipo de sistema existente en gran parte del espacio postsovietico (Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Kazajstán, etc.). “El capitalismo político florece allí donde históricamente el Estado jugó un papel dominante en la economía y acumuló un inmenso capital que ahora está abierto a la explotación privada”-coto privado de oligarcas rusos- ejercido por “un grupo social cuya ventaja competitiva no se deriva de la innovación tecnológica o de una fuerza de trabajo particularmente barata, sino de beneficios selectivos del Estado”.

De su cosecha señala Poch: “lo que Putin ha reclamado siempre, había sido un pacto ‘gangsteril sobre zonas de influencia’, pero el `gran matón global` no ha accedido. Tampoco con China, lo que explica el acercamiento entre los dos capos de Eurasia ante la común hostilidad del ‘gran Padrino’, pese a que tanto en Moscú como en Pekín se habría preferido un acuerdo con Washington que permitiera una, por decirlo de alguna manera, `coexistencia pacífica de oligarquías` ”.
En el segundo año de guerra, entonces, el mundo seguirá sufriendo falta alimentos, fosfatos, gas, petróleo; continuarán las masivas migraciones y se sufrirán los anuncios publicitarios de las partes en pugna.

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