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8 de Marzo: ¿Mujeres al borde de un ataque de nervios?

8 de Marzo: ¿Mujeres al borde de un ataque de nervios?
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Viene un nuevo día internacional de la mujer y este año en nuestro país es un poco especial por el cambio de gobierno. Hay muchas dudas sobre la política que llevará adelante la coalición en torno a la agenda de derechos. ¿La presencia en el gobierno de representantes de sectores que se declaran en contra de la llamada “ideología de género” le hace temer por el avance en la lucha por igualdad? ¿Hay peligro de un retroceso? ¿La vicepresidenta mujer no es garantía suficiente? ¿Es correcto plantear un paro de mujeres en marzo? ¿Qué balance hace de la marcha? ¿Cuál es el papel que deben jugar los hombres en las luchas feministas? ¿El feminismo es propiedad de la izquierda? ¿Qué expectativas hay en el movimiento feminista?

 

Se busca desacreditar mediante el miedo

Isabel Sans

Cuando las vueltas de la vida me llevaron a vivir en los EEUU, me chocó el que al ingreso a la universidad se dieran tantas charlas sobre prevención del acoso sexual. ¿Qué pasa aquí, pensaba yo, es que estas mujeres no saben sacarse de encima un pesado baboso? Además, ¿cómo quieren que no las acosen si andan por ahí de short y musculosa?

Eso fue en el año 2000. Me llevó un tiempo darme cuenta –agradezco a los movimientos feministas que hayan creado oportunidades para que yo pudiera verlo– que no hay por qué perder tiempo y energía defendiéndose de pesados babosos, que ellos simplemente no deben molestar con requerimientos no deseados, ni abusar de su poder de jefe, director, profesor o de varón a secas.

Que las mujeres tenemos derecho a andar vestidas como nos guste sin que nos acusen de provocadoras o de putas. Sin que nadie tenga nada que decir sobre las opciones estéticas de un cuerpo que no es su propio cuerpo, único cuerpo sobre el que quien opina tiene derechos.

Siempre me había creído una mujer libre y desprejuiciada. Pero pude aprender cosas nuevas sobre mí, sobre las relaciones de poder, y sobre los derechos y obligaciones de unas y otros.

El intercambio en torno a políticas de género para la igualdad de oportunidades o equidad entre personas me parece fundamental. Con seriedad, con respeto, de buena fe, con la voluntad auténtica de buscar lo mejor para el desarrollo personal más amplio de todas y todos.

Los ideólogos de la “ideología de género” no están contribuyendo en este sentido, sino que buscan descalificar. Como sucedió en otros tiempos con las “sufragistas” que reclamaban el derecho al voto para la mujer, algo que hoy no se cuestiona.

Se busca desacreditar y no a través de la razón, sino mediante el miedo: antes el cuco era “los comunistas se van a llevar a nuestros hijos a Moscú”, ahora “los pervertidos van a corromper sexualmente a nuestros hijos”. En lugar de promover un discernimiento y un tratamiento informado de los temas, se entrevera sexo biológico con identidad de género, con roles culturales de género y con orientación sexual.

De avances y retrocesos está hecha la historia de la humanidad. Los logros en derechos y libertades alcanzados pueden perderse si no los defendemos en cada espacio, cada día. Un paro internacional de mujeres, una marcha por los derechos de la mujer, son un llamado de atención importante respecto a necesidades en políticas de género.

Ojalá los varones, nuestros compañeros, vecinos, familia, amigos, compartan estas movilizaciones y debates de la misma forma que compartimos la vida. Los temas de género son por su naturaleza relacionales y dialógicos, no podemos avanzar si no es creando formas nuevas de convivencia. Son nuevas oportunidades de crecer juntos, juntas, juntxs, juntes.

Desquiciadas

Jana Rodríguez Hertz

Desde tiempos inmemoriales se ha dado en llamar locas a las mujeres que tienen la delirante idea de tener los mismos derechos que un hombre. De hablar, expresarse, vestirse, circular, pensar, estudiar, trabajar, cobrar, mandar – sí, mandar- como lo haría un varoncito. En la Edad Media no se andaban con tantos rodeos y directamente las quemaban.

Más cerca en el tiempo, demasiado cerca para mi gusto, se llamó desquiciadas a mujeres por tener la insensata idea de: ser doctoras en matemática como Sofía Kovalevskaya; correr una maratón, como Kathrine Switzer; sentarse en un asiento de ómnibus para blancos, como Rosa Parks;  votar y ser elegida, como Prudencia Ayala; tener sexo con otra mujer; no abandonar la escolarización para hacerse cargo de sus hermanos, o de sus hijos; simplemente ser, como tantas que al día de hoy siguen siendo llamadas “hombres disfrazados de mujer”. Y la lista sigue, es demasiado larga.

Muchos de estos antiguos “desquicios” hoy nos parecen derechos naturales a la mayoría y pocos los discutirían. Probablemente la generación de nuestros nietos se avergonzará de las cosas a las que aspiramos ahora y por las que nos llaman, todavía, desquiciadas. A veces tengo la ilusión de que no haya que esperar tanto.

Recuerdo que en 2009 intenté que formáramos un grupo de Mujeres en Matemática en Uruguay. Fracasé con todo éxito. “¿Por qué necesitaríamos un grupo de mujeres en matemática? Eso no hace falta” me dijeron mujeres que hoy, once años más tarde, siguen en franca minoría en una carrera hipermasculinizada, aunque intentan reunirse con las más jóvenes. Me gustaría decir que los tiempos han cambiado, sin embargo, tan cerca como en 2019, llegaron a firmar una carta desestimando una denuncia de acoso sexual porque la denunciante “ya era divorciada”. Todavía no hemos aprendido a respetarnos entre nosotras.

Mientras tanto, leo las quejas de la marcha feminista del 8M. Que gritan, que politizan, que están en tetas, que los carteles, que joden. Que son unas desquiciadas. Las mujeres somos muchas, somos la mitad más uno. ¿Se puede pretender que nos comportemos todas igual? ¿Se puede pretender que nos comportemos todas como a vos te gusta? Estamos exigiendo un cambio, una revolución. Y una revolución siempre molesta. Para aquel que pregunta ¿no pueden ir a la huelga, pero sin joder? La respuesta corta es no, no se puede. Si no incomoda no hay cambio. Hagan una honesta introspección y digan cuándo en su vida hicieron un cambio profundo si nada les jodía. Pues eso. Sólo se cambia cuando algo jode. Y nosotras, señoras y señores, precisamos un cambio. Hasta que se produzca estaremos jodiendo por un buen tiempo. Si quieren, llámennos desquiciadas.

 

Estar alerta

Stephanie Demirdjian

Es muy pronto para decir si existe un peligro real de retroceso en materia de derechos, pero preocupan algunas declaraciones de representantes de sectores que se declaran en contra de la “ideología de género”. En primer lugar, porque los grupos que utilizan esa expresión suelen oponerse a derechos como el aborto, el matrimonio igualitario, las leyes de identidad de género y también están en contra de que se enseñe educación sexual integral en las escuelas, por poner ejemplos. Vimos que algunos comentarios de representantes del partido Cabildo Abierto, integrante de la coalición de gobierno, fueron en ese sentido. El ministro de Salud Pública, Daniel Salinas, dijo que “los derechos no se iban a tocar” pero aseguró que cree en la vida desde la concepción y habló de “revisar” cómo se cumple la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. También habrá que estar alerta acerca de los posibles recortes en la cartera y cómo pueden afectar algunos servicios vinculados a los derechos sexuales y reproductivos. Preocupan por otro lado los comentarios que hizo hace unos días el senador Guido Manini Ríos al semanario Voces, responsabilizando a la población LGBTI y a las mujeres que se practican abortos de la “falta de gente” en Uruguay.

La vicepresidenta Beatriz Argimón se define como feminista y tiene una larga trayectoria en la defensa de los derechos de las mujeres, en particular los políticos. Creo que ahora, en el puesto de poder que ocupa, puede demostrar con propuestas, decisiones o medidas concretas que sigue fiel a esas luchas que dice defender. Puede tener un rol clave en no dejar avanzar las iniciativas que intenten revertir derechos. Me parece que el rol que debe jugar como defensora de las mujeres tiene que ir mucho más allá de ser la cara visible en la lucha contra la violencia de género, que, por supuesto es prioritaria, pero –en este contexto político- no es la única.

El llamado a un Paro Internacional de Mujeres en marzo es importante porque intenta demostrar el aporte que las mujeres hacemos todos los días, a todas horas, en los distintos ámbitos laborales, académicos y domésticos. La consigna “si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras” lo resume todo.

La marcha del #8M de este año fue una de las más masivas de los últimos tiempos y demostró una vez más, por si había alguna duda, la capacidad movilizadora que tienen hoy en día los feminismos. Es sin duda uno de los movimientos más fuertes en la actualidad, en una ola que recién empieza a sacudir cimientos.

Me parece que el papel más importante que pueden tener los varones en las luchas feministas es el de escucharnos. Las mujeres estamos diciendo bien claro qué cosas ya no nos bancamos más en todos los ámbitos de la vida: en la casa, en la cama, en los vínculos afectivos, en el trabajo, en el centro educativo. Entonces escuchen y, sobre todo, si realmente están dispuestos a compartir poder y construir igualdad, hagan algo al respecto. En ese sentido, me parece importante que hablen con sus pares, se interpelen entre ellos y analicen sus conductas -construidas en base al sistema patriarcal- para deconstruirlas. No podemos y no queremos hacer también ese trabajo por ellos.

No fue un 8 de marzo más

Virginia Cáceres

Pasaron pocos días desde la asunción de un nuevo gobierno, después de 15 años de mandato frenteamplista, la mitad de la población tiene puestas sus expectativas y esperanzas en ese nuevo gobierno, esperando que construyan una realidad distinta a la que tienen hoy.  La otra mitad de la población, la que no votó para que se diera el cambio también está expectante y alerta ante la inseguridad de perder los derechos adquiridos, en definitiva, los cambios siempre generan miedos e incertidumbres.

Ese es el marco en el que llegamos a un nuevo 8 de marzo, día en el que el movimiento feminista desde hace unos años a esta parte toma las calles de la ciudad para reivindicar los logros y reclamar por lo que falta conquistar.

Que estamos ante una nueva ola de feminismo que se ha apropiado de toda América Latina no hay dudas y, que nuestro país no se ha mantenido ajeno a esa ola, tampoco Ola que coincide cronológicamente con el tiempo político de los últimos 10 o 15 años de gobierno, lo cual propició la construcción de un relato que deposita en los gobiernos del frente amplio, y en sus representantes la exclusividad absoluta en cuanto a la sensibilidad en materia de género, justicia social y agenda de derechos.

Durante estos últimos 15 años nos hicieron creer que la sensibilidad social y la lucha por los derechos de las mujeres era patrimonio de unos pocos, y que esos pocos eran quienes detentaban el poder. No debería resultarle raro a nadie entonces que, ante un nuevo gobierno que no responde, según el relato construido a esa sensibilidad especial la incertidumbre crezca y la manija también.

En ese contexto resulta entendible la presencia en la marcha de carteles alusivos a Beatriz Argimón poniendo en duda su feminismo, porque ese cuestionamiento es consecuencia directa del relato impuesto que excluye hechos objetivos e irrefutables respecto al rol que ocuparon mujeres políticas de todas las colectividades, incluso el propio frente amplio las cuales han sido también invisibilizadas, olvidadas y ahora tildadas de traidoras.

Beatriz Argimón, Mónica Xavier, Margarita Percovich, Yanet Puñales, Martha Montaner, Mariela De Marco, Glenda Rondan, son solo algunas de las mujeres políticas que, cuando acá no se hablaba de feminismo enfrentaron al sistema desde dentro, sacudieron las estructuras de poder en sus respectivos partidos y en el sistema político todo, no pidieron permiso y pagaron costos altos por ello, personales y profesionales. Estas mujeres que tejieron alianzas entre todas, más allá de sus posiciones ideológicas dejando en claro que las desigualdades las atravesaban a todas. Estas mujeres son las que tejieron alianzas con las mujeres de las organizaciones civiles y juntas nos abrieron camino a todas nosotras.

No tengo la menor duda que la Vicepresidenta es una aliada del movimiento feminista, que su presencia no solo es garantía para frenar cualquier intento de retroceso, sino que, además, es garantía para seguir avanzando en la participación política de la mujer y en todas y cada una de las temáticas de género que estarán en la agenda política y, sobre todo, en la agenda de gobierno durante los próximos cinco años. Porque, la participación de la mujer en política mejora la calidad de la democracia, pero, la participación de una mujer con perspectiva de género la transforma.

Que dentro de la coalición multicolor existen sectores conservadores que están en contra de la agenda de derechos, y plantean un rol social de la familia y la mujer basados en roles estereotipados, que se suponían superados no es ninguna novedad. Se han leído y escuchado expresiones de las más agraviantes y discriminatorias y ante ellas no hay que dudar ni un minuto, esas expresiones se rechazan, con énfasis se cuestionan y dentro del ámbito de la coalición se busca la forma de sancionarlas.

También es cierto que en los pasados 15 años hemos sido espectadores de las más variadas expresiones del patriarcado por parte de figuras relevantes del gobierno saliente. Tuvimos un presidente que sobrepuso sus creencias personales y filosóficas por encima de la voluntad de un parlamento y vetó la ley del aborto.  Tuvimos un Ministro del Interior que, en relación a las custodias policiales para víctimas de violencia dijo que no las iban a acompañar a los bailes o los hoteles demostrando una falta de empatía y desconocimiento absoluto. Tuvimos un Presiente que piensa que la agenda de derechos es una expresión de la estupidez humana.

Esto, lo único que pretende demostrar es que el patriarcado es democrático y transversal, que no discrimina ni por partido político ni por clase social, que las feministas tenemos aliados y enemigos en los lugares menos pensados y, el punto de la cuestión es encontrar esos y esas aliadas para seguir avanzando en la conquista de derechos. Pretender mostrar que algunos o algunas tienen una sensibilidad especial o el exclusivo patrimonio de la agenda de derechos termina siendo un discurso funcional a los intereses del patriarcado y de aquellos que utilizan la lucha feminista para hacer crecer en popularidad su imagen pública.

Este no fue un 8 de maro más porque las esperanzas, las expectativas, los miedos y las incertidumbres andan revoloteando resopladas por aquellos que pretenden dividirnos. Las mujeres de este país han dado claras muestras que, más allá del partido político que gobierne, más allá del momento histórico en el que nos encontremos la lucha por la igualdad nos encontrará siempre juntas, en las calles, o en los espacios de poder que nos toquen ocupar, en la diversidad y las diferencias unidas por igualdad, equidad y libertad.

El machismo es un tema cultural

Adriana Barros

¿La presencia en el gobierno de representantes de sectores que se declaran en contra de la llamada “ideología de género” le hace temer por el avance en la lucha por igualdad?

Para comenzar diría que la “ideología de género” no existe, es un invento de las usinas de la derecha para oponerse a un movimiento democrático y plural que lucha por la igualdad de derechos y por la erradicación de la violencia hacia la mujer, que tiene su máxima expresión en el feminicidio. Uruguay tiene tasas muy altas de feminicidios, por eso se llega a la declaración de emergencia nacional. Por tanto, no estamos hablando de una ideología, sino de una realidad con hechos bien concretos y bien lacerantes.

¡Sin duda! Las declaraciones realizadas por algunos políticos de derecha son realmente preocupantes -por no usar otros calificativos- y debemos estar alertas para defender todo lo que hemos logrado y para defender las políticas públicas impulsadas por el gobierno del Frente Amplio en estos 15 años. Al mismo tiempo será muy difícil continuar avanzando en estos 5 años, tanto en este tema como en otros derechos.

¿Hay peligro de un retroceso?

Siempre lo hay, y con este gobierno el peligro de retroceso es aún mayor. En este gobierno corren riesgo todos y cada uno de los avances que se generaron en los gobiernos frenteamplistas En menos de 8 días ya ha habido un retroceso. Las medidas ya tomadas por las nuevas autoridades así lo demuestran, acaban de nombrar un gabinete que está compuesto por un 85% de hombres. No hay nada de equidad en esa integración. Y eso que la ley 19.846 en su artículo 7, inciso G sostiene que las políticas públicas para la igualdad se orientarán, entre otros, hacia la participación equitativa de mujeres y varones en los cargos de responsabilidad y toma de decisiones, tanto en los ámbitos político, social, económico y cultural.

Sin mencionar algunos artículos que están en el proyecto de ley de urgente consideración que modifican competencias que actualmente tiene el Mides, quitándole potestades en su papel rector de políticas de género. Así como el cambio en la estructura de la División de Políticas de Género en el Ministerio del Interior.

No hay que olvidar como decía Simone de Beauvoir, “que los derechos nunca se dan por adquiridos y debemos permanecer vigilantes durante toda la vida”.

¿La vicepresidenta mujer no es garantía suficiente?

Lamentablemente no es suficiente. Si bien ella individualmente ha tenido una posición, sabe que los intereses que defiende el Partido Nacional, claramente no van en esa línea.

¿Es correcto plantear un paro de mujeres en marzo?

Sí es correcto. No debemos olvidar que el movimiento feminista es un movimiento internacional, global y colectivo. El paro de las mujeres se determina a nivel global, porque es un hecho que en todos los rincones del planeta las mujeres sufren violencia, desigualdad y discriminación. En algunas naciones o zonas más que en otras, pero es una situación de rango planetario. Es así que se llega a esta convocatoria mundial a parar el 8 de marzo. En Uruguay en concreto es necesario, en respuesta a las señales que en pocos días ha dado el gobierno actual.

¿Qué balance hace de la marcha?

Excelente y multitudinaria: cada año crece más. También con presencia de mujeres de todas las edades y de todas las clases sociales. Se hicieron actividades a todo lo ancho y largo del país.

Cada vez más mujeres perciben la justeza de los reclamos del movimiento feminista, no es un fenómeno exento de contradicciones, pero sí con un nivel de acumulación cada vez mayor.

¡Da alegría y emoción percibir cómo se suma la juventud a las movilizaciones, ellas son el futuro, así que tenemos relevo y pico!! Son creativas y combativas, hay cosas que ya no se van a tolerar más y ellas lo tienen clarísimo.

Un destaque especial para el despropósito del operativo policial montado. Quedó en claro que no había justificación para su implementación ya que las mujeres siempre hemos marchado con alegría y pacíficamente, a pesar de provocaciones concretas que hemos vivido en otros años.

¿Cuál es el papel que deben jugar los hombres en las luchas feministas?

A la par de las mujeres. La lucha por la equidad y la defensa del feminismo no son temas exclusivamente de las mujeres. Si los encaramos así, el cambio será parcial. Porque el machismo es un tema cultural, si partimos de la premisa de que los roles de género son una construcción social -donde los diferentes géneros fuimos educados con esos conceptos erróneos- éstos pueden y deben ser modificados y esa deconstrucción es colectiva. Hay mujeres y hombres machistas. Todas las personas que están de acuerdo con una sociedad que garantice la igualdad de derechos y la no discriminación entre mujeres y hombres deben luchar por ello. “El feminismo es una forma de vivir individualmente y de luchar colectivamente”, también lo decía de Beauvoir.

 

Las nubes pasan, el feminismo queda

María Rosa Oña

El mes de marzo es el mes de la mujer, pero el resto del año el mundo sigue siendo patriarcal y machista. Es cierto que se lograron grandes avances, pero también es cierto que queda muchísimo por hacer. El Uruguay es dueño de un machismo silencioso y que busca que no lo noten, pero si rascás un poquito, salta enseguida y se hace presente.

“Si te gustó, bancátela.” “Las mujeres con más de tres hijos que se queden en casa.” Son algunas de las cosas que se pudieron escuchar de parte de nuevos sectores a los que poco y nada parecen importar los derechos de las mujeres. También Mujica afirmó que el feminismo es inútil. Una vez más, hombres opinando sobre lo que deben hacer, o no, las mujeres.

Se sigue peleando por una mayor presencia femenina en todos lados y parece que falta mucho para que se logre. Uruguay no escapa a esto y se puede notar a simple vista mirando la cámara.

Por supuesto que inquieta que los derechos obtenidos peligren. Por supuesto que debemos estar alertas, no se puede hacer oídos sordos a un discurso preocupante de algunos sectores de la derecha: discurso rancio y prepotente.

Es importantísimo visibilizar todo lo que sigue pasando y el paro de mujeres es indispensable para eso, para visibilizar que la población femenina es necesaria en lo social y en lo económico y exigir soluciones contra femicidios, acoso y abusos contra mujeres en los espacios públicos y privados.

“Acoso y abusos contra mujeres en espacios privados y públicos…” ¿Suena tremendista? Pues no lo es; es real. En algunas partes del mundo, en mayor o menor medida, pero es real. Nuestra sociedad no escapa a esto. El domingo, mientras marchábamos, otra mujer apareció muerta asesinada por su pareja.

El paro del 8M nos da el espacio para reivindicar esta lucha y marchar tranquilas, aunque, parece, siempre hay alguien deseando que pase algo.

Para lograr todo lo que el feminismo debe lograr, es muy importante que la sociedad entera participe y se necesita, para esto, hombres con una educación más libre y más sincera. Es fundamental la compañía masculina para salir adelante cabeza a cabeza.

Es necesario dejar de lado el estereotipo del macho conquistador. En todo sentido, desde Don Juan a Atila, y educar sobre la base de la igualdad y el respeto.

No nacemos feministas, nos vamos formando de a poquito y la educación es primordial para eso, en el hogar y en las instituciones educativas.

En la marcha del domingo habíamos mujeres de varios sectores políticos, izquierda y derecha; también marcharon algunos hombres, porque no hay una barrera que nos impida juntarnos para pedir, casi, las mismas cosas.

Tenemos que ser capaces, todos y todas de desarmar el modelo patriarcal, racista y capitalista en el que estamos metidos. Darle cabida a la empatía y a la solidaridad. Tenemos que ser capaces de reconocer los errores que cometemos día a día mientras recorremos el largo camino hacia la equidad. El desafío es combatir en la sociedad y dentro de nosotros mismos modos patriarcales heredados por mera repetición y sin juicio.

El desafío es seguir pidiendo y protegiendo derechos para todas.

“Ni las mujeres son de alguien, ni todo es de los hombres” decía mi tía que se murió sin saber que era feminista.

¡Qué bonitas las que luchan!

Celsa Puente

Otro ocho de marzo nos encontró en las calles y como casi siempre, no puedo dejar de pensar en el camino recorrido. Me vienen a la memoria aquellos tiempos en que éramos tan poquitas, en que casi todos los y los transeúntes nos miraban con extrañeza cuando unas pocas decenas de mujeres íbamos con nuestros cartelitos sencillos a “mostrarnos”, a ocupar la calle, aunque fuera una pequeña porción de la misma para luchar contra el orden patriarcal.

Hace tiempo que vengo pagando por la oportunidad de transformar el mundo. Y lo hago con fuerza y convicción, como buena desobediente que sabe que otro orden político es posible. Entonces, no puedo dejar de disfrutar cada marcha del 8 de marzo. Sobre todo, porque me enamora haber formado parte de aquel puñado de mujeres decididas a sostenerse frente a los dedos índices acusatorios que nos señalaban y calificaban negativamente. Me enamora la fuerza de esos hoy miles de mujeres, – grandes y chicas, viejas y jóvenes, de todas las etnias, de todos los credos, de todas las posturas – que circulan como dueñas de las calles cantando sus consignas, felices y libres, ocupando el espacio que podría ser una metáfora de construcción de una nueva condición de vida, de un nuevo modo de estar en el mundo, habitando los lugares que nos pertenecen.

Hoy somos miles y de las más diversas procedencias. Somos miles a esta altura imparables, en todo el país y lo hemos demostrado este ocho de marzo. Miles a pesar de que trataron de infundirnos miedo. Miles a pesar de los ómnibus llenitos de policías que estaban estacionados en la rambla a la espera de la voz de mando del patriarca que estaba deseoso de la represión. Miles que no daremos un paso atrás a pesar de los “Moreiras” que siguen legitimados por el gobierno, dañando nuestro mundo, y de los disfraces de quienes se dicen paritarios y ocupan todos los lugares políticos con tretas inaceptables. Miles a pesar de los que intentaron hacernos aparecer como peligrosas infundiendo con su presencia escandalosa esa sensación de riesgo que resulta hilarante y de una porción importante de los medios de comunicación que, cuando no nos condena, nos ignora.

No es posible pensar en una democracia sin nosotras. El cálculo es simple y refiere a que somos el 52 por ciento de la población. El orden político patriarcal ya no se sostiene y los conservadores que están conjugando con tanta frecuencia el verbo “limpiar” para erradicar de las calles a todos y todas las que molestamos, deberán aceptar que ya no hay marcha atrás.

El futuro es de todas y todos.  El futuro ES de una humanidad que late más allá del sexo biológico y del género desarrollado culturalmente y habla de las posibilidades de lo humano y de la transformación del mundo: “En todas partes se escucha, mujer bonita es la que lucha”

Libertad, Equidad, Igualdad

Cecilia Hackembruch

Pasó otro 8 de marzo, conmemorándose el Día Internacional De La Mujer, y con varios elementos a reflexionar.

No es un 8 de marzo cualquiera. Es el primero en el que nuestro país tiene como Vicepresidenta una mujer. Una mujer que fue presidenta del directorio de su partido, ocupo cargos parlamentarios importantes, pionera en la promoción y creación de la bancada bicameral femenina, y que, con toda esa experiencia, cada 8 de marzo acompañaba al grupo de mujeres uruguayas que marchan por lograr igualdad de oportunidades para ellas. Este año estuvo presente, como siempre.

No es entonces un ejemplo menor. Existe claramente a partir de esto una decisión política de promover lo que tanto se busca.

Igualdad de oportunidades no puede desprenderse de la equidad, que no son sinónimos, en este caso puede que sean términos complementarios. La equidad brinda a las personas lo que necesitan. Salud, trabajo, techo, posibilidades de desarrollo. La equidad protege.

Estamos en una coyuntura en la que la violencia hacia las mujeres es cada vez mas cruel. Violencia hacia mujeres, niñas y niños. Un país pequeño como el nuestro no puede darse ese lujo. Para tratarla, medidas transversales y mucha educación. Educación a los niños y a las familias. La violencia se aprende, es circular. Y es un espiral que atrapa, cegando a las victimas hasta que ya es tarde. La equidad juega en este punto, porque no todas la sufren, mas atención, mas protección, de las instituciones involucradas, a ellas y su entorno. Al resto, vigilancia celosa, como a una infección que no se convierta en epidemia, lo contrario, que se erradique.

Y junto con estas premisas, la mas importante, la libertad. Las mujeres tenemos que tener la libertad de elegir que pensar, como pensar, y como vivir nuestras luchas. Las que quieran ser madres y quienes prefieran seguir otros caminos, las que quieran trabajar, en lo que quieran.

La libertad nos permite ser felices. Segregar, etiquetar, segmentar por pensar o actuar de acuerdo a un estereotipo, no debería estar dentro de la opción del feminismo. El feminismo busca igualdad, sin coartar libertad.

Esa igualdad que llegara a que las mujeres tengan el mismo salario por la misma tarea que los hombres, pero también que se les respete las necesidades que surgen con la maternidad, y no tengan que dar que amamantar en 15 minutos en un baño o un cubículo del lugar de trabajo. La igualdad en la libre manifestación, en que nos miren iguales, en tener papeles protagónicos en los lugares que queramos. Libres. Iguales. Felices. Las mujeres merecemos sentir la plenitud de la vida, sin excepción.

La desigualdad sigue siendo la regla

Fernanda Sfeir

Un año más, marzo vuelve a increparnos como sociedad. Nos volvemos a replantear el lugar donde nos encontramos y a dónde queremos ir en términos de igualdad; cuestiones que, para muchas de nosotras, marcan la agenda política y la militancia diaria. Asumiendo la responsabilidad que el pueblo nos ha confiado, como partido, este 8M no nos encontrará a las mujeres nacionalistas en otro lugar que no hayamos ocupado en el pasado. O sí, esta vez con el ímpetu de poder gestionar de primera mano los asuntos por los que hemos bregado tanto tiempo. Debemos preguntarnos ¿cuáles son las premisas para seguir materializando esta lucha? Sin duda alguna, la de permanecer juntas.

Hemos aprendido que muchos colores en movimiento, se terminan unificando y reflejando uno solo. Justamente esto es lo que sucede y debe seguir sucediendo con las mujeres uruguayas y así seguir conquistando nuestros derechos y libertades.

Ya lo hemos demostrado, por ejemplo, con la bancada bicameral femenina, que cuando las mujeres, sin importar las banderas, unen sus fuerzas para solucionar las problemáticas que nos afectan, la que termina por alzarse es una: la de la sororidad.

Esto responde a la cuestión de por qué seguimos insistiendo con los mecanismos de participación de mujeres. En definitiva, nuestra lucha se traduce en la mejora de la calidad democrática. Es por esto, que entendemos la necesidad de impulsar una ley de paridad y estaremos en la misma trinchera que la senadora Gloria Rodríguez.

Un año más, marzo nos vuelve a increpar como sociedad en conjunto. Hemos avanzado en muchos aspectos, pero la desigualdad sigue siendo la regla y no la excepción. Mientras sigamos viviendo en un mundo donde los femicidios sean naturalizados; mientras la trata continúe siendo un negocio; mientras siga existiendo la explotación sexual de mujeres y niñas; mientras sigamos sin acceder a los lugares de decisión política y empresarial, mientras nuestros salarios sean negativamente condicionados por nuestro género y nuestras oportunidades disminuyan en función de los kilómetros que nos alejan de las ciudades y centros poblados; seguiremos reivindicando un 8 de marzo de lucha y acción.

Por último, no tengan dudas, que nuestro desvelo siempre será, como nos enseñó la vicepresidenta Beatriz Argimón, trabajar por las que vienen.

La rebelión ha comenzado por las mujeres

Lucía Siola

La movilización por el día internacional de la mujer trabajadora el 8M constituyó una verdadera pueblada. Aproximadamente 300 mil personas participaron de la multitudinaria marcha que ocupó 13 cuadras de la avenida 18 julio.

Sin dudas la masividad de la movilización es por sí misma un mensaje político frente a las pretensiones clericales y de los sectores de la derecha que integran el nuevo gobierno de avanzar sobre los derechos de las mujeres, en particular en lo que refiere a la legalidad del aborto.

Las masivas movilizaciones también expresaron la tendencia a la rebelión popular que está instalada en nuestro país y en el continente. El hecho de que cada vez más mujeres tomen las calles en una jornada de lucha, evidencia que las condiciones actuales se han vuelto intolerables para cientos de miles.

Tal vez una particularidad de este nuevo 8M es que además de las reivindicaciones históricas del movimiento feminista y de mujeres referidas a condenar las prácticas, la violencia y la cultura machista, han aparecido con más fuerza reclamos y denuncias dirigidas al Estado, señalando su responsabilidad política en la violencia y en la situación que afrontamos las mujeres en la actualidad. Así, ha sido señalada como vacía la ley de violencia de género que nunca tuvo presupuesto asignado, y también la responsabilidad del Estado y la policía en la emergencia de las redes de trata. El repudio a la represión estatal también fue un elemento que estuvo presente en la marcha, más aún con la provocación montada por Larrañaga con el operativo policial en los alrededores y la custodia y vallado a la iglesia del cordón. De alguna manera, las diversas consignas y la marcha fueron un anticipo de la resistencia del movimiento de mujeres y de las trabajadoras a la política conservadora, de ajuste y represión que comienza a poner en práctica el nuevo gobierno multicolor. Así lo pusieron de manifiesto también las numerosas columnas de sindicatos y organizaciones sociales como FUCVAM, que reafirmaron el carácter de clase del 8M y de la propia movilización. Allí se podía leer una pancarta que decía “trabajadoras unidas contra toda explotación”, y el cartel del sindicato de la aguja  que decía “las aliadas del fascismo en la tahona, las calles son de las obreras y las trabajadoras”, haciendo una clara delimitación con las representantes del gobierno, que demagógicamente marcharon, dos cuadras al final de la movilización, posando para la foto, pidiendo “paridad”.

De todos modos, las pretensiones del nuevo gobierno y del propio FA de cooptar y dotar al movimiento de mujeres de un carácter inofensivo se avizora como algo cada vez más imposible. Pues la conclusión de esta gran jornada de lucha es que la guerra de clases que preparan las cámaras empresariales junto al gobierno derechista con sus representantes mujeres incluidas, encontrará en la primera línea en los barrios, en los lugares de trabajo y de estudio, y en las calles, a las mujeres explotadas. Entre otras cosas porque sabemos que es sobre nosotras sobre quienes se descarga más brutalmente la violencia de este régimen y sobre todo porque venimos dejando de manifiesto como lo hicimos este 8M que ya no estamos dispuestas a tolerarlo.

Tuve el privilegio de estar y vibrar con ellas

Selva Andreoli

Participé este domingo – como todos los años – en la marcha del 8 de marzo y sentí la alegría de ver ese mar humano, cada año más grande, tan heterogéneo en edades, estratos sociales, ideologías, y colores del feminismo. Miles de  jóvenes – casi niñas –  y abuelas caminando juntas,  cantando consignas o simplemente en silencio, con carteles hechos a mano con mensajes originales producto de la creatividad popular, exhibiendo ironía pero también desenfado; el humor por los estereotipos masculinos sobre la mujer  junto al  grito por las que ya no tienen voz; reclamando por la vida  pero también  por el respeto y  la igualdad de oportunidades; denunciando el abuso y la prostitución de niñas y menores; pero con la alegría de decir presente en esta construcción social de todos los días.

Admito que también sentí bronca y tristeza, por todo lo que nos falta, porque todo es tan lento y trabajoso, por las zancadillas a la ley de cuotas, porque sorprende la falta de reconocimiento real y concreto a esa parte tan vital de la sociedad. Porque los discursos no alcanzan, cuando las acciones son tan débiles y tan timoratas, porque parece que todo hay que fundamentarlo cuando es un derecho. Y ¿cuánta energía positiva, cuánto compromiso por construir una sociedad más igualitaria y equilibrada estamos perdiendo?

Nos vanagloriamos de una agenda de derechos avanzada, de tener por primera vez una vicepresidenta mujer electa por el voto popular,  y sin embargo seguimos menoscabando a más de la mitad de la población con una mirada hemipléjica sobre la sociedad; porque la pobreza aquí, en Uruguay, tiene cara de mujer y de niño;  porque el desempleo es mayor entre las mujeres –particularmente en las jóvenes-,  porque seguimos teniendo un Parlamento con mayoría masculina y cuestionando la ley de cuotas; es mínima la participación de la mujer en la dirección de nuestra central sindical, porque la violencia de género nos golpea un día sí y otro también y el abuso de niñas y menores no es novedad ya en los noticieros; y porque aún hoy –después de tantas luchas- hay sectores de la coalición de gobierno que hablan de derogar la ley de despenalización del aborto.

Viendo esas miles de jóvenes, casi niñas, que se movilizan por esta causa, al lado de mujeres de todas las edades que hace años recorren incansables el mismo camino, pensé ¡qué potencial tienen estas mujeres caminando juntas!, sintiendo juntas la injusticia de vivir en una sociedad todavía patriarcal, y que no son tenidas en cuenta en la toma de grandes decisiones porque todavía hay que rogar por participar en órganos de dirección en política o en cargos gerenciales, porque la sanción de una ley paritaria se ve como un derecho a conquistar y no como una obligación natural de un sistema que las sigue segregando, porque la brecha salarial existe aún en las profesionales y en cargos gerenciales, porque las jefas de hogar y las “cuidadoras por excelencia” siguen peleando su realidad,  solas.

Confío en que Beatriz Argimón hará honor a su militancia de tantos años por estos derechos, pero también ella tendrá que pelear sus decisiones, soportar críticas y llevarse desilusiones hasta de las propias mujeres que ha defendido.

Y entonces, me pregunto con la activista comunista negra Angela Davis si “El feminismo es la idea radical que sostiene que las mujeres somos personas”, ¿cuántos hombres todavía creen que son propiedad personal y por eso cuando quieren abandonarlos las matan?, ¿cuántos las usan como empleadas domésticas en sus casas?, ¿cuántos todavía ignoran algo tan simple: que son personas?

Pero no todo es tan negro y decepcionante, al lado de estas mujeres, también se movilizan hombres – cada vez más -, conscientes de su papel y responsabilidad para cambiar esta realidad. Bienvenidos ellos, porque el feminismo no es contra los hombres, sino para caminar juntos, ellos son nuestros compañeros de ruta, y nos ayudarán a desplegar las alas para por fin poder volar.

No hay un feminismo mejor que otro

Valeria Tanco

Me gusta la consigna “Más feminismo, mejor democracia”. Fue la elegida por la Intersocial Feminista para la marcha montevideana en el Día Internacional de la Mujer. Para mí tiene una doble lectura. Por un lado, porque las reivindicaciones feministas más profundas tienen que ver con la calidad de la democracia: desde el acceso al poder político hasta los indicadores que se pueden utilizar para medir esa calidad, como la justicia social o la equidad. Por otro lado, porque la consigna sintetiza el espíritu de una marcha diversa, de múltiples voces, generaciones y corrientes.

Paradójicamente, otras consignas que escuché y vi puntualmente en la marcha y que se hicieron protagonistas gracias a las redes sociales, hablaban de que no existe el feminismo de derecha. ¿Dónde queda la mejor democracia, me pregunto? El feminismo no es propiedad de nadie. No hay un feminismo mejor que otro. Una de las virtudes del feminismo es su pluralidad. Otra es que hay un gran punto de encuentro en todas sus versiones y posturas: la lucha contra la violencia de género y generaciones.

A mí me da tranquilidad que la Vicepresidenta de mi país sea Beatriz Argimón, una mujer feminista. También aplaudo que ella esté en uno de los partidos políticos tradicionales y que –junto con otras mujeres, como Lorena Massanet e Isabel Adami de la Secretaría de Diversidad del Partido Nacional– intente cambiar la cultura de esa organización desde adentro. Porque esa es la base de lo que para mí es el feminismo: intentar transformar la sociedad desde el lugar que uno ocupa.

Aunque removedor, desde que empezó hace unos años y hasta ahora mi camino feminista ha sido sencillo. Soy una privilegiada. Pude transitar la educación formal hasta cuando quise. Puedo leer desde que supe hacerlo. Puedo encontrarme con feministas y nutrirme de su conocimiento. Puedo acceder a la atención médica y psicológica. Puedo hacer preguntas. ¿Cómo hacen las mujeres que no pueden ni siquiera reconocer, defender, reclamar sus derechos humanos más básicos? ¿Cómo hacen las mujeres que no saben de brecha salarial porque a lo único que acceden con suerte es a un trabajo precarizado? ¿Cómo hacen las mujeres atrapadas en realidades violentas, confinadas en un territorio sin otro horizonte que el basural endémico de la esquina? No hacen. No pueden.

Es el feminismo el que puede hacer por ellas. Y no en plan asistencial o paternal (adjetivo usado a propósito). ¿Cómo, entonces? Colándose por los rincones. Moviendo estructuras. Convocándolas al encuentro. No hablando por ellas, sino permitiendo que su propia voz se escuche.

Me gusta la consigna “La revolución será feminista, o no será”. Pero me gustaría más con un pequeño ajuste: “La revolución será feminista con todas y para todos, o no será”.

Ausencias

Verónica Amorelli

Las opiniones de Micaela, Amparo, Esmeralda y tantas otras pudieron ser publicadas en este espacio, pero no están. Vaya este vacío en su memoria, porque hay ausencias que lo dicen todo.

A viva voz

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