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A mitad de camino por Fernando Pereyra

A mitad de camino por Fernando Pereyra
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Lejos de los anuncios rimbombantes de la campaña electoral, el gobierno encabezado por el herrerismo llega a la mitad del mandato con poco para mostrar. Todavía anclado en su vocación opositora, la coalición conservadora pretende esconder el fracaso de sus políticas en discursos de campaña, más pendientes de la opinión pública que del diseño de las respuestas a las necesidades de la gente.
La promesa de los 5 mejores años de nuestras vidas quedó en el debe. Van dos años y medio y han sido los peores de los últimos 17.
Del equipo preparado para gobernar quedan las sombras. Talvi, principal representante de uno de los partidos que integran la coalición, fuera de la política. El ministro estrella de las políticas sociales, también retirado. A mitad de su mandato el gobierno sigue improvisando el elenco y eso se trasluce en la improvisación de las políticas.
A las dos semanas de asumir, el Gobierno tuvo un desafío que conmocionó al país y al planeta. La pandemia desatada por el Covid -19 puso en tensión la capacidad de respuesta del Uruguay, y logramos sobreponernos apoyados en nuestras fortalezas.
El Sistema Nacional Integrado de Salud sostuvo la cobertura sanitaria, la conectividad ayudó a mitigar el impacto de la falta de presencialidad en el mundo laboral y educativo, la solvencia financiera permitió ampliar la cobertura social con la ampliación del subsidio por desempleo y las transferencias, que demostraron tener una forma ágil y eficiente para identificar y alcanzar a los sectores más vulnerables de la población.
La pandemia nos hizo redimensionar el rol de la ciencia y la tecnología, resultado de un aumento considerable, aunque insuficiente, de la inversión de las últimas décadas. La creación del GACH, el principal acierto del Gobierno, permitió al país anticipar escenarios y dar buenas respuestas en un momento complejo. El peor momento de la crisis sanitaria se produjo cuando no se actuó de acuerdo a sus propuestas.
Logramos resultados ejemplares en la vacunación que fueron el resultado de una buena gestión, fortalezas en la infraestructura y un amplísimo consenso político.
Si el resultado social y económico del impacto de la pandemia fue el que fue, no responde a falta de herramientas, responde, desde mi modesto punto de vista, a falta de voluntad política, que costó que 67 mil compatriotas quedaran, aún luego de que el país creciera económicamente, por debajo de la línea de la pobreza.
La falta de acciones del Estado implicó respuestas construidas por la solidaridad de la gente. El Gobierno de la coalición está marcado por la reaparición de las ollas populares, a las que decenas de miles de compatriotas asisten para alimentarse.
Así como la creación del GACH fue el principal acierto del Gobierno, la aprobación de la LUC es, desde mi punto de vista, el peor error. La LUC trasluce una aspiración refundacional, que supuso un cambio profundo aprobado de apuro, apoyándose en una mayoría circunstancial. Un retroceso en calidad para la democracia que supuso que 800.000 ciudadanas y ciudadanos pusieran su firma para impugnar un debate mal procesado. Leyes que debieron ser el fruto de amplios consensos democráticos, sociales y políticos, quedaron vigentes por una mayoría apretada el 27 de marzo del presente año.
La impronta refundacional es uno de los peores rasgos del actual Gobierno. El desmantelamiento de acuerdos importantes para el país, como el equipo de combate el narcotráfico y los retrocesos en la política antitabaco, son muestras de un rumbo que prioriza un relato de impugnación del pasado que soluciones a los problemas que atraviesa la gente.

A medio período de Gobierno la seguridad está peor, los ingresos de trabajadores y jubilados deteriorados, el costo de vida inaccesible y el clima de debate empeorado. El Gobierno impuso con sus mayorías legítimas un modelo de país que empeora las condiciones de vida de las grandes mayorías.
En el medio, situaciones como la entrega del puerto y el mal manejo al otorgar un pasaporte al narcotraficante Marset, encienden luces de alarma que nos impulsan a responder a tiempo. Tenemos que fortalecer la institucionalidad y eso supone un cambio en las formas de procesar debates y desarrollar políticas.
Una muestra del desacierto en el rumbo es la forma en la que pretende procesar una reforma educativa que no es conocida por la sociedad, que no integra en el proceso de construcción y diseño a la comunidad educativa y que nos arrastra a un nuevo fracaso.
La coalición obsesionada con sus metas fiscales, ha desatendido las problemáticas de la gente, recortando políticas sociales, el presupuesto de la salud y la educación.
Las consecuencias del modelo son personas alimentándose en ollas populares, comedores públicos, falta de medicamentos en los hospitales y deterioro en las condiciones educativas. El país retrocede y las respuestas del Gobierno no resuelven el problema, lo profundizan.
Dos años y medio después de la asunción del Presidente Lacalle, los datos reflejan que la gente vive peor y tiene menos confianza en el futuro. La gente que vive del trabajo y las personas jubiladas ven como el horizonte más optimista recuperar al final del período los niveles de ingreso de 2019. Pocos datos reflejan con más claridad un país con esperanzas estancadas.

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