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Actuaciones orquestadas

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Melancolía en acción

Para la Real Academia Española la melancolía es una: “tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que quien la padece no encuentre gusto ni diversión en nada.” Por rabia se entiende, entre otros significados: “ira, enojo, enfado grande”. Se mezclan entonces sentimientos de descontento, de tristeza indefinida, con otros más intensos, que justamente pueden enfocar más precisamente la melancolía. Ya desde el título, Rabiosa melancolía, el último espectáculo de Marianella Morena propone lecturas diversas.

Más allá de las definiciones, con melancolía se ha nombrado un cierto malestar casi existencial que ha torturado a personajes de determinadas clases sociales desde hace siglos. Según la periodista Laura Fàbregas: “La melancolía, observada per se y no por sus efectos circundantes, deviene un sucedáneo particular del solipsismo en su terreno emocional y no doctrinal: una afección insondable de recogimiento en la intimidad de uno mismo que desemboca en una especie de impasibilidad y desentendimiento con el mundo exterior. Una carencia de toda posibilidad de trascender el ámbito subjetivo del propio yo. Un sentimiento que habita en el dominio privado y recóndito de la soberanía individual”.

Desde la antigüedad la melancolía fue considerada una enfermedad equivalente a la depresión y, al igual que determinados valores eran considerados inherentes a las clases aristocráticas, era una enfermedad vinculada a espíritus “sensibles y elevados”. Continuando con las ideas de Fàbregas: “en épocas como el Renacimiento y el Barroco, se consideraba la melancolía como un estado donde el ser humano es extremadamente susceptible a recibir las variaciones de los estados de ánimos, de los colores, los gestos o las palabras. Un estado propicio a la creatividad, de evocación a la memoria o a la imaginación y de sublimación de los sentidos”.

Quizá el personaje teatral “melancólico” más conocido sea Hamlet, un príncipe: “considerado loco por no saber aparentar, por saberse distinto y sin un alma servil” como continúa la periodista citada, quien agrega: “El personaje de Hamlet evoluciona de la tristeza y la melancolía hacia la locura fingida y arrebato final de ira”. Aquí se ve cómo la melancolía puede trocarse en acción y desembocar en la ira, pero la forma en que tradicionalmente la melancolía se traduce en acción es con acciones estéticas, con actividades artísticas. En resumen, lo que se entiende por melancolía ha ido variando según los periodos históricos y las élites dominantes, pero se ha mantenido de forma más o menos constante en las artes, como fuente de influencia y de creatividad.

Rabiosa melancolía

Tres hermanos y una madre estructuran la rabia por un lado, y la melancolía por otro. La rabia de los hermanos parece surgir como consecuencia directa de las acciones de la melancólica madre. No es que queden absolutamente delimitadas las emociones que dominan a los personajes, pero la incontinencia iracunda en el accionar más bien domina a los tres hijos protagonizados por Mané Pérez, Agustín Urrutia y Lucía Trentini, mientras que el porte distante de Malena Muyala como la madre es el que parece transmitir más claramente la sensación de melancolía en este espectáculo de Morena. La sensación de enclaustramiento domina a los personajes, encapsulados en una sala en que obsesivamente repiten la rutina familiar de las cuatro comidas. Las rutinas dejan que aparezcan otras obsesiones, deseos reprimidos de personajes oprimidos por lo que otros esperan de ellos, por una búsqueda de la perfección que quizá nunca desearon en realidad. ¿Cual es el lenguaje que estos espíritus “sensibles y elevados” han intentado dominar hasta la obsesión? La música, inoculada con una disciplina también obsesiva. Un hecho trágico del pasado mantiene anclados a los personajes, repitiendo acciones que, por qué no, también podría ser la construcción de una mente enferma, que convierte la melancolía en “un sucedáneo particular del solipsismo emocional”.

Relación entre madre e hija que tiene a la música casi como factor de dominación nos lleva a pensar de inmediato en la película de Michael Haneke La pianista, sobre la novela de Elfriede Jelinek, aunque la rabia es más atemperada en este caso. Pero lo que vuelve a la obra un hecho estético virtuoso, vinculado a las obsesiones musicales, es la capacidad de la directora de orquestar los sonidos del espectáculo. Se ha dicho que Rabiosa melancolía es un musical, pero es un musical no solo cuando hay “música”, cuando hay canciones, los parlamentos parecen formar parte de la partitura tanto como las canciones, generar su propia melodía que solo se acelera cuando algún personaje canta. Mientras que el resto de sonidos, de golpes, de ruidos, también parecen ser parte de una partitura tan cuidadosamente construida como ejecutada. Y claro, la música no deja de ser el medio ideal para transmitir ese manojo de subjetividades desgarradas en que se constituyen los personajes de obra.

Rabiosa melancolía es de esos espectáculos en que la investigación en el escenario abre brechas, líneas nuevas de comunicación con el espectador, espectáculos que comunican desde lo formal, desbordando los cauces formales anteriores. El pasado fin de semana fueron las últimas funciones en la Sala Atahualpa de El Galpón, pero seguramente pronto volverá a estar en cartel, a estar atentos.

 

Rabiosa melancolía. Texto y dirección: Marianella Morena. Dirección y dramaturgia musical: Malena Muyala. Elenco: Malena Muyala, Mané Pérez, Lucía Trentini, Agustín Urrutia.

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Leonardo Flamia Periodista, ejerce la crítica teatral en el semanario Voces y la docencia en educación media. Cursa Economía y Filosofía en la UDELAR y Matemáticas en el IPA. Ha realizado cursos y talleres de crítica cinematográfica y teatral con Manuel Martínez Carril, Miguel Lagorio, Guillermo Zapiola, Javier Porta Fouz y Jorge Dubatti. También ha participado en seminarios y conferencias sobre teatro, música y artes visuales coordinados por gente como Hans-Thies Lehmann, Coriún Aharonián, Gabriel Peluffo, Luis Ferreira y Lucía Pittaluga. Entre 1998 y 2005 forma parte del colectivo que gestiona la radio comunitaria Alternativa FM y es colaborador del suplemento Puro Rock del diario La República y de la revista Bonus Track. Entre 2006 y 2010 se desempeña como editor de la revista Guía del Ocio. Desde el 2010 hasta la actualidad es colaborador del semanario Voces. En 2016 y 2017 ha dado participado dando charlas sobre crítica teatral y dramaturgia uruguaya contemporánea en la Especialización en Historia del Arte y Patrimonio realizado en el Instituto Universitario CLAEH.