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¡Ah Machos!

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El 8 de marzo se celebra el día internacional de la mujer, acontecimiento que en nuestro país ha cobrado mucha fuerza en los últimos años. El movimiento feminista con su enorme heterogeneidad tiene hinchas y adversarios, y por qué no, enemigos en el sexo masculino. ¿Son las feministas una amenaza para los hombres? ¿Por qué algunos hombres las perciben como tales? ¿Puede ser feminista un hombre? ¿Es viable la mentada “deconstrucción”? ¿Somos mujeres y hombres iguales? ¿Se ha avanzado demasiado con los derechos de la mujer? ¿O falta mucho todavía? ¿Sirven las cuotas? ¿Hay que imponer la paridad de género? ¿Hay un fundamentalismo feminista? ¿Capitalismo y patriarcado son sinónimos? ¿La contradicción principal es de género o de clase social? ¿Hay manipulación de intereses internacionales en la causa feminista?

 

Soy humanista por Max Sapolinski

La convocatoria de Voces a opinar sobre lo vinculado al movimiento feminista me ha hecho reflexionar sobre mi propia autodefinición en la materia.

Por siempre me consideré un humanista. Como tal, propugné siempre la defensa de una sociedad en que el valor del ser humano prevaleciera sin importar su color, creencia, orientación ideológica o género.

Lo esencial está debidamente resumido en el artículo 8 de la Constitución de la República: “Todas las personas son iguales ante la ley no reconociéndose otra distinción entre ellas sino la de los talentos o las virtudes”.

Por años nos enorgullecimos del vanguardismo de Uruguay en conferir a la mujer la posibilidad de votar. En aquellos ya lejanos años de las primeras décadas del siglo 20, Paulina Luisi, férrea defensora del feminismo escribía en 1917: “¿Qué es, ¿qué busca, ¿qué pretende el feminismo? Pues, sencillamente, cosas muy justas, muy naturales, muy sociales. Quiere el feminismo demostrar que la mujer es algo más que materia creada para servir al hombre y obedecerle como el esclavo a su amo; que es algo más que máquina para fabricar hijos y cuidar la casa; que la mujer tiene sentimientos elevados y clara inteligencia; que si es su misión la perpetuación de la especie, debe cumplirla más que con sus entrañas y sus pechos: con la inteligencia y el corazón preparados para ser madre y educadora; que debe ser la cooperadora y no la súbdita del hombre; su consejera y su asociada, no su esclava…”

Por supuesto que los postulados de hace un siglo parecen ser escasos en la actualidad. Lo fundamental es hoy por hoy generar el mayor ámbito posible para la igualdad de oportunidades para cualquier género. Por eso se ha producido un general consenso en habilitar mecanismos como la cuota de género en la conformación de las listas para incidir en la generación de dichas oportunidades.

Pero volviendo a mis cuestionamientos primigenios, ¿cabe definirse como feminista? ¿qué es el feminismo hoy?

Lo cierto es que para tomar una definición es difícil abstraerse de la incidencia que una militancia radical ha protagonizado en el quehacer nacional e internacional sobre este tema. Es así que se reiteran acciones violentas y declaraciones fundamentalistas. Se prohíbe en algunos casos participar a hombres de marchas o se los relega a ir atrás de las mismas. Si el objetivo es la participación igualitaria basada exclusivamente en los talentos o virtudes, flaco favor le hace a la causa este tipo de actitudes. De la intolerancia de estas actitudes mantenidas con firmeza por algunos grupos a las presunciones sobre manipulaciones internacionales media sólo un paso. No parece ser el mejor camino si realmente buscamos el objetivo superior.

Por eso, volviendo a mis propias crisis existenciales, soy humanista, por eso defiendo la plena igualdad de derechos para hombres y mujeres y brego porque todos tengan las mismas oportunidades. Si ello es ser feminista, bienvenido sea.

Mamina por Sergio Silvestri

Así llamábamos a mi abuela. Fui el primer nieto que tuvo esta gran mujer, y fui el primero en reconocerla como MAMINA.

Ella vivió 93 años, y hace sólo 6 que se fue. Fue una mujer de dos siglos, pero no sólo por el simple hecho que nació en 1920 y murió en 2013, sino por su personalidad, revolucionaria y conservadora, desfachatada pero responsable, imperativa, generosa, persuasiva, cascarrabias, inteligente y contenedora.

MAMINA creció en un hogar humilde de la Aguada, con muchos hermanos, sin la figura materna desde muy chica, padre pescador, escuela incompleta y trabajando desde muy jovencita. Sin embargo, esta gran mujer, que por suerte me acompañó en la niñez, la adolescencia y hasta la adultez, se abrió camino en la vida, formó una familia con valores bien claritos y tiró por tierra esos mitos del “sexo débil”.

La historia de esta mujer con mayúscula, me marcó y además guió muchos parámetros de vida. Recuerdo su sacrificio, su trabajo como depiladora, primero recorriendo los barrios, y luego instalándose en una sala del apto que se compró en el Cordón, donde vivíamos en mi niñez. El esfuerzo la llevó a ser la mejor en lo suyo, respetada y querida por sus “clientas”, así las llamaba y mi madre me lo advertía para que no entrara a la sala donde las atendía, y obviamente ocurría lo contrario. Generalmente terminaba dibujando sentadito al lado de mi abuela.

Una mujer que fue esposa, quedando viuda muy joven, madre y abuela, pero siempre una mujer referente, jefa de familia, tomadora de decisiones y generadora de hechos. Una mujer que le tocó vivir en otra época, pero su personalidad era adaptable al mundo de hoy y porque no al futuro. “Me preparé en la universidad de la vida” decía orgullosa y con sonrisa pícara, cuando nos sorprendíamos con sus razonamientos.

MAMINA no sólo lideraba a la familia, sino que su empuje nos contagiaba a todos. Era nuestro despertador, siempre estaba pronta cuando había que arrancar para ir al liceo, y un poco más grande también, me acuerdo que, con 16 años, llegó la hora de salir a laburar y ella era mucho más convincente que el despertador. Por ella conocí Buenos Aires, por ella recuerdo los veranos en familia que duraban tres meses en la casa de Salinas, que tenía nombre y era su otro apodo “Pochocha”.

Las mujeres y los hombres que habitamos este planeta merecemos tener las mismas oportunidades. Lo que es seguro que conocí a muy pocas personas que las aprovecharon como lo hizo ella. La historia marca que las mujeres siempre tuvieron más obstáculos, pero también hay historias de mujeres que los superaron.  La sociedad ha evolucionado en Uruguay y en el mundo, hacia una equidad que es incuestionable e impostergable.

Los fundamentalismos no me gustan, los excesos y el fanatismo tampoco. Aprendí desde muy pequeño que las mujeres y los hombres cuentan con las herramientas necesarias para forjarse su futuro, de eso se trata la historia de mi abuela, una mujer real, como debe haber muchas y como ojalá siga habiendo muchas más.                                                                                                    Celebro el 8 de marzo, celebro el día internacional de la mujer y celebro la vida de MAMINA.

El péndulo en su máxima expresión por Roberto Elissalde

La búsqueda de igualdad del feminismo está en peligro. Sin darnos cuenta, la corrección política al comienzo y el miedo al escrache después, han debilitado el debate crítico a tal punto, que una reacción masculina empieza a abrirse paso entre algunos grupos antes dispuestos a aceptar los postulados básicos del feminismo.

Cuando me hice militante político, los héroes eran barbudos. Para quienes no éramos del ambiente intelectual (o éramos demasiado jóvenes), no existía Rosa Luxemburgo y mucho menos Clara Zetkin.

A la distancia, me parece que para mí todo comenzó con Rigoberta Menchú y su relato sobre el exterminio a los indígenas guatemaltecos. Y siguió por Domitila Barrios, contando su lucha junto a los mineros bolivianos.

Más cerca, Lilián Celiberti, Elena Fonseca, Lucy Garrido, Margarita Percovich y otras mujeres de izquierda comenzaron a decirnos que lo privado era político, que el sometimiento de la mitad de la humanidad al servicio más o menos regular de la otra era una injusticia tan grande como la explotación del hombre por el hombre. No me sentía menos que nadie, pero no aceptaba tampoco sentirme más que nadie. Para colmo, escuché a John Lennon avisarme que “la mujer es la esclava del esclavo”[1]. Me parecía evidente que ser de izquierda incluía, sin vueltas, ser feminista.

El primer signo de cisma lo sentí en 1989 aproximadamente. Se hizo una marcha un 8 de marzo que terminó con un baile en el que podían entrar sólo mujeres. Lo justifiqué, pero me dejó un gusto amargo.

Gracias al trabajo de aquellas mujeres y cientos de otras primero y miles después, el reconocimiento de aquella injusticia que atravesaba nuestras casas y nuestras parejas terminó siendo parte del sentido común de izquierda. Una vez en el gobierno, el Frente Amplio plasmó en leyes aquellos puntos de vista, tanto los referentes al reconocimiento como los de las reivindicaciones concretas.

En algún momento del pasado reciente oponerse a un punto de vista de una mujer pasó a convertirse en un problema, en un ataque digno de respuesta airada. La propia condición de hombre, de varón, pasó a ser una descalificación en el debate. Incluso una investigación que demostrara algún error en algún discurso feminista, podía ser descalificada si su autor era un hombre. No quiero decir que no hubiera hombres dispuestos a escribir cualquier cosa con tal de frenar el avance en la igualdad; digo que hombres serios fueron descalificados por ser hombres.

Los más machistas de los gobernantes de izquierda están dispuestos a hacer la vista gorda con cualquier equivocación que provenga de las reivindicaciones feministas. Ninguno quiere comprarse un problema y para otros, si el descrédito del feminismo crece o permite un resurgimiento del cierto movimiento de reivindicación masculino, mejor. Y los gobernantes u hombres que tienen objeciones fundadas, políticas, preocupadas con el logro de la igualdad, sienten que el ambiente no es favorable para la crítica y que tal vez su palabra o sus razones parezcan valer menos por ser emitidas por un hombre. Si esta descripción tiene algo de vínculo con la realidad, el feminismo (el discurso de la igualdad radical de hombres y mujeres) está en problemas. Los hombres, que siguen detentando la mayoría de los poderes fácticos, van a ridiculizar los reclamos de las mujeres por extremistas, por ridículos, por carentes de fundamento. Y quienes luchan por la igualdad, mujeres y hombres, tendrán su tarea como más difícil. El péndulo habrá empezado a caminar hacia la derecha.

[1]“Woman is the nigger of the world”, de Lennon/Ono, 1972.

 

 

12 respuestas breves por Marcelo Estefanell

¿Son las feministas una amenaza para los hombres?

No, lo son, por el contrario, el feminismo, en su esencia, se ha convertido en un estímulo original para la reflexión y en un factor potente para el progreso.

¿Por qué algunos hombres las perciben como tales?

“Hay de todo en la viña del señor”, por suerte. En la variabilidad biológica está el fuerte de la sobre vivencia; en la variabilidad de conciencia y de pensamientos está el seguro de la civilización.

Los machos, que no los hombres, que perciben al feminismo y a la mujer como una amenaza, no se dan cuenta que la amenaza son ellos.

¿Puede ser feminista un hombre?

Por supuesto.

¿Es viable la mentada “deconstrucción”?

No sé qué significa eso. Como especie, históricamente siempre hemos estado construyendo y desconstruyendo sin cesar. Y el objetivo de la conquista de una sociedad más justa, más solidaria y más libre solo es posible gracias a la igualdad de oportunidades, de salarios y de derechos, tanto para la mujer como para el hombre.

¿Somos mujeres y hombres iguales?

No, no lo somos. La diferenciación sexual es un logro fantástico de la naturaleza. Pero, en nosotros, cada vez más nos determina la herencia cultural, y esta cultura tiene necesariamente que tender a la igualdad en todos los planos de la vida independientemente del sexo.

¿Se ha avanzado demasiado con los derechos de la mujer?

Se ha avanzado. Poco o mucho depende del lugar geográfico y de la sociedad concreta. De todas maneras, falta mucho.

¿O falta mucho todavía?

Reitero el final del párrafo anterior: falta mucho.

¿Sirven las cuotas? 

Conyunturalamente sí. Son necesarias como esos subsidios en economía con el fin de asegurar una nueva actividad productiva.

¿Hay que imponer la paridad de género?

No, con imposición nada se logra.

¿Hay un fundamentalismo feminista?

Sí, existe. No estamos exentos de fundamentalismos en ninguna corriente del pensamiento. Más aun desde que existen las redes sociales.

¿Capitalismo y patriarcado son sinónimos?

El patriarcado es una forma de organización sanguínea y  de estructura familiar. El modo de producción es otra cosa. Cuando más desarrollo de las fuerzas productivas, más igualdad de derechos y oportunidades se realizan.

¿La contradicción principal es de género o de clase social?

Es de clase.

¿Hay manipulación de intereses internacionales en la causa feminista?

Puede ser, pero eso no es lo importante. Lo medular sigue siendo la lucha, la larga lucha de las mujeres por sus derechos.

 

Machistas en situación de reforma por Eduardo Vaz

El creciente papel que juega la mujer en todas las sociedades es, probablemente, el cambio cultural más trascendente de las últimas décadas. La incorporación de la otra mitad al manejo de la cosa pública, la cultura más amplia, la dirección de las empresas, todo tipo de trabajos vedados hasta hace muy poco y, sobretodo, una nueva relación de igualdad con los hombres, es un verdadero terremoto en la vida de individual y colectiva a escala planetaria.

Por supuesto que desparejo, lentísimo en muchos lados, con retrocesos en otros, pero con una tendencia que atraviesa fronteras, religiones, costumbres e ideologías.

En cuanto a la igualdad de derechos y oportunidades, la erradicación de prácticas discriminadoras, explotadoras y degradantes, no se puede ser otra cosa que feminista.

Del mismo modo que no se puede estar a favor de la explotación de otro ser humano, el racismo, la xenofobia y tantas prácticas nefastas y permanentes de la humanidad en sus distintas etapas y formas.

Sin dudas, la liberación de la mujer de la dominación patriarcal es una amenaza real para los hombres que nos beneficiamos del estado actual de cosas, con enormes diferencias en cada país.

Y, naturalmente, las mujeres que luchan contra este estado de cosas, son vistas como enemigas y subversivas en el verdadero sentido del término por muchos hombres que no se cuestionan esta realidad.

Es evidente que el movimiento feminista es muy diverso y plural: acá son feministas Verónica Alonso y las mujeres de Cotidiano Mujer. Hay múltiples feminismos, contradictorios entre sí en aspectos fundamentales, por lo que no se puede acordar con todos a la vez.

Como suele pasar, la visión fundamentalista y esencialista, en cualquier tema lleva a caminos sectarios y de aislamiento. Si todas las mujeres son potenciales víctimas y los hombres potenciales victimarios, si decirle “linda” a una mujer es acoso y un delito, la visión libertaria del movimiento feminista parece reducirse al puritanismo más reaccionario. Esto no intenta justificar el verdadero acoso al que se ven sometidas las mujeres y así está planteado en el propio debate feminista en el mundo.

Los varones debemos dar nuestra propia batalla. El colectivo uruguayo VaronesxLaIgualdad, desde hace dos años, se creó para acompañar la lucha feminista, frenar los femicidios horrendos y achicar los retrasos enormes que existen respecto a los derechos de la mujer en el país. Estos “machistas en situación de reforma” –como ellos mismos se autodefinen-, se han propuesto ser parte de la solución sabiendo que son parte del problema.

Implica una mirada crítica desde los hombres sobre si mismos, las relaciones sociales y familiares, sus privilegios y sus propias debilidades. Se trata de un tema de toda la sociedad, no de las mujeres exclusivamente. Cada colectivo debe hacer sus procesos y, de la interacción y la sinergia, se irán construyendo nuevas realidades mejores para todas y todos.

Como señala la destacada antropóloga y catedrática mexicana, Marta Lamas: “No va ser fácil cambiar la cultura machista ni la perspectiva victimista (de parte del movimiento feminista). Por eso es tan necesario debatir, y hacerlo también con los hombres…. La aspiración a vivir de otra manera, de acabar con “la guerra entre los sexos” y establecer otro “arreglo” la comparten muchos varones.”

¿Feminismo o poder femenino? Por Marcelo Marchese

El debate sobre feminismo gira en torno a un eje falso, pues evade las fuerzas históricas que operan en nuestra época, fuerzas que son a un tiempo antiguas y modernas.

Las fuerzas antiguas comenzaron a operar hace unos 10000 años, con el nacimiento del Estado y la esclavitud, cuando en las antiguas religiones las divinidades femeninas fueron relegadas a roles secundarios, y es conveniente recordar aquí que los cambios operados en la tierra se reflejan en el panteón celeste. Este destierro está documentado en La Orestíada, en donde se defenestra a las Erinias y se afirma que no una mujer, sino un hombre, es fundamental para dar a luz una criatura.

Las fuerzas modernas se manifiestan en esta vuelta de tuerca del Sistema, en que el Capital concentra aún más los recursos naturales y erosiona las construcciones culturales, y prepara a la humanidad para su nueva fase de expansión con la consecuente transformación del hombre y atentando nuestras últimas verdades, nuestras verdades biológicas y nuestro deseo.

Alcanza con escuchar que los hombres y mujeres tienen igual sensibilidad, para darse cuenta de la monstruosidad que se pergeña, el argumento de que la sexualidad sólo es una construcción cultural. La sexualidad es una construcción a partir de un sexo dado, y es el sexo, precisamente el sexo, el terreno de la batalla y el botín.

Así como en el panteón celeste se refleja el drama de la tierra, en las Venus, en el modelo de mujer, se reflejan los ideales de una época, pues la mujer simboliza una fuerza universal, la mujer simboliza la abundancia y la capacidad de reproducción de la especie.

Véanse las pletóricas Venus de la prehistoria, las Venus de Rubens, las de Renoir y las del Hollywood de los años cincuenta, y compáreselas con las anoréxicas y asexuadas Venus contemporáneas, y se tendrá una imagen cabal de la crisis.

O anoréxicas, como las modelos de las pasarelas, o guerreras, masculinizadas y empoderadas heroínas de Hollywood, portadoras de símbolos fálicos y desfeminizadas, pues se busca diluir el poder femenino y el sexo y nuestra verdad biológica.

Este ataque se anuda con otros ataques, pues se pretende desexualizar todo lo humano y la exacta expresión de esa desexualización que nos deja inermes, se llama “pensamiento políticamente correcto”. Esta lepra sobre las manifestaciones culturales, cuenta a su favor con instituciones poderosas, y entre sus víctimas se encuentra el humor, el libre pensamiento y en especial, el arte, la expresión más pura de la compleja realidad humana.

Aunque la gigantesca vuelta de tuerca al aplastarnos haga un ruido estridente, girará desapercibida para aquellos que tengan oídos ciegos y ojos sordos, y no se detendrá hasta destruir el deseo, el último baluarte de nuestra humanidad.

Cartas desde el machiruleo por Fernando Pioli

 

¿Acaso existe una causa más justa que la búsqueda de igualdad de oportunidades? ¿Existe algo que defina mejor a la izquierda que la búsqueda de la liberación de las formas de opresión? ¿Acaso la Justicia no es un anhelo superior de la humanidad desde sus inicios?

La lucha por los derechos de las mujeres es quizá la lucha más legítima de la historia de la humanidad, que se entrecruza con otras que se han disputado en el pasado y seguramente se disputarán en el futuro.

La naturaleza de la militancia de cualquier causa, por más justa que sea, implica un abandono de la racionalidad, un desinterés por unir premisas y conclusiones. Para la militancia las afirmaciones que se sostienen no necesitan ser probadas ni es aceptable dudar de ellas. La militancia política parte de una convicción parecida a la religiosa con la excepción de que en la política no hay más alternativa que dialogar con el otro. De modo que la militancia, pese a ser necesaria, trae consigo el germen del exceso, de la pérdida de la tolerancia, de la estupidez. No hay nada nuevo en todo esto, en realidad ya lo hemos visto en muchas revoluciones exitosas o fracasadas. Obviamente que la causa feminista no escapa a esta especie de constante histórica.

Sin embargo, y este es el punto que me resulta más llamativo, la reacción de los enemigos del feminismo es mucho más irracional y espectacularmente estúpida. Es decir, si toda forma de militancia implica algo siniestro en el sentido de ausencia de voluntad de razonar, la militancia antifeminista ha llevado esto a niveles desconocidos en tiempos modernos.

Recientemente hemos sido testigos de dos episodios de esta actitud que se corresponde con un vocablo que se ha integrado en los últimos meses, “machirulo”. El PIT-CNT desconoce un pedido de mujeres de que el paro del 8 de marzo sea sólo de trabajadoras para visibilizar su importancia en el mundo de trabajo, si las mujeres hacen paro todo se detiene. Sin embargo, la central gremial decide que el paro sea general invisibilizando de este modo el sentido original de la medida. Un poco antes un grupo de socias de Nacional decide organizarse para ir juntas a los partidos y se identifica como feminista, tras lo cual ardieron los debates en internet con varones ofendidos con la convocatoria, que a todas luces no tenía nada de ofensiva.

Esta especie de susceptibilidad extrema, de incapacidad de soportar la ausencia de protagonismo es propia de nuestra circunstancia histórica y es difícil de combatir porque abarca todos los niveles de la convivencia social. Pero, a ver, ¿no podremos dejar de machirulear un rato?

La mujer por Felipe Schipani

El diccionario de la Real Academia Española define al feminismo como «principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre». Desde esa definición me considero un feminista, pues creo absolutamente en la igualdad entre hombres y mujeres, y reconozco que uno de los avances más importantes que ha tenido nuestra sociedad occidental últimamente ha sido el de la emancipación de la mujer.

Los batllistas siempre tuvimos esta concepción, no en vano Don Pepe fue un entusiasta feminista, que incluso escribía desde las páginas de El Día con el seudónimo «Laura», e impulsó desde sus gobiernos diferentes medidas en procura de la igualdad de la mujer.

Sin embargo, convengamos en que la definición de feminismo que acabo de mencionar, no es aceptada pacíficamente. Y no lo es, porque hay tantos movimientos feministas como definiciones de feminismo.

En los últimos tiempos ha ganado terreno en la opinión pública un feminismo radical, un feminismo que plantea al hombre como un enemigo a vencer y que lleva su prédica a terrenos absurdos como los del lenguaje, pretendiendo imponer el ininteligible lenguaje inclusivo.

El pasado 1° de marzo quedó en evidencia esta visión del feminismo, en oportunidad de la elección de la nueva Presidenta de la Cámara de Representantes. Cuando le tocó votar a la diputada del Frente Amplio de Salto, y al reseñar el hecho histórico de que dos mujeres presidan las cámaras legislativas sentenció «bienvenidos al matriarcado».

De modo que quienes dicen luchar contra el patriarcado, no lo hacen para alcanzar el plano de igualdad de derechos, sino que lo hacen con el objetivo de imponer un matriarcado. En lo político es como quienes luchan contra una dictadura, no para llegar a una democracia, sino para imponer otra dictadura.

En un nuevo día internacional de la mujer, hombres y mujeres debemos reafirmar el compromiso para seguir luchando contra la desigualdad, empezando por nuestras casas, en nuestros lugares de trabajo, con nuestras familia y amigos. Allí empieza la batalla por la igualdad.

 

 

La “dialéctica del amo y la esclava” por Nelson Villarreal

 

“Un fantasma recorre Europa”, el fantasma del comunismo, escribía Marx en el siglo XIX. Casi en el mismo tiempo Mery Wollstonecraft en “Vindicación de los derechos de la mujer” pone bajo sospecha la misoginia de Rousseau en el “Contrato Social” que construye una idea de República como pacto entre varones. Hoy parece que “otras fantasmas” recorren el mundo y son “las feministas” que generan la misma reacción en el statu quo. Abren el debate de la “dialéctica del amo y la esclava” versus “la ama y el esclavo” o la emancipación dialógica para relaciones equitativas y libres. El día internacional de las mujeres en el siglo XX ha pasado de una memoria de martirio, a una reivindicación multifacética para la expresión integral de la emancipación de las mujeres. A comienzos del siglo XXI se instala la lucha de las mujeres como una forma de hacer política desde las subjetividades, para repensar la sexualidad, la corporeidad y el ejercicio de la autoridad en la sociedad, el Estado y el mercado. Como todo impulso utópico humaniza, y corre el riesgo de   desviarse del objetivo fundamental.  1

En este contexto emerge el cuestionamiento al patriarcado, su asociación con las formas de dominación y los sistemas de explotación y sumisión. El alcance de la categoría para entender el conflicto es parte del debate, lo que no parece serlo es que es una variable que construyo formas de poder desigualdad que hoy se ven desafiadas por la movilización de las mujeres y que los varones debemos asumir para repensarnos juntos a ellas y con ellas, haciendo fluir el poder desconcentrándolo de su lugar histórico hegemónico. Para sumar al desafío que nos plantea Voces, habría que ver que la historia muestra que la humanidad se ha debatido entre la realidad de desigualdad, explotación y dominación y la lucha por la ampliación de reconocimiento de derechos igualitarios para el ejercicio de la libertad real de todas las personas, colectivos y pueblos. Siempre han existido acciones que pierden el objetivo, pero parecería sospechoso que seamos los varones los que juzguemos y generalicemos a partir de excepciones para frenar un proceso de cambios que empodera a las mujeres y nos libera también a los varones de roles que son parte de un momento cultural y que no permite desencadenar lo mejor de la masculinidad al decir del jesuita Perico Pérez Aguirre. Asumir que se está cuestionando una correlación de poder en la convivencia que sostiene una dinámica que reproduce desigualdades y opresiones por la condición sexual o de género es reconocer el conflicto del que somos parte. El abordaje debe ser relacional y emancipatorio como cambio cultural para todas las personas, para que la democracia no siga siendo tutelada por varones blancos heterosexuales. Los varones debemos salir de la zona de confort e instalar relaciones igualitarias que no ejerzan control sobre las mujeres. Las feministas nos vienen a decir que la lucha por la igualdad y no discriminación en la diferencia y la diversidad es de todas las personas para que se alcance una sociedad más libre, justa y equitativa

[1] Un ejemplo fue si participamos o no los varones de la marcha del 8 de marzo y se encontró un punto que acrecienta la capacidad de liderazgo de las mujeres en sus luchas y se produce la solidaridad de los varones como se ha generado con el movimiento “Varones por la Igualdad”.

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