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Alfredo, el amor y el dolor

Alfredo, el amor y el dolor
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Ausencia de mí, Argentina-Uruguay 2018. Dirección, libreto y fotografía: Melina Terribili. Canciones: Alfredo Zitarrosa. Documental. Estreno 09.05.2019. Calificación: Muy buena.

Los espectadores que vayan buscando un documental político o musical saldrán defraudados, porque más que un film sobre el músico o el militante comunista lo que la directora argentina Melina Terribili lleva a cabo en Ausencia de mí es una disección de Alfredo Zitarrosa como ser humano exiliado, censurado, nostálgico de su país, al que espera recuperar sin saber que será imposible. Terribili habla entonces sobre el amor y el dolor, las dos palabras que más se escuchan de labios del cantor a lo largo del film. Desde ellas, la cineasta edifica en forma muy intensa la memoria colectiva.

Para llevar a cabo esa ardua tarea, Terribili comienza por el presente, con la llegada de la colección privada de Zitarrosa al Centro de Investigación, Documentación y Difusión de las Artes Escénicas de Montevideo, y con las primeras tareas de curaduría. Porque el cantor era de juntar recuerdos. Así, podemos descubrir charlas radiofónicas, grabaciones caseras, material gráfico, todo tipo de objetos (de guitarras y caracoles a un tucán disecado) y papeles sueltos con pequeñas frases. Ese inmenso archivo pone en marcha el viaje en el tiempo que permitirá revivir a Zitarrosa y repasar de manera tangencial la historia reciente de Uruguay. Por esa vía se aquilata la nostálgica melancolía que fue componente fundamental de la personalidad del cantor: no en vano fue el último que armó las valijas para irse del paisito, el primero en volver y el único en morir de tristeza.

Con enorme respeto el documental hilvana las etapas de la donación y restauración del inmenso material inexplorado con las del exilio en Buenos Aires, Madrid y México, para sacar una definitiva (y definitoria) conclusión: Zitarrosa no se encontró a sí mismo en ningún lugar. Mientras tanto, sus dos hijas crecían -a veces a su lado, otras no- y él no paraba de explicar a sus amigos y a la prensa quién era y cómo componía sus obras, allá lejos y hacía mucho, puesto que desde su salida de Uruguay le resultaba imposible componer nada. La primera característica valiosa de este documental es la de retomar los conceptos de falta, vacío y silencio, y mediante ellos expresar con diáfana claridad la pena y el dolor más hondos que la dictadura y el exilio le causaron a Zitarrosa. También el inmerecido pero real sentimiento de culpa que acosó al cantor, porque no en vano los versos de “Guitarra Negra” que más destaca el film dicen que “hago falta, siento que la vida se agita nerviosa si no comparezco, si no estoy. Siento que hay un sitio para mí en la fila, que se ve el vacío, que hay una respiración que falta, que defraudo la espera”.

Una segunda dosis de inteligencia que exhibe Ausencia de mí se da por efecto de contraste. Por un lado, hay dos escenas de enorme fervor colectivo: vemos a Zitarrosa durante kilómetros rodeado por miles de personas el día en que volvió al país, y luego lo recuperamos cantando “Adagio en mi país” en el multitudinario concierto del Estadio Centenario. Al espectador que haya vivido esas instancias en directo le será imposible evadir la emoción del doble recuerdo, pero Ausencia de mí no va por el lado de la épica popular, sino que la utiliza para profundizar en lo opuesto: edifica un registro intimista sobre el dolor del exilio y el amor a un país y su pueblo, en épocas en que las palabras “censura” y “distancia” significaron decepción, falta de fe, miedo al olvido. Para la directora esas cosas convirtieron a Zitarrosa en un fantasma que deambulaba desde la ausencia hacia más allá del amor y el dolor.

Un tercer hallazgo es que, a diferencia del 90% de los documentales, aquí no hay rostros ante la cámara para evocar el ayer del personaje, sino que lo explora desde su propia voz, la única que recuerda y que a través de su poético decir revela su convivencia con el mayor de los desarraigos. Y cuando no es la suya son las voces de sus más íntimos costados las que comparecen, las de su viuda y las hijas, con lo cual la narración hunde el escalpelo en lo esencial, sin caer en altisonantes alabanzas. Ausencia de mí escapa al lugar común de tal manera que hay un momento en que sentimos que se borraron los límites entre el exilio y el retorno, porque la sensación que se lleva el espectador al salir de sala es que Zitarrosa nunca terminó de volver al país. En parte porque descubrió, con visible congoja y quizás íntimo pavor, que aquel lugar ya no existía, y también porque nunca supo evadir su “insilio”, feliz término inventado por Fernando Solanas en El exilio de Gardel para calificar el exilio interno que sufre una persona ante una situación desesperada. Por ese lado asoma una hipótesis muy valiente: esa inadecuación terminó siendo la verdadera causa del encuentro tan prematuro del Caballero con la Muerte.

Entonces en Ausencia de mí están el hombre y su circunstancia, el artista y su contexto, la desazón y la falta de fe por un Uruguay buscado y que ya no existía. Por eso duele mucho la fusión de las multitudinarias ovaciones del retorno con su imagen melancólica en el cumpleaños de quince de su hija, cuando su mirada parece estar lejos, muy lejos, perdida en un paisaje añorado “y que nunca volverá”. No en vano 20 días después se murió. A los 52 años el hombre se rendía a la intemperie de vivir, pero el cantor aún resiste y le sigue ganando la guerra al tiempo y a su feroz cómplice, el olvido.

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Amilcar Nochetti Tiene 58 años. Ha sido colaborador del suplemento Cultural de El País y que desde 1977 ha estado vinculado de muy diversas formas a Cinemateca Uruguaya. Tiene publicado el libro "Un viaje en celuloide: los andenes de mi memoria" (Ediciones de la Plaza) y en breve va a publicar su segundo libro, "Seis rostros para matar: una historia de James Bond".