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“Argentina, 1985” o la dimensión de la cultura por José Miguel Onaindia

“Argentina, 1985” o la dimensión de la cultura por José Miguel Onaindia
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Hay una pregunta recurrente para quienes consideran la cultura una preocupación de elite o un mero entretenimiento masivo: ¿por qué el estado debe ocuparse de ella? La respuesta es más sencilla de lo que puede preverse y la película que inspira esta nota lo ejemplifica claramente.
El estado se relaciona con la cultura a través de tres campos. En una dimensión filosófica que hace a los fundamentos de un estado democrático porque en el ámbito cultural se juegan derechos humanos fundamentales consagrados por las constituciones nacionales y los pactos de derechos humanos que los estados democráticos se han obligado a cumplir en el ámbito internacional y regional. Derechos fundamentales tanto individuales como la libertad de expresión que no sólo es religiosa y política, sino también artística y que incluye la atribución del creador para elegir su temática, su estética, su forma de producción. Y derechos sociales, cuyo titular no es individual sino colectivo, como el derecho de acceso, participación y goce de los bienes culturales que es un derecho de todos los integrantes de la población tanto permanente como transitoria.
En este ámbito también se juegan los conceptos de identidad y diversidad cultural que preocupan al estado contemporáneo por la creciente mundialización de sus creaciones culturales y el peligro que se creen hegemonías que disminuyan o eliminen la expresión de grupos minoritarios.
El concepto de identidad cultural si no es combinado con el de pluralidad conduce indefectiblemente a una concepción autoritaria, porque la riqueza cultural de un pueblo surge de su diversidad contradictoria, de la existencia de creadores y pensadores reñidos entre sí y representativos de visiones del mundo y del arte que son opositoras.
Por eso la cultura se erige como un pilar de la democracia.
En el campo de la economía, la cultura es productora de riqueza material no sólo simbólica, ingresa como un agente esencial en este ámbito. Las industrias y actividades culturales producen bienes irrepetibles y de alto valor, promueven empleo calificado y son grandes promotoras de empleos indirectos. El sector cultural produce riqueza y empleo en altos índices. La inversión que los Estados realizan en cultura es devuelta con creces por la cantidad de operaciones de sus propios agentes y por el impacto en otras actividades como el turismo, la gastronomía, el transporte.
Y, por último, la cultura es un instrumento de las relaciones internacionales. Bien lo saben las grandes potencias que la cultura facilita la relación entre las naciones y es el origen de negociaciones e intercambios de otro carácter. . Los países se distinguen por sus símbolos culturales.
El estreno de la película “Argentina, 1985” ha venido a ratificar la fortaleza de un bien de una industria cultural en las tres dimensiones indicadas con las que la cultura se relaciona con el estado contemporáneo.
El debate social que ha provocado excede el marco de lo estrictamente cinematográfico. Por esta película se ha vuelto a debatir sobre circunstancias del pasado reciente, sobre la significación de un acto de valentía institucional como fue el Juicio a las Juntas, sobre la distribución de responsabilidades en ese acto, sobre la omisión de hechos o personas que hicieron sus autores. Generaciones posteriores al juicio han tomado conocimiento a través de la visión de los realizadores de su existencia y de las circunstancias que lo rodearon. Un filme que produce reflexión, debate, confrontaciones sobre la interpretación del pasado y sobre los modos de representarlas. Nos hace pensar sobre la identidad cultural, sobre la interpretación de la historia en forma plural, confrontativa, en los pilares de la sociedad democrática.
Se ha puesto en el centro del debate político y ha generado hechos de alta complejidad de reflexión sobre historia y representación ficcional de un hecho histórico. El debate que mantuvieron Roberto Gargarella (jurista, sociólogo) y Mariano Llinás (director de cine y teatro, guionista, autor junto a Santiago Mitre del guión de la película), sin duda dos representantes de los más destacado de la cultura contemporánea en Argentina demuestran como una obra puede provocar pensamientos divergentes según el punto de vista desde la que se observe.
La película produjo un fenómeno económico porque al alicaído comercio de la exhibición cinematográfica que luego de la pandemia se hallaba –especialmente en Argentina- en una situación de extrema debilidad le inyectó en muy pocas semanas más de un millón de espectadores en las salas, a los que ya se suman las que pueden disfrutarlo en otras ventanas. Cambió la conducta frente a un negocio que estaba en difícil situación, renovando la esperanza para su continuidad y para encontrar nuevas estrategias de convivencia con las plataformas. Se constituye en un raro caso de una película que aumenta la cantidad de salas y de pases diarios con el transcurso del tiempo.
Y hoy esta película le devuelve a Argentina la atención positiva de la comunidad internacional y le muestra al mundo que más allá de sus turbulencias políticas, sus fracasos económicos, la injustificable pobreza de un sector mayoritario de la población es capaz de producir una obra de arte y entretenimiento que despierte interés en el mundo. Desde su presentación en el prestigioso festival internacional de Venecia, no deja de ganar premios del público en festivales de muy diferentes regiones y es un éxito en las carteleras de los países en los que se ha estrenado en salas. En Uruguay llevó ya cuarenta y cinco mil espectadores a salas.
El filme le ha devuelto a Argentina un sueño de grandeza.
Y esta situación no es nueva, ya en los comienzos de la transición democrática, se tuvo plena conciencia del valor de la cultura para restablecer su prestigio luego de la última dictadura militar. Alfonsín, asesorado por el cineasta Manuel Antín a cargo del Instituto Nacional de Cine en esos años, llevaba en sus giras ciclos de cine argentino, que provocaron al gran realizador italiano Mauro Bolognini a expresar que la Argentina era un país de locos …De locos por el cine. Sólo así justificaba que una misma comunidad produjera obras tan plurales en sus temáticas y lenguajes.
Uruguay a partir de la sanción de la ley de fomento audiovisual en el 2007 ha demostrado que su cine no sólo enriquece su patrimonio cultural, sino que es un camino para el crecimiento económico. Esperemos que los cambios introducidos en su administración no alteren este camino de progreso.
Esa locura creativa mencionada por Bolognini es el camino para mostrar ante la sociedad que la cultura es un bien esencial para la vida y el desarrollo de nuestros países.

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