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Armando Chaguaceda, Intelectual cubano: «Cuba no es una dictadura militar, es una dictadura de partido»

Armando Chaguaceda, Intelectual cubano: «Cuba no es una dictadura militar, es una dictadura de partido»
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Estuvo por Montevideo y nos invitaron a charlar con él, y aprovechamos para entrevistarlo. Su visión de Cuba y su régimen nos muestra una realidad que todos miramos con anteojeras ideológicas.

Perfil:
Nació en La Habana, en 1975. Sus padres eran funcionarios del Ministerio del Interior cubano. Es hijo único. Estudió la licenciatura de Historia y la maestría en Ciencia Política en la Universidad de La Habana. Tiene un doctorado en Historia en México, donde vive actualmente.
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¿Te tuviste que ir de Cuba?
Es una mezcla. Yo era profesor de Teoría Política en la Universidad de La Habana, y quería hacer el doctorado, pero no me aprobaban los temas.
No eras miembro del Partido.
Fui miembro de la Juventud Comunista desde los diecisiete años, donde aprendí mucho. A los quince andaba en un grupo rockero, tenía el pelo largo. Leíamos la perestroika. Éramos revolucionarios, pero no nos querían. Cuando estaba en la universidad me pidieron entrar al Partido y tuve una gran duda sobre si hacerlo o no.
¿Por qué?
Sentía que el Partido estaba alejado de las masas. De hecho, ese fue el argumento que puse en la carta. En ese momento yo estaba coqueteando con el trotskismo, lo cual en Cuba es absolutamente orate. Al dar ese argumento el Partido pidió mi expulsión de la Juventud Comunista, porque cómo coño me iba a atrever a decir eso. Pero yo era profesor, tenía buen rendimiento, y mi comité de base en la Juventud me respaldó contra la burocracia. Gané la pelea y logré quedarme tres años como profesor de Teoría Política sin estar en el Partido. Fue algo excepcional. Pero, como no me aceptaban los temas de doctorado, tuve que irme a hacerlo afuera. Todo eso, entre 2005 y 2008, coincidió con que empecé a organizar grupos de izquierda autónoma con otros colegas. Hicimos una marcha el día de los trabajadores, el 1º de Mayo de 2008. Éramos como doce locos con un cartel que decía: “Abajo la burocracia, vivan los trabajadores, un socialismo mejor es posible”. La policía política salió a amenazarnos, y corrió a gente de los trabajos. A mí no, porque sabían que me iba. Esperaron a que me fuera, y logré salir a México. Luego volví un par de veces, hasta que la última vez, con interrogatorios y amenazas, me dijeron: “No te queremos, no vuelvas más”. Hay una frase deliciosa de uno de los interrogadores, que me dijo: “Aquí ser de izquierda es defender las ideas de Fidel y Raúl”. Le dije que no me parecía. “No te tiene que parecer, es lo que es”, me respondió. “No lo has entendido.” Desde 2011 no he entrado más a Cuba.
Dijiste que aprendiste un montón de cosas en la Juventud Comunista. ¿Qué cosas?
Primero aprendí la distancia entre el discurso y los hechos. Por eso es que después no quise entrar al Partido. En un régimen donde solo puedes militar de una única forma y todo lo demás está proscrito, lo que generas es una gran aversión a la política. En Cuba la gente decente huye de la política. Yo estaba en un entorno familiar muy ideologizado, pero muy honesto a la vez. No nací en un ambiente de doble moral. Eso me salvó. No me volvió un cínico, aunque sí un incrédulo. Me costó mucho procesar la purga. Sentí que la revolución me había abandonado, y fue un sentimiento de orfandad, que solo he entendido leyendo a los viejos militantes a los que les tocó procesar eso.
¿En la juventud en general no hay rebeldía contra el sistema?
Claro. Mi primera discusión con mi padre fue por un concierto de rock, por vestirme de negro y tener pelo largo. Después vino el rap y todo eso. Otros se fueron, y esa fue su rebeldía. Otros de mi generación se refugiaron en hacer literatura no política, o en irse para el turismo. Gente valiosísima de mi generación. Muy pocos fueron opositores. El costo de ser opositor en Cuba es alto. Siempre lo ha sido. Más en esa época, porque había menos solidaridad que hoy, que todavía es poca. Sí, siempre ha habido rebeldía en la juventud, aunque no la rebeldía que estamos viendo ahora, que es una rebeldía de jóvenes en los espacios públicos, en protestas, en marchas, y claramente política. Eso no se veía antes.
Se perdió el miedo.
Creo que se quebró algo. Lo han tratado de recomponer con más miedo, con un código penal más punitivo, con mil y pico de presos en las cárceles. Con gente joven y valiosa que está presa. Sí, creo que se quebró algo. Al menos psicológicamente.
Definiste a Cuba como un régimen soviético, aunque la Unión Soviética se terminó.
Claro. Es de diseño soviético, leninista. Tiene un partido único, una ideología de Estado. La mayoría de los medios de producción están en manos del Estado. Hay una burocracia y una protoburguesía como estamento dominante. No existe la Unión Soviética, entonces tienen que acercarse a la globalización. Tienen contaminación con el capitalismo global. Tienen sus propios capitalistas internos. Está más cerca de Moscú que el régimen chino actual, que ha permitido todo un espacio de capitalismo autorizado, legal. No, Cuba es mucho más soviética.
¿El turismo o las reformas que anunciaba Raúl no han permeado?
En mis textos digo que la sociedad es cada vez más latinoamericana, es decir, más desigual, más racializada, más pobre, más levantisca. La sociedad se latinoamericanizó, pero el régimen sigue siendo prototípicamente soviético. Y cuando digo “régimen” hablo de los núcleos estructurales de poder, de la relación entre quienes mandan, de las leyes y la ciudadanía. Todo eso es soviético.
¿El poder está en las Fuerzas Armadas y el Partido?
En el Partido y en las Fuerzas Armadas, en ese orden. No es una dictadura militar, es una dictadura de partido, con un régimen autocrático de partido único, con una fuerte presencia de las Fuerzas Armadas en los órganos de dirección y en los principales activos de la economía. Pero no es una dictadura militar. Las dictaduras militares en general son de derecha, y son más inestables, porque no permean la vida civil. Reprimen civiles, criminalizan y matan sectores de la sociedad, como pasó en Chile, en Uruguay, en Argentina, pero no penetran, no intentan construir una civilidad propia. En la dictadura de partido de tipo soviético, el partido es el eje y los militares se imbrican y apoyan. En el caso cubano hasta pueden ser una casta económica, cosa que no sucedía tanto en la Unión Soviética. Cuba no es una dictadura militar sino de partido único, soviética, con sus características contextuales.
Después de la muerte de Fidel uno podía esperar una apertura.
Se dio una apertura económica, muy limitada, pero se dio. E incluso en algunos derechos. Los cubanos pueden viajar al exterior, por ejemplo. En eso ya no existe el modelo soviético clásico de la tarjeta de salida, y hoy viajar es un derecho. Eso fue Raúl Castro. Los cubanos pudieron, también, acceder a consumos que estaban vetados por ley, como hoteles, celulares, computadores. Llegó internet, y es parte de lo que ha posibilitado las nuevas protestas, porque la gente se conecta independientemente del Estado, y consume productos independientemente del Estado. Lo que no se ha dado es la apertura política. Lo que no se ha recuperado es la democracia.
Nunca la hubo.
Sí la tuvimos, aunque muy corta.
Uno de los argumentos de la izquierda latinoamericana es que Cuba es una democracia diferente.
Es otra tontería. Sí tuvo democracia. Corta, pero la tuvo. La República Cubana, que se funda en 1902 y que llega hasta 1958 —la república burguesa, tuvo dos momentos con una revolución en el medio, contra Machado— tuvo regímenes autoritarios de derecha apoyados por Estados Unidos, básicamente los de Machado y Batista, pero a la vez tuvo una enorme sociedad civil, con prensa y un alto desarrollo, muy parecida a la de Uruguay. Ves de hecho la arquitectura cubana de los veinte y los treinta y es el neoclásico que ves en Buenos Aires y Montevideo. Eran sociedades marítimas muy parecidas. Ahí había una sociedad civil súper pujante, que enfrentaba las dictaduras. Lo que no cerraba el círculo es que esa sociedad terminara por parir un régimen democrático. Cuando eso pasó, en los años cuarenta, con una constitución socialdemócrata, de las más avanzadas de América Latina, con un montón de derechos sociales y políticos, en el primer gobierno de Batista…
Cuando era democrático.
Era democrático. Había reprimido movimientos populares, pero curiosamente se había aliado con los comunistas. Y frente a ellos había una coalición amplia de liberales y socialdemócratas, donde realmente estaba la lucha democrática. Pero Batista tuvo que abrirse al juego, porque estaba Roosevelt y la lucha antifascista. Desde el año 40 al 52, cuando Batista da otro golpe, se produce una vida social riquísima con gobiernos con corrupción y gangsterismo. Pero había prensa. Lo tuvimos. Lo que pasa es que esa presencia del hombre fuerte de derecha siempre gravitó apoyada por los sectores más duros de Estados Unidos. Porque también en Estados Unidos había sectores democráticos que apoyaban a las fuerzas democráticas. En todo ese período lo que tuvimos fue regímenes autoritarios, no totalitarios, de derecha. Había una sociedad civil buenísima. Había un congreso, con senadores oligárquicos pero también con representantes populares. Había una cosa distinta a un modelo totalitario. Eso existió en Cuba. Lo de la democracia excepcional es una falacia muy molesta, moral y políticamente hablando.
Se cita hasta a Martí con el partido único.
Martí hizo un partido para hacer la independencia, no para gobernar. Es un partido nacionalista para construir la república. No era un partido gobernante, leninista, a la vanguardia de la sociedad. Eso es una falacia. El que repita eso es ignorante o tiene dolo. El partido de Martí es republicano, de un republicanismo del tipo de Rodó, de avanzada, incluso más allá del liberalismo del siglo XIX. Era liberal y republicano. No tiene ninguna conexión con el leninismo, ni doctrinaria ni del tipo de partido. Las células del PRC tenían una enorme autonomía, se construían de abajo hacia arriba. No era un partido de élite, de vanguardia. Creo que lo de la excepcionalidad cubana es una falacia. Antropológicamente los cubanos no somos distintos a nadie. El último año tuvimos decenas de miles de personas diciendo “libertad”, personas que no han conocido la libertad. Es un reclamo transepocal, transideológico, que hace a la esencia humana. No sabrán qué es, pero saben qué no es y saben que ellos no lo tienen. Esas otras explicaciones falaces son las mismas que encuentran para los chinos, los rusos o los árabes, y que además podrían ser perfectamente creíbles por la derecha, con la idea de que necesitamos un gendarme. Es lo que decía la derecha oligárquica y conservadora en el siglo XIX en América Latina.
La revolución cubana comienza en el 59. ¿Cuándo termina?
Hay todo un debate, historiográfico e ideológico. La cubana fue una revolución política y social. Diría que finalizó a principios de los setenta, por varias razones. Primero, ya en los años setenta se ha constituido la nueva estructura de poder con el Partido Comunista como partido único de vanguardia leninista, por sobre la sociedad y el Estado. Se han constituido ya los mecanismos de control político totalitario, con la policía política, el aparato de propaganda y la estatización de la economía en el 68, con la ofensiva revolucionaria que acabó con el pequeño comercio. La figura de Fidel ya se había vuelto central, muerto el Che Guevara y Camilo y sin nadie que disputara su legitimidad. Y ya se había dado la movilidad social, impactante, revolucionaria, de campesinos que van a la ciudad y de sectores populares que estudian. Lo que viene después es la sovietización, la entrada formal en el COMECON, con el subsidio soviético, e incluso la mímesis en el campo cultural, con la literatura del realismo socialista. Todo eso es muy claro en los setenta, con la consagración de un régimen nuevo a través de la constitución, que surge de la copia de las constituciones soviéticas, con añadiduras locales, pero sin diferencias estructurales.
El fracaso de la zafra del 70 también influyó.
Por supuesto. Lo había olvidado. La idea voluntarista de Fidel era buscar una forma de sustento autónomo, aprovechando el mercado capitalista en un momento en que él se ve como un líder del tercer mundo, con un modelo soviético, pero en un régimen dirigido por él. Es lo que después hicieron Ceaușescu y otros autócratas. No rechazamos el modelo, pero lo dirigimos nosotros. Fracasó en el 70, coincidiendo con el fracaso de la zafra de los diez millones, con la represión del pensamiento más latinoamericanista, con la sovietización y la consagración del régimen.
Coincide con que en el 75 la Conferencia de Partidos Comunistas de América Latina y el Caribe declara que las vanguardias para la revolución latinoamericana son los partidos comunistas.
Claro, no los foquismos.
Deja de lado a todos los movimientos que…
Que estaban inspirados en el Che y en la propia revolución cubana.
Y se sovietiza totalmente.
Fue un drama en América Latina, porque después parte de los partidos latinoamericanos tenían posiciones no frontales contra los militares, sino al contrario. Algunos, incluso, como el caso terrible de Argentina con Videla. El de Videla fue un caso de extensión geopolítica. Poca gente sabe que los regímenes cubano y soviético apoyaron a Videla, haciendo votos aliados en el Consejo de Derechos Humanos en la ONU. No solo fue intercambio comercial sino votos. Videla invitado formalmente a la cumbre del Movimiento de No Alineados en La Habana. Hay testimonios, hay cartas de invitación formales. Hay testimonios de embajadores argentinos de esa época diciendo que Cuba “siempre nos apoyó”. Es el momento en que se vuelve un régimen autoritario, pero respetable.
También está la relación con Franco.
La relación entre Fidel y Franco fue muy personal. Pero la relación con la dictadura argentina se conoce menos, y me parece terrible, por lo que esa dictadura significó.
El Partido Comunista argentino de obrero tenía muy poco.
Es una cosa increíble. En buena medida las vanguardias de los partidos comunistas son intelectuales. Están los que hacen guerras campesinas, quizás en Asia. Pero en general es una vanguardia intelectual, antiintelectual, de hecho, y antiliberal.
Uruguay es una excepción, tiene una mezcla. Tuvo mucha incidencia obrera, también.
Es una sociedad muy de izquierda, de hecho. Es lo que explica que los sindicatos voten por un partido, que le avienten unas protestas y que el partido tome una política pública ante el Estado que lo contradice, lo que me parece maravilloso. Con otra correlación de fuerzas, en América Latina es solo comparable al caso boliviano, donde tienes bases sociales de izquierda que le plantan cara al partido y al líder que votaron. Uruguay es una tribu urbana mestiza y blanca, y Bolivia es más campesina mestiza e indígena, pero ambas tienen esa peculiaridad, que me parece fundamental para la izquierda.
¿Tenés alguna explicación para el fusilamiento de Ochoa?
Hay muchas explicaciones. No creo que haya mucho más que lo que pasó.
¿Era una amenaza para el poder de Fidel?
No se sabe. Todo el mundo dice que sí, y hay explicaciones para eso. Creo que la cercanía con Fidel es bastante grande en muchos de los cuadros militares. A lo mejor él se vio como una alternativa. La explicación más plausible que encuentro está en la paranoia de Fidel. Ochoa no tenía acceso a los grandes medios. La gente lo conocía como un general héroe, como otros, aunque quizás más importante. Creo que sobre todo se dio la presión de que los gringos sabían que había estado. Los cogieron con las manos en la masa. Es imposible que Raúl y Fidel no supieran. Lo mandaron matar para dar un escarmiento interno y externo, para mostrar que se estaba tomando una medida. Recuerden que Reagan había convertido la política de drogas en un pilar en la seguridad nacional, y se estaba acabando el momento bipolar. Cualquier cosa podía pasar. Se mataban dos pájaros de un tiro. Pero más que creer que representaba un polo de crítica o de alternativa creo que era una señal para los gringos, un modo de decir: “Aquí mando yo”. Y quizás para que lo viera también algún crítico interno, si lo hubiera.
Un chivo expiatorio. Era impensable que no lo supieran.
Aplico una cosa que dijo una vez la CNN. No sé si fue con el caso Ochoa o con otro, pero dijo que, en un país como este, está mal tanto si el jefe de Estado sabía o no sabía, con todo el poder que tiene. Además, fue un juicio televisado, con procesos en Moscú, con compañeros que se delataron. Fue una cosa impresionante.
¿Cuál es la alternativa para Cuba?
Depende.
No Miami, seguramente.
Depende. Mira, ahí también hay un juicio moral. La alternativa es la que los cubanos podrán elegir.
¿Pero en tu visión?
Mi visión, deseable y utópica de un intelectual que todavía en algo se considera de izquierda, aunque la izquierda no me reconozca como uno de los suyos… Acá hago un alto.
Dale nomás.
Cuando hablo de izquierda no lo digo con la corrección política de creer tener una superioridad moral, como pasa en América Latina en el campo intelectual. No. Si mi visión del mundo fuera de derecha, lo diría. Soy de izquierda porque para mí la desigualdad no es un dato natural sino social y, por lo tanto, enmendable. Eso es lo que define la izquierda. La desigualdad no es natural, de género, de raza. Es social. Y eso es enmendable por la vía del Estado. No tiene nada que ver con las libertades políticas. Desde aquí es que me reclamo de izquierda. Quiero creer que Cuba tiene o ha tenido la posibilidad de ser un país pequeño, como lo es, sin tanta megalomanía en sus dirigentes, con una política decente para la gente, aprovechando su lugar geográfico y su capital humano formado. Uruguay y Costa Rica son países pequeños, sin petróleo. Cuba podría haber sido eso. Eligió no serlo. Normativamente mi visión se traduce en una economía de mercado, con un Estado social que redistribuye, con una participación robusta no solamente de partidos sino de cooperativas y asociaciones. Ese es el ideal.
¿Qué es Cuba hoy?
Es un Estado de partido único, autoritario, crecientemente desigual, súper explotador. Es lo peor de los dos sistemas. Ni siquiera se admite esta cosa de: “No tienen derechos políticos, pero tienen derechos sociales”. No, no tienen derechos sociales. Los médicos se exportan. Se ha reducido el gasto social. En plena pandemia construyeron hoteles que no iban a ser ocupados. Está en la Oficina Nacional de Estadística, y académicos y economistas como Pedro Murrial o Mauricio Miranda han dicho que se gastó en hoteles cuarenta veces lo que se dedicó a salud y educación. Imagínense que un gobierno de derecha en América Latina hubiera hecho eso. Se lo hubiera incendiado. ¿Y tú te enteraste? ¿Alguien dijo algo? No pasó nada. Y son datos oficiales. Es un modelo agotado, Fidel mismo lo reconoció en 2006. Un modelo con una élite política autoritaria que quiere aferrarse a esto y acercarse al mercado mundial capitalista de una forma predadora, usando su población como mano de obra barata, y con un mercado cautivo que con los dólares que le mandan los emigrados compra a precios altísimos los productos que necesita.
¿Hay otra alternativa a esto?
Sí, claro. Cuba puede volverse Miami, el cliché. Una economía de mercado con mucha plata, con desigualdades distintas a las que hay ahora, pero desigualdades al fin. Con inversión, con movilidad de capitales, con gente que entra y sale, y con una democracia liberal muy básica, con elementos caudillistas en la cultura política que han estado dentro y fuera del castrismo. Parte de los opositores cubanos en el exilio, y de los influencers y los políticos cubanoamericanos son como pequeños trompos, lo cual no me hace feliz. Ahora bien, si la población cubana vota por lo que sea, y esa es la democracia, entonces hay que respetar el voto. Por eso yo estaba en contra de proscribir al Partido Comunista. No por un tema de origen. Lo voy a decir con toda la incorrección política que sea, pero creo que la discusión sobre la proscripción de los partidos de ideología totalitaria es muy serio y ninguna respuesta es fácil. No es fácil decir que se proscribe, porque hay mucha historia y muchos militantes comunistas han contribuido a la democracia. Pero tampoco se puede decir que no se proscribe, porque estructuralmente el marxismo-leninismo ha suprimido la democracia cada vez que ha gobernado. En el fascismo lo vemos fácilmente, pero con el comunismo nos cuesta dar esa discusión. En última instancia, no creo que haya que proscribirlos, y si la gente vota por ellos, que vote. Lo fundamental es abrir la cancha a la democracia, que la gente se pueda expresar.
¿Hay chance de eso o puede pasar como con las repúblicas soviéticas, donde los burócratas se adueñaron de la economía?
Hay una ventaja comparativa, claro, porque tienen el conocimiento, tienen el aparato de control y la información. Llevan dos décadas y media negociando con capitalistas extranjeros. Pero también tenemos gente educada, tenemos gente en el exilio, que si bien en cultura política no es la más avanzada, está oscilando entre el hombre nuevo del castrismo y la cultura de Miami, lo cual es tremendo. Pero es gente que sabe que se puede votar y elegir. Insisto en que tiene que haber una votación libre, vigilada por la comunidad internacional, y que los cubanos elijan lo que elijan. Forzosamente el parlamento va a ser plural, con todas las especies que te imagines, porque Cuba es plural y muy diversa.
¿Hay posibilidades reales a corto plazo de que eso suceda?
Había posibilidades el 11 de julio, con las protestas masivas. Ahora mismo no aparece en el horizonte, porque el régimen ha optado por trancar y reprimir. Pero si se entiende como posibilidad que hay gente que hace un reclamo de libertad, que nunca había hecho, y que la gente está más informada que nunca, entonces sí.
¿Hay internet en Cuba?
Censurada, y te la cortan, pero hay. Después de las protestas estuvimos dos días sin internet. Pero la gente utiliza el BPN. La gente se entera de las protestas que ha habido. Esta semana pasada hubo protestas en varias ciudades por los apagones. Y los reclamos no eran solamente por la luz, sino por la liberad también, acompañados de ofensas al presidente, por las cuales bajo la figura de desacato hay personas presas con condenas enormes. Quisiera saber si a la izquierda y las fuerzas políticas de Uruguay les parece legítimo que te acusen de vandalismo y te lleven preso por decir que alguien es un chingado. Gente absolutamente popular, que no tiene ninguna conexión con Estados Unidos ni con nadie. Hay gente presa por eso, y eso sigue pasando. Se explica también por el acceso a internet, y por un cambio de chip en la sociabilidad y la cultura política. La gente tiene miedo, pero no tiene respeto. Cuando le tienes miedo y respeto a alguien es muy difícil, como pasaba con tu papá cuando eras chiquito. Pero cuando le tienes miedo pero no respeto, vas a querer cobrar a la primera que puedas.
El argumento del bloqueo ha sido usado desde hace décadas. ¿Tiene sustento?
Sí y no. Lo tiene porque hay una política de sanciones que afecta la capacidad de compra de la economía cubana, el acceso a ciertos créditos y a operaciones financieras. La discusión está en si eso castiga más al pueblo o a los dirigentes, si es plausible mantenerlo o si logra algo. O si incluso mantenerlo logra poco porque la élite se victimiza ante la comunidad internacional. Tiene un montón de flancos. Pero sí, existe.
¿Explica el desastre cubano?
No, y por varias razones. Primero porque el modelo cubano es ineficaz en sí mismo. Es una mala herencia del modelo soviético. Segundo, y eso mucha gente no lo sabe porque elige no saberlo, porque incluso con embargo Cuba importa buena parte de sus alimentos a Estados Unidos. Pollo y arroz, que son alimentos básicos de la dieta, se importan de Estados Unidos. Al cash o como quieras, pero se importa. La única diferencia es que con crédito podrías comprarlo endeudándote. Y tercero porque Cuba comercia con el resto del mundo. Clinton en el año 95 le quitó el bloqueo a Vietnam porque ya era insostenible, porque Vietnam comerciaba con el resto del mundo y estaba despegando. En Cuba lo que no despega es el modelo. Ha estado vinculada a Europa y Canadá, recibe turismo, con un desarrollo enorme en el polo turístico, y eso no ha cambiado el resto de la economía. Y estamos hablando de más de treinta años de turismo sostenido. El problema estructural es el modelo. El embargo existe, complica, hay que discutir su mantenimiento. Pero de hecho el embargo no es un paquete único. Mucha gente lo condena por el costo humanitario, pero los alimentos y la medicina están exentos del embargo en buena medida, y se compran en Estados Unidos.
Es una excusa.
Y el primer elemento por el cual es una excusa es que aparece como elemento fundamental en los reclamos de la dirigencia cubana en el período soviético. Incluso hubo discursos de jactancia diciendo: “No los necesitamos”. ¿No los necesitabas y después sí? ¿Qué cambió? Que te quedaste solo y no desarrollaste tu economía. Pero de los setenta a los noventa el argumento del embargo y el bloqueo casi desaparece.
¿Quién sustenta hoy la economía cubana? Al acabarse Venezuela como el gran hermano sustituto de la Unión Soviética.
La economía cubana se sustenta en tres pilares fundamentales. Primero, en exportación de servicios. Los médicos. Eso genera unas ganancias extraordinarias.
¿Tan negocio es?
Sí, porque en Cuba se les paga muy poco.
Acá vinieron un montón de médicos a realizar operaciones de ojos.
En general se cobra. Hay algunos casos de cooperación médica y solidaria, sobre todo en los años anteriores. Cuba proveía los médicos al tercer mundo, como proveía entrenadores deportivos y maestros, y ya había formas de compensación. Hoy es un negocio. La exportación de servicios, fundamentalmente médicos, enfermeras y entrenadores deportivos es la principal fuente de divisas del país, y hay estudios sobre eso. Te recomiendo los estudios de Prisioners Defenders, que además están vinculados a los testimonios de la condición de trabajo esclavo, por lo que reciben los médicos, por las restricciones de movilidad que tienen, por las sanciones que tienen si deciden quedarse afuera, y un montón de dimensiones de violación de derechos. La segunda dimensión son las remesas. Los cubanos tenemos una buena parte de la población fuera de Cuba, que manda dinero a sus familias.
¿Cuánto cubanos están afuera?
Hay quien habla de un cuarto de la población. Once millones y dos millones afuera. La tercera dimensión es el turismo. Exportación de servicios médicos, remesas y turismo son las principales fuentes de ingresos. El azúcar, olvídate. El níquel, muy poco. Café y tabaco, muy poco en comparación. El país se mantiene por vender su fuerza de trabajo, que no es que le sobre, además. La exportación de médicos ha afectado la cobertura de salud, tan celebrada en el sistema primario de médicos de familia. Hay zonas que se han quedado sin médicos porque los exportan, literalmente. Empezó con Venezuela, pero después fue con Brasil y otros países. Las remesas son de los que se fueron, los antiguos gusanos que el chiste dice que se volvieron mariposas. Mantienen a la familia que decidió quedarse o que no tuvo más remedio que hacerlo. La gran paradoja es que personas que se fueron de un país donde la política y la economía están en manos del mismo dueño, con lo cual es una migración política, mantienen a sus familias y a padres de edad avanzada, muchos de los cuales simpatizan con el sistema.
Es tragicómico.
Recuerdo que una vez lo discutí con un familiar. Le decía que Rusia, China, Corea del Norte e Irán serán todo lo que quieras, pero, por lo menos, no son parásitos. Corea del Norte es un Estado paria que hace hackeos y todo lo que quieras, que vende armamento. Pero Rusia, China e Irán tienen burguesías nacionales, clases medias nacionales y mercados nacionales, donde con yuanes o rublos vives y compras. No habrá democracia, pero hay eso. Cuba es el único país donde el gobierno pregona su dignidad dependiendo de la moneda y de la economía de país que dice que es su enemigo. No sé si la gente no se da cuenta de la doblez que hay con respecto a esto. Es como para ser un poco más modesto y callarse un poco la boca.
El sustento entonces es la plusvalía que le saca a la población de médicos.
Marx diría que es una plusvalía extraordinaria, porque se puede quedar con el 70, el 80 o el 90% de lo que paga otro país por la fuerza de trabajo contratada.
¿Cómo sancionan al que decide no volver?
No pudiendo regresar por una cantidad de años. De hecho, el código penal nuevo sube la pena, creo que hasta ocho años. Tampoco la familia puede salir. Como el dinero que envían se deposita en una cuenta en Cuba, se lo incautan.
Está bravo el tema.
Es algo que se sabe. Hace un tiempo escribí un texto que se lo pasé a Liscano, que se llama “Ceguera voluntaria”. Hay tres actitudes frente al fenómeno cubano. Poder ver, saber ver y querer ver. Poder ver es la imposibilidad o posibilidad fáctica. Es decir, no tiene acceso a internet, como pasaba antes, entonces nadie se informa mucho de los que pasa. Eso era en el mundo predigital, aunque algo siempre salía, como el caso de Reinaldo Arenas o el de Padilla. Aunque era más difícil. No tenías acceso a la imagen en tiempo real de lo que estaba pasando, lo que facilitaba posturas de silencio o defensa. Luego está el saber ver, cuando ya tienes la información, pero has sido socializado políticamente bajo una visión del mundo, entonces puedes tener las notas ahí, pero pasa como sucede con militantes de extrema derecha que defienden la posverdad. Todo el mundo vio lo que hizo Trump, pero los trumpistas dicen que no hizo nada. No saben ver porque su mentalidad, su cuadro del mundo, se los impide. Pero lo más dramático es no querer ver.
¿Por qué?
Y es lo más dramático porque en buena parte de la intelectualidad de América Latina, que gravita a la izquierda, aun teniendo la información, habiendo estado ahí o teniendo los códigos mentales y culturales para decodificarlo y comparar, no quiere verlo. Y eso se convierte en una política axiológica muy negativa, porque con su defensa del modelo o con su silencio antes los problemas de ese modelo están convalidando un statu quo en el que vive gente que no debiera vivir así. Pongo el ejemplo de un colega sociólogo en México, que una vez, en un foro de académicos cubanos en el exilio, gente de centroizquierda, me dijo que era impresionante lo que allí se había dicho, cosas que yo ya le había comentado. “Pero tú tienes que entender que Cuba”, me dijo, “para gente de mi generación es algo muy caro”. Le respondí que eso lo tenía que resolver con un psicoanalista. No se puede congelar a un pueblo y a una realidad ni analítica ni cívicamente por querer mantener la utopía de algo que además no existe. Creo que el no querer ver, más que el no poder o el no saber ver, es lo que más ha afectado.
Hay generaciones latinoamericanas que nos hemos formado en el ideal de Cuba. Y defendimos un montón de cosas. Aceptarlo hoy, implica hacerse el harakiri.
Pero esas generaciones también aceptaron que la democracia, y no la revolución, es la vía para una mejor sociedad. Lo aceptaron con los golpes, con los compañeros que les mataron, que desaparecieron. Si en sus países aceptaron que la democracia es mejor que la revolución para una sociedad medianamente más justa, e incluso han escrito libros, han hecho autocríticas y se han juntado a tomar mate y decir: “Queríamos hacer la revolución pero no fue tan bueno, ahora vivimos bien”, bueno, que lo acepten para otros pueblos, carajo. Es lo mismo. La expresión que uso con familiares y colegas míos que defienden el régimen es “comprensión no es indulgencia”. Te comprendo, pero no te perdono. No te justifico. Se puede pensar más allá de esa caja. Si todavía esa gente estuviera diciendo que se aferra a la lucha armada, que renuncia a la democracia, lo cual sería monstruoso, por lo menos serían coherentes en su radicalismo. Pero son exquisitamente republicanos para otro contexto. Y les parece que Cuba es distinta. No lo es. Y como te digo Cuba te digo Venezuela y Nicaragua.
¿Hay algo más que quieras decir de Cuba, que no te haya preguntado?
Que todas las canchas están abiertas, que los cubanos no pueden ser dejados solos porque no son excepcionales sino que son como cualquier otro pueblo latinoamericano, con las mismas virtudes y defectos. Que a Cuba hay que juzgarla analítica y éticamente, no como un ejemplo, no como dijo el Papa, en esa frase tremenda. Cuba es un caso histórico, y como tal debe ser juzgado en su realidad misma. Cuba es un modelo, y ahí empieza el problema. Como modelo de orden social debe ser rechazado. El Estado cubano es un agente que exporta a sus aliados en instrumentos de control político. A Cuba hay que dejar de verla como un caso distinto. Hay que rechazar el modelo que significa. Y hay que repudiar y enfrentar al agente que, por ejemplo, por estar dando esta entrevista posiblemente mañana me pueda hacer bullying en el espacio público. Hay que hacer las tres cosas. Cuba va a cambiar quieran o no, porque los pueblos y las sociedades cambian a pesar de sus dirigentes. Esa frase de que los pueblos tienen los dirigentes que se merecen es una estupidez. Costará, sí, porque están aferrados. Costará violencia. Degradarán todavía más al país. La izquierda latinoamericana tiene que honrarse a sí misma, aunque de la autoritaria no espero nada. Es como cuando recuerdas un amor de la juventud. Liscano lo dice en su libro. Es un amor de la juventud. No hay que negar que sentiste ese amor, y hasta poder recordar lo que sentiste como algo hermoso que movilizó los mejores sentimientos humanos. Pero no puedes congelar e idealizar eso. Y tienes que viajar hacia atrás y decir que, incluso, en ese momento, mientras estabas idealizando había gente presa y censurada. Es complejo, pero no es imposible. Creo que hay una justificación psicologista. Si en sus países aceptaron que la democracia es mejor que la revolución, acéptenlo también para Cuba.
¿Volverías a la Cuba de apertura?
Sí, totalmente. Otros amigos no, pero yo sí. No para algo político, pero sí para la Universidad, para reabrir Ciencias Políticas, o algo así.
Lo que decís nos pega a nosotros como izquierda, y está bien. Somos muy hipócritas.
Lo digo desde la admiración por el modelo uruguayo, civilista, republicano, de Estado social. Pero sí, si aceptaron eso aquí, ¿por qué no allá?
¿Cómo ves el proceso mexicano?
Es un gobierno que llega con mucha esperanza en un sector de la sociedad, con una fuerte criminalidad, con violencia exacerbada.
Con un narcoestado.
No es un Estado fallido pero en algunos sectores sí domina. Igual es un Estado fuerte. Y ha sido un gobierno populista, en términos de la desinstitucionalización de políticas públicas, de reparto clientelar de ayuda en sectores sociales, de una retórica polarizante muy fuerte, la que hace todos los días el presidente en las famosas “Mañaneras”, y de críticas a la prensa, que ya venía padeciendo los ataques a los poderes fácticos, sobre todo del crimen organizado y los políticos corruptos, a los que ahora también se suma el presidente, con una capacidad enorme de polarizar, porque tiene, como todo populista, seguidores muy leales que se convierten en amplificadores de esto. Creo que México no ha salido de la democracia. Hay que ser riguroso con los conceptos. México es un régimen democrático, con muchas falencias, como lo era antes. Pero tiene un gobierno populista que está tratando de tensionar algunos de esos mecanismos. Con una economía que no ha crecido, y por lo tanto no ha generado inclusión. No creció lo suficiente en la época neoliberal, y no ha crecido ahora, golpeada por la pandemia. Eso es un poco México. Pero es uno de los fundamentales en América Latina, con lo cual habrá que contar con él en los próximos tiempos.
La izquierda lo considera uno de los suyos.
Claro. Y es un error de los críticos decir que no lo es. Otro de los comodines de los intelectuales de izquierda, es decir que “no es necesariamente de izquierda” cuando hay alguien que no es lo suficientemente bueno pero tampoco quieren criticarlo. A ver, la izquierda no es un concepto normativo. Todo concepto tiene una dimensión normativa. Pero el concepto de izquierda no es normativo, es adscriptivo. Tú te adscribes a algo, por ciertos valores. Un valor fundamental, para mí, es la redistribución y la justicia sociales, y eso admite muchas modalidades. Hay un texto de Andrés Malamut, un académico argentino. Si usted se considera a sí mismo de izquierda, si sus pares de izquierda lo reconocen como uno de los suyos, si participa en las organizaciones de izquierda, como el Foro de San Pablo, y si parte de su genealogía y sus símbolos vienen de la izquierda, usted es de izquierda. Punto. Dentro de la pluralidad de izquierdas que existe, así como existe una pluralidad de derechas, desde los fachos simpatizantes de Bolsonaro hasta Lacalle Pou.
¿Ves una vuelta de la ola progresista en América Latina?
Veo una vuelta de gobiernos de izquierda electos como producto del cansancio de las políticas de los gobiernos neoliberales, a los cuales además les tocó un bajón en el precio de los commodities y les tocó lidiar con la pandemia. No uso mucho la palabra “progresista”, que creo ha sido apropiada por la izquierda, cuando el progresismo no es solo de izquierda. El progresismo es el avance sostenible en inclusión y en derechos de todo tipo, y eso pertenece a la mejor tradición de izquierda y a la mejor tradición liberal. Entonces no digo que son gobiernos progresistas, digo que son gobiernos de izquierdas, en su mayoría nacionales y populares.
Ahora se suma Petro, con un discurso bastante diferente.
Sí, pero él mismo no es una nueva izquierda.
Pone arriba de la mesa el tema ambiental como algo fundamental, algo que la izquierda ha manejado poco.
Sí lo ha manejado, pero con una diferencia entre las palabras y los hechos. Todas las constituciones andinas y todo el debate intelectual hablaban de esto. En Venezuela se hablaba de ecosocialismo, conforme se aumentaba la producción petrolera. En Ecuador también, conforme se criminalizaban las ONG ambientalistas. Todos estos gobiernos gozaron de un enorme apoyo basado en discursos indigenistas, proderechos y ambientalistas. Hoy se habla, con una nitidez que yo no veo, de una nueva ola progresista, pero que no tiene nada que ver con esto. Vean también las constituciones del eje bolivariano. Todas son garantistas de derechos, no son antiliberales, pero son postliberales. Y hubo toda esa retórica. Creo que hay una limitación estructural. Para mí, siendo deseable pasar al postestractivismo, los gobiernos en América Latina tienen una limitación estructural: exportan commodities.
¿Qué van a hacer?
Quizás, más que un discurso muy normativo que nos encante a los intelectuales, habría que ser más realistas y decir que tenemos un modelo que depende de la exportación de materias primas, y que tenemos el reto de sacar tanta gente de la pobreza, y preguntarnos cómo vamos a hacer para que el modelo sea eficaz con más gasto social y sin sacrificar el modelo, y sin engañar a la gente hablando de un extractivismo que no puede ser. Leo a los antiextractivistas, y me parece bárbaro. Pero hay límites estructurales. Con esto no justifico lo que estos gobiernos hacen normativamente, pero entiendo por qué lo hacen. Entendí a Chávez, a Evo, a Lula. Y creo que incluso, en una primera etapa, tuvieron más plata y tuvieron más gasto social. Por ahí podemos discutir cómo fueron esas políticas públicas en cuanto a la sostenibilidad. Pero que sacaron a gente de la pobreza es un dato, y está bueno. Porque de nada vale que yo, como clase media, sea ecologista si hay gente que no come. Y es literal que no come. Claro, podés decir que la gente come pero que en ese proceso te cargaste al planeta. Por eso elijo no atacar tanto a esos gobiernos, porque las opciones eran pocas. Creo que es mejor decir que se parte de un modelo de exportación de commodities, veo cómo incorporo tecnologías verdes, sin dejar de vender petróleo, pero viendo cómo incorporar otros elementos de mitigación ambiental, y, con lo que recupero, invirtiendo más en lo social.
¿No hay un desarrollo alternativo?
No hay un modelo alternativo al capitalismo. Y que me incendien por eso, pero no lo hay. Lo hay en la imaginación, sí. Y los papers que hacemos los ecologistas y los activistas en foros internacionales a los cuales viajamos en avión pagados por el dinero de fundaciones. Hay que decirlo, que somos una clase media súper ilustrada. Está bueno, porque también podríamos ser la misma clase media pero depredadora. Pero creo que lo fundamental es aceptar que el capitalismo es el modo de producción y distribución de consumo que impera en el mundo, y ver cómo se le regula social y ambientalmente. Cuando oigo hablar de un new deal verde, que fue una propuesta de los demócratas, me hacía sentido, el costo de la degradación ambiental lo limitas con tecnología e intervenciones estatales, minimizando el costo de las políticas sociales. Pero no hay nada más allá del capitalismo.
Con el argumento de sacar gente de la pobreza se legitiman gobiernos corruptos o autoritarios. Pienso en el Brasil de Lula o en China. Sacaron millones de personas de la pobreza.
Al igual que durante los años de la dictadura el neoliberalismo dijo que primero había que tener orden para disciplinar a la clase obrera y que hubiera un nuevo crecimiento y productividad, que luego la riqueza se iba a derramar. Lo que digamos importa poco, porque nosotros no hacemos política ni somos economistas ni políticos. Quizás sí importa para contrastar caminos alternativos. Cronológicamente, en ciertos casos, y China es uno de ellos, tú puedes demostrar que se postergó la búsqueda de la democracia, o que se frenó, y que se creció en desarrollo económico, en crecimiento, en reducción de la pobreza, con un crecimiento de la clase media. Primera cosa: ¿cuántos regímenes autoritarios en el mundo son chinos?
No muchos.
La mayoría de los regímenes autoritarios del mundo reprimen y no generan riqueza. Y la que generan la concentran. Está esa idea del quid pro quo, de que el autoritarismo genera crecimiento, de que se vaya la democracia. Pero la mayoría de las dictaduras son ineficientes. Y peores, porque no tienen accountability. China es una excepción, perdón. Compárenla con todas las dictaduras de Asia, de África y de América Latina. Y lo segundo, y esta es una postura normativa, es que en América Latina se pueden combinar las dos cosas. Y en Asia, en países como Japón, Corea del Sur y Taiwán, que tienen el mismo legado cultural, también las estructuras productivas son de economías industrializadas y tercerizadas, con un altísimo desarrollo social y democracias que tendrán sus pecualiaridades culturales, pero donde no existe tal cosa como que primero hay que desarrollar al país y acumular para después llegar a la democracia. No necesariamente. Y hay pueblos a los que la democracia nunca va a llegar, pero van a ser más prósperos. En América Latina más todavía.
¿A qué se debe?
Acá la tarea es conjunta, e implica construir capacidad estatal, desarrollo económico y ciudadanía. Uno de los grandes dramas en América Latina es que cuando se recupera la ciudadanía civil y política se pierde la ciudadanía social. Es decir, aquí la democracia vino de la mano del liberalismo, y ese cortocircuito es brutal. La gente salió de diez o quince años de dictaduras, recuperó el derecho a votar, a marchar, a protestar, pero los desemplearon, perdieron las monedas, tuvieron hiperinflación. Y eso te explica, no sé si en Uruguay, pero sí en Argentina, un sentimiento muy facho en sectores de clase media como los taxistas. Puede parecer que son personajes simpáticos, pero lo que dicen es que quieren que no haya inflación, que haya orden, que sus salarios valgan, y que para eso tiene que haber milicos. Que eso lo diga un hombre de a pie me lleva al hombre de a pie que apoyó el fascismo, que era el hombre común que quería orden. Y eso pasa porque en América Latina la democracia no siempre va de la mano con la construcción de un Estado social, y hemos tenido altibajos económicos. Pero no creo que sea imposible. Creo que lo es.
Para muchas partes del mundo ni siquiera está planteada la democracia como una alternativa. Es una cuestión occidental.
Depende. ¿Qué es lo occidental? El totalitarismo es un producto occidental, y es una expresión extrema de la antidemocracia. El nazi y el estalinista son producto de la modernidad occidental. Siempre se repite esa idea de que nosotros somos demócratas y el resto del mundo no. Pero el totalitarismo es la peor expresión de la modernidad. Creo que la democracia es global. Te puse ejemplos de países donde ha surgido. África fue el continente colonizado de Europa, y en África los pueblos luchan contra gobiernos corruptos, tumban presidentes y quieren hacer elecciones. Muchas de las protestas en África son por elecciones. Creo que la democracia es un valor universal, que tiene contextualizaciones epocales.
¿Incluso hasta en países como Arabia Saudita o China?
Sí. En China tuviste un accidente histórico, el politburó de 1989 estaba dividido. La mayor parte optó por reprimir y conservar el poder, y sacrificaron a los que no estaban de acuerdo. ¿Te imaginas si en ese momento perestroiko del mundo, China hubiera optado por el cambio? Te aseguro que China hubiera seguido su reforma económica y que hubiera venido junto con la reforma política. No necesariamente habría habido un cortocircuito. Taiwán tenía el Kuomintang, un partido leninista de derecha, que hizo su reforma económica y tuvo su reforma política. Fue decisión de la elite china suprimir las reformas democráticas en paralelo a continuar la reforma económica, y les ha funcionado porque han incluido gente, pero no hay nada en el ADN chino que sea contrario a la democracia. A ver, hay valores culturales, hay interpretaciones de esos valores. Se puede ser confuciano y votar. No hay una equivalencia cerrada entre lo cultural y lo político. De América Latina nos podrían decir que tenemos una tradición de caudillismo, de liderazgo carismático, y que por lo tanto no estamos aptos para votar. Perdón, pero está Facundo y está Doña Bárbara. Y siempre tuvimos constituciones. En eso soy universalista. Creo que la democracia y la autocracia pertenecen al género humano. Y, si hacemos un rastreo histórico, encontramos asambleas democráticas incluso en los pueblos de Medio Oriente previo a la Grecia clásica, y ejemplos de votaciones con piedras. Y tienes el ejemplo perfecto de autoritarismo en la Alemania nazi y en la Unión Soviética de Stalin, en sociedades urbanas, blancas, y, sobre todo en el caso de Alemania, modernas. En este plano soy enemigo de los culturalismos.
Dicen que cuando la gente empieza a tener la posibilidad de elegir qué comprar luego va a querer elegir quién lo gobierne, y que el desarrollo económico capitalista interno que está teniendo China necesariamente va a llevar al cambio político. ¿Lo ves así?
Pero no mecánicamente. Es una visión que se basa en la teoría de la modernización política, una teoría clave en la ciencia política occidental, que no es incierta pero sí limitada. Es cierto que en una economía de escasez y en una sociedad empobrecida y adoctrinada hay poco espacio para la cultura cívica, porque la gente tiene que sobrevivir. Pero en una economía de clase media per se que tú consumas y puedas elegir entre cuatro tipos de leche no te vuelve demócrata. El fascismo tiene una gran clase media. Antes de llegar a la economía de guerra podían escoger cosas. Y no. Son variables relativamente independientes unas de otras. Una sociedad más compleja y culta predispone más a trasladar al ámbito político la necesidad de elegir, pero no es mecánico. Por otro lado, siempre hay una dimensión de reclamo de derechos que es relativamente aislada de la economía, o que está incluso conectada con grupos que dentro de esa estructura son un tanto desfavorecidos. Quienes han llevado adelante las luchas democratizadoras en Asia, África y América Latina son sectores de clase media, pero no la clase media. Piensen si la clase media no apoyó la dictadura en Uruguay, Chile o Argentina, por ejemplo. Y tenían los mismos estatus de consumo, pero prefirieron el orden. Son sectores de clase media que tienen esa sociabilidad pero que tienen valores postmateriales de la dignidad, de ser gobernados y ser participantes, y sectores populares no clientelizados, que están empobrecidos pero que tienen cierta agencia y deseo de elegir quién los mande. La democracia se sostiene en una alianza entre sectores de clase media y sectores populares que empujan por elegir a sus gobernantes, y las configuraciones históricas de esto son muy diversas en los países. Pero no corresponde a una sola clase. Ni la clase pobre es ignorante y apoya al que manda ni la clase media es democrática per se. Son configuraciones y alianzas de clase.
Las clases como categoría siguen existiendo.
Para mí sí, pero es un rezago marxista. Las clases son grupos de hombres ubicados en la estructura socioeconómica a partir de su relación con los medios de producción. Pero no es la única forma. Yo utilizo los términos clase y estamento, en sociedades donde el acceso a la propiedad no está claramente establecido como separado del acceso al poder, o incluso donde el acceso a la propiedad depende del acceso al poder y más que propiedad es un usufructo. En sociedades asiáticas o de régimen comunista tú accedes a la riqueza no por la propiedad sino por el usufructo de una propiedad de todos, que tú usufructúas como burocracia. Ahí es mejor hablar de estamentos. Pero claro que hay clases cuando hay propiedad privada.
Y hay lucha de clases.
Y hay lucha de clases, seguro.
El tema es que la lucha de clases puede tener formas democráticas.
Claro. Y pueden tener lucha de clases en contra de la clase que llegó al poder diciendo que iba a abolir todas las clases. ¿O la gente cree que las protestas en Cuba, con decenas de miles, con negros, mujeres, pobres y el tema de la apropiación? Algo que me emociona mucho es uno de los lemas nuevos que se ha usado en Cuba: “El pueblo unido jamás será vencido”. Es un reclamo que ellos tenían que cantar en la plaza para saludar a las delegaciones de los partidos comunistas latinoamericanos, pero lo cantaban sin sentirlo, sin ánimo. Ahora el pueblo se lo está apropiando.
Vos te has especializado en Rusia en América Latina. ¿Es tanta la influencia?
Sí, es política, ideológica, comunicacional. En la economía es menos, pero también la hay. En los artículos míos y de varios colegas tratamos de mostrar exactamente que Rusia no es la URSS pero diplomáticamente tiene más presencia de la que tenía la URSS. En lo comercial ha avanzado, pero no puede suplir a China. La presencia mediática es muy importante. Jamás tuvo tanta influencia mediática. Hay una presencia que es mayor que la que tenía la URSS, siendo un país más pequeño.
¿Y China?
Lo de China es abrumador. Es el principal socio comercial, y tiene una seducción muy importante como modelo alternativo en las sociedades latinoamericanas.
China invirtió mucho en África durante décadas.
Y en América Latina ya es el principal socio comercial de buena parte del continente, sobre todo del sur.
Me llaman la atención las inversiones chinas en Brasil. No sabía que tenían tanto.
Y en Argentina incluso han comprado zonas. Empiezan a establecer territorios chinos. Han avanzado rápido. Es una economía muy pujante, con mucho dinero para invertir. Y hay una especie de ceguera de Occidente que se ha centrado en sus propios problemas. América Latina siempre estaba ahí, como una especie de patio trasero, en una actitud un poco racista y elitista. Es como esa cosa del macho que dice: “Siempre va a estar ahí para mí, me ama”. No, no siempre va a estar ahí. Y China está invirtiendo plata para garantizarse el acceso a los mercados y las materias primas de América Latina.
¿Sos optimista con respecto a la posibilidad de que gane Lula en Brasil?
En general soy gramsciano. Soy optimista desde la voluntad y pesimista desde el intelecto. Si yo fuera brasileño, votaría por Lula. En el contexto brasileño me parece más un político de Estado que Bolsonaro, que de entrada defiende el legado de la dictadura. Lula tiene también muchos problemas, no solo el tema de la corrupción, sino que en la dirección geopolítica ha respaldado al eje bolivariano. Aunque Bolsonaro tiene sus vínculos con Putin. Esto es como Escila y Caribdis. ¿Para dónde llevo el barco? Si fuese brasileño y no tuviese más opciones, votaría por Lula. Como cubano de la diáspora, exiliado, entiendo que voten por Lula pero me complica mucho el panorama de cualquiera de los dos ganadores. Bolsonaro es el apoyo a la dictadura militar, a la extrema derecha, además de un aliado personal de Putin y del trumpismo. Es la derecha autoritaria. Y Lula es el respaldo económico y la alianza diplomática con los regímenes autoritarios de izquierda en América Latina. No quisiera que gane ninguno de los dos, pero teniendo que elegir, pensando como brasileño, votaría por Lula.
¿Cómo ves el gobierno de Boric?
A Boric lo veo muy bien. Un tipo joven, preparado. Es parte de una nueva y buena izquierda, él y buena parte de los militantes de los cuadros que conozco del Frente Amplio. Son gente democrática, de izquierda renovadora, con nuevos temas e identidades. En el PC y en las demás fuerzas hay otras cosas que ya sabemos, pero creo que es una izquierda nueva, en el sentido de genésicamente nueva. Tiene incorporados auténticos problemas nuevos, en la agenda ambiental y de género. Lo creen, lo sienten, se socializaron políticamente en esas luchas. Al menos los que yo conocí. Creo que es positivo. Es una izquierda postcomunista, postneoliberal, nueva de verdad. Lástima que sean tan pocos.

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Alfredo Garcia Nació en Montevideo el 9 de agosto de 1954. Es Licenciado en Historia por la Universidad de Estocolmo, Suecia; que fue su lugar de residencia entre 1975 y 1983. Hizo un postgrado en Marketing y realizó los cursos del Master de Marketing en la Universidad Católica de Montevideo. Trabajó durante veinte años en la industria farmacéutica en el área privada. Su labor como periodista comenzó en los semanarios Opinar y Opción a principios de los ochenta. Participó en 1984 en el periódico Cinco Días clausurado por la dictadura. Miembro del grupo fundador del diario La Hora, integró luego el staff de los semanarios Las Bases y Mate Amargo. Escribió también en las revistas Mediomundo y Latitud 3035. Es el impulsor y Redactor Responsable del Semanario Voces. Publicó el libro Voces junto con Jorge Lauro en el año 2006 y el libro PEPE Coloquios en el año 2009. En el año 2012 publica con Rodolfo Ungerfeld: Ciencia.uy- Charlas con investigadores. En 2014 publica el libro Charlas con Pedro y en 2019 Once Rounds con Lacalle Pou. Todos editados por Editorial Fin de Siglo.