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Arte Simbólico y Arte Metafísico por Alejandra Waltes

Arte Simbólico y Arte Metafísico  por Alejandra Waltes
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En momentos complejos de la humanidad, los artistas de ambos movimientos intentaron adentrarse, entender y expresar el sentido de la realidad que les tocaba vivir.                                                                                                                                          

La pintura simbolista fue una de las principales manifestaciones artísticas del simbolismo, un movimiento cultural surgido a finales del siglo xix en Francia y que se desarrolló por diversos países europeos. El término «simbolismo» fue acuñado por Jean Moréas en un manifiesto literario publicado en Le Figaro en 1886. Las premisas estéticas del simbolismo pasaron de la poesía a otras artes, especialmente la pintura, la escultura, la música y el teatro. En pintura, el simbolismo fue un estilo de corte fantástico y onírico que surgió como reacción al naturalismo de la corriente realista e impresionista, frente a cuya objetividad y descripción detallada de la realidad opusieron la subjetividad y la plasmación de lo oculto y lo irracional; frente a la representación, la evocación o la sugerencia. Así como en poesía el ritmo de las palabras servía para expresar un significado trascendente, en pintura se buscó la forma de que el color y la línea expresasen ideas. Este estilo puso un especial énfasis en el mundo de los sueños y el misticismo, así como en diversos aspectos de la contracultura y la marginalidad.                                                                                                                                                              De igual manera, como reacción al dinamismo futurista, el expresionismo y a la destrucción de las formas surge la pintura metafísica, fundamentalmente estática y figurativa, que entronca directamente con el simbolismo en cuanto al fondo. Con respecto a la forma toma distancia de él, ya que el futurismo había adoptado las superficies llenas de movimiento y agitación. Los pintores metafísicos tomaron como punto de inspiración el primer renacimiento italiano, su delimitación precisa de figuras y objetos y sus calculadas perspectivas.                                                                                                                                                                La pintura metafísica, es la representación estudiada del mundo onírico, lo que la hace precursora del surrealismo. Presenta perspectivas bien trazadas en las que se sitúan figuras despersonalizadas dentro de una realidad sin vida. Su carácter estático la enfrenta con el futurismo.                                          Antes de la Gran Guerra, De Chirico se dedicó a buscar vías para superar el impresionismo, el arte de las superficies bonitas, y penetrar en el que llamaba “sentido interno de las cosas”.                                     Años después, ya era perceptible en Italia que el auge del futurismo sería breve; uno de sus principales defensores, Carlo Carrá, se apartó del movimiento en 1917 por la impresión que le produjo encontrarse con Giorgio De Chirico en un hospital de campaña, en Ferrara. Fue allí en dónde surgió el nombre de Pintura Metafísica.                                                                                                                                           En 1919, De Chirico publica el manifiesto “Nosotros, metafísico”, en claro paralelismo al escrito “Nosotros, futuristas” de Marinetti. La primera exposición del grupo se lleva a cabo en Roma en junio de 1918; a partir de ese momento, y en la escasa vida del grupo que se disolverá en 1921, se unen a los iniciadores Soffici, De Pisis, Morandi, Campigli y Sironi. En noviembre de 1818 se publica la revista “Valori Plastici”, donde se reflejaba las inquietudes del grupo.                                                                                                                En su autobiografía narrada en tercera persona, De Chirico afirma: “lo que constituye la superioridad de De Chirico sobre la mayor parte de los pintores de vanguardia está en ser uno de los que poseen un largo aprendizaje de academia y de museo, […] Espíritu culto, amante de la filosofía y del razonamiento, naturaleza eminentemente lírica, se presenta hoy como uno de los más firmes e interesantes pintores italianos.”. Junto a Carlo Carrà, Ardengo Soffici y Giorgio Morandi, De Chirico es partidario de recuperar el sentido perdido de la tradición.
Desde esta perspectiva revela otras dimensiones de la arquitectura y el arte del pasado, plantea algo así como otro “renacimiento”, oscuro, espectral, complejo en donde las presencias del arte del pasado, del oficio y de la tradición se convierten en fantasmas que transitan el presente sin lograr encontrar un sitio preciso. En momentos en que la identidad nacional estaba en conflicto, los metafísicos buscan rescatar la antigua grandeza italiana.
En el mismo año 1919 en que escribió Nosotros, los metafísicos, publicó otro ensayo que sería decisivo en el futuro: El retorno a la artesanía, cuya penúltima frase era Pictor classicus sum. Así, De Chirico no solo sellaba su retorno a los antiguos maestros, sino también, de algún modo, el rechazo a su producción anterior. Empezó a copiar a los maestros renacentistas, especialmente a los del siglo XV, y a elogiar a los grandes coloristas hasta llegar a Renoir, sobre todo en sus años previos al impresionismo.                  Hacia 1925, cuando los surrealistas se encontraban en efervescencia, De Chirico hacía tiempo que había abandonado la pintura metafísica.                                                                                                             Décadas después los artistas compatriotas Elsa Andrada, Jorge Damiani y Gonzalo Fonseca logran una síntesis entre una división constructivista del espacio e iconografías que les son propias pero que por su monumentalidad y contundencia recuerdan a la del arte metafísico.

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