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Así se forjó la gloria

Así se forjó la gloria
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Sangre de campeones, Uruguay 2018. Dirección: Sebastián Bednarik y Guzmán García. Libreto del segundo, basado en investigación de Atilio Garrido. Música: Hernán González. Documental. Estreno: 31 de mayo. Calificación: Muy buena.

 

Con Sangre de campeones el director Sebastián Bednarik y el productor Andrés Varela, ahora junto al realizador Guzmán García, cierran una trilogía futbolera iniciada en 2010 con Mundialito, sobre la Copa de Oro y el plebiscito de 1980, y seguida en 2014 por Maracaná, donde además de la gesta deportiva se detalló la interna de la AUF y la reacción brasileña luego de la derrota de su selección. En Sangre de campeones los esfuerzos se concentraron en las primeras hazañas deportivas de la celeste, los títulos mundiales obtenidos en Colombes (1924), Amsterdam (1928) y Montevideo (1930).

Hay que decir que, aunque las dos primeras películas lucían muy logradas, esta parte final parece más valiosa desde un aspecto cinematográfico, debido a la inteligencia con que Bednarik y García sortearon el reto mayor, la ausencia de material preexistente. Ellos mismos han dicho que “Mundialito y Maracaná son como precuelas de Sangre de campeones, pero aunque nos llevaron a encarar este desafío, también nos metieron de cabeza en un problema: cómo armar un largometraje prácticamente sin archivos fílmicos. Con las dos primeras era como un álbum de figuritas que, gracias a los archivos de imagen, estaba a medio llenar. Sólo teníamos que buscar las figuritas que faltaban. Acá en cambio fue como no tener ni siquiera el álbum a disposición”.

Los directores sortearon ese reto con enorme habilidad. Comienzan su película con una breve y documentada historia del fútbol en base a ilustraciones de Oscar Larroca, y otras carbonillas similares fueron utilizadas en otros tramos del film, para tender una línea narrativa con la cual logran una pequeña proeza, recreando jugadas o mostrando fragmentos de la vida de sus protagonistas. Eso permite mayor madurez de lenguaje a Sangre de campeones respecto a Mundialito y Maracaná, ya que aquí se apela a la imaginación del espectador, que no tiene delante suyo a alguien (una cabeza parlante) rememorando cosas, sino que se ve obligado a reconstruir la realidad desde su propio imaginario. El procedimiento es hábil, luce talentoso y recibe un aporte fundamental en la utilización del sonido diseñado por Daniel Márquez, quien planteó una solución muy arriesgada, pero llevada a cabo a la perfección: sonorizar los pocos fragmentos mudos que subsistían, recreando los ruidos ambientales, la batahola de los hinchas gritando, e incluso las voces de los propios deportistas.

Toda eso sería sólo un lujo técnico si el film no tuviera además un contenido preciso que resaltar. Sangre de campeones utiliza la triple gesta futbolera para explicar los motivos profundos por los cuales los uruguayos nos identificamos, para bien y para mal, con la celeste. En eso tiene mucho que ver el origen humilde y trabajador de la gran mayoría de los protagonistas de esta hazaña deportiva. Viendo el film queda claro cuán importante y definitorio debió haber sido para la masa social uruguaya percatarse que sus héroes eran un estibador, un vendedor de hielo, un cartero, un picapedrero, y no un dandy al estilo que imponía el temprano Hollywood con Rodolfo Valentino, Ramón Novarro o John Gilbert.

Para resaltar aún más ese origen popular la película se centra en las figuras de José Nasazzi y José Leandro Andrade, el alfa y el omega del heroísmo, dos rostros opuestos de un mismo logro, el capitán que termina siendo premiado con un trabajo vitalicio en el Casino, y la “maravilla negra” que después de vivir la vida loca parisina y bailar con Josephine Baker, termina sus días en la miseria absoluta, el delirio provocado por una sífilis avanzada y el doloroso olvido popular. Ambos muestran la doble faz del triunfo, mientras la película destaca -casi como al pasar, pero visible para quien quiera advertirlo- el origen de ciertos ritos ancestrales (18 de Julio como foco de encuentro para el festejo, el apoyo popular mediante colectas) y la permanencia de vicios que parece imposible erradicar (las autoridades, siempre ignorando lo novedoso hasta que se logra el éxito y entonces se suben al carro). A sólo quince días de iniciarse un nuevo Mundial, la visión de esta película resulta imprescindible para saber qué hay que hacer en Rusia (y qué hay que tener) si de salir campeones se trata.

 

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Amilcar Nochetti Tiene 58 años. Ha sido colaborador del suplemento Cultural de El País y que desde 1977 ha estado vinculado de muy diversas formas a Cinemateca Uruguaya. Tiene publicado el libro "Un viaje en celuloide: los andenes de mi memoria" (Ediciones de la Plaza) y en breve va a publicar su segundo libro, "Seis rostros para matar: una historia de James Bond".