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Bill, Ted y Cuquito por Hoenir Sarthou

Bill, Ted y Cuquito por Hoenir Sarthou
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La CNN, el canal de noticias estadounidense de alcance global, se está preocupando inusualmente por Uruguay. Y no muy favorablemente. Basta ver los titulares de su página virtual para notarlo.

Un día, la noticia es que Uruguay pasó, de tener controlada a la pandemia, a ser el país con mayor nivel de contagios (comparado no se sabe muy bien con quién). Otro día, es que los hospitales y sanatorios uruguayos están al borde del colapso. Al siguiente, que Uruguay fue el “último país en comprar las vacunas” (comparado no se sabe muy bien con quién). Y ayer fue que la población uruguaya se alimenta en ollas populares que carecen de suministros.

Curiosamente, entre tanta noticia pandémica y en apariencia desvinculadas de ellas, aparecen notas sobre la postura del gobierno uruguayo respecto a la “carne artificial”.

Sabido es que, en febrero de este año, el Supremo Profeta Global, Bill Gates, distrayéndose por algunos minutos de la pandemia, de la OMS, de sus alianzas con China, de la venta de vacunas, de la pretensión de sombrear al Planeta, y hasta de su inminente divorcio de la también filantrópa Melinda, lanzó una advertencia removedora para el Uruguay: una condena a la producción tradicional de carne por sus supuestos efectos en el calentamiento global, y el anuncio de que la carne natural será próximamente sustituida por carne sintética, que es “más amigable con el medio ambiente”. (nota al margen: Bill y algunos de sus socios han hecho grandes inversiones para la producción de carne en laboratorios).

El gobierno uruguayo jamás se enteró ni desconfió de que el bueno de Bill supiera de la pandemia cinco años antes de que empezara, ni de que la hubiese ensayado con sus socios y amigos varios meses antes de la declaración oficial, ni de que tuviera las vacunas escondidas en la manga para hacerlas aparecer en el momento oportuno. Pero esta vez sí se enteró rápidamente del nuevo anuncio profético y puso el grito en el cielo.

Según informa la propia CNN, el INAC (“Instituto Nacional de Carnes”, persona pública no estatal que se ocupa del rubro en Uruguay) emitió un comunicado condenando a la carne artificial y defendiendo la producción de carne natural. La declaración del INAC recibió el inmediato apoyo de la Federación Rural del Uruguay y mereció una encendida oratoria pro carne natural del senador oficialista Sebastián Da Silva. Según consigna también la CNN, el tema concluyó (¿concluyó?) con la aprobación de un texto legal que prohíbe usar en Uruguay la denominación “carne” para productos que no sean carne natural.

Ustedes dirán: ¿Y qué relación hay entre las críticas de la CNN a la situación sanitaria y alimentaria del Uruguay con el tema de la carne artificial?

Ante todo, tengamos presente que CNN es una cadena de noticias fundada por Ted Turner. Ted, como Bill, es mega millonario, emprendedor, accionista, terrateniente, inversor, contribuyente de la OMS y filántropo. Para ser breve, CNN es una de las muchas difusoras de la voz y los intereses del influyente grupo de millonarios de élite que integran Ted y Bill. Un grupo que, desde hace años, viene preocupándose y operando, entre otras cosas, respecto a las epidemias, el calentamiento global y la sobrepoblación del Planeta.

¿Y por qué semejante cadena de noticias tendría que ocuparse tanto y tan mal de Uruguay?

Bueno, en principio no habría razón. Salvo, quizá, porque Uruguay ha sido uno de los pocos países relativamente moderados en la aplicación de las restricciones pandémicas (en concreto, no hubo confinamientos obligatorios) y ahora contradice abiertamente al profeta Bill, nada menos que en uno de sus proyectos más modestos; en este caso, el de cambiar la forma de alimentación de la Humanidad.

El tema de la carne es paradigmático, porque revela una contradicción entre los intereses de la oligarquía global y los de una élite nacional, que en el Uruguay ha sido históricamente ganadera. Para colmo, ello ocurre durante un gobierno mayoritariamente blanco.

Como hemos observado muchas veces, la mayor parte de los proyectos de ese grupo de élite global son multipropósito. Por un lado, sus integrantes siempre ganan poder y dinero, pero además suelen tener pretensiones mesiánicas, como salvar al Planeta o reformar a la Humanidad. No en vano George Soros declaró en un reportaje que había aprendido de los Rockefeller que la mejor estrategia para el éxito era ligar a los propios intereses con causas aparentemente nobles.

Lo cierto es que CNN le está dando palo al gobierno uruguayo. ¿Por qué? ¿Es la carne artificial un tema tan esencial?

Es difícil dar una respuesta certera y demostrable. Pero apostaría a que, más allá del conflicto sobre la carne, la palabra clave en este caso es “disciplinamiento”.

Para llegar a esa conclusión es necesario dar un pequeño rodeo en torno al fenómeno del poder, que posiblemente explique también por qué Bill Gates habla tanto.

El poder no consiste en tener la fuerza para darles un cachetazo a los demás si hacen algo que no me gusta. El poder consiste en que baste mi advertencia del cachetazo para que los demás eviten hacerlo. Y mejor aun si ni siquiera tengo que advertírselos, si basta con que conozcan mi voluntad para que se acomoden a ella. En otras palabras, el máximo poder es que mis deseos sean órdenes para los demás.

Como mucha gente, sostengo que el grupo de élite que integra Bill Gates está llevando a cabo  un proceso que pretende cambiar los ejes y la organización del poder a nivel global. Todo indica que, hasta ahora, la pandemia ha sido su paso más ambicioso. Porque nunca antes se había detenido al mundo y encerrado a su población. Nunca antes los protocolos sanitarios habían estado por encima de las Constituciones y de la voluntad de los gobiernos.

Entonces, ¿qué necesidad tiene Bill Gates de hablar tanto y tan audazmente?

Creo que, sin perjuicio de los rasgos megalomaníacos que Bill parece tener, los intereses que expresa y representa necesitan tener una voz autorizada, una voz a la que el mundo aprenda a hacer caso, incluso sin necesidad de cachetadas.

Y eso está ocurriendo. ¿Cómo se explica, si no, que un gobierno responda y dicte leyes para controvertir la opinión de un individuo a quien nadie eligió, que no ocupa ningún cargo público internacional ni nacional, y que no tiene ninguna capacitación especial en los temas de los que se ocupa?

La respuesta es sencilla: poder.

Bill Gates habla desde una posición de poder. Y eso lo sabemos todos. Incluso los que aparentan creer que la pandemia nos cayó del cielo y que las vacunas fueron un hallazgo de “La Ciencia”.

Cada vez que habla, emite un mensaje que es recibido por el resto de la Humanidad como un oráculo. Cuando anuncia nuevas epidemias y desastres climáticos, está preparándonos para aceptar nuevas crisis, así como las soluciones que él y sus socios propongan para enfrentarlas. Y las aceptamos -esto es clave- porque sabemos que él y sus socios tienen los medios para hacer que las crisis ocurran.

Por alguna razón, a Bill y a sus socios no les basta con que la OMS, la ONU, el FMI y los presidentes de casi todos los países pronuncien el discurso que ellos dictan. Tal vez la idea sea que una sola voz anuncie el futuro, y que después sea reproducida por todas las autoridades formales. Es lógico, el poder no suele cantar en coro. Prefiere que el coro reproduzca las notas que él acaba de cantar.

En estos momentos, la posición del Uruguay se presenta como delicada, porque está haciendo algo más que obedecer tibiamente las restricciones pandémicas y cuestionar el negocio de Bill con la carne sintética.

Está siendo presentado por la CNN como renuente, aunque sea tímida y veladamente, al poder global naciente del que Bill es vocero. Con lo que ello implica.

 

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