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Ciencia, dinero y “poder verde” por Hoenir Sarthou

Ciencia, dinero y “poder verde”  por Hoenir Sarthou
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Daniel Panario, por quien siento alta estima, contestó mi artículo “Todos los fuegos, el fuego” con otro, titulado “Debate: respuesta a Hoenir Sarthou”.

Al  analizar lo escrito por Daniel, descubro que casi no hay tema filosófico, antropológico, científico, político, económico y hasta jurídico que no esté vinculado al debate. De modo que, quien quiera leer lo que sigue como una respuesta a Daniel, puede hacerlo, pero también puede leérselo como lo escribo: una reflexión un poco angustiada sobre temas que me desvelan. Sea como sea, acá va:

CIENCIA: Daniel hace una pintura admirable de la actitud científica, como la de una persona o grupo de personas que buscan verificar racionalmente ciertas hipótesis sobre la realidad mediante la experimentación o la aplicación de “modelos matemáticos validados para el caso”.  Esa imagen modélica presenta varios problemas. En primer lugar, ¿cómo nacen las hipótesis? Demócrito,  filósofo y matemático griego nacido siglos antes que Jesús de Nazaret, sostuvo que todas las sustancias están constituidas por particulas indivisibles que llamó “atomos”. ¿Cómo lo hizo, sin microscopio ni tecnología? ¿Lo inventó, lo imaginó, lo intuyó, lo soñó? La ciencia parece deberle a la imaginación mucho más de lo que admite. El llamado “método científico” comienza al momento de verificar hipótesis, pero las hipótesis nacen en un secreto que la familia científica esconde como antes a un hijo ilegítimo. Mucho después, a mediados del Siglo XX (entre 1947 y 1962), Thomas Kuhn concibió su “Estructura de las revoluciones científicas”. Kuhn sostiene, entre otras cosas, que las comunidades científicas investigan dentro de un “paradigma dominante”, es decir dentro de un marco compartido sobre cómo son las cosas, y que cualquier apartamiento de ese paradigma es resistido y condenado por las comunidades científicas, hasta que se produce una “revolución científica”, en que el paradigma dominante cae y es sustituido por otro. Ya en el Siglo XXI, el modelo del científico decimonónico, el sabio que estudia y experimenta a solas en su propio laboratorio, es impensable. La investigación científica es sofisticada y tan costosa que sólo puede hacerse con grandes fuentes de financiación. ¿Y quiénes financian la investigación? Sí, un poco los Estados y las universidades, pero cada vez más las corporaciones y fundaciones, incluso a través de “donaciones” a los Estados y a las universidades para promover determinadas líneas de investigación.  Huelga decir que el paradigma dominante en la ciencia climática es hoy el del calentamiento global antropogénico (causado por la acción humana). Por eso se destinan enormes fortunas a investigarlo y a difundirlo. Por eso  la ONU lo proclama como interpretación oficial de la realidad. No puedo decir que sea falso ni cierto; digo que es dominante y muy bien financiado.

DINERO: El dinero no existe. Es apenas un símbolo que representa muchas cosas. Puede convertirse en comida, salud, vivienda, seguridad, placer, viajes, información, conocimiento. En pequeñas cantidades, porque en grandes cantidades toma otro nombre. El verdadero nombre del dinero es “poder”. Ese es el nombre por el que Dios (si existiera) lo conocería. Obsérvese a los dueños de las grandes fortunas del mundo. Ninguno de ellos podría gastar su dinero en lo que le resta de vida. No pueden comer, ni viajar, ni comprarse islas o autos, ni apostar en ningún casino lo suficiente como para gastar sus fortunas. Pero trabajan para acrecentarlas. ¿Por qué? Porque dinero y poder son la misma cosa. El dinero produce poder, que produce más dinero, que a su vez produce más poder, y así hasta el infinito. En realidad no acumulan dinero sino poder.  El dinero no sería nada sin el poder que lo acompaña. Sus dueños no podrían ni siquiera conservarlo. El verdadero valor del dinero es su capacidad de permitirle a quien lo controla imponer su voluntad sobre cosas y personas.

PODER: ¿Qué significa que las corporaciones y las grandes fortunas del mundo inviertan mucho dinero en investigación científica? Parece obvio que hay en ello un ejercicio de poder. Determinar qué se investiga y cómo se difunden los resultados es quizá la forma más extrema de poder. Porque define cómo pensamos el mundo quienes no somos científicos. Mi amigo Daniel seguramente alegará que “eso no es ciencia”. De hecho, me consta que él, criticado y denostado durante años por buena parte de la comunidad académica y política, sostuvo que ocurriría con el agua lo que ocurrió (contaminación y cianobacterias). Pero una golondrina no hace verano. La realidad de las ciencias “normales” (tanto las “duras” como las “sociales”) es que investigan en el marco de proyectos aprobados y financiados, directa o indirectamente, por capitales interesados en los resultados.  De alguna manera, el paradigma dominante, o el “programa de investigación” (en términos de Lakatos),  es impuesto a fuerza de financiación.  Hace algunos años, era común oír a los viejos abogados hablar de “La Dignidad e Imparcialidad de la Justicia”. Siempre sentí a esa frase como hipócrita. No porque los abogados defendamos a una parte en forma parcial (ese es nuestro trabajo) sino porque los jueces, que deberían decidir con imparcialidad, también están sometidos a paradigmas teóricos y a presiones nada imparciales.  El problema se extiende a la política. Basta oír cualquier debate entre candidatos para percibir que no discuten sobre temas esenciales del gobierno de la sociedad. Porque esas decisiones no están a su alcance. Se toman afuera, por quienes ejercen el verdadero poder.  Quizá ese cambio de eje del poder, que involucra a la politica, a la economía, al derecho, a la ciencia, a la comunicación y a la cultura, sea el real signo de nuestro tiempo.

¿VERDE?: Daniel acepta que nos movemos en un campo de lucha entre intereses económicos encontrados. Las corporaciones de energías fósiles financian a científicos para desmentir el calentamiento global o negar que tenga causa humana. Eso confirma mi hipótesis: la financiación determina el objeto y el resultado de la investigación. Frente a los científicos “fosiles” se encuentran los científicos “verdes”, que, con otra financiación, anuncian la catástrofe global a menos que cambiemos las fuentes de energía. ¿Unos y otros expresan realmente a intereses encontrados? Veamos uno de los más asombrosos negocios “verdes” de los últimos años: los bonos de emisión de CO2 y otras sustancias contaminantes. A  cada empresa se le asigna cierta cantidad de bonos para la emisión de contaminantes, pero, si emite menos, puede venderle sus bonos sobrantes a otra empresa que contamine más. ¡Maravilloso! Se inventó una nueva mercadería –la emisión de contaminantes.  Un mercado que mueve muchos miles de millones de dólares traficando el derecho a contaminar.  Cuando se les observa a los “verdes” que el negocio genera plata pero no impide la contaminación, responden que el dinero recaudado se invierte en tecnología y fuentes de energía “verdes”. Casualmente,  el negocio en el que están Al Gore, Bill Gates, George Soros, varios bancos ingleses y estadounidenses, empresas suecas y otras corporaciones transnacionales. El círculo vicioso cierra maravillosamente: las empresas fósiles siguen contaminando, pero pagan bonos;  el dinero de los bonos se invierte en tecnologías que venden las empresas “verdes”, a las que, así, les sirve que se siga contaminando.  La cuenta la pagamos todos, en el precio de la energía, de los combustibles y en inversiones públicas en tecnología “verde”.

AMBIENTE: Mucha gente, además de Daniel, concluye que el asunto es elegir entre la energía fósil y la tecnología “verde”, siguiendo la lógica del mal menor. Es muy posible que esa elección se asemeje a optar entre tirarse de un décimo piso de cabeza o parado. Desde hace años, sospecho que el ambientalismo, en estado puro, no es una buena brújula para orientarse en el mundo globalizado. Hay corrientes ambientalistas que son directamente transpersonalistas. Su objeto no es la vida humana sino una endiosada Naturaleza. Esa lógica, llevada a sus últimas consecuencias, concluye que el mundo estaría mejor sin humanos. Lo que seguramente es cierto. Sólo que somos humanos. Y la mayoría de nosotros no tiene especial interés en un universo maravilloso sin humanos.

SIEMPRE EL PODER:  La decisión entre “lo verde” y “lo fósil” resulta engañosa. No es verdad que unos y otros luchen por o contra la naturaleza (si no, vean a Hussein y a Gadafi, eliminados por una alianza de “fósiles” y “verdes”, con complacencia de la ONU). Tampoco creo mucho en conspiraciones planetarias. Veo a gente haciendo negocios con estrategias distintas. Y el producto final de esos negocios es, tras el dinero, el poder y el control. ¿Qué hacer? No me impongan elegir entre Greta, sus corporaciones y bonos “verdes”, o una compañía petrolera; tampoco creo que deba elegir entre Maduro o Bolsonaro. En mi humilde opinión, nuestro problema, el de los “de a pie”, es conquistar o reconquistar el poder de autogobernarnos y el de gobernar democrática y conscientemente nuestro territorio. Nada fácil, por cierto.

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