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Ciencia y adoquines por Hoenir Sarthou

Ciencia y adoquines por Hoenir Sarthou
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Probablemente muchos de ustedes no hayan oído hablar nunca de la Academia Nacional de Medicina.

Para quienes estén en esa situación, les informo que es una institución honoraria creada por ley en el año 1974 (Ley 14.260), cuyos cometidos, según el texto legal, son “exclusivamente científicos” y consisten en: “A) Congregar a las personas más representativas de las ciencias médicas con el fin de intensificar y fomentar el estudio de las mismas, difundir los resultados de sus trabajos en el país y en el extranjero para prestigio de la cultura nacional. B) Asesorar a las instituciones públicas o privadas en todo lo referente a la medicina o ciencias afines. C) Fomentar por todos los medios a su alcance, el culto de la dignidad en el ejercicio profesional y en las actividades científicas de la medicina.

Sin embargo, esa institución académica con fines exclusivamente científicos, emitió el pasado 20 de marzo un comunicado dirigido a la opinión pública “Ante la preocupante evolución de la pandemia de Covid 19”, en el que, con el objetivo declarado de incentivar la vacunación, se incluyen expresiones de carácter extra científico y con fuerte contenido político, que contravienen los fines de la Institución, la colocan en posición de actor político, y resultan agraviantes para muchos uruguayos.

Lo más sorprendente del comunicado es que, en él, la Academia expresamente  “llama al conjunto de la población a desestimar  las consignas emitidas contra la vacunación basadas en teorías conspirativas no racionales o en razonamientos pseudocientíficos y que instan a un comportamiento irresponsable que sólo llevará dolor a la población.”.

Ante todo, una institución científica dedicada a la medicina no debe emitir opiniones sobre ideas o hechos sociales ajenos a la medicina. Tachar como “conspirativa” a una idea cualquiera circulante en la sociedad es un acto totalmente ajeno a la medicina. En el mejor de los casos, la ciencia, o la técnica médica, podrán declarar si una teoría sobre temas sanitarios tiene o no tiene fundamento científico. La expresión “teorías conspirativas” es ajena a la medicina y no es neutra. Es el adoquín retórico que, en el debate político (en el sentido amplio de la palabra “político”), se lanza contra todo el que contradiga a la versión oficial sobre el virus, la pandemia o las vacunas.  Su sola mención en el comunicado extrae a éste del ámbito científico y lo introduce en el debate político, que incluye posturas enfrentadas sobre el origen del virus, así como sobre los motivos y efectos sociales, económicos y políticos de la declaración de pandemia y de la campaña mundial de vacunación. Un terreno que, claramente, está fuera del ámbito de acción de una Academia con fines “exclusivamente científicos”.

Hay algo más que llama la atención. La Academia afirma en el comunicado que las vacunas que Uruguay ha comprado y se están suministrando “tienen los necesarios márgenes de seguridad y eficiencia evaluados desde los organismos internacionales y nacionales competentes”. No me refiero sólo al uso del término “eficiencia”, mucho más ligado a la relación costo-beneficio que a la eficacia del medicamento. Lo  que sorprende es que la Academia afirme que cualquiera de las vacunas tiene “los necesarios márgenes de seguridad y “eficiencia”. ¿Qué quiere decir eso en un texto de una institución científica? ¿Qué sometió a las vacunas a experimentación por parte de científicos de la propia Academia? ¿O que confía en la evaluación de organismos internacionales y nacionales competentes?

La duda no es menor. Porque, si la Academia de Medicina experimentó directamente con la vacuna, estará en conocimiento de su composición, efectos, niveles de eficacia y eventuales riesgos. En ese caso, sería bueno que informara a la población sobre todos esos puntos, ya que el resto de los uruguayos tenemos vedado saber, no sólo la composición y efectos de las vacunas, sino las condiciones bajo las que fueron compradas. (el Poder Ejecutivo impuso reserva sobre toda esa información).

De lo contrario, si la Academia no tuvo la oportunidad de someter las vacunas a estudio y experimentación propios, ¿qué quiere decir cuando afirma que “tienen los necesarios márgenes de seguridad y eficiencia”? ¿Es una declaración de confianza o de fe de la Academia en los organismos internacionales y nacionales competentes, acaso en la OMS y en el MSP?

La fe y la confianza –cualquiera lo sabe- no son fenómenos científicos. Son sentimientos, útiles para que uno crea y acepte lo que una persona o una institución le dice o recomienda. Pero no hay parámetros objetivos para medirlas ni pueden ser impuestas por presión política o técnica. De hecho, no necesitamos a una academia científica para que nos insufle fe.

Muchos uruguayos se han vacunado con entusiasmo. Otros lo han hecho presionados por sus ámbitos de trabajo o resignados ante la idea de que, si no se vacunan, serán parias sociales. Las cifras indican que no pocos uruguayos postergan la vacunación a la espera de ver sus efectos y que otros están decididos a evitarla.

La falta de información sobre las fórmulas y efectos de las vacunas, los alarmantes datos de contagios post vacuna y de países que suspenden la aplicación de una u otra, la declarada insuficiencia de experimentación previa a su aplicación, hacen de la vacunación anti covid uno de los temas más polémicos y difíciles de laudar. Salvo para nuestra Academia Nacional de Medicina, que, sin dar otro dato que “la evaluación de organismos internacionales y nacionales competentes”, se lanza a acusar de “conspirativo” a quien formule dudas o se resista a vacunarse. De ciencia, muy poco, lamentablemente.

Ya que hablamos de ciencia. Debo señalar un hecho que todos los encares pretendidamente científicos del tema “pandemia” pasan por alto.

Hay un individuo que, en una conferencia TED de 2015, vaticinó que vendría una pandemia pavorosa. Ese mismo individuo, a fines de 2019, muy pocos meses antes de que se declarara la pandemia, organizó un ensayo virtual de pandemia global (el “evento 201”), con participación de cerca de 150 de sus socios y expertos en diversas materias conexas. Los videos de las dos cosas están disponibles en You Tube para quien quiera verlos.

Da la casualidad de que ese mismo individuo, también asociado a empresas farmacéuticas chinas, es uno de los principales financiadores de la OMS, el abanderado global de la fabricación y venta de vacunas, y se ha convertido ahora en una especie de profeta oficioso sobre la marcha de la pandemia, su  pronóstico, y sobre las futuras pandemias. Pongan “Bill Gates”, en YouTube o en Google, y podrán verlo profetizar en persona. .

No sé en medicina, pero, en ciencias sociales, y en especial en derecho, un hecho así no puede ser ignorado. Salvo que uno crea en clarividencia o en poderes proféticos, el conocimiento previo y preciso de un hecho mortal supuestamente fortuito suele indicar alguna clase de relación con la ocurrencia del hecho, que, en ese caso, puede no ser tan fortuito.

Ríos de tinta y de saliva han gastado las organizaciones médicas y los medios de prensa internacionales y nacionales para especular sobre el Covid 19. Sorprende que ninguno de ellos haya destinado un minuto a investigar los asombrosos conocimientos de este individuo, y de sus socios, sobre fechas, modalidades y procesos del virus, su plazo de expansión, su finalización, las vacunas a suministrar y la fecha en que estarían disponibles, así como las futuras pandemias que asegura nos afectarán.

Un año llevamos sometidos a la pandemia y a las terribles medidas de supuesta prevención. ¿No es hora ya de investigar sus verdaderas causas? ¿Y el lugar para empezar no debería ser quien o quienes parecen saberlo todo antes de que ocurra?

No pretendo que la Academia Nacional de Medicina se lance a investigar al profeta y vendedor de vacunas, Bill Gates, o a sus “socios” y allegados, Tedros, Fauci, Soros, Rockefeller. Pero creo que debería ser más prudente antes de incluir el adoquín retórico de “teorías conspirativas” para descalificar a quienes dudan de la vacuna y de sus profetas.

Sería una actitud más científica.

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