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Ciencia y Religión ¿qué religión? por Francisco O´Reilly

Ciencia y Religión ¿qué religión?  por Francisco O´Reilly
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Cuando aparece en el discurso público la idea de religión surge casi espontaneamente una sensación de opresión: se asocia al peso de la ley sobre mí, a un conjunto de normas y dogmas absurdos sobre los cuales se espera que dé mi consentimiento. La ciencia sería en este contexto lo contrario:, como contrapartida, se ve a la ciencia como el libre ejercicio de un conocimiento adquirido por la propia conciencia. Pero ¿siempre fue así?, ¿de dónde viene esa idea?, ¿sigue estando presente?

Como advertimos hace una semana, así como la idea de “ciencia” surgió en el siglo XIX, la noción de religión tal como la comprendemos hoy tiene tan solo uno o dos siglos más. Será durante la Ilustración, en la cultura de la post-reforma, que la noción de religión adquirirá la naturaleza de una “cosa”, de un conjunto de normas y enunciados a los que el ser humano se debe suscribir.

El origen del término religión, sin embargo, es mucho más antiguo. La palabra viene del latín religio, termino que se vincula normlamente con la idea de re-ligar, volver a atar. ¿Qué es lo que se debe volver atar? Lo humano que ha sufrido la separación de lo divino. Esta idea la encontramos ya en Cicerón, aunque en su uso coloquial no se reduce solo a lo divino, como afirma san Agustín en la Ciudad de Dios: “La misma palabra «religión» no parece significar con precisión un culto cualquiera, sino el culto de Dios (…). Sin embargo, si nos atenemos al uso del latín en labios de doctos e indoctos, existe la religión del parentesco humano, de la afinidad y de otros lazos de amistad”.

Para los medievales la religiosidad es vista incluso como una virtud, entendiendo la virtud como el ejercicio de una actividad. Las filosofías del período helenístico tenían un tono religioso, en tanto que implicaban un estilo de vida, un ejercicio y forma de relación con el mundo y por ese motivo al cristianismo se le consideró también una filosofía. Pero se puede decir con claridad que la religión no era nunca concebida meramente como un conjunto de normas, que hubiera un contenido de la religión nunca implicaba reducir la religión a ellas.

Será en el contexto de la reforma y las “guerras de religión” que se dieron durante la modernidad cuando se comienza a definir una y otra religión por sus componenete doctrinales. Esto implicó no solo la referencia de la religión como tomar partido por una u otra doctirna, sino también la aparición del término plural religiones. Por ejemplo, la Paz de Amburgo (1555) buscaba resolver los conflictos entre el Sacro Imperio con los príncipes luteranos; así las condiciones del tratado especificaban dos religiones, “la antigua religión y la confesión de Augsburgo (católicos y luteranos)”. Esto no solo implicó una división doctrinal sino también una división territorial por el principio cuius regio, eius religio. Entonces, como advierte Peter Harrison, por primera vez la religión podía ser concebida como un constructo político y legal, y se crearon “pruebas” para comprobar la pertenencia o no de un sujeto a esta o aquella religión.

Este pasaje del singular al plural (religión-religiones) se vió aumentado por el comienzo de la era de los descubrimientos. Las descripciones ya no solo de las religiones monoteistas del Mediterráneo, sino las descubiertas en América y las que se empiezan a profundizar por el vínculo frecuente con oriente. Comenzaron a darse las historia de religiones en las que estas se reducen a la descripción de las mismas siempre se reduce a narraciones que configuran un conjunto de normas que deben ser contrastadas con las de otros para poder ir adquiriendo identidad propia. Poco a poco, la noción de religón como camino de contacto con lo divino se va desdibujado.

Se da también la aparición de lo místico como un fenómeno distinto al religioso, sobre todo porque el místico no habla de normas, sino de experiencias espirituales y queda por fuera de lo que se entiende como religión. En muchos casos, las experiencias espirituales buscan desprenderse del contenido para poder ganar fuerza o potencia. De a poco en el último tiempo ha ganado terreno esta perspectiva y nos encontramos hoy con algunos autores que proponen una “religión sin Dios”.

De este modo, la religión, frente a la ciencia, adquirirá una perspectiva distinta dependiendo del modo en el que sea asumida. Algunos autores, durante el siglo XX, han visto en la religión una expresión de las necesidades existenciales del hombre, por lo cual no habría ningún conflicto posible entre la religión y la ciencia. Otros ven en la religión una visión global y literal del mundo, quienes suscriben a ello ven en la ciencia una amenaza. Finalmente, existe una visión en la que la religión es un componente más del desarrollo vital del hombre y su historia, y entra en relación con la ciencia y con todos los aspectos de lo humano. Esta relación será compleja -como todas las relaciones humanas- y por ello a veces inspirarán mutuamente indiferencias, otras veces colaborarán mutuamente, y otras entrarán en conflicto y se deberán buscar herramientas para comprender el origen del conflicto y sus posibles soluciones.

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