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Consecuencias de una guerra por Ruben Montedonico

Consecuencias de una guerra  por Ruben Montedonico
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La agresión de Rusia a Ucrania -usada como “sándwich” de provocación de la OTAN contra Moscú- no solo trajo aparejados males inherentes a una guerra (muertes de civiles, bajas militares, destrucción -mayoritariamente del invadido- pérdidas materiales) y posible extensión del conflicto. Ocurrió en un área estimada hasta ahora como de no afectación de la población -únicamente habían salido (en general) a la periferia capitalista una parte casi simbólica de fuerzas de países para cohonestar las acciones imperialistas del liderazgo- se ve compelida, sin quererlo, por sobresaltos económicos. El conflicto ucranio-ruso produjo dos situaciones no consideradas al inicio del enfrentamiento.

En lo militar, se descontaba que la tenida como segunda potencia mundial -por su poderío-, al invadir el sur de Ucrania y atacar el resto del país, consolidaría rápidamente sus pretensiones. Muchos pensaban que las tropas de Moscú se impondrían a las de Kiev, dominarían el sur ucranio vecino con la frontera rusa y arrasarían las estructuras del resto de la nación, donde -quizá- hasta llegaran a remover el gobierno. La operación ordenada por Vladímir Putin asemejaba una “bliztkrieg” de la IIGM de cinco o seis semanas contra Polonia o Países Bajos y Francia: algunos sostenían que lo harían en menos tiempo.

Tras sucesivos cambios de dirección militar y ocho meses de marchas y contramarchas, Rusia parece que solo ha asegurado -por el momento- el corrimiento de su frontera; impuso la ley marcial -como en 1941-en las zonas apropiadas y su mando anuncia que la primera región que ocupó, Jerzón, fue evacuada a la izquierda del río Dniéper (para controlar el Canal del Norte que surte de agua a Crimea) ante el avance de las tropas del invadido. Los ucranios recuperan posiciones en su territorio, no solo recibiendo alientos y dinero de la UE y muchos pertrechos experimentales de la OTAN, a la que han pedido ingresar.

Como una confirmación de los tropiezos y torpezas cometidas, el agresor impuso un llamado a filas de reclutas que serán enviados al combate para apuntalar la primera oleada. No hay estadísticas acerca de quienes no desean ser ingresados al ejército e ir a la guerra, pero se podría inferir cuántos son de tomarse en cuenta el número de los que en edad de alistarse se fueron de Rusia.

Si el panorama militar presenta un enfrentamiento sin fin, con avances y retrocesos de las fuerzas en pugna y no hay una iniciativa ineludible que siente a los contendientes a -por lo menos- una mesa de discusión donde se analice un eventual cese el fuego, el panorama económico de la UE sigue siendo complicado, aunque por ahora no contemple el impacto que sobrevino a la cada vez más castigada Rusia.

En primer lugar, teniendo de base cifras admitidas ampliamente, estas sitúan la provisión de petróleo ruso a la comunidad europea occidental en el orden del 40% anual. Por otra parte, también a modo de ejemplo, hay que decir que en el caso italiano el 45% del gas importado para cocina, calefacción e industrias provino de Rusia y en el de Alemania -para los mismos rubros- cubría un 65% de sus necesidades declaradas de importación. Esto nos da una idea más aproximada del valor de los ductos Nord Stream -a través del Báltico (también llamados Gasoductos ruso-alemanes) hoy, teóricamente, exangües.

La situación descrita provoca un repunte de los precios, por ejemplo, del petróleo que pese a algunos pequeños retrocesos en junio y septiembre (dada en particular la producción saudita) ofrecen enormes ganancias a las grandes empresas, aún mayores a las de la industria farmacéutica en la pandemia de Covid. Resulta un tanto paradójico que esas petroleras hagan declaraciones acerca de inversiones en nuevas tecnologías energéticas que entrarían en funciones en -el lejano- 2030, dejando un vacío de 8 años (si les damos crédito) para que algunos lidien con él.

Este aspecto de los problemas económicos es solo uno -no menor- de la crisis en la sancionadora UE, que sigue imponiendo castigos a una de las partes, apoya militar y económico a otro y qu e no ha propuesto ninguna solución viable de paz a los contendientes en conflicto, sin atender a las grandes mayorías a las que permitían vivir en regiones más o menos estables y cuyos ejércitos eran convocados primordialmente para desfiles marciales, nacionalistas y coloridos que exaltaban hechos del pasado, haciéndose ver como custodios de un “progreso venidero”.

Al igual que en el título, coincidimos en identificar a la guerra como causante de los males que aquejan a los pueblos, pero ese es únicamente el principio y no soluciona ninguna penuria. No se trata solamente del incremento de las facturas domésticas de la energía, la reducción de producción, el cierre de pequeñas y medianas empresas, la falta de productos de primera necesidad -como los alimentos-: se ha generado un clima en que los pueblos reclaman un alto al desenfreno inflacionario y a la carestía coexistente. Es obvio que las variaciones en los tipos de interés del Banco Central Europeo (espejo de la Fed estadunidense) desconciertan a los especuladores que no invierten al temer una recesión y le prestan atención a los pronósticos de Kristalina Georgieva (búlgara, ex directora del BIRF) directora-gerente del FMI.
Si alguien supone exageración de nuestra parte, déjenme decirles que hay algunos millones de europeos a los que las agencias noticiosas atribuyen que no solo les resulta cada vez más difícil llegar a fin de mes sino a mediados de mes: “Países como Alemania, que hace unos meses exhibían orgullosamente cifras macroeconómicas, se encaminan hacia la temida recesión casi sin remedio. Todo es caro y escaso y las cuentas ya no cuadran”.
La renuncia de Elizabeth Truss, es el de una modelo “tory” fracasada: sus medidas de bajar los impuestos a los ricos y no subir los salarios fueron insuficientes para enfrentar la crisis. Contiende para ser “premier” conservador -entre otros- Rishi Sunak, ex de economía; Boris Johnson retornó, pero no será candidato, según BBC.

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