Home Reflexion Semanal ¿Conspiraciones, boicot y delirios?
0

¿Conspiraciones, boicot y delirios?

¿Conspiraciones, boicot y delirios?
0

Mucha gente anda muy afectada por la pandemia y surgen teorías de la conspiración y elucubraciones diversas sobre lo que estamos viviendo en el mundo. Para algunos es un invento, un experimento social o un intento de dominación global. Para otros se intenta desacreditar gobiernos por su manejo de la pandemia y para ello se promueve el contagio masivo. ¿El covid 19 es un mito o una cruda realidad? ¿Las vacunas son un sofisticado método de control social? ¿Quién gana con esta situación? ¿Existen grupos tan poderosos que pueden obligar a actuar en su beneficio a los gobiernos del mundo? ¿Somos los seres humanos tan fáciles de engañar? ¿Qué papel juegan los medios de comunicación? ¿Existen kamikazes dispuestos a contagiarse para dañar al gobierno? ¿La comunidad científica es funcional a intereses ocultos? ¿Los negacionistas pueden tener razón? ¿Es comparable la situación actual con la dictadura?

No me gusta que me tomen el pelo por Mario Ferreira

Pero parece ser que hay gente que lo sigue intentando, y no solo a mí si no a una mayoría de personas que tratamos de superar lo que está sucediendo tomando acciones responsables. Es increíble que se mantengan a esta altura de los acontecimientos, viejas teorías conspirativas desgastadas, sesentosas, fuera de moda y panfletarias que algunos personajes, en busca seguramente de algún protagonismo (vaya a saber cuál), intentan impulsar, por suerte con poco éxito.

El problema no es que opinen lo que quieran, si no el efecto que esa opinión tiene en la salud pública tanto física como sicológica.  El riesgo no es que me convenzan, si no que algún despistado (como los que están haciendo que la pandemia avance exponencialmente por no cuidarse) se sienta respaldado y siga armando fiestas clandestinas y se pasee en la feria sin barbijo.

Cuando me dicen que la “libertad es libre”, les respondo que eso es así mientras que el uso de esa libertad no implique avasallar los derechos básicos de los demás. Y la actitud de los “negacionistas” (ellos tienen varios nombres), pone en peligro la salud de mi familia, de mis amigos, la tuya, en resumen, de la sociedad toda. Y con eso no se juega. En mi artículo “Las teorías conspiratorias: más peligrosas que un virus” (Voces No. 715, 15 octubre de 2020), respondo con firmes argumentos los planteos de Hoenir Sarthou, argumentos que no me han sido rebatidos. Por respeto, no opino sobre lo que no sé.  Confío plenamente en los científicos de primer nivel que ha dado nuestra Universidad de la República.  ¿Cómo es posible poner en tela de juicio sus diagnósticos, consejos y datos?

Ahora la emprenden contra la fiabilidad de los test PCR porque a un par de conocidos les dio un “falso positivo”. Si se molestaran en buscar información, verían que la fiabilidad del test es del 95%, es decir, hay un 5% de falsos positivos y falsos negativos que se dan por varias razones, entre ellas, una mala toma de la muestra o una mala manipulación (fuente: https://assets.publishing.service.gov.uk/government).

Un tema crítico del Covid-19 no es tanto la mortalidad si no el estrés que generan en los CTI. De acuerdo a la Sociedad Uruguaya de Medicina Intensiva (SUMI), el 1,8% de los enfermos de Covid-19 requieren CTI y su estadía es muy prolongada. Es decir que a medida que crecen los contagios, mayor es la demanda y el riesgo de colapso (fuente: sumi.uy) Esta situación resta camas a otras patologías. Según los “conspiranoides” ¿será este dato también un invento? Lo que me pregunto es qué hay detrás de estos planteos “anti sistema” que responsabiliza al “imperio” (un tanto indefinible ya que el Covid no distingue ideologías) la invención y desarrollo de esta pandemia.  Por el bien de todos (incluidos ellos), sigamos cuidándonos, por favor.

 

Cuestión de fe por Jana  Rodríguez  Hertz

La pandemia de este 2020 atacó duramente y junto con ella proliferaron las teorías conspirativas: que fue todo un plan para vender vacunas, que hay grupos organizados para distribuir el virus con el fin de perjudicar al gobierno, que la COVID19 es un mito, y muchas más. Hay para todos los gustos y tendencias. Gente muy formada cree en ellas y las disemina. Tanto quienes creen como quienes no creen piensan que los otros son unos ingenuos. ¿Podemos apurarnos a emitir un juicio?

Una teoría conspirativa, como una religión, es un atajo, un intento de poner un orden en una realidad que es tan asustadoramente compleja que se asemeja al caos. Todo es menos cruel si hay alguien responsable cuando ocurre una desgracia, ya sea porque persigue nuestro bien o nuestro mal. Es una forma de lidiar con el dolor. Es llamativo que cuando nos ocurre un hecho afortunado somos menos propensos a buscar un responsable.

Creo que la pregunta principal que tendríamos que hacernos no es cuál teoría adherimos sino en qué se basa lo que creemos. Tal vez descubramos que es mucho más endeble de lo que imaginamos. Creemos que nos basamos en información, pero hay todo tipo de información circulando y mucha de ella es falsa. ¿Con qué criterio la damos por veraz? Bueno, cuando la información es fidedigna. ¿Y cuándo es fidedigna? Cuando la brinda alguien en quien creemos. Caramba.

Descubrí que mucha de la información que daba por cierta no lo era cuando me vine a vivir a China. Me sorprendí leyendo en medios serios noticias como la del crédito social, una inmensa red organizada por el gobierno que nos daba puntaje a todos los residentes para tenernos controlados. Aunque yo misma estaba experimentando que eso era un bolazo, fue inútil que lo contara. Perdí amigos por ello. Estoy segura de que algunos que leen esto creen que estoy mintiendo. Y no voy a hacer nada para convencerlos de otra cosa, porque la gente cree lo que quiere creer.

Uno puede consolarse pensando: siempre tendremos a la ciencia. Pero la ciencia no tiene verdades absolutas como le gusta al público, la ciencia experimenta y se equivoca. En algunos temas acepta varios puntos de vista, a veces contradictorios. Recibe información nueva y cambia lo que creía hasta ayer. Precisamente lo que la mayoría de nosotros no hacemos. ¿Cuántas veces hemos cambiado mucho de idea sobre algo relevante o estructural en los últimos años? Si una nueva información pone en jaque lo que pensamos ¿defendemos nuestro sistema de creencias o lo reconsideramos? Honestamente, ¿cuántas veces lo hemos hecho? Creo que no miento si digo que todos nos creemos poseedores de un razonable sentido crítico, pero esto, aunque parezca mentira, es también una cuestión de fe.

 

La pereza para pensar simplifica la realidad por Miguel Pastorino

 

Como en cada epidemia, catástrofe natural, crisis social o económica, aparecen los “profetas del fin del mundo” avisando que “ya estaba escrito” y que “estos son los signos de que se acerca el fin”, así como también proliferan las teorías conspirativas que traen explicaciones simplistas y reduccionistas para comprender fenómenos complejos que generan una gran incertidumbre, angustia y ansiedad. Es mucho más fácil si todo es parte de un plan, sea de parte de Dios, de los Illuminatti, o de un grupo de magnates. Pero que todo tenga una explicación sencilla da tranquilidad y se construye fácilmente un enemigo identificable. Además, estas teorías ahora pueden amplificarse a través de las redes sociales llegando a un público impensable hace tan solo unas décadas.

A esto se le agregan relatos con teorías extraterrestres, profecías astrológicas, y una conspiración global que incluiría al Vaticano, la Masonería y la OMS.  La inmanejable cantidad de información falsa que circula en las redes sociales, sobre los temas más variados, permite que se llene de contenidos delirantes presentados como la última investigación científica o la revelación de un secreto que “los poderosos del mundo no quieren que se sepa”. Y es que son muy seductoras las teorías conspirativas porque nos simplifican la complejidad de los problemas, ya que siempre hay un enemigo poderoso que tiene un plan detallado que está llevando adelante. No es un fenómeno nuevo, viene desarrollándose hace décadas y se ha vuelto más evidente en la actual crisis generada por la pandemia del Covid19.

Lo más aburrido para los “conspiranoicos” es la realidad, porque es siempre más compleja que las teorías de “buenos y malos” y seguro menos atractiva para explicar, por eso menos creíble cuando escasea el pensamiento crítico. Nadie va a negar la existencia de personas y grupos que se benefician de desgracias ajenas, pero eso no es evidencia de una conspiración mundial de dimensiones apocalípticas.

En el ambiente New Age y sus derivados de pseudoterapias mágicas, son también incontables las personas que predican contra la medicina y que optemos por frenar el virus con ejercicios de meditación y pensamientos positivos, evitando así el contagio “gracias al poder de la mente”. Incluso los que enseñan la teoría pseudocientífica llamada “Ley de atracción”, pretenden que si uno se enferma es porque de alguna manera se buscó la enfermedad, ya que cada uno es quien crea su propia realidad. La desesperación de las personas para protegerse los hace un blanco fácil de los manipuladores de turno que aprovechan la vulnerabilidad de una situación crítica para ofrecer recetas mágicas o incluso tomar productos tóxicos con gran credulidad.

En este tipo de literatura o conferencias se alimenta la desconfianza en los tratamientos médicos, se promueve la desconfianza en las vacunas y se prometen “secretos” que vencen cualquier mal, porque en general enseñan que todos los problemas vienen solamente de nuestros pensamientos, de la falta de fe o de un desequilibrio de nuestro mundo emocional. ¡Así de simple! ¡Así de absurdo! ¿Será que bombardeados por tanta información superflua ya no queda tiempo para pensar con cierto nivel de reflexión y análisis crítico?

 

Fantochada por José Luis Perera

 

Existe un nuevo virus. Algunas personas se contagian (una ínfima minoría); algunas terminan en un centro asistencial; una minoría va a parar a un CTI; y una minoría mucho más pequeña de esas minorías, muere, al igual que con otros tantos virus y enfermedades. Generalmente, los que mueren son personas de edad avanzada que ya tenían otras graves patologías.

En nuestro país el virus está en el último lugar entre las causas de muerte. Por día, se suicidan dos personas, más de setecientas al año, casi diez veces lo que se ha etiquetado como causal por coronavirus, y la cifra aumenta año a año. Por hacer solo una de las comparaciones posibles.

Con estos hechos como base, se ha creado una descabellada y absuda alarma mundial y sembrado el pánico entre la población, que habla de “gente muriendo como moscas”, “cadáveres tirados en las calles”, y cosas de un colorido parecido, como si esa fuese la realidad del mundo hoy. Todo esto por cierto con el apoyo y la complicidad de los grandes medios de comunicación, sin cuyo invalorable apoyo nada de esto sería posible.

Con todo este sancochado, las medidas dispuestas aquí y en todas partes, no podían ser ni más ni menos ridículas (aunque siempre se puede esperar más). Un bozal que no puede ser más patético e inútil (los que más se contagian son el personal de la salud, y trabajan en ambientes ultra desinfectados, con mascarillas de verdad, con mamparas y trajes de astronauta, guantes esterilizados etc), pasando por la suspensión de clases en las escuelas (población infantil en la que el contagio es practicamente nulo) y liceos, separando a los niños en los salones y recreos, mientras la población que sí se puede contagiar viaja en ómnibus atestados; se puede beber en los bares o comer en restaurantes hasta las 12 de la noche. pero no se pueden abrir ni los gimnasios ni clubes deportivos a ninguna hora.

Las enfermedades cardio vasculares son la principal causa de muerte (cien veces más que el virus), y los factores que contribuyen a esta enfermedad son el tabaquismo, la mala alimentación, el sobrepeso, el sedentarismo, la hipertensión, la diabetes, el estrés y el colesterol alto (cosas relacionadas con bares y restaurantes y que no hay problema en seguir haciendo). Las acciones para evitar las enfermedades cardiovasculares pasan por no fumar, evitar el alcohol y alimentarse bien, consumir verduras y frutas, evitar el consumo de grasa y bebidas azucaradas, y se recomienda hacer al menos 150 minutos de ejercicio físico por semana. Sin embargo, se cierran los gimnasios, para combatir un virus que mata cien veces menos. Por si fuera poco, se promueven “burbujas sociales”, la separación de los amigos y las familias, y canalladas parecidas.

Mientras tanto, mucha gente acepta sin más toda esta estupidez como válida ya que surge del fantástico cerebro de “expertos” que están velando por nuestra salud y nuestra vida. Gente que cree que usando un tapabocas es un soldado más en esta guerra mundial contra el bichito, al que se ve como el único enemigo mortal de estos tiempos. Mientras tanto, fuma, chupa, come comida chatarra y aplasta el trasero en un sillón mirando la tele. La parca, a las risas.

 

Peste por Isabel Viana

El hombre sabe de pestes. Son diferentes de las otras enfermedades por su alta capacidad de contagio. Se han extendido de manera imparable y han causado la muerte de poblaciones enteras. Su encare ha implicado tratar de salvar la vida de los enfermos y, tarea primordial, encontrar las maneras de evitar la expansión de los factores de diseminación de la enfermedad.

Tanto como sabemos de pestes, sabemos del miedo, el horror que han causado y que la humanidad memoriza. Muertos insepultos, imposibilidad de ayuda ante el  pánico de contagios, intentos de huida del lugar afectado y muerte en los caminos, niños vivos ante su madre muerta, como muestra el cuadro “La fiebre amarilla” de Blanes que preside el salón del Museo Nacional de Artes Visuales, y no nos deja olvidar que sucedió aquí, en Montevideo.

La humanidad conoce pestes desde hace más de 10.000 años. A la fiebre amarilla ya citada, causada por la picadura del mosquito aedes aegypti infectado, agregamos la peste de Justiniano en Constantinopla, que se llevó el40% de sus habitantes; la peste negra, difundida por ratas, en el S XIV europeo, que bajó la población del continente de 80 a 30 millones de personas; la viruela, que generó mortandades hasta el 30% de las poblaciones afectadas y más aún en la recién conquistada América, para la que afortunadamente hoy tenemos vacuna; varias gripes en el SXX, la española, con 20 a 50 millones de muertos en todo el mundo; la asiática y la de Hong Kong, ambas con un millón de muertos en el mundo; el SIDA, de origen animal y que destruye el sistema inmunológico habilitando la muerte por causa de otras enfermedades y se expandió con gran rapidez, causando alrededor de 25 millones de muertes en todo el mundo.

No se bromea con las pestes. Seguramente generan ingentes ganancias y pérdidas económicas y políticas a actores públicos y privados involucrados. Lo invalorable son las pérdidas en vidas humanas, cuya defensa nos involucra a todos, así como debe involucrarnos irrenunciablemente la minimización de los efectos negativos del fenómeno.

Hoy nos encontramos (la humanidad global, los uruguayos en particular)  en medio de temibles oleadas de avance del COVID 19, virus de altísima contagiosidad. Tenemos todos a disposición dos poderosas herramientas usables para combatir la peste: la responsabilidad y la solidaridad. Es imperativo su empleo socialmente coordinado para evitar que las perdidas, ya enormes, se incrementen imparablemente.

 

Campañas negacionistas por Max Sapolinski

Se vuelve difícil estos días escribir sobre la pandemia que nos aqueja. La incertidumbre sobre su avance nos induce a ser cautos con afirmaciones que pueden cambiar en 24 horas.

Por supuesto que esa misma incertidumbre nos induce como sociedad a tejer todo tipo de teorías conspirativas, tanto en lo concerniente a los orígenes de la pandemia como en cuanto a las inminentes vacunas que se anuncian.

Me rehúso a asociarme a dichas teorías. Mucho menos a las teorías contra las vacunas que se investigan y a las campañas que en especial en algunos países, comienzan a pergeñarse en procura de boicotear la completa inoculación de la población.

Las campañas negacionistas son de uso frecuente en todos los acontecimientos de importancia histórica. Las ha habido negando la llegada del hombre a la luna e incluso en la actualidad se originan aberraciones históricas como negar la propia existencia del Holocausto judío en la segunda guerra mundial.

En lugar de volcar esfuerzos en fortalecer la resiliencia de la población y la educación en el camino a esta nueva normalidad que sobrevendrá, parece que hay actores que en su afán de sentirse en la cúspide de los formadores de opinión optan por desinformar disfrazando sus argumentaciones de defensa de los intereses generales.

Se llega a comparar la situación actual con la dictadura. Liviana aseveración que denota ignorancia sobre los sucesos vividos en nuestro pasado. Si algo podemos asimilar a esas épocas, me permito profetizar por haberlas vivido, será sin duda, el alivio que sentiremos una vez que podamos vencer el flagelo actual con el esfuerzo de todos y por, sobre todo, gracias a la exitosa, que sin duda lo será, gestión de la ciencia.

Si algo debemos agradecer al ingrato hecho de una figura pública que salió a agraviar la tarea, los conocimientos y la integridad de nuestros científicos, es justamente, el repudio unánime que provocó tan desgraciadas declaraciones.

El beneplácito y reconocimiento de todo el espectro nacional a la desinteresada labor de nuestros científicos es uno de los puntos altos que quedarán en el recuerdo de estos días aciagos.

Los mismo es extrapolable a los esfuerzos que se realizan a nivel mundial en procura de alcanzar la anhelada vacuna. Si las teorías conspirativas hubieran tenido éxito en el pasado, seguramente moriríamos a los treinta años víctima de las infecciones, padeceríamos de polio y seríamos rehenes de la biología que no nos permitiría nunca desarrollar una vida plena.

La mejor manera de combatir la plaga es cumplir con nuestras obligaciones adoptando las medidas que las autoridades sanitarias y los científicos recomiendan dejando de lado los delirios conspirativos y esforzándonos en lograr la empatía necesaria que nos permita capear el temporal. Esa es la obligación que se nos impone en esta hora.

El pastorcito mentiroso por Juan Pablo Grandal

El tema de las teorías de la conspiración es un tema muy interesante, y con una complejidad que a veces no salta a simple vista. Es muy fácil ir por el camino de la burla, de escuchar algunos de los relatos más estrafalarios que uno escucha tanto en la vida diaria como (particularmente) en las redes sociales, y tomarlo como una ridiculez difundida por gente desequilibrada y/o ignorante. De esta manera es muy fácil estar de acuerdo cuando se propone (generalmente desde los sectores de poder concentrado y sus representantes) la censura y el control social para evitar que estos discursos se difundan. Quizás esto último es más peligroso aún que la propia desinformación.

Pensemos en varios ejemplos en que los medios “oficiales” y bien vistos han sido cómplices y/o han difundido mentiras aberrantes, con consecuencias deplorables para cientos de miles o millones de personas. Pensemos en los momentos previos a la Guerra de Iraq, ¿qué medio hegemónico no difundió la brutal mentira de que Iraq poseía armas de destrucción masiva y Saddam Hussein estaba dispuesto a usarlas contra los Estados Unidos? Busquen en el archivo del New York Times o la CNN, los resultados los sorprenderán. También les sorprenderá los términos que generalmente se utilizaban para silenciar a quienes cuestionaban la versión oficial: conspiranoico, loco, irresponsable. Bueno, pues hoy sabemos que la versión oficial era mentira, una mentira al servicio del poder real, que terminó con varios cientos de miles civiles iraquíes muertos, además de miles de soldados estadounidenses e iraquíes, y un país desolado que terminó convirtiéndose en un centro de al-Qaeda y dio origen al Estado Islámico.

¿Qué quiero decir con esto? Que hay que tener mucho cuidado cuando se busca silenciar críticas a versiones oficiales que aparentan ser incuestionables. Yo no quiero decir que la gente que se refiere a la pandemia como una “plandemia”, que no cree que se deba tomar medida alguna para afrontar la pandemia, o que la ve como parte de un plan maligno de algún cabal siniestro, tengan razón, o que haya que escuchar sus argumentos con seriedad. Obviamente no. Pero habiendo dicho esto, tomar como verdad absoluta todo lo que nos llega de organizaciones internacionales como la Organización Mundial de la Salud, tampoco es un ejemplo de racionalidad y sensatez. Esta organización específicamente ha tomado posiciones absolutamente contradictorias a lo largo del tiempo, lo cual no da una imagen de servicio ni de profesionalismo, más bien de incompetencia y/o mala fe. No digo que efectivamente sea cierto, pero de ninguna manera se puede culpar a quienes desconfían y tratarlos de estúpidos o ignorantes.

La verdad es que hay muchas cuestiones que no sabemos. No sabemos realmente sobre la efectividad de las vacunas contra la COVID-19 o los efectos secundarios que puedan tener. ¿Esto justifica la especulación sin pruebas? No. Pero, ¿debemos confiar ciegamente en su efectividad como se nos pide? Tampoco. ¿Es la desinformación rampante en redes sociales un problema? Sin duda. ¿Es este problema real utilizado por las grandes multinacionales de las telecomunicaciones y el poder económico concentrado para generar un relato único e impedir su cuestionamiento en el ágora contemporáneo que son las redes sociales? Absolutamente. Muchos hechos relacionados a procesos de importancia para la humanidad como la actual pandemia generalmente no son conocidos hasta tiempo después. En 1964 el “incidente en el Golfo de Tonkin”, una confrontación entre fuerzas navales de los EEUU y de Vietnam del Norte, fue utilizado para aumentar masivamente las fuerzas norteamericanas en el país asiático. Años después con la publicación de los Papeles del Pentágono, se demostró que la confrontación fue enteramente fabricada, como excusa a utilizar ante el público estadounidense para justificar la escalada militar en Vietnam. En los años 2000, documentos desclasificados echaron aún más luz en este asunto. Se maneja que en este conflicto murieron entre 1 millón y 4 millones de personas. ¿Algún medio hegemónico cuestionó la versión oficial en su día? No.

Muchas cosas se sabrán con el paso del tiempo. No sé mucho de medicina, por lo que cuando escucho a autoridades en la materia tiendo a creerles. No tiendo a creer mucho en las organizaciones internacionales ni los medios afines a las grandes potencias. Es la historia del pastorcito mentiroso. Quizás aquí tengan toda la razón. Pero de tanto haber mentido, y con mentiras tan dañinas y con consecuencias tan nefastas, van a tener que hacer un gran esfuerzo para ganarse mi confianza y la de muchos más. Mientras tanto, tomemos las medidas necesarias para evitar la difusión del virus y ayudar a la gente cuyas vidas han sido más gravemente afectadas por la situación económica. Pero también, que esté claro, que difundir teorías de la conspiración alocadas es tan absurdo como confiar ciegamente en las organizaciones internacionales.

 

¿Conspiravirus? Por Rodrigo da Oliveira

 

Adeptos tienen las teorías fantabulosas acerca de dominio varios, reptilianos, masones y demás opciones de control de la humanidad. Muchos, variados, más o menos informados, muy o poco participativos; eso sí, pródigos en suposiciones varias y a cuál más pseudo documentada.

La realidad es que nada de esto es nuevo y aunque la era de la información nos envuelve, de tanto que nos envuelve nos ahoga y, demasiadas veces, no nos permite visualizar la realidad. Intentos de control, colonialismo visible y no tanto, desarrollo de nuevas maneras de expolio al más débil y similares, van de la mano de la existencia del ser humano sobre la Tierra.

¿Será este un experimento acerca de cómo controlar de una manera más efectiva a la población mundial? ¿Será una forma de probar nuevas maneras de sometimiento social?

El advenimiento de esta nueva pandemia puso sobre la mesa toda una serie de elucubraciones al respecto, que con algún viso de veracidad y un mucho de visión conspirativa, ha llevado a otra polarización de posiciones (como si nos hiciera falta una más).

Que prevalecimiento de los nuevos órdenes mundiales o una peste nueva, simplemente. Que si el imperialismo chino, una nueva forma de las históricas guerras de dominio o las sectas económicas agazapadas en las sombras, haciendo lo suyo. O todo ello junto.

Lo expuesto vale tanto a nivel mundial como a nivel local: acá la discusión pasa por si el gobierno ha utilizado el Covid para pasar sus leyes casi sin oposición posible o si la actual fuerza fuera de la administración utiliza la pandemia como recurso político para socavar la credibilidad de la coalición multicolor.

Todo parece servir para acarrear agua para el molino propio, mientras la única realidad es que, desde hace dos meses a esta parte, el Covid nos hincó el diente y dio por tierra con todo lo sostenido desde marzo, en materia sanitaria.

Poco importa el origen o los intereses detrás del mismo. A hoy, lo único que cuenta es que tenemos cuarenta mil personas en aislamiento, se comenzaron a postergar cirugías, el personal de salud está saturado, cansado y afectado y las cifras de pacientes en CTI se duplicó en pocos días. El resto será materia para luego.

El sistema de salud comienza a deteriorarse, la economía cruje por todas partes, la temporada de verano muestra un casi seguro colapso generalizado y los más afectados son los de siempre, los que menos cintura económica tienen, aunque están lejos de ser los únicos.

Todo el sector servicios se ve afectado de una u otra manera, llevando a que los puestos de trabajo se resientan y los números de ocupación se vean camino a una caída generalizada. Trabajadores independientes, autónomos o por cuenta propia están especialmente golpeados por la crisis económica. Claro está que mucho peor puede tornarse si la situación sanitaria empeora a niveles fuera de control y eso parece no importarle a mucha gente.

¿Qué es lo que hace que no se visualice la amenaza de un descontrol en lo sanitario?

Porqué alguno (mucha) gente parece no tomar en cuenta ya no lo que dice el gobierno, sino lo que sostiene un grupo de científicos reconocidos internacionalmente, que hoy forman el Grupo Asesor Científico Honorario.

Se escucha hablar de una gripe, de los muertos de siempre, de las libertades…

¿No vimos todos, las imágenes de España, Italia, EEUU, trasladando sus muertos en camiones? ¿O de Alemania hoy mismo con su Canciller al borde de las lágrimas y apelando al compromiso social de no dejar a nadie atrás?

Sólo eso necesitamos acá, compromiso. De todos y de cada uno, hoy. Mañana será tarde.

 

 

Crisis sanitaria y Covid-19; un país a la deriva por Lucía Siola

 

La crisis sanitaria creada por la pandemia de COVID-19 se ha agudizado en el último mes, al punto que el aumento en los contagios ya asciende los 400 casos por día, y ha alcanzado el numero de 98 fallecidos a causa de la enfermedad.

Se trata del punto más alto de propagación del virus, luego de diez meses de que se detectara el primer caso y se decretara la emergencia sanitaria.

La situación actual expresa la desidia y la falta de una estrategia gubernamental para hacer frente a la pandemia. La política del gobierno del lobby empresarial ha sido criminal, su principal preocupación fue mantener la rueda de la economía en funcionamiento, y poner en marcha el ajuste fiscal. Lejos de priorizar una fuerte inversión en la salud pública y en el área científica, realizó recortes presupuestales. ¿Cómo se preparó el gobierno para un eventual pico de contagios? ¿Cuántas centros hospitalarios y camas nuevas de CTI abrió en estos diez meses? ¿Cuántos respiradores y materiales sanitarios adquirió? ¿Por qué no promovió el testeo masivo en los barrios? La responsabilidad que tanto el gobierno como la oposición colocan en la población, es un intento de desviar las responsabilidades políticas, y la falta de un plan de conjunto con recursos extraordinarios para hacer frente a la crisis sanitaria. El discurso que a través de los medios difunden, de control, responsabilidad y persecución sobre la población, ha desatado el miedo y la paranoia en importantes sectores de la población, que denuncian y justifican incluso la represión por “aglomeraciones”.

El FA por su parte exige (como hizo antes), medidas más “duras” de confinamiento y/o cuarentena obligatoria como si el encierro de la población no generara otros problemas de salud, tanto físicos como mentales (en un país donde una de las principales causas de muerte lo constituye el suicidio), o como si gran parte de la población contara con las condiciones materiales para hacerla efectiva. Por otro, lado ya ha quedado comprobado a partir de las experiencias de otros países que la cuarentena general por sí sola no detiene la expansión del virus, sino que sirve como medida para enlentecerlo y de esa forma afrontar mejor la epidemia. Ahora bien, si ella – como ha sucedido- no se complementa con una fuerte inversión y reorganización en materia de atención hospitalaria, la cuarentena general sólo adquiere un carácter de confinamiento represivo, que incluso la mayoría de los trabajadores que viven al día, no pueden realizar.

La compra de la vacuna que el gobierno gestiona (en una proporción ínfima respecto a la cantidad de población) es al parecer eficiente para una sola cepa de COVID -19, por lo tanto, está lejos de ser una solución efectiva. Pero, además, en este punto la investigación científica se ha transformado en una carrera mundial por el lucro, lejos de una colaboración global para terminar con la expansión del virus.

 

De conjunto, la pandemia ha revelado que la lógica capitalista se vuelve incompatible con la satisfacción de las necesidades elementales, en este caso, con la defensa de la salud y la vida. Los trabajadores y trabajadoras debemos discutir nuestra propia salida a la catástrofe que nos amenaza. Es preciso abrir una deliberación en las organizaciones obreras para elaborar un programa propio.

 

POR MÁS PERIODISMO, APOYÁ VOCES

Nunca negamos nuestra línea editorial, pero tenemos un dogma: la absoluta amplitud para publicar a todos los que piensan diferente. Mantuvimos la independencia de partidos o gobiernos y nunca respondimos a intereses corporativos de ningún tipo de ideología. Hablemos claro, como siempre: necesitamos ayuda para sobrevivir.

Todas las semanas imprimimos 2500 ejemplares y vamos colgando en nuestra web todas las notas que son de libre acceso sin límite. Decenas de miles, nos leen en forma digital cada semana. No vamos a hacer suscripciones ni restringir nuestros contenidos.

Pensamos que el periodismo igual que la libertad, debe ser libre. Y es por eso que lanzamos una campaña de apoyo financiero y esperamos tu aporte solidario.
Si alguna vez te hicimos pensar con una nota, apoyá a VOCES.
Si muchas veces te enojaste con una opinión, apoyá a VOCES.
Si en alguna ocasión te encantó una entrevista, apoyá a VOCES.
Si encontraste algo novedoso en nuestras páginas, apoyá a VOCES
Si creés que la información confiable y el debate de ideas son fundamentales para tener una democracia plena, contá con VOCES.

Sin ti, no es posible el periodismo independiente; contamos contigo. Conozca aquí las opciones de apoyo.

//pagead2.googlesyndication.com/pagead/js/adsbygoogle.js
Semanario Voces Simplemente Voces. Nos interesa el debate de ideas. Ser capaces de generar nuevas líneas de pensamiento para perfeccionar la democracia uruguaya. Somos intransigentes defensores de la libertad de expresión y opinión. No tememos la lucha ideológica, por el contrario nos motiva a aprender más, a estudiar más y a no considerarnos dueños de la verdad.