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Costa Rica: sin izquierda y entre Alvarados por Ruben Montedónico

Costa Rica: sin izquierda y entre Alvarados por Ruben Montedónico
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In memorian: Bujari Uld Ahmed Uld Berical-la, polisario, diplomático y hermano saharaui

Carlos Alvarado será el cuadragésimo octavo presidente de Costa Rica, de acuerdo con guarismos que le dieron 60.66% en la segunda vuelta electoral, con lo cual demostró lo poco que las encuestas aciertan en América: indicaban una competencia cerrada -alternando triunfadores-, “empate técnico” , siendo que el electo ganó con más de 20% de ventaja global, habiendo resultado amplio triunfador en cinco provincias -San José, Alajuela, Cartago, Heredia y Guanacaste- de las siete (con Limón y Puntarenas) en que se divide político-administrativamente el país.

En ocasión de esta segunda vuelta, el ganador formalizó alianzas en un gran espectro político y se allegó los apoyos desde la llamada izquierda, el Frente Amplio (FA), pasando por el tradicional Liberación Nacional (PLN) que tuvo como candidato presidencial en primera vuelta a Antonio Álvarez Desanti, hasta Rodolfo Piza, que lo fue por la derechista Unidad Social Cristiana (PUSC).

Con sus 38 años -extremadamente joven si se tiene en consideración la edad de los mandatarios del continente-, este ex cantante de rock, que incursionó en el periodismo, con un máster en Ciencias Políticas por la Universidad de Costa Rica, ministro de dos carteras del actual gobierno -Desarrollo Humano e Inclusión Social en 2014/2016- y Trabajo y Seguridad Social en 2016/2017, puesto que dejó para iniciar su campaña- fue proclamado triunfador por el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) al derrotar al ultraderechista y predicador neopentecostal Fabricio Alvarado (con decidido discurso contrario al matrimonio igualitario), quien partía en la mayoría de los sondeos de opinión (siete) con ventaja de hasta dos puntos porcentuales. El cambio presidencial ocurrirá en San José el próximo 8 de mayo y Carlos Alvarado ocupará el lugar que hoy tiene Luis Guillermo Solís. 

 

Tras ser conocidos los resultados y la proclama del TSE, el fundador del PAC, Ottón Solís, celebró y reconoció una “deuda”: “El país nos dio un cheque en blanco lleno de posibilidades: nosotros despilfarramos parte de ese cheque. Esto es una segunda oportunidad y una advertencia y no podemos fallar de ninguna manera”.

La sorpresa no sólo estuvo constituida porque Carlos Alvarado triunfara con abultado margen sobre su contrincante sino, también, debido al hecho de que por primera vez en un balotaje concurrieron más votantes que en primera instancia -aunque no tuviese gran significancia la diferencia de 1%- observando que el hecho se produjo en un tiempo de asueto general (Semana Santa) de descanso laboral y turismo. Un elemento llamativo lo fue el gran tiempo que medió -59 días, casi dos meses- entre una y otra convocatoria comicial.

La actividad inmediata y urgente del electo será reunir apoyo legislativo suficiente en un Congreso unicameral de 57 integrantes en los que sólo contará su partido, Acción Ciudadana (PAC) -actual gobierno- con 10 representantes (17,5%) por lo que, además de que el PAC perdió tres asientos, le faltarán 19 para alcanzar la cifra de 29 necesaria para el mínimo necesario de gobernabilidad.

El presidente Alvarado estará secundado por la vice Epsy Campbell Barr, de 54 años, primera mujer negra en ese cargo, quien eslicenciada en Economía y Administración de Negocios por la Universidad de Costa Rica- con maestría en Ciencias Políticas- y dilatada experiencia en las defensas de los derechos de género y la colectividad afrodescendiente. Si tomamos una declaración suya de 2012 como presentación, ésta rezaría “Soy negra. Ser afrodescendiente es mi identidad cultural y soy ciudadana del mundo por derecho propio”.

Ante este decisivo 1º. de abril, el perfil de uno de los contendientes de claro cuño religioso y carácter fundamentalista, según el cual en su eventual mandato se apoyaría en él, Rodolfo Cortés Calderón señaló como previo que “no estamos en contra de las religiones, ni de la fe, ni de sus seguidores”, pero agregó que “Está bien si se anhela la fe, pero nunca el fundamentalismo religioso dirigido por sectas metidas en la política”. Las expresiones anteriores se entienden si pensamos que para este balotaje se pretendió presentar la compulsa como un enfrentamiento interreligioso de católicos (así se declara la mayoría de la población tica) y protestantes neopentecostales (en crecimiento), haciendo -de tal forma- de lado lo que cada candidato representaba como proyecto político de guía y dirección del Estado por los siguientes cuatro años.

Sobre esto, una opinión que merece ser tomada en cuenta es la que ofreció el director regional de IDEA, Daniel Zovatto: “El mal menor (triunfo de Carlos Alvarado) le ganó al mal mayor: el temor al fanatismo religioso de Fabricio Alvarado”. Luego declaró: “Fabricio fue la amenaza, pero la verdadera amenaza es ahora el déficit fiscal, el aumento de la violencia y el desempleo estructural”. El ganador de la contienda prometió modernizar al país, pidió ayuda de los partidos para atender el déficit fiscal cuando se refirió que éste “amenaza la sostenibilidad de las políticas públicas”. Habrá que ver dentro del espectro de posibles colaboradores presidenciales cuáles serán las pretensiones que le manifestarán como contrapartida los partidos y si las mismas serán aceptadas.

Sin embargo, la concepción de una confrontación, ajena de su imaginario para algunos, está presente en otros que -de todas formas- le exigirán al futuro régimen que defienda “valores cristianos” proyectados en las acciones de gobierno desde sus idealidades confesionales, aunque las cuestiones relativas a la religión no ocupen todos los espacios de la gestión.

Desde otro ángulo, se observa que a partir que desaparece la efímera Coalición Pueblo Unido, tras un lejano 1978, hundida en sus discrepancias ideológicas, al dejar libre los espacios para el tránsito de diversos modelos conducidos por las derechas se dio cabida para su crisis -reflejada electoralmente-  que abrió el paso a significativos proyectos acordes con las pretensiones imperiales para la región.

Así transcurrieron diversos gobiernos que marcaron el devenir centroamericano, desde los tiempos de la agresión antisandinista al gusto de los “reaganomics”, pasando por formatos que alentaban el mantenimiento de los conservadurismos estatales que intentaban sostener modelos de represión, hasta las adopciones y adaptaciones actuales al neoliberalismo, con mayor y creciente presencia política y policial-militar estadunidense. Se destacaron desde Costa Rica ejemplos personales de aplicación de estas medidas en los casos paradigmáticos del pro-sionista Luis Alberto Monge Álvarez o el infatuado Óscar Arias.

Ese terreno, que ahora abonó la aparición de los dos Alvarado y que se permite la “renovación” política -con la desaparición o disminución de expresiones de organizaciones tradicionales socialdemócrata y socialcristiana- tiene que ver con la inexistencia en el campo popular de organizaciones capaces de resultar atractivas para sectores permanentemente postergados.

Las crisis y divisiones en el campo popular posteriores a 1978 impidieron la concatenación de los sectores populares frente a los distintos momentos críticos en que surgieron algunos movimientos sociales que no tuvieron de dónde asirse para resistir el andar de los modelos de dominación de cada circunstancia y enfrentar las crisis que sobrevinieron y les cayeron. Por lo tanto, cuando se menciona y se pone como ejemplo de democracia a Costa Rica, se concluye que lo que aparentó ser hace unas décadas, ya no lo es: desaparecieron aquellas amplias capas medias junto con el Estado de Bienestar. La otra, la democracia que nace del ejercicio del pueblo y de los trabajadores, no llegó a madurar y tener una expresión política propia.

 

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