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Covid Arena: ¿Necesidad o despilfarro?

Covid Arena: ¿Necesidad o despilfarro?
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Trascendió que el arquitecto Martín Gómez Platero presentó un proyecto para hacer un memorial del covid en la zona del Buceo. La iniciativa privada contaría con el beneplácito de las autoridades del gobierno ya que diversas empresas aportarían la suma de un millón trescientos mil dólares para su construcción. Es decir que en primera instancia no saldría nada de las arcas del Estado. ¿Tiene sentido realizar esta obra en este momento? ¿No encuentran las empresas privadas un destino más productivo para su dinero? ¿Es un monumento al ego de un arquitecto que sueña con dejar su impronta en una plaza de la capital? ¿No resulta frívolo gastar ese dinero en un memorial con tantas necesidades no resueltas de mucha gente? ¿Recordamos algo que está vivo en el presente? ¿Se debe ceder espacio público para una iniciativa de estas características?

 

No es oportuna por Facundo de Souza

Entiendo que frente a esta propuesta mencionada no debe caber una reflexión arquitectónica ni urbana

Simplemente lo que invalida una propuesta de este tipo es la Oportunidad. No es oportuna. Es festejar antes de tiempo.

La circunstancia que motiva este Memorial está muy presente, viva, aquí y ahora.

Siendo que estamos lejos de tener la distancia histórica para abstraernos de la pandemia siendo también que estamos bien lejos desde el punto de vista de los recursos, parece sensato dejar la iniciativa para más adelante y focalizarla hacia objetivos más oportunos.

 

Resulta frívolo gastar ese dineral por Andrés Nogués

Luego de cientos de «me gusta», muchos «me encanta”, montones de «me divierte» y ningún «me enoja» (¿🤔?); muchos comentarios halagüeños, algunos hilarantes, cientos de veces compartido incluso por desconocidos y muchas solicitudes de amistad a raíz de la publicación, me puse a pensar el poder que tiene la gráfica, el dibujo propiamente dicho, y eso, luego de un comentario de mi pareja sobre “la olla popular” (la idea disparadora), lo logré solamente invirtiendo una hoja de mi block de dibujo, algunos trazos de grafito a mano alzada y unos 10 minutos de mi tiempo, un veterano docente de Representación (la vieja Expresión Gráfica) de la muy querida Facultad de Arquitectura Diseño y Urbanismo que siempre dije es mi segunda casa, desde hace ya 42 años. Entonces la propuesta de GPA pasó a ser la “hornalla” donde se cocinaría la gran “Olla Popular”.

Revisando los comentarios a mi publicación, un amigo propuso un “Wok” por la cercanía con el coreano azul haciendo la reverencia, y otro, una “paellera popular”, por la cercanía a los mariscos del Puertito del Buceo.

Al contrario, el estudio GPA con todo su poder, con toda su parafernalia mediática, con publicaciones a nivel local, nacional e internacional, publicaciones en inglés (traductor mediante), no se sabe cuántas horas de desarrollo de la “idea” (apunto que deben de haber sido pocas), no sé cuantos cientos de horas de dibujante (con sus respectivos aportes a BPS) de CAD, BIM, Photoshop, InDesign, Twinmotion (todo con sus respectivas licencias originales, me imagino) y otras yerbas digitalescas (ah, y algunos croquis a mano alzada, por cierto) hablando con un colega, deben de haber invertido más de 5 cifras en dólares en su publicación, mejor llamémosle “marketing” o “mercadeo” en nuestro hermoso idioma español, supongo que, “para no tener el estudio parado mirando el techo” como dijera otro colega, “inventaron” ese bolazo como para generar noticia, ya que la clientela inversora debe estar un poco retraída con la pandemia.

Pero acá me parece que es así la cosa, al dicho «Dios le da pan a quien no tiene dientes», yo hace muchos años le hice una variante absolutamente personal y realista «Dios le da dientes a quien no tiene pan»®️ y se puede sustituir perfectamente talento por dientes y trabajo por pan, y creo que calza perfecto.

Luego de este “desahogo” voy a responder unas preguntas que me hicieron desde Voces tipo entrevista

¿Tiene sentido realizar esta obra en este momento?

La verdad que creo que no es el momento apropiado, ya que todavía estamos en plena pandemia y no sabemos aún en que va a terminar esto.

¿No encuentran las empresas privadas un destino más productivo para su dinero?

Creo que la recesión y la falta de oportunidades arrastradas por la pandemia hace pensar a los inversores en “por lo menos mantener las cuadrillas”, hay empresas que trabajan solo para pagar el IVA…

¿Es un monumento al ego de un arquitecto que sueña con dejar su impronta en una plaza de la capital?

A Martín Gómez lo conocí como estudiante en el taller en Facultad, (muy probablemente no me recuerde) el Platero se le pegó después, supongo que para mantener la firma de su padre, Don Guillermo Gómez Platero, un Señor arquitecto.
Pero no sé si lo de él es EGO, me suena más a EGOísmo, ya que de ser necesario hacer un memorial a este problema mundial, creo que debería haber un llamado público a concurso de proyectos y estoy seguro que se lograría algo con nivel de excelencia avalado por la Sociedad de Arquitectos del Uruguay. Me acuerdo cuando hace muchos años en mi viaje de estudios de la Facultad, al llegar a la Universidad de Salamanca, en el umbral, grabado en piedra se leía «Lo que natura non da, Salamanca non presta», acá, parafraseando, es al revés «Lo que natura non da, el dinero nos lo presta»

Además, me pregunto: ¿la ubicación, quien determinó que fuera ahí? ¿Es el mejor lugar? Me recuerda a la errónea elección de la ubicación de la Terminal Tres Cruces, tan criticada por expertos en el tema como el Arq. Mariano Arana

¿No resulta frívolo gastar ese dinero en un memorial con tantas necesidades no resueltas de mucha gente?

Obviamente que me resulta frívolo, superficial, baladí gastar ese dineral en un memorial y en este momento. Memorial, viene de memoria, que es “la imagen o conjunto de imágenes de hechos o situaciones pasados que quedan en la mente”…
“hechos o situaciones pasados” todavía no ha “pasado” la pandemia

¿Recordamos algo que está vivo en el presente?

Creo que cuando se recuerda a algo, mejor a alguien que esté vivo, se trata de un homenaje, y no creo sea el momento de homenajear al coronavirus

¿Se debe ceder espacio público para una iniciativa de estas características?

Es posible, siempre que se considere de necesidad pública y no del capricho de unos pocos, con la anuencia y el patrocinio de otros más pocos.

 

Monumentos por Isabel Viana

Sin duda hay argumentos éticos, estéticos, ambientales, urbanísticos, de oportunidad y de estilo que hacen poco deseable la iniciativa. Sólo me referiré a algunos aspectos estéticos y urbanísticos.

Monumento no es cualquier objeto que se coloca en espacios naturales o construidos. No son monumentos los edificios de la ciudad o los cientos de estatuas que pueblan los cementerios.

La condición de monumento no se decreta: es consagrada por las sociedades que hacen de ellos indicadores de su identidad. No necesariamente responden a memorias o celebraciones. Su sola funcionalidad histórica o actual puede otorgarles categoría monumental. El tiempo puede cargar de significado a un objeto construido. La continuidad temporal de la valoración por una comunidad, refuerza su capacidad simbólica para representarla, como sucede con las Pirámides, la torre Eiffel, el río Ganges o la Estatua de la Libertad.

El contenido simbólico puede cambiar: antiguas estatuas religiosas pueden pasar a valer por su calidad artística, perdiendo o no su representatividad confesional. Un puente puede adquirir significado social por los suspiros de quienes por él pasaron.

La asociación de sitios naturales valiosos con instalaciones humanas notables, o que habilitan usos distinguidos para una comunidad, los potencia como tales. Esconder lo natural bajo volúmenes construidos los empobrece.

El país posee una conformación natural hermosa, en la que desatacan sus costas.  Se ha pedido la inclusión de la Rambla de Montevideo el listado de monumentos de UNESCO. Es el gran espacio abierto de la ciudad, la comunidad la usa y es una icónica área privilegiada de apropiación visual de la interfase con el Río de la Plata.

No creo que el objeto que se propone instalar en el Buceo represente un sentir de Montevideo o de la Nación. Se lo presenta publicitariamente como “… el Primer Memorial Mundial a la Pandemia”, como si se tratara de sacarle ventaja a otros.

Por suerte, pero mucho más que por suerte, por una muy adecuada guía del gobierno y una conducta notable de los ciudadanos, el Covid 19 no ha sido una tragedia nacional.  Ha sido un desafío difícil, aún muy difícil para quienes perdieron personas queridas o su lugar en la economía, pero no ha convocado a la emoción colectiva, como para que se genere la necesidad de que esos sentimientos se materialicen en un monumento. Si es un Memorial, debe expresar la carga de memoria de los habitantes del lugar donde se ubica. Montevideo no debe ser una “Ciudad sin Memoria” ni puede haber memoria sin hechos memorables.

El espacio costero del Buceo está intervenido por la presencia del puerto deportivo de la ciudad, sus muelles y las construcciones próximas, validado por el principio de que lo único edificable en la costa son los imprescindibles puertos.

La construcción propuesta irrumpiría en un rico espacio acotado, caracterizado por el diálogo aún armonioso de la valiosa pequeña escala del lugar y las edificaciones históricas y modernas. No enriquecería el lugar: lo recargaría.

Distorsionaría, además, la continuidad espacial de la Rambla y la relación ciudad-espacio marítimo: al cortar las visuales de lejanía hacia el Este y tensionar la continuidad perceptual del ilimitado horizonte marítimo.

Son demasiado frecuentes las manifestaciones de “horror al vacío”, que mostramos al implantar en cada placita un busto, una estela o un ajeno androide de color celeste; o en cada superficie libre, los tolerados grafitis, mal reconocidos como “pinturas” y nunca conservados. Son acciones que van transformando a Montevideo en una ciudad fea, incomprensible, “adornada” con restos perecederos de incultura.

Reconocer y poner en valor lo que tenemos (de lo que somos responsables), es una tarea de cuidado y de actos cotidianos de conservación de la calidad. La acumulación de señales y símbolos ajenos y poco inteligibles, no contribuye a tener una ciudad mejor ni apropiable por sus habitantes.

 

La cosa esa por Leo Pintos

Descartada la participación material del Estado en el proyecto, solo queda abordar este tema desde los puntos de vista ético y estético. Porque quien crea que el Memorial por la lucha y las víctimas del Covid19 es un recordatorio del sufrimiento causado por la enfermedad, se equivoca. Nadie afectado por el dolor y la angustia piensa en semejante obra en plena pandemia, algo así como peinarse mientras el avión cae en picada. La propuesta ni siquiera puede catalogarse de ego desmedido, simplemente interés comercial. Parece difícil comprender una razón plausible que justifique este “homenaje” traído de los pelos. ¿Por qué un memorial a las víctimas de una enfermedad menos letal que otras tantas, y de las que todos tenemos bajas cercanas o seremos una de ellas, como el cáncer o la depresión? ¿Por qué no un memorial por el cuarto de millón de muertos del tsunami del 2004 o los trescientos mil del terremoto en Haití? No se me ocurre otra explicación que otra sobreactuada reacción ante la ridícula cobertura mediática de esta pandemia, basada en el conteo permanente de muertos y la reiterada referencia a los caídos que lucharon contra la enfermedad.

A lo largo de la historia el ser humano siempre ha tenido la necesidad de hacer una construcción mítica de la realidad, y esto hoy se vuelve más necesario como forma de cohesión en un mundo que ha perdido sus lazos. He aquí la explicación para que el gobierno se involucre de una u otra manera en el proyecto. Y tengo bien claro que cualquier otro gobierno se hubiese sumado, incluso con un mayor nivel de involucramiento. Necesitamos culpables, necesitamos miedos y necesitamos héroes que nos protejan. Es por ello que la política siempre estará por encima de lo jurídico, lo humanitario y lo sanitario, y más lejos aún de la realidad.

El «monumento» parece ridículo desde el punto de vista conceptual y arquitectónico, y la justificación dada por el arquitecto Gómez Platero se parece mucho a un homenaje involuntario a Cantinflas.

No parece serio que el gobierno nacional aparezca patrocinando dicha obra. No parece criterioso tan siquiera que haya capitales privados dispuestos a financiarlo, atento a la necesidad de obtener recursos para estudios científicos o la asistencia social de quienes sufren las consecuencias económicas de la crisis sanitaria. Está claro que detrás de todo esto está esa indigencia intelectual que parece regirlo todo, que reduce todo a lo simbólico en desmedro de lo verdaderamente útil y que conocemos como responsabilidad social empresaria. Esa inexplicable necesidad de hacer todo en función de lo que representa y sin pensar el aporte real a la solución de los problemas. No importa ser solidario, importa que nos sintamos solidarios, y que los otros nos vean solidarios.

 

Los monumentos no se hacen, nacen por Jorge Nudelman

Pongámonos de acuerdo que esto no es un monumento a nada: en este país bendito, no hubo héroes. Hubo poca pena, nada de gloria. Los que aplaudían a no sé qué hora de la noche, nadie supo por qué lo hacían, porque el personal sanitario preparado para enfrentar el tsunami de apestados que iba a colapsar los hospitales se aburría soberanamente a las pocas semanas de llegar la pandemia. No hubo pandemónium.

(conste que esto está escrito antes de la noche de la nostalgia)

¿Para qué, entonces, un monumento?

La sospecha se encendió enseguida. Dicen los perspicaces que parece un grito de tero, esas aves orientales que gritan en un lado para desviar la atención de los depredadores de sus nidos.

En la historia, los monumentos han sido objetos inanimados a los que la cultura humana les da significado. A veces les damos formas, a veces, son solo objetos notables: signos y símbolos. Y esos objetos pueden perder o mutar sus significados. Ya no existe el imperio romano, y los arcos de triunfo en el foro de Roma son testimonios del pasado, pero nada más. En cambio, el arco de triunfo de Paris, construido hace solo 200 años, y siendo un objeto casi idéntico de sus modelos romanos, todavía le mueve el bobo a los franceses. Por algo Hitler hizo pasar sus legiones por abajo, en 1940, cuando la ocupación alemana, y los franceses se tomaron la revancha cuatro años después, pasando por el mismo sitio.

La cruz del papa es un monumento, porque para algunas personas la cruz tiene significado, y para las otras, que no creen, también tiene significado (otro).

No se inventa un monumento; el monumento nace de la necesidad de memoria. Que en Uruguay todo se llame Batlle, más allá de la presencia de los Batlle, es más monumental que el monumento a uno de los Batlle en el codo de Bvr. Artigas, rebautizado por gente de mala onda. Los brazos de Luis se transformaron en cuernos, y andá a arreglarlo. Y así, podríamos seguir poniendo ejemplos de monumentos que les salió el tiro por la culata. O al revés: un estadio que se convierte en monumento, ayudado por una torre que nunca sirvió para nada.

La ciudad se llena de objetos inanimados cuyo significado se perdió hace tiempo. O que cambian de sentido porque la historia se reescribe, y quedan en falso.

Otros, en cambio, aguantan: el Memorial del Holocausto del Pueblo Judío, o el Memorial de los Desaparecidos, o, aunque se nos atragante, el Monumento a la Bandera… Como se puede apreciar, estas cosas todavía están filosas.

¿El “monumento al coronavirus”? Un atentado estético y ambiental a la rambla, que no evoca nada, y se olvida del daño económico y social que hizo. Ya se ha convertido en protagonista de memes, lo que no le augura buen futuro; uno de los más agudos lo transformó en “hornalla de olla popular”. No provoca risa, pero hace pensar.

 

¿Qué simboliza? Por Ramón Rodríguez Puppo

El estudio Gómez Platero le propone al Presidente de la República la construcción de un monumento que recuerde para siempre el dolor universal que ha producido esta pandemia del coronavirus.

Y lo hace –justamente- en uno de los países que hasta la fecha ha pagado el menor costo social, económico y en vidas del planeta. Esto es, puede ser el lugar ideal para construirlo o alguno puede llegar a pensar que es justo en Uruguay el país en que habría que pensar en homenajear a otro tipo de víctimas de otro tipo de pestes, enfermedades o desgracias. ¿Por qué no un memorial que rinda homenaje a las víctimas de accidentes de tránsito o de enfermedades cardiovasculares o hasta de suicidios?

Y yo me pregunto también: ¿por qué no? ¿Qué lo impediría?

Supongo que la respuesta es obvia: NADA.

No estamos frente a un planteo que importe una violación de la laicidad. Y parece que tampoco estamos frente a una obra que tenga impedimentos serios desde el punto de vista legal o medio ambiental.

Por tanto, empezamos a ingresar al terreno de lo que suma y lo que resta en una suerte de análisis FODA o grilla de fortalezas y debilidades que se pueden aplicar frente a cualquier idea nueva.

Por el lado positivo: refuerza una idea de solidaridad universal que reverencia al hombre y a la naturaleza en sus incesantes luchas de uno frente al otro para doblegarse y dominarse. Para quienes tenemos una visión internacionalista del mundo y el ser humano este monumento es una muestra de eso.

No tendría costo alguno para el erario público. Eso atenúa todo tipo de críticas dado que a los uruguayos no les costaría un solo peso de sus bolsillos.

Jerarquiza al Uruguay porque supone una mirada solidaria frente a la desgracia colectiva de una humanidad toda que está pagando un alto costo y no solo por la cantidad enorme de muertes sino también porque ha paralizado a las economías del mundo generando desempleo, hambre y desasosiego social. Justo nosotros, “los mejores de la clase” nos acordamos de los que peor la pasaron y rendimos justo tributo a su dolor.

Lo Negativo: Es siempre el viejo sonsonete respecto a que ese dinero se podría volcar en apoyar otro tipo de causas más solidarias y de mayor impacto social. (A recordarles que el dinero acá es aportado por privados).

Y en lo que a mí respecta no me fijo demasiado en si este monumento va a servir o no para que algún vivo se haga la “América” con este proyecto. En fin, si fuera a pensar así no dejaría en pie casi nada de lo que se ha construido en Uruguay en 100 años. Pero sí me genera unas feas cosquillas que alguien desde un estudio arquitectónico me indique todo lo que simboliza el monumento a construir.

En lo personal considero al arte y a este tipo de arte evocativo –más aún- un proyecto de contenido simbólico. O sea, un proyecto que aparte de ser lo que será, es también lo que el artista planeó, pero mucho más lo que el visitante de la obra considere que represente para ellos. O, dicho de otra forma. Si me vas a vender la idea, -todo bien- te la compro. Pero déjame comprar lo que yo me imagino que representa tu obra y no lo que vos me obligas o sugerís. Tan claro como eso será el Memorial del Covid 19.

No me digas que el agujero del medio no es hombre porque el hombre no es el centro de todo, sino que es la naturaleza. Eso será para vos Gómez Platero. Capaz que para mí o para mis compatriotas u otros ciudadanos del mundo tú obra significa otra cosa. Una vez instalada ya no es tuya…es de todos. Si vos me llevás ese concepto, quizás yo hasta te haga campaña a favor por el Memorial. ¿Comprendido?

Además, y de paso: Mirá que no me pasa inadvertido que será para siempre un gran recuerdo de la enorme gestión que ha tenido este gobierno multicolor para el manejo de la pandemia. Pero te lo digo en voz baja. No sea cosa que se apiole la gente del FA y te boicotee el proyecto.

En resumen. Una linda idea que tal vez ni sume ni reste y si fuera así ya para mi vale para alentarla. Pero yo creo –además- que suma y mucho. El Uruguay lo merece.

Un plato medio vacío por Osvaldo Ferreyra

Muy creativos para lograr que todos hablen de cierto Estudio de Arquitectura, los mencionen, los titulen y hasta el Presidente de la República se preste a su movida mediática, pero… “Primer monumento mundial a la pandemia del Covid 19” … Lamento decepcionarles a quienes titularon esto. A saber: desde el 15 de mayo de 2020, Madrid, ya tiene un monumento a las víctimas del Covid 19, promovido por su Alcaldía y proyectado por el Arquitecto Carlos Rubio Carvajal; está ubicado frente al Palacio de la Cibeles, en la calle Alcalá, de la capital española. Casualmente o no, tiene forma circular con un agujero en el medio para una llama votiva. También en redes se ve desde el 13 de julio una obra metálica del escultor Marcelo Larrosa que tiene una forma de plato con agujero correspondiente y una rasga lo que a simple vista lo hace bastante similar a lo que con bombos, platillos y redoblante de Blandengues se trata de implantar en el paisaje del borde costero del Buceo.

Ni la idea proyectual ni la idea de un monumento parecen muy novedosas, tampoco es novedad que hay quienes hoy son capaces de buscar mantener notoriedad por cualquier medio. El espacio público por excelencia de Montevideo que es la Rambla (o cualquier otro espacio público) no está a disposición de quien por el solo hecho de tener recursos quiera hacer su monumento o a lo que a cualquier privado se le ocurra; el qué hacer y donde hacerlo son decisiones reservadas a la ciudadanía y al Estado a través de sus instituciones, respetando normativas y habilitaciones técnicas de los organismos pertinentes vinculados a una intervención, máxime tratándose del borde costero.

Si hay empresas que quieren donar (o devolver) a la sociedad, pueden hacerlo. Hay muchos sectores de la población muy afectados y podrían ayudarlos a salir utilizando esos U$ 1:300.000 que piensan gastar. Raro: nunca se les ocurrió hacer un monumento a los 8,5 millones de seres humanos víctimas del hambre cada año; pero si lo que empecinadamente quieren es hacer un memorial a víctimas de esta pandemia (que no es la primera ni será la última; ni siquiera hay perspectiva histórica sobre la misma), es bueno recordarles que el Uruguay tiene una riquísima tradición en Concursos de Proyectos arquitectónicos, abiertos al talento del conjunto de los Profesionales y Artistas, con las garantías que da la Sociedad de Arquitectos del Uruguay, la Facultad de Arquitectura de la UDELAR, la Intendencia de Montevideo, Ministerios y organismos nacionales competentes en cada materia.

Esta movida publicitaria, mediática, parece un botón de muestra del individualismo y oportunismo, que contradicen el espíritu consensuado en Uruguay, que de la pandemia salimos todos juntos, con la competencia de absolutamente todos, o no salimos. Triste sería levantar un monumento destinado a demostrar que no aprendimos nada.

Cosas inútiles por Pablo Kelbauskas

Confieso que la propuesta del memorial resulta tan bella como extemporánea. Bella al punto que hace deseable merecerlo, y extemporánea al borde del mal gusto (algo así como discutir sobre el modelo del féretro al lado del enfermo).

Pero otra cuestión parece menos personal y más relevante: un monumento es por definición un poco inútil, nunca justifica su costo. Es así que el Artigas de la Plaza Independencia, la Pirámide de Keops o el Arco del Triunfo (el que sea) serían plata tirada, resultado de decisiones equivocadas, ya que siempre hubo cosas más urgentes. Sin embargo, los humanos vivimos tanto de nutrientes como de símbolos (que tire la primera piedra quien no haya comprado un souvenir). Ante la ausencia de unos perecemos, ante la ausencia de otros volvemos al reino animal.

Por otra parte, decidir en qué gastar recursos escasos implica un ejercicio de equilibrismo que asumen -en una sociedad democrática- los gobernantes elegidos para eso; y esto incluye evaluar cuándo, ante tanta necesidad insatisfecha, resulta lógico gastar en algo inútil que intente llenar algún vacío en nuestras almas.

Por tanto, ¿cómo cuestionar un memorial (¡una vez enterrados los muertos!) para las víctimas de una tragedia colectiva?

Lo pertinente acaso sea preguntarse sobre las formas que asume una sociedad democrática madura para construir esos símbolos, esas marcas comunes que harán perdurable el modo en que nosotros, hoy y aquí, entendemos que corresponde relacionarse con tal o cual cosa; y esto no sólo refiere a materiales, geometrías o técnicas; implica también cómo se concibe, quién lo promueve, lo financia, lo discute.

Por último, es evidente que si hay personas dispuestas a financiar un recordatorio colectivo no se puede hacer otra cosa que celebrarlo.

Es así que, en tanto es de suponer que se trata de un ofrecimiento desinteresado, supondría también su acuerdo con que se convocara un concurso abierto; que antes los familiares de las víctimas y los sobrevivientes opinaran sobre qué debe recordar la operación; que las instituciones competentes discutieran dónde corresponde agregar sentido (y por tanto valor); que luego un jurado probado seleccionara según su calidad y pertinencia la mejor propuesta; que pudiéramos discutir -años después- qué de ese proceso estuvo bien o mal, porque incluso el error nos haría un poco mejores, a todos.

Si así fuera solo resta indicar el número de cuenta de una institución pública y agradecer la iniciativa y la generosidad como corresponde.

Si el ofrecimiento, por el contrario, es con condiciones, con gran pesar y con la misma amabilidad habrá que rechazar el »regalo». La memoria no es el souvenir, y mucho menos un trofeo.

 

Un Memorial demasiado presente.

Rodrigo da Oliveira

Surgió de la nada. O de la simple buena intención de personas que, en un intento de perpetuar un homenaje a los diversos actores participantes en la lucha contra el Covid-19 y la pandemia que nos ocupa cotidianamente, propusieron erigir un monumento que recordara esa lucha, sin homenajear al enemigo invisible. Loable propuesta.

¿Necesaria? Es algo más complejo de responder. ¿Conveniente? Como toda obra de arte, convergen en ese punto el coste y la realización. Sin costos para el Estado, se sostuvo desde el primer momento. ¿El costo asumido por privados sería mejor utilizado en mejorar la calidad de vida de otros privados, en un momento de apriete económico para tantos? Afortunadamente estamos alejados de ese tipo de dirigismos obligatorios y son voluntarias dichas contribuciones.

Destinar fondos en una obra de tales características en esta situación iba a dar para el debate y fue lo que sucedió. Encima las inevitables discusiones acerca de la estética del monumento aportan lo suyo frente a nuestra inagotable sed de intercambio pluritemático.

Cierto es que las expresiones artísticas son siempre posibles de crítica y observación, pero no necesitamos siquiera tener demasiada formación en la materia para volcarnos a determinar y juzgar el conjunto edilicio, ubicación, estructura y construcción.

Loable es el querer reconocer tamaño esfuerzo realizado, del modo en que cada uno crea conveniente, resulta hasta obvio repetirlo.

La mencionada conveniencia y, más aún, la necesidad de incurrir en una obra de tales características termina siendo la piedra de toque de la situación de marras.

Propuestas acerca de diversos destinos surgieron frente a la iniciativa, entre ellas que el coste y desarrollo de un gran proyecto así tuviera como destino algo que fuera de pública utilidad, como un nuevo Hospital de Clínicas, por ejemplo, entre muchas otras.

¿El arte debe tener un destino útil? Claramente no, existe per se, sin otras finalidades. ¿Debería algo pensado en el sentido explicitado tenerlo? Ahí podríamos ingresar nuevamente al terreno de lo opinable y dotar al hecho de un sentido práctico, además de estético y conmemorativo.

Agua correrá bajo los puentes y vientos acariciarán las banderas de algunos egos. De lo que no tenemos dudas es que queda todavía mucha tela para cortar en esto, así que habrá materia para charlar largo y tendido al respecto. Por suerte, a falta de fútbol concurrido, tenemos ámbitos multitudinarios a los cuales acceder para evacuar tanta energía acumulada y desfogarnos en esa práctica tan extendida en nuestro país: la opinología, de la cual somos muchos profesionales sin título y ad honorem. Que así sea. Y nunca nos falte.

 

El almacenero y su alma por Fernando Pioli

Soy partidario de la idea de que los proyectos que dejan una impronta estética en el paisaje no son un gasto, sino una inversión cultural. La mentalidad de almacenero detrás de la noción de que para llevar a cabo un proyecto urbanístico debe esperarse a superar todas las deudas sociales suele llevar una impronta de falsa oposición. De hecho, desde la antigüedad es claro que el valor humano que se genera en torno a estas obras, termina teniendo relevancia pública. Si bien la construcción de las pirámides era una satisfacción egocéntrica de los reyes egipcios, le dio unidad a su pueblo y posibilitó avances revolucionarios. Lo mismo ocurre con la construcción de catedrales en Europa, el desarrollo económico y técnico que requerían estos emprendimientos revolucionaron las sociedades en la que se desarrollaron.

Si bien puede resultar chocante (y quizás sospechoso) que haya un grupo de personas que financien la construcción del memorial a las víctimas de la pandemia, pudiendo financiar una obra de valor social más inmediato, lo cierto es que no es algo que se contraponga con intentar saldar las deudas sociales que tenemos con nuestros compatriotas.

Cuando se critica el Antel Arena o la Torre de las Telecomunicaciones el debate parece centrarse en el gasto generado, otra vez la mentalidad de almacenero, cuando son obras de infraestructura que moldean la estética de la ciudad. Si tenemos empresas públicas que constituyen un sector importante de la economía nacional es esperable que sean ellas factor determinante de la iniciativa arquitectónica y estética. Eso no es un gasto, es una inversión cultural y del mismo modo lo entienden los privados que financian esta obra.

Obvio que merece un análisis distinto una inversión pública que una privada, pero desde el punto de vista de su aporte en un espacio público tiene efectos sociales similares.

En definitiva, no hay razón para estar en contra (a priori y sin analizar detalles) de la obra en cuestión, en todo caso habrá que analizar su ubicación y relevancia del aporte estético, así como sus efectos con otras estructuras preexistentes.

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