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Cuando la libertad deviene incapacidad

Cuando la libertad deviene incapacidad
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“Te metiste con Carlota, la única en esta casa que te llamaba amo” le grita Clara a su marido, luego se dirige a la platea preguntando: “¿Tienen negros en sus casas? ¿Conocen cómo miran los negros? Todo lo miran, todo lo conocen, todo lo callan. Después, solo mirarlos da pavor”.

La cita pertenece a La incapaz, obra de Carlos María Domínguez que se reestrenara hace algunas semanas en el Teatro Circular. La obra gira alrededor de las peripecias de Clara García de Zúñiga (1845-1896), personaje casi legendario, que se ha hecho popular a partir de programas televisivos que difundieron la versión de que su fantasma vaga por el Museo Blanes. En realidad el edificio en el que hoy funciona el museo era propiedad de una familia de la “aristocracia” rioplatense a la que Clara pertenecía, y en donde se la encerró luego de que se la declarara incapaz. Las palabras iniciales cobran sentido en el contexto de la obra, porque es el único momento en que una clase social subordinada aparece en la historia escrita por Domínguez. Y la extrañeza con que aparece ese sector social delata la realidad en la que viven tanto Clara como el resto de su entorno. Las esclavas y los esclavos parecen pertenecer a otro plano social, están ajenos a la realidad de un sector endogámico, que pretende ser aristocrático pero que en realidad parece sentir vergüenza de sí mismo cada vez que se denomina a la propia ciudad como “provinciana”. “Solo mirarlos da pavor” dice Clara, y es que el semblante mudo de “los negros” parece devolver un reflejo monstruoso de ese patriciado rioplatense del siglo XIX.

La obra comienza con Clara ya confinada y esperando un juicio en la que intentará defenderse, infructuosamente, de la declaración de incapaz. Desde allí, a partir de flashbacks, el personaje que encarna Denise Daragnés irá reconstruyendo su vida, comenzando con el día en que, cuando tenía diez años, se la obligó a comprometerse con un hombre veinte años mayor. Si bien el relato no servirá, la historia lo indica fatalmente, para revertir el proceso, sí será útil para que los espectadores comprendamos la peligrosidad de Clara. Y es que la sola materialidad de esa mujer es una expresión de la perversión de la “alta sociedad” a la que pertenecía.  Una sociedad en la que se casaba a una niña con un adulto para unificar propiedades. Una sociedad en la que los medios de comunicación (los diarios en aquel entonces) eran la expresión política de intereses económicos y por lo tanto se podía invadir la privacidad familiar para obtener beneficios. Una sociedad en la que los poderes médicos y judiciales acordaban con el poder político y económico para someter a una mujer que no solo había decidido tener amantes, eso en realidad estaba permitido, sino que lo hacía público. Una sociedad en la cual las mujeres eran casi un medio de cambio, parte del patrimonio familiar. Y una sociedad en que los sectores subordinados no existen, y por eso mismo prácticamente no aparecen en la obra.

La sociedad victoriana europea, y sus represiones sexuales, fueron el caldo de cultivo de las neurosis que Sigmund Freud detectó y comenzó a estudiar más o menos en las mismas décadas en que vivió Clara. Desde la lectura que Domínguez hace en La incapaz se podrían hacer abordajes psicoanalíticos relevantes también, pero es claro que una de las claves de la “incapacidad” de Clara es su liberalidad sexual. Por eso el autor la hará decir “para serles sincera, yo cojo como usted (…) Todos cogemos. Lo hago siempre que me da la gana y cuando no tengo con quien, pago. Lo mismo que hacen ustedes (…) a veces aborto, igual que muchas, lo que pasa es que no lo dicen (…) Porque soy una mujer libre, joven y perfecta separada de mi marido. Y no me iba a pasar sin coger…”

Hacer lo que hacían otros y otras, pero hacerlo público, a la vista, esa parece ser una de las claves de la incapacidad que se decretó sobre Clara. Pero el móvil detrás no deja de ser económico, y otro aspecto clave de la obra de Domínguez es el dejar a la vista las claves económicas detrás del acoso a Clara, y las conexiones políticas que acompañan a los intereses económicos.

La actuación de Daragnés es un valor del espectáculo en sí misma, presentando a un personaje que hurga en su mente para traer fragmentos del pasado deja en evidencia en su gestualidad el cúmulo de voces que la interpelaron durante su vida, desde la madre hasta el marido, desde amantes hasta yernos ávidos de sus bienes. El trabajo con la dirección de Cecilia Baranda parece haber sido lo suficientemente poroso para que el personaje se impregnara de la expresividad de la actriz y el excelente diseño de luces de Martín Blanchet complementa la intensidad de la actuación de Daragnés.

Lo último que vale agregar aquí es que si bien un siglo y cuarto después de la muerte de Clara las formas en que operan algunos poderes sobre las mujeres son más sutiles, declaraciones de incapacidad motivadas por intereses económicos no dejan estar a la vista. Escribiendo este artículo uno no podía dejar de pensar en la situación que vive la cantante pop Britney Spears en la actualidad, puesta bajo la tutea legal de su padre, entendiendo algunos tribunales que no es capaz de tomar sus propias decisiones, pero sin que esto implique que siga dando shows y grabando discos que generan ganancias sobre las que no puede decidir. Es claro que Britney, como se señala desde algunos sitios de fans, es una mujer que ha estado bajo la lupa de los medios desde niña, de la que se escribieron ríos de tinta sobre su virginidad cuando adolescente, a la que le quitaron la posibilidad de estar con sus hijos y a la que se le puso un tutor por ser considerada incapaz. Si una mujer con el grado de visibilidad de esta artista pop sufre estas situaciones no parece que, en algunos aspectos, la situación haya cambiado tanto. La posibilidad de comparar la vida de Clara con situaciones actuales es otra de las razones por las que es recomendable ir a ver La incapaz.

La incapaz. Autor: Carlos María Domínguez. Actuación: Denise Daragnés. Dirección: Cecilia Baranda. 

Funciones: sábados 21:00, domingos 19:00. Teatro Circular de Montevideo.

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Leonardo Flamia Periodista, ejerce la crítica teatral en el semanario Voces y la docencia en educación media. Cursa Economía y Filosofía en la UDELAR y Matemáticas en el IPA. Ha realizado cursos y talleres de crítica cinematográfica y teatral con Manuel Martínez Carril, Miguel Lagorio, Guillermo Zapiola, Javier Porta Fouz y Jorge Dubatti. También ha participado en seminarios y conferencias sobre teatro, música y artes visuales coordinados por gente como Hans-Thies Lehmann, Coriún Aharonián, Gabriel Peluffo, Luis Ferreira y Lucía Pittaluga. Entre 1998 y 2005 forma parte del colectivo que gestiona la radio comunitaria Alternativa FM y es colaborador del suplemento Puro Rock del diario La República y de la revista Bonus Track. Entre 2006 y 2010 se desempeña como editor de la revista Guía del Ocio. Desde el 2010 hasta la actualidad es colaborador del semanario Voces. En 2016 y 2017 ha dado participado dando charlas sobre crítica teatral y dramaturgia uruguaya contemporánea en la Especialización en Historia del Arte y Patrimonio realizado en el Instituto Universitario CLAEH.