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De eso mejor ni hablar por Ruben H.Diaz

De eso mejor ni hablar por Ruben H.Diaz
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No hay dudas. Carlos Liscano escribió un libro serio, inteligente, valiente, indignado sobre Cuba y el régimen castrista. Surgen las dudas. ¿De qué sirve? ¿Para qué sirve? Está probado, por más que se hagan esfuerzos de esta naturaleza, los hechos demuestran que no tienen consecuencias. El grueso de la gente no cambia de opinión por ello, y quienes lo intentan quedan aislados de sus camaradas y amigos y a partir de allí todo sigue igual.
Creo que el autor es injusto con García Márquez. O al menos se excede. Es evidente que no leyó toda la literatura disponible sobre el tema. De lo contrario sabría que el escritor tuvo tres crisis con respecto al comunismo y el castrismo que fueron importantes en su vida. La primera en los tempranos tiempos de mediados de la década del cincuenta, cuando en compañía de Plinio Apuleyo Mendoza deciden visitar los países de atrás de la cortina. Sobre esa experiencia quedan dos libros, que, en forma separada, produjeron ambos. Que casi nadie leyó. Pero que están, son públicos Al margen de las diferencias o la forma como cuentan la experiencia, queda claro que fueron porque tenían dudas y que esas dudas se convirtieron en decepciones. Y esto no es, en mi concepto, un hecho menor, o excepcional. Terminada la guerra, muerto Stalin, cuando sus últimos lugartenientes, luego de dirimir quien debía morir, quien debía quedar de lado, y quien o quienes debían seguir en el poder, todos, hasta lo que murieron en la purga, decidieron que había que dar vuelta la página y hacer una apertura. Le tocó a Nikita ejecutarlo. El desprestigio del comunismo que se respiraba en el mundo era notorio. No tenían ni respuestas ideológicas, ni intelectuales o políticas a las que recurrir.
Eso cambio por la revolución cubana cuatro o cinco años después. Me parece que no puede hacerse un análisis sobre Castro y la revolución cubana sino se tiene presente este hecho significativo y crucial. Había una demanda de marxismo, de antinorteamericanismo, de revolución que está presente y necesitaba una nueva expresión. La revolución cubana no puede verse desde la perspectiva nacional o continental, porque dio respuesta que fue mucho más allá de lo que propuso. Allí ser integran Plinio y García y se meten en el proceso. Y se instalan en Cuba y trabajan en Prensa Latina o representan la agencia en el exterior.
La segunda crisis es cuando el Partido Comunista da una especie de golpe de estado en el régimen. Y este empieza justamente con desplazar de Prensa Latina al Che y sus amigos, y concluye cuando este debe irse de la isla porque se quedó sin poder. Ahí emprendió su viaje a la muerte. Es imposible hacer un análisis sobre Cuba sin tener en cuenta la crisis de los misiles. Durante la cual el Che tuvo el mal gusto de pensar que los soviéticos iban a instalarles su fuerza atómica a Cuba, en las narices de Estados Unidos, para que estos muchachos hicieron uso de la misma a su gusto parecer. Fidel fue más realista y permaneció en el poder y el Che se marchó y lo mataron.
Plinio y García Márquez se apartaron de Prensa Latina, de Fidel y de su régimen. Y siguieron con sus dudas, frecuentando en Paris y en todos los sitios a los círculos intelectuales que apoyaban y vacilaban ante el régimen cubano.
Ahí viene la tercera crisis, la decisiva. La de Padilla. Que no solo los divide a García y Plinio, sino a la intelectualidad del continente y del mundo. Tan confuso es el episodio que García Márquez no se pronuncia. Sino que se esconde. Y Plinio que fue el redactor, o estuvo entre ellos, incluye al de cien años de soledad entre los firmantes. Que no aparecía por ningún lado. Solo semanas después, cuando se había hecho público el error, desembarco en la casa de Plinio en Francia para dar las explicaciones del caso. Quien cuenta la entrevista, y lo hace de manera fidedigna sin duda alguna, porque en lo personal siguieron siendo amigos, y muy amigos, por cierto, hasta la muerte de Gabo. No tuvo cien años de soledad, pero seguro que fueron unas semanas de una soledad muy profunda la que vivió en por esos tiempos García Márquez.
Recién entonces, un par de años después, en un encuentro literario en Cartagena, empieza la relación personal y amistosa entre Fidel y Gabo. Existe documentación gráfica que da cuenta de ese acontecimiento.
Yo creo que Carlos Liscano tiene razón. Pero fue muy injusto con García Márquez. Las relaciones entre déspotas, estadistas y gobernantes en general, con intelectuales siempre fueron confusas. Los intelectuales, me parece, que muchas veces se deslumbran con el poder absoluto. Y con el dinero. Eso genera grandes decepciones y desencantos. A pesar de lo frecuente que se registran procesos de este tipo.
Nada de esto disminuye el trabajo de Carlos Liscano. Que luce claro y lucido desde el testimonio de las vicisitudes y dramatismos con que se formó su generación. Es la peripecia contada desde el terruño, nuestro Uruguay y se proyectó en la Isla y Suecia, refugio de muchos durante y después de la dictadura.
Sin embargo, la vigencia del castrismo en Cuba no terminó aún. De la llama que llego a todo el planeta, solo quedan residuos. Pero la nueva sociedad global, recibe con ímpetu un despertar del nacionalismo, padre de los extremismos de izquierda y derecha. Allí, por lo pronto, se alimenta Putin. Y sobrevive el drama de Cuba y su gente.

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