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Del TLCAN a un acuerdo bilateral por Ruben Montedonico

Del TLCAN a un acuerdo bilateral por Ruben Montedonico
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En el último año se revisó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN -Nafta) a la sombra de la declaración inicial de Donald Trump, que amenazó con terminarlo si no convenía a los intereses de su país. Hasta ahora se llegó a un acuerdo entre México y Estados Unidos -tras un buen tiempo en que estuvo trabado- y se dice que hubieron progresos por la intervención del representante de López Obrador -próximo presidente- Jesús Seade Kuri, quien sostuvo que no sería “grave” “establecer acuerdos por separado con sus socios” y propuso -siendo aceptado- que el nuevo tratado dure 16 años, con opción a renovarse otros 16, y hayan revisiones sexenales. En varios rubros el TLCAN, recuerda el Colegio de México, fue cuestionado; por ejemplo, en 1994 se decía que reduciría la brecha salarial entre México y Estados Unidos: ésta “no solo se ha mantenido, sino que se ha incrementado”.

Sin embargo, dejando atrás las instancias acerca de cómo se dio la negociación para llegar hasta donde se encuentra hoy, nos parece fundamental repasar en qué condiciones está México. Si volteamos a ver qué sucedió con lo acordado en el TLCAN desde hace 24 años, comprenderemos mejor las condiciones en que México negoció. Al hacerlo, concluiremos rápidamente que lo ocurrido fue la consolidación de una forma de capitalismo colonial donde el país “en vías de desarrollo” se abstuvo de todo intento de soberanía alimentaria y energética, soportando consecutivas crisis económicas, a cambio de un crecimiento ínfimo (1,4% per cápita en 2012-18).

Lo acordado hace casi un cuarto de siglo regulaba mediante un tratado sólo la libre circulación de mercancías y las facilidades para los traslados de capital, pero no el trabajo. En el contexto de una concepción bajo égida neoliberal la libre circulación del capital financiero especulativo y la inversión extranjera directa consiguieron consolidar un proceso de privatización de la empresa pública. Al curso anterior se agregó el desarrollo de una persistente desnacionalización con la trasnacionalización del gran capital mexicano.

Asimismo, al amparo del TLCAN se fueron anexando elementos no considerados en otros pactos comerciales como los acuerdos acerca de seguridad, que dieron carta de naturalización a la injerencia de Estados Unidos en asuntos internos de México. La puesta en marcha en 2008 de la Iniciativa Mérida (con pasajes similares al Plan Colombia de julio de 1999) junto con la guerra al narcotráfico le provocaron al país otra tragedia: la de 300 mil asesinatos, 35 mil desaparecidos (una gran parte caratulados “desaparición forzada”) y un enorme desplazamiento de población, no contabilizado oficialmente. En materia de política migratoria -la que se vinculó directamente con la seguridad nacional- convirtió al país en valla, freno y agente garante de primer contacto de la acción anti-migratoria estadunidense para corrientes procedentes de Centroamérica y el Caribe.

Si suponemos que una renegociación debiera marcar el futuro de la mayor economía latinoamericana del norte continental, tendría que estar sobre la mesa como primero y más importante en todo tratado, acuerdo o alianza el deber de impulsar una política de desarrollo económico del país. Pero, el TLCAN tripartito, en cambio, se trató de una redefinición de la estructura económica y productiva mexicanas, en la que básicamente se incrementó la dependencia del país al imperialismo y se desarticularon sus cadenas de producción -en particular aquellas dirigidas al mercado interno-, pasando los preceptos del acuerdo a constituirse en pilar esencial de la actuación de los cuatro gobiernos que sucedieron al firmante presidente Carlos Salinas de Gortari.

Las autoridades actuales de México (aún presidido por un Poder Ejecutivo priísta) debieron acordar -inicialmente- con una delegación de Estados Unidos que representaba posiciones del lunático presidente Donald Trump, de hechura metodológica y procedimientos neofascistas. Hay que señalar que a las debilidades consustanciales de la delegación mexicana (carecer de ánimo patriótico, no tener visión de futuro social y pensar que pronto dejarán sus cargos) debe adicionarse que el gobierno del republicano tiene por antecedente haberse retirado del TPP y de los acuerdos y obligaciones sobre cambio climático de París; ofensas de Trump a líderes europeos en la última reunión de la OTAN; trabas interpuestas a importaciones de productos primarios de México; imponer considerables barreras fiscales al ingreso del aluminio y el acero; iniciar guerras comerciales contra China y la Unión Europea: ese ambiente estuvo pesando en las reuniones y acompañó la dependencia de un país que coloca 85% de sus saldos exportables en Estados Unidos y recibe de sus connacionales allí radicados remesas valiosas que enjugan algunos agujeros de la economía, amén de la circulación de considerables réditos del tráfico de drogas ilegales.

De este bilateral acuerdo de principio poco se sabe de fuentes mexicanas, mientras que las de Washington hacen pensar que, de aprobarse lo actuado, en México se incrementaría la dependencia alimentaria por vía de las obligaciones de importar más productos agrícolas estadunidenses.

Entretanto, industria y ensamblado automotriz mexicanos resultaron dañados. Se afirma que en materia de farmacéuticos, telecomunicaciones, propiedad intelectual y servicios en general, los del norte le torcieron el brazo a la contraparte y, por el momento, se ignora qué va a pasar con el capítulo energía (gas y petróleo, sobre todo). Lo conocido generó disgustos en comentaristas de tiendas neoliberales que indicaron que “se cedió demasiado”.

En tanto se visualizan graves dificultades para Trump en la aprobación sobre el tema en el Congreso emergente de los comicios intermedios de noviembre, y con Canadá puede ocurrir un estira y afloja que se augura ocupará, por lo menos, todo setiembre.

 

Por principio me declaro deudor de la contribución primordial de Ma. Josefina Morales sobre los que se basa esta nota.

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