Home Reflexion Semanal ¿Diplomacia o ideología?

¿Diplomacia o ideología?

¿Diplomacia o ideología?
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Durante toda la campaña electoral escuchamos muchas veces al presidente electo decir: Los países no tienen amigos o enemigos permanentes, tienen intereses permanentes. Esta frase de Lord Palmerston fue utilizada para criticar las posturas del gobierno uruguayo sobre todo con respecto a Venezuela. Trascendió que Lacalle Pou dio orden de no invitar a su asunción a Cuba, Venezuela y Nicaragua. ¿A qué se debe el cambio de postura? ¿Es un compromiso interno o externo? ¿Qué pasa con otros gobiernos que no son democráticos? ¿Invitarán a China, Irán O Bolivia? ¿Vendrán representantes de países que, aunque formalmente pueden catalogarse como democracias violan los derechos humanos y son denunciados por organismos que los defienden? ¿Aquellos que consideraban que el gobierno del Frente Amplio veía con ojos benevolentes a las que denominaban como dictaduras de izquierda, harán ahora lo mismo con dictaduras de su signo ideológico? ¿Es correcta esta decisión? 

 

¿Cuáles son los intereses de Uruguay?

Oscar Ventura

De vez en cuando Alfredo me manda invitaciones para escribir de algún tema del que sé poco. Supongo que lo hace para divertirse y hacer que les dé bronca a los de otros pelajes, lo que aumenta la posibilidad de recibir alguna contribución interesante. De otra forma no me lo explico.

Ahora nos plantea el tema de si el gobierno electo no está desviándose de su prédica de que los Estados tienen intereses permanentes, y si no está entrando en la lógica de proscribir enemigos ideológicos, de manera similar a cómo el Frente Amplio los arropó porque les quedaban en su vecindad de pensamiento. Claro que obviamente no ayudan las declaraciones del Canciller, un economista devenido en político y diplomático sin tener mucha preparación o conocimiento en esos campos, que pasó de hablar de democracias plenas (que, adoptando la definición de The Economist, sólo cabría aplicar por estos lares a Uruguay junto a otros 21 países en el mundo) a regímenes autoritarios plenos, lo que no se aplicaría menos a China e Irán. A quienes, claro, no les vamos a aplicar un recibimiento frío porque son importantes clientes comerciales.

Y, si vamos al caso, ¿cuáles son los intereses de Uruguay? Por un lado, podemos tener los intereses comerciales inmediatos. En ese sentido, pese a pasarse los derechos humanos por las mismas salvas sean las partes, China e Irán hacen sonreír mucho más nuestros bolsillos colectivos que la Venezuela mala pagadora o la parásita Cuba (que tanto succionó la yugular de Venezuela cuando perdió el manto protector de la ex U.R.S.S., cuanto emplea el trabajo esclavo de sus médicos alrededor del mundo para obtener las divisas que, junto a las del turismo, reportan oxígeno al régimen). No olvidemos la incobrada y quizás incobrable deuda de Venezuela con los exportadores de lácteos, los oscuros negocios frenteamplistas con su gobierno dictatorial o la deuda millonaria perdonada a Cuba y los millones de dólares que hubo que pagar por su Operación Milagro.

Otra cosa es que, como país chico que es, Uruguay tiene también intereses no monetarios. De la misma forma que el gobierno frenteamplista se esforzó sobremanera en hacer los deberes con la O.E.C.D. para evitar sanciones, es bueno que la imagen del país sea de defensor de derechos humanos y que empiece cerca de casa (lo que daría una coartada un tanto cínica a los sinoarrumacos autóctonos). Es claro que el tema no es 100% ideológico, ya que no se le hacen ascos a invitar a un gobierno cuya Vicepresidenta fue tan agresiva con los nuestros. Pero queda un tanto en falsa escuadra con el tema Bolivia. Sin duda que sin Evo Morales siguiera inconstitucionalmente de Presidente no habría que haberlo invitado. La Sra. Jeaninne Áñez no está con todos los papeles en regla, pero al menos ha llamado a elecciones y no intenta perpetuarse en el poder (hubiera sido mejor aún si no se presentara a las elecciones).

Así que ¿China e Irán? Sí, claro. ¿Venezuela y Cuba? Mejor no, y de paso apoyamos a la oposición con la esperanza de que cuando se normalice la situación recuperemos relaciones comerciales confiables, lo que es justo nuestro interés. ¿Bolivia? Ummmm… Y, claro, Nicaragua no, no por razones políticas solamente, sino porque sería bueno no tener de invitado a un tipo sobre el que recaen fuertes sospechas de pederastia.

Convicción democrática

 Alejandro Sciarra

La pregunta que esta semana nos hace VOCES reza, ¿Diplomacia o ideología? Y mi respuesta rápida es: convicción democrática.

Quienes suelen pensar con profundidad se mueven hoy al ritmo del Twitter y no se detienen un minuto a analizar qué tiene que ver la frase de Lord Palmerston –de que los países no tienen amigos o enemigos permanentes, sino que tienen intereses permanentes, con la no invitación de los más violentos y sanguinarios dictadores de Latinoamérica.

Las relaciones exteriores no pueden tener tinte ideológico. ¿Qué significa? Que cuando un déspota arremete sistemáticamente contra la institucionalidad democrática, contra los Derechos Humanos, detiene, desaparece, asesina a sangre fría y tortura a su pueblo, sumiéndolo en la más profunda pobreza y terror, concentrando en sí mismo todos los poderes y riquezas, tiene que condenarlo y hacerle frente sin miramientos de ideologías que seguramente el tirano ya no sostiene más que de la boca para afuera.

¿Qué tiene de censurable que no se los invite a presenciar el acto democrático por excelencia? Nada. ¿Puede tener consecuencias? Sí; y eso es lo que sucede cuando uno se hace responsable de lo que cree no sólo en el discurso sino en la vida real. ¿Qué debería hacer el Presidente? ¿Debería acaso en su primer día como mandatario sacarse una foto abrazado a sangrientos asesinos?

Cuando algunos, con gran descaro ponen a Bolivia en el mismo plano, ignoran que Bolivia tiene ya fijada fecha para elecciones libres y observadas con presencia de la comunidad internacional para el día 3 de mayo. ¿Me podría alguien confirmar la fecha de las elecciones libres cubanas o venezolanas?

Pero el colmo del neo egocentrismo uruguayo rompe los ojos cuando se cuestiona que se invite a China y merece unas líneas aparte. A este punto nadie duda de que China es un Estado totalitario (si es o no dictadura en tanto no hay un sólo individuo que detente el poder supremo, es una discusión que supera esta nota). La cuestión está en nuestros aires nuevos y en algunos aspectos hasta positivos, de potencia mundial. Basta salir del continente para darse un baño de humildad. Les vengo a contar algo: somos un piojo (el más lindo del mundo, pero piojo al fin). Pensar en Uruguay reivindicándole al régimen chino, al gigante asiático donde el territorio uruguayo cabría 54 veces, me resulta tan inverosímil como las exigencias de la FeNaPES al gobierno australiano.

China vive el totalitarismo desde la época imperial, y más recientemente desde la declaración de Mao en 1949 que dio rienda al sistema actual de gobierno. La complejidad del sistema político chino, de su monstruosa estructura de gobierno, el crecimiento vertiginoso de su economía, el profundo conocimiento de la administración pública que poseen quienes llegan a las cúpulas del poder, son tan pero tan grandes, que las comparaciones con el bufón bolivariano se me hacen un canto a la ignorancia. Es la cuestión temporal (un régimen de gobierno de décadas) con su consecuente afianzamiento o consolidación, la lejanía geográfica, nuestro histórico autoconocimiento y el desconocimiento cultural y político chino, motivos obvios por los cuales Uruguay no ha dado nunca jamás esa batalla.

Hoy, ciertas circunstancias determinan que Venezuela, Cuba y Nicaragua vivan un momento bisagra. Tiembla el atril donde se paran sus dictadores, algunos, desde hace demasiado. Es hoy, que Uruguay debe volver a pararse en su rol de protector de los pueblos americanos, de defensor de la libertad.

 

Habrá que ver

José Luis Perera

La posición de Luis Lacalle Pou es (así lo explicó) “tratar de venderle todo a todos los mercados”, conquistar más destinos para los productos agropecuarios. Desde ese punto de vista, parecería que es una flagrante contradicción el no invitar a los presidentes de Cuba, Venezuela y Nicaragua a la próxima asunción. Salvo que considere que Uruguay no tiene intereses permanentes con esos países, o que no sean mercados apetecibles para venderles. Sin embargo, el tema del arroz (con Venezuela) lo desmiente.

Por cierto, que no deberíamos sorprendernos de que los partidos y candidatos digan una cosa en campaña y hagan otra muy diferente cuando llegan al gobierno. Por poner algunos ejemplos conocidos: Batlle decía que no se podía poner más impuestos porque entonces se recaudaba menos, y lo primero que hizo al llegar al gobierno fue crear varios nuevos impuestos dentro de un ajuste fiscal; Vázquez se oponía al Tratado de Protección de Inversiones con los EEU, y fue su primer gran medida en el primer gobierno, la firma de ese TPI. También estaba el FA en contra de los TLC y fue lo que buscó su gobierno a poco de instalado, así como al envío de tropas a Haití (que continuó hasta hace poco), a las pasteras (se siguieron instalando durante los gobiernos del FA), etc.

También Talvi -próximo canciller- dijo en 2019 que en Bolivia había ocurrido un golpe de estado, y sin embargo anunció ahora que la dictadora será invitada al acto de asunción de LLP.

En el debate entre “ideología o pragmatismo” en la conducción de los asuntos internacionales, parecía en lo previo que LLP se inclinaba por el pragmatismo, pero ahora habría virado hacia lo ideológico. Sin embargo, los tipos puros (gobiernos puramente ideológicos o puramente pragmáticos) son contados; los gobiernos con fuertes ideologías suelen tener un margen para el pragmatismo y viceversa. Bastan algunos ejemplos para verlo claramente: Venezuela comerciando con EEUU (principal socio comercial), la dictadura argentina vendiéndole cereales a la URSS, Chile oponiéndose a la invasión yanqui a Irak mientras negociaba con ellos un TLC; Colombia, que es el país que menos coincidencias tiene con los EEUU en la ONU, es el principal receptor de su ayuda militar en América Latina.

Dicen algunos expertos que los gobiernos que buscan una reputación internacional adoptarán políticas exteriores más pragmáticas (tradicionalmente la política exterior uruguaya) como la mantenida por el FA, que mantuvo buenas relaciones con los Venezuela, Cuba o Bolivia, pero también con los EEUU, en tanto que aquellos interesados en alterar el statu quo, tendrán políticas más ideológicas (caso de Chávez, Maduro o Evo Morales).

Habrá que ver hacia donde apunta el nuevo gobierno luego de estas contradicciones iniciales, aunque todo parece apuntar a un mayor acercamiento a los EEUU.

 

¿Qué es lo que ha cambiado?

José Manuel Quijano

No están invitados Diaz Canel, Maduro y Ortega al cambio de mando. Presumo que Lacalle ha de tener pocas afinidades y escasas expectativas con esos personajes, en cuanto a la política regional, proyectos comunes e intercambios comerciales. Los tres países mencionados tienen representantes diplomáticos acreditados en Uruguay que, si lo desean, quizá asistan a  la ceremonia.

El gobierno que se inicia tendrá con certeza algunos énfasis diferentes en política internacional, aunque, en la mayoría de los casos, las diferencias, presumo, no serán tajantes con los pasos que ha dado el predecesor.  La postura del gobierno saliente no ha sido de apoyo a Maduro, sin perjuicio que éste puede haberse beneficiado de cierta ambigüedad de nuestra Cancillería.  El ministro Nin bregó, quizá sin reparar demasiado en las trapisondas de Maduro, por el dialogo y una salida negociada, dentro de los parámetros de la doctrina de la no intervención clásica: la de las reuniones panamericanas de La Habana (1928), Montevideo (1933) y Buenos Aires (1936); la acordada entre América Latina y EEUU, en época de Roosevelt. Los latinoamericanos de entonces rechazaron toda forma de intervención incluso la indirecta y la meramente diplomática (que abarcaba el no reconocimiento y el cubano Grau San Martin la llamaba “intervención por inercia”), al tiempo que los EEUU de Roosevelt rechazaban, por primera vez, la intervención de un país americano en los asuntos de otro, pero dejaba abierta la posibilidad de la intervención concertada entre varios países de la región para incidir en los asuntos de un tercero.

Al concluir la Segunda Guerra y muerto Roosevelt, Truman no se apartó sustancialmente de la doctrina de su predecesor, pero desde Eisenhower – que se estrenó volteando a Mosadeg en Irán (y hasta hoy se pagan las consecuencias) y a Arbenz en Guatemala (y también hasta hoy se pagan las consecuencias) mucho ha cambiado. Las intervenciones militares unilaterales de EEUU se han sucedido en la región y el telón de fondo, en todos los casos, fue la guerra fría entre la URSS y EEUU. La doctrina de la no intervención fue dejada de lado toda vez que EEUU creyó necesario. Y ahora presenciamos una intervención indirecta muy activa, protagonizada por EEUU, con el foco puesto en Venezuela, Cuba y hasta cierto punto Nicaragua.   ¿Será este el paso `previo a la intervención militar? Me inclino a pensar que no (o no necesariamente).  Esta pregunta quizá no estaría planteada si las partes en pugna en Venezuela y Nicaragua, sentadas a la mesa, hubieran iniciado un proceso de dialogo tendiente a encontrar una solución, antes de que las cosas se fueran de madre.

No hay ninguna duda que quien tiene amarrado al Ejecutivo, somete a las demás instituciones civiles, silencia a su pueblo y controla a las fuerzas armadas debería estar llamado a cumplir un papel central en la promoción y desarrollo del dialogo.  Pero los millones de milicianos armados que vocea Maduro no ayudan mucho a pacificar. Y las declaraciones de Cabello acerca de que “la oposición más nunca llegará al gobierno”, tampoco.  Es evidente que hay escasísimo respeto por las instituciones democráticas: al igual que la nueva derecha demagógica europea, estas dictaduras latinoamericanas “no necesitan suprimir totalmente las instituciones democráticas, las vacían desde adentro”. Chaves – bajo el lema implícito de que las elecciones sirven si yo las gano –  a poco de que el opositor Ledesma ganara la elección municipal creó en 2009 la Autoridad Única del Distrito Federal (alcaldía paralela de Caracas), designó a un correligionario y le transfirió todo el presupuesto público a su invento.   La evidencia es abundantísima – como la Cancillería uruguaya y el expresidente español Rodríguez Zapatero sin duda saben –   de que estos dictadores recurren al dialogo para ganar tiempo, para dividir a la oposición, para decir a su pueblo que ellos quieren la paz, pero en ningún caso para ceder y abrir un camino diferente. Porque, para negociar, ambas partes deben ceder un poco, pero los dictadores que nos ocupan no tienen otro objetivo que perdurar y aplastar a la oposición.

¿Qué ha cambiado entonces?  La emergencia, de manera destacada, de formas de intervención indirectas – más o menos toleradas o incluso apoyadas por muchos gobiernos de la región – que recurren a las sanciones, los aislamientos diplomáticos, las denuncias de lo que sucede en los países secuestrados por la intolerancia. Objetivamente, el principio de la no intervención, tal como se consolidó en la década de los treinta, esta “herido en su medula” y hoy son muy pocos los que lo invocan en defensa de las dictaduras latinoamericanas. Esta tolerancia a la intervención blanda –no a la intervención militar que la mayoría de los países de AL no comparte –  está vinculada a varios factores que, en verdad, expresan una nueva realidad.  Junto con el descreimiento en el dialogo con los dictadores  los sucesos en la región se han ido complicando y resultan cada vez más difíciles de sujetar:  la eclosión del narcotráfico; la emergencia de los poderosos y aparentemente incontrolables “carteles” de la droga; la expansión como gangrena de la corrupción cuyo ciclo reciente , liderado por Odebrecht, no tiene precedentes en muchas décadas hacia atrás;   a lo que se agrega el temor  a   que proliferen en América Latina  “estados fallidos”, con consecuencias que pueden expandirse a los países vecinos y aún al  entorno relativamente lejano (por ejemplo, con huidas migratorias de millones de personas  cruzando fronteras).

También se han registrado avances sustanciales en el derecho internacional entre los cuales vale señalar la revalorización de los derechos humanos y el rechazo radical a los gobiernos dictatoriales que manipulan la democracia (elecciones amañadas, contrincantes proscriptos, etc.) y reprimen, encarcelan y asesinan a la gente. La experiencia dolorosa de las dictaduras en el Cono Sur en los 70 y 80 tuvo mucho que ver con ese rechazo. Y el otro hecho nuevo, y muy trágico, es la enorme capacidad de destrucción que algunas dictaduras – sobre todo la venezolana, que era la que disponía de más riqueza para quemar – han tenido para demoler en pocos años los aparatos productivos nacionales. –

Es una simplificación sostener que el fuerte – aunque de intensidad desigual – enfrentamiento entre ciertas dictaduras y los gobiernos latinoamericanos electos en los últimos tiempos es una mera consecuencia de la derechización de estos últimos. Hay, por cierto, por muchas causas, un proceso de derechización en varios países y sobre todo, muy marcado, en el caso de Brasil. Pero la otra cara de la medalla, muy visible, es el desplome económico, social y político, por causas endógenas, protagonizado por las dictaduras más emblemáticas de la región. Demolieron por mérito propio y solo mucho más tarde apareció EEUU, aplicó sanciones y profundizó el descalabro. Es cada vez más necesario un ubérrimo intercambio de ideas,  de ser posible sin frases hechas y verdades inamovibles, sobre las causas de esos descalabros y, también, sobre la doctrina de la no intervención y  su adecuación a la circunstancias del presente. Podríamos comenzar por admitir que los  patéticos  Maduro y Ortega – con sus maniobras y su absoluta falta de credibilidad – no tienen muchos que ver con Jacobo Arbenz o Juan Bosch o Salvador Allende, hombres  dignos, honrados y dedicados con seriedad a su patria.

No es correcta la decisión asumida

Alfredo Lago

Uruguay tiene una gran capacidad productiva, fundamentalmente agroalimentaria. Buen clima, suelos aptos, adecuada infraestructura logística y excelentes recursos humanos. Pero con un mercado interno pequeño, por lo que implica que debamos siempre mirar al exterior. El comercio mundial, está transitando un periodo, largo en tiempo, de mucha intervención por parte de los países, tantos vendedores como compradores, con distintas y variadas medidas proteccionistas que lo deprecian, restringen y dificultan.

Vivimos un mundo polarizado en el campo de las ideas y con menor capacidad de tolerancia a las diferencias de ellas originadas. Sumado a que los organismos multilaterales que se crearon para regir los consensos no concretan acuerdos que generen acciones para relacionarnos mejor, la falta de compromiso y cumplimiento por actores de peso es lo corriente.

En ese contexto el Uruguay se debe a una política de relacionamiento exterior proactiva, sensible, sin discriminación, de comprensión y respeto a sus pares, con una lógica de exposición de nuestras virtudes democráticas, para que sean ejemplo y motivación para otros países; en ello, debemos mantener y reforzar las relaciones con todos y participar en los espacios de discusión y acción. A esta conducta histórica de la diplomacia uruguaya, aún falta priorizar y enfatizar en sus relaciones internacionales un objetivo más comercial y lograr un mejor nivel de colocaciones de nuestros productos y servicios, tanto en precio como en volumen.

Las posturas tanto de Lacalle Pou, como de Talvi en campaña electoral, por una diplomacia alejada al orden “ideológico’’ y con prioridad comercial de las RREE, a muchos nos resultan muy positivas.

Por tanto, entiendo que no es correcta la decisión asumida por el nuevo gobierno de no invitar a los presidentes de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Desde los intereses comerciales del Uruguay, es autogenerar posibles limitaciones, en un mundo ya restricto en tal sentido; dos de esos países son destinos importantes de nuestras cadenas productivas, Nicaragua por otro lado, podría ser un potencial objetivo para aumentar exportaciones. Desde la defensa de los DDHH, orgullo hoy día en Uruguay, hay que considerar que la seguridad alimentaria es uno de esos principales derechos, tengamos claro de nuestro rol al respecto. Desde la postura política y la visión de lo ideal como sistema de gobierno y representación, por cierto, que existen diferencias, manifestarlas, defenderlas y bregar por su aplicación está muy bien, la oportunidad es de hacerlo cuando somos protagonistas y con capacidad de expresar con fuerza, libertad e independencia lo que sentimos, en base a tolerancia y comprensión.

La asunción, la gala y los invitados ¿cuál diplomacia?

Oscar Mañán

La diplomacia es un instrumento para operar la política exterior de un país, lo que implica defender los intereses de los conciudadanos fuera del territorio. La tradición latinoamericanista sostiene principios dignos de honrar que permanecen desde el Tratado de Paz de Westfalia aunque no siempre se hace.

Uno, poco observado, es que la política exterior debe ser representativa de los intereses de todos los habitantes, o dicho en términos actuales, debe ser una política de Estado. Cuando se dice política de Estado, busca diferenciarse de los gobiernos que coyunturalmente ejercen la administración de turno.

A menudo los estados instituyen una escuela diplomática para elevarse por encima de intereses pragmáticos o ideologías de los gobiernos. Los funcionarios diplomáticos rinden cuentas al Estado y sus instituciones legítimamente constituidas, por lo que deberían ser independientes de ideologías partidarias o presiones de intereses internos tanto como internacionales. De ahí, otros principios básicos como la búsqueda del reconocimiento internacional del país, de la resolución pacífica de conflictos, la no injerencia o intervención en asuntos de otros Estados y siempre defender la negociación entre Estados considerados como iguales.

Carlos Fuentes (2008, La voluntad y la fortuna, México: Alfaguara) sostiene que la política es la relación pública entre seres humanos y la libertad es la regulación del poder. La diplomacia intenta el equilibrio de tales poderes, de suyo muy desbalanceado en el mundo.

Por lo tanto, los Estados no deben enjuiciar a otros Estados, ya sea por formas de gobierno diferentes o creencias y, menos dejarse llevar por presiones internacionales que buscan imponer un determinado orden (o desbalance) de poder. Si lo hicieran, y dados lo vertiginoso de los cambios, las realineaciones de poder y el constante avasallamiento de los más fuertes sobre los más débiles, no sería posible más que una política errática.

Tampoco debe confundirse la política exterior con la política comercial, algo que en ocasiones criticamos del actual gobierno. Los alineamientos a “trenes que pasan una sola vez” y que son promovidos por centros de poder, que en la coyuntura benefician a algún sector económico particular, no necesariamente, son buenos para el país.

Si Uruguay se pliega a la política de presiones de EEUU a Venezuela, Nicaragua o Cuba, seguramente también lo hará en el caso de los abusos de Israel en los terrenos ocupados de Palestina. Otra cosa es tener una actitud firme, de denuncia cuando haya violaciones de derechos humanos o acuerdos internacionales, pero siempre en búsqueda de soluciones pacíficas y respetando las soberanías nacionales y el derecho internacional.

La fiesta de asunción es un acto que celebra las instituciones y el cambio de gobierno, la continuidad del régimen político. No es una fiesta doméstica en la casa de funcionarios de gobierno, donde podrían invitar a amigos y reservarse el derecho de admisión. El primer acto público del presidente electo, si ocurre dado lo adelantado, no estará a la altura de la tradición diplomática del país.

 

Escupir para arriba

Roberto Elissalde

Hay varias maneras de hacer que el país madure, que las instituciones se fortalezcan y que nuestra cultura política avance.

Una de ellas es que los equipos de los partidos que salen del gobierno se lleven la experiencia recogida y no le exijan a los que entran que hagan cosas que ellos saben imposibles.

Como izquierdista joven reclamé cosas que después me fue imposible entregar, tanto cuando entré al cogobierno de la Universidad, como desde los gobiernos departamental, nacional y local. La experiencia de gobernar es valiosa si lo aprendido se vuelca a la sociedad. Nada se logra sólo soplando, ni siquiera hacer botellas. Y gobernar es una tarea difícil, en la que hay que atender decenas o cientos de variables.

El Frente Amplio fue totalmente pragmático en sus años a cargo del gobierno nacional. Llevó adelante su estrategia de minimizar la dependencia, de tener nuevos aliados, de fortalecer al impulso progresista en el continente y de mantener buenas relaciones con todos los vecinos de la cuadra y los del barrio. Pero no construyó un discurso dicotómico que dividiera el mundo entre amigos (“demócratas”) y enemigos (“antidemócratas”) y fue aliado de Paraguay en el Mercosur, buscó con Colombia la estabilidad en el Caribe y mantuvo excelentes vínculos con Estados Unidos.

Blancos, colorados e “independientes” acusaron al FA de prejuicio ideológico cada vez que nuestra Cancillería intentó buscar un camino propio, que por otra parte nunca fue el del apoyo incondicional ni a Cuba, ni a Venezuela ni a Nicaragua, ya que hablamos de esos países.

A los únicos integrantes de la “coalición de derechas” a los que se les puede conceder la excusa de la ignorancia es a independientes y cabildantes, porque nunca gobernaron. Pero blancos y colorados sabían que criticar al FA por su política internacional no alineada era fácil si centraban los ataques en el cada vez más indefendible régimen de Nicolás Maduro. Y lo hicieron hasta el cansancio, anteponiendo la chicana política al aprendizaje colectivo. Escupieron para arriba y hoy el fluido viene en caída hacia la cara de quienes pensaron sacar alguna ventaja con aquellas críticas.

Durante los últimos 15 años, los actuales integrantes de la alianza criticaron cosas que sabían que eran opciones legítimas del gobierno. Hoy caen en la misma ideologización que criticaban cuando eran oposición. Este es un dato de la realidad.

Por el bien del país y para hacer avanzar la cultura política y de gobierno, el Frente Amplio debe demostrar que todos somos capaces de dar un paso adelante. No criticar al nuevo gobierno por cosas que no son su responsabilidad y admitir que legítimamente pueden cambiar algunas de las cosas que hicimos. La crítica debe ser política y fundada en razones y no en que no tienen derecho a hacerlo. De nuestra capacidad para no repetir errores y mostrar una forma de crecer juntos dependerá el avance del país.

Invitaciones presidenciales

Gonzalo Pérez del Castillo

En diplomacia son importantes tanto el fondo del asunto como la forma en que se lo trata. Se podría haber invitado a todas las embajadas de países acreditados ante el gobierno de la República. En algunos casos, con igual discreción y a través de los canales diplomáticos correspondientes, a selectos Jefes de Estado.

Declarar públicamente que no se invitará ni a Maduro ni a Ortega a la asunción de mando es una decisión política que indica que el gobierno de Uruguay no reconocerá a ninguno de los dos como presidentes legítimos de Venezuela y Nicaragua.  Es de esperar que las relaciones diplomáticas con esos dos gobiernos se deterioren seriamente. Es bueno que así sea.

Cuba es un caso distinto. No pertenece ni al Mercosur ni a la OEA y no ha firmado ningún compromiso para promover la democracia.  La legitimidad original del régimen proviene de un acto de guerra que ya cumplió 60 años. Durante ese período varios gobiernos democráticos de América y de Europa realizaron esfuerzos para lograr una mayor apertura del régimen. Cierto es que tuvieron muy escaso éxito. La férrea dictadura no da un paso atrás ni cede en nada. Los líderes de la fracasada revolución cubana se siguen considerando un faro de esperanza para la región y para la humanidad. Pero de elecciones libres ni se habla y el apoyo de Cuba a Maduro y Ortega es público y notorio. Por todo ello, las relaciones diplomáticas con la isla seguirán teniendo los altibajos de siempre.

China e Irán son invitados en su condición de socios comerciales. Tampoco existe con ellos acuerdos bilaterales o multilaterales para fomentar la democracia liberal como sistema político. La presidente interina de Bolivia y los mandatarios de otros países como Chile, Paraguay, Argentina, Perú y Brasil todos ellos con ideologías muy disímiles serán seguramente invitados.

Para quien escribe, y hasta que alguna dictadura de izquierda o de derecha demuestre lo contrario, el signo ideológico de una dictadura es irrelevante. Lo saben quiénes se vieron obligados a sufrirlas, de un lado y del otro.

Ritual laico y republicano

Max Sapolinski

Resulta paradójico que aquellos que defendían políticas internacionales en virtud del signo ideológico se escandalicen cuando por fin un Presidente electo asume una posición firme en defensa de los valores que por siempre fueron caros a todos los uruguayos: la democracia y la libertad.

La invitación o no a la ceremonia de asunción de la Presidencia de la República no tiene nada que ver con los intereses económicos del país ni con el intercambio comercial del mismo. Esta ceremonia, constituye nada más ni nada menos, el momento en que el nuevo gobierno, cual ritual laico y republicano, convalida el modo de vida que ubica a Uruguay como la exclusiva democracia plena de América Latina simbolizada en el traspaso del poder en un clima de fiesta y aceptación unánime.

Por ello, al no invitar a los mandatarios de aquellos países que siendo nuestros vecinos en el hemisferio, se caracterizan por avasallar las libertades y violar descaradamente la plena vigencia de los derechos humanos, no se hace más que reafirmar nuestras convicciones y dar la señal inequívoca que volvemos a defender valores impostergables que no son patrimonio de un signo ideológico, sino que son el cimiento de toda convivencia pacífica y tolerante. Gijs de Vries es un político de los Países Bajos. Fue eurodiputado, Ministro del Interior de Holanda y Coordinador de Política Antiterrorista de la Unión Europea. Se le adjudica la frase que cita: “En última instancia, la libertad y la democracia son más fuertes que el miedo y la tiranía”.

Es con gestos como el protagonizado por el Presidente electo Lacalle que países pequeños pero dignos y de larga tradición democrática como el nuestro es que pueden dar las señales al mundo que en este rincón del mundo sigue vigente la defensa de los principios imprescindibles para el desarrollo humano en un marco de respeto.   Los valores, principios y convicciones no se basan en la afinidad ideológica de quienes los sustentan o los violan. Ellos son omnipresentes. Pero para que lo sigan siendo hay que defenderlos siempre, aún en mínimos gestos como la invitación o más bien la “no invitación” a una ceremonia.

Habrá quienes recuerden que, al retorno a la democracia, se invitó a representantes del mismo régimen de uno de los países que ahora no serían invitados. Ello no es una contradicción. Por el contrario, el haber transcurrido 35 años y que en ese país hermano siga dominando el mismo régimen sin opción a una vida democrática plena es la ratificación de que se requieren señales claras del concierto internacional y más aún, de aquellos países que por estar hermanados por la vecindad hemisférica y diversos tratados más responsabilidad tienen.

Ni diplomacia ni ideología: política

Miguel Manzi

Cuba es una de las dictaduras más añeja del mundo. En la isla no hay democracia, y por tanto no hay libertad (ni de prensa, ni de reunión, ni de asociación). Pero además no hay comida, ni medicamentos, ni papel higiénico. En cambio, la mierda corre por las cunetas de la Habana Vieja, las casas literalmente se derrumban, las niñas se prostituyen, y en los resorts para extranjeros los cubanos prestan servicio en régimen de trabajo esclavo. Venezuela, por su parte, es todo lo de Cuba, menos los tiburones para escapar al horror, más los miles de muertos frescos que denunció Bachelet, más el control del narcotráfico en la zona. Nicaragua, finalmente, es todo lo de Cuba y todo lo de Venezuela, más Ortega pederasta. Cartón lleno. Estos fueron los amigos del Frente Amplio en la región, sus socios políticos y sus cómplices en negocios tan turbios que eventualmente sea difícil aclarar. A Cuba, donde se entrenaban los tupas, ¡le condonamos deuda! Venezuela, donde se enriquecieron Vázquez, Torena, Aire Fresco, las casas y los libros, pasó a incobrable. Nicaragua es el país más miserable de Centro América y uno de los más miserables del mundo. Está claro que ningún interés permanente nos vincula con esos regímenes. En cambio, una raíz cultural común nos relaciona con esos pueblos. Contaban nuestros padres que en el 59, todos los amantes de la libertad eran castristas; veinte años más tarde, en el 79, todos fuimos sandinistas; quince años después, en el 94, el Gral. Seregni se negó a recibir a Hugo Chávez, por golpista. Digo: sin necesidad de invocar a la nunca jamás existente “patria grande americana”, tenemos con esos países las identidades propias de nuestra común adscripción a occidente, a la colonización española, y a los ideales de las grandes revoluciones liberales (inglesa, norteamericana y francesa). No somos hermanos, pero somos primos. Al contrario, y, por ejemplo, China e Irán se nutren de civilizaciones milenarias; pero en China comen cucarachas vivas, y en Irán lapidan mujeres adúlteras. Sin perjuicio de que ambos sean importantes compradores de comoditis uruguayos tienen, digamos, sensibilidades distintas. Digo: no invitar a un trío de psicópatas sanguinarios que eran íntimos del gobierno saliente y cuya sociedad solo perjudica al Uruguay, es un gesto político (hacia dentro y hacia fuera) que le hace honor al cambio decretado por las urnas. Invitar o no a gobiernos remotos (en todo sentido), va por otros carriles. Respecto a las demás preguntas generales de “Voces”: sobre Bolivia hablamos otro día; si googleás “dictaduras de derecha” no sale nada; y a propósito de compromisos externos, convendría preguntarle a Alberto Fernández.

Una nueva etapa

Camilo Márquez

El presidente electo Lacalle Pou, que cuando esta columna vea la luz estará a pocos días de asumir efectivamente el mando del país, ha decidido no incluir entre los invitados a dicho acto a los presidentes de Venezuela, Nicaragua y Cuba. De esta forma le ha dado al acto protocolar un concentrado contenido y sentido político. La fundamentación, según el propio Lacalle, palabras más palabras menos, es que es no quiere “dictadores” en un acto donde se celebra la democracia. La dicotomía “¿Ideología o diplomacia?” que parece una formulación clara es en realidad muy confusa, pues el propio presidente aclara que el desaire a Maduro y compañía no afectara “el comercio” con el país caribeño. El chavismo gobierna hace veinte años, antes que el FA subiera al gobierno en Uruguay, ¿Hay noticias de la ruptura de relaciones de Jorge Batlle con Hugo Chávez?

Otro que se suma al coro es el colorado Sanguinetti quien escribe en la Nación de Argentina que“Uruguay dejará de ser cómplice de la dictadura venezolana”. El corresponsal se desborda. Sostener que Vázquez fue un secuaz de Maduro supera la línea de la grosería.Todo este fanatismo por la democracia se fue al diablo cuando se confirmó entre las invitadas a la dictadorzuela que funge como presidenta de Bolivia, Jeanine Añez. Decir más es derroche.

El régimen venezolano ha pasado de uno plebiscitario a un estado policial, no obstante, Maduro ha esquivado durante mas de un año el enfrentamiento con Guaido, autodesignado presidente. A esto hay que sumar que el oficialismo promueve, abre y reabre una y otra vez negociaciones con esa oposición. Los rótulos dictadura/democracia escamotean la dinámica y encasillan un proceso que es de todo menos lineal. El chileno Piñera lleva asesinados 40 manifestantes de octubre para acá. El demócrata cuquito esta dispuesto a tolerar la presencia de un presidente que tiene 6% de aprobación en su país y las calles, plazas, escuelas y estadios de futbol prendidos fuego para mantener en pie la arquitectura heredada nada menos que de Pinochet. Lacalle ha decidido expedir las invitaciones por razones eminentemente políticas e ideológicas.

La subtrama en la novela de la asunción es la reunión entre Alberto Fernández y Messias Bolsonaro (otro adicto a la democracia). Los diarios argentinos especularon profusamente con el primer encuentro entre los mandatarios que coincidirían en Montevideo. Así se lo manifestó Bolsonaro al canciller argentino de visita en Brasil la semana pasada, pero excusas por medio, el argentino lo gambeteó. El hecho no es menor, pues Alberto Fernández es otro que ha asumido con el discurso de que su “política exterior” no sería “ideológica”. Así se ha abstenido de condenar el golpe en el altiplano a la vez que acoge a Evo Morales y le brinda amplia movilidad en su territorio. Este comportamiento ambivalente revela que Fernández está siendo estrujado por los intereses contradictorios de las fracciones que conforman su gobierno. Bolsonaro, mientras tanto, ha sido el principal operador detrás del derrocamiento de Morales. Sea como fuere, Lacalle se esmera por mostrarse activo en toda esta rosca internacional de desenlace incierto.

Como una pieza musical que se escucha reiteradamente acaba por sonar bien, hay un creciente interés por mostrar a Venezuela y su crisis como producto de una pretendida revolución y los resultados que está trae inevitablemente. Es una vasta operación política para deslegitimar por asociación los levantamientos que se desarrollan o que planean sobre América Latina toda. El gobierno multicolor se cura en salud y al mismo tiempo se ve obligado a meterse de lleno en la crisis que atraviesa todo el continente, con bolivarianos (en sus variantes militar-petrolera y capitalista andina) agotados y con los neoliberales derrotados (Macri, Uribe) o en jaque (Piñera).

Las masas de alguna forma u otra discuten el porvenir del sistema capitalista. Los levantamientos populares han sido objeto de análisis de los principales medios internacionales. De Francia a Chile y de Irán/Irak a Hong Kong, con los medios que tienen a mano y aún con consignas elementales y confusas las masas toman las calles. Se abre una nueva etapa.

Ser y parecer

Rodrigo da Oliveira

En un principio fueron las cavernas, luego las pequeñas tolderías o los diminutos asentamientos (según fueran cazadores y recolectores o ya devenidos en productores). Las nimias ciudades, los feudos y las ciudades estado griegas, base de lo que hoy conocemos como nuestros actuales estados o naciones, dependiendo de factores que no son del caso ampliar acá.
Lo que todos estos grupos humanos tuvieron en común fue el cómo vincularse con los otros, a través de la guerra conquistadora, la colonización religiosa (o una mezcla de ambas) y, más en nuestros días, ese sutil juego de las hipocresías imprescindibles que llamamos relaciones internacionales, o diplomacia, que es más abarcativo ya que incluye también a los estados  religiosos y a las organizaciones supranacionales de derecho público, surgidas luego de Versalles y la primer guerra mundial.
Grandes dificultades encierra el manejo de estas relaciones, enormes e inabarcables, diríamos. Así como el derecho penal emergió como forma de contrarrestar el poder de los fuertes sobre los débiles, el derecho internacional tiene mucho de eso, de débiles intentando protegerse de los fuertes, sin tener la fuerza de estos últimos, obviamente. Entre los pequeñitos, debiluchos y gritones, nuestro país, Uruguay. Cátedra, historia y sapiencia supieron instalar varios uruguayos en esta materia, cuando aún todo estaba por hacerse y crearse. Lo que antes de Versalles había existido también se llamaba diplomacia pero era simplemente el determinar el dictamen de las grandes potencias y fijar sus condiciones, frente a los eventuales derrotados.
Para el final de la segunda gran guerra, eso comenzaba a cambiar, al menos en las formas.
Nuestro presidente electo ha resuelto no invitar a algunos otros presidentes de la América del Sur, a saber los de Venezuela, Cuba y Nicaragua. Polvos ha levantado tal medida, en nombre de una alardeada democracia (poco practicada por los gritones de turno). Discutible como tal, es de analizar si conviene a los intereses nacionales hacer este tipo de desplantes públicos. Indiscutible históricamente, es llamativo que quienes tantos vestidos rasgan en la protesta, son los mismos que han hecho carne del amiguismo ideológico en estos quince años.
Los países tienen intereses, los pueblos pueden tener amigos o no.
El pueblo uruguayo y sus gobiernos, todos ellos, han sostenido esa afinidad ante los hijos de otros países que han querido venir a vivir a nuestras tierras. A todos ellos, bienvenidos sean una y mil veces, y se ha demostrado ello abriendo las fronteras para que ingresen cuantos lo deseen. A los mandamases de turno, que han expulsado por la fuerza de la violencia y la persecución a sus gentes, buena hora era ya de una demostración de firmeza. ¿Principismo desmedido? Tal vez. ¿Decencia histórica para con las gentes que ayer mismo dieron cobijo a los que de acá escapaban bajo el zumbido de esas mismas persecuciones? También.
Tiempo era de dejar de manejar Cancillería como el feudo de un grupito de exaltados y trasnochados sesentistas. Necesario será para el gobierno que encabezará Lacalle Pou rescatar la dignidad y el renombre del pasado en materia internacional. Los primeros pasos fueron dados. Esto no se trata de bravuconadas, sí de posturas claras y que determinen un sesgo de respeto a los países amigos, por el ayer y por el mañana.

El Efecto Camiseta

Cristina de Armas

Recuerdo claramente el día en que en la ONU se votó a favor y en contra de la intervención armada en Venezuela. En un rincón U.S.A y sus aliados y en el otro rincón Uruguay por la no intervención armada y el diálogo y México, con la Doctrina Estrada de no intervención y autodeterminación de los pueblos bajo el brazo. La votación terminó con un voto de diferencia a favor de Uruguay y México. Yo la seguía en directo y lo viví como una final del mundo. Independientemente de la posición que se tenga sobre lo que sucede en Venezuela, fue un Maracanazo diplomático. Luego, el susto. No pasó de una llamada a Macri para que hablara con el gobierno uruguayo, a ver si lo pensaba mejor. En el mundo entero se comenzó a hablar de Uruguay y su posición, en los Parlamentos del mundo se discutía a favor y en contra, terminamos siendo parte de dos grupos de diálogo y nuestra capital cede mundial del diálogo sobre Venezuela para evitar lo que parecía ser una guerra inevitable, y se ha evitado. Nuestra diplomacia ha quedado en alto nivel internacional como históricamente ha sido desde el tiempo del batllismo. Pero eso sucedió en un gobierno de izquierda y nuestro nuevo gobierno entrante tiene otra ideología. El presidente electo del Partido Nacional, quien durante la campaña sostenía que a nivel diplomático no formaría grupos de amigos en base a ideología como se le cuestionó a la izquierda, ha decidido y ha dicho claramente que es su decisión no invitar a su toma de mando a varios países de ideología de izquierda basado según aclaró luego, en quién ha sido elegido por él como su Canciller en la Carta Democrática de la OEA (Organización de Estados Americanos) El gran problema es que hay sólo 9 Democracias Plenas en el mundo, nosotros somos una de ellas; hay democracias autoritarias; hay democracias donde se violan los derechos humanos. Cuando se pregunta sobre la invitación a China responden que la carta de la OEA sólo se aplica a la región. La OEA es un organismo que no tiene peso ejecutivo, sobre este organismo internacional ha dicho Pou que hablará con el presidente de Brasil para aumentar su poder y adelantó que apoyará para su reelección a su actual presidente quién ingresó a él por el gobierno de izquierda, pero que se ha destacado por un encono más allá de lo político y diplomático, una suerte de cruce de insultos personales con el presidente de Venezuela. Otro tema que ha dejado claro nuestro presidente entrante es que reconocerá a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela como lo han hecho otros países, el primero ha sido España cuyo presidente hace unos días hablaba de Guaidó como líder de la oposición venezolana. Pou no admitirá embajador de Guaidó en Uruguay, la representación venezolana será por parte del gobierno actuante, con el que se llevan adelante las relaciones diplomáticas y comerciales, el gobierno de Maduro. El mensaje es claro y fuerte, se unirá al bloque de la derecha latinoamericana, en especial a Brasil y apoyará a U.S.A. y sus aliados en su política internacional de intervención. La Diplomacia es alta política, es vedad que lo que debe primar son los intereses de nuestro país pero la ideología marca en cada caso desde dónde, aliados con quién, buscando qué beneficios nos vamos a encontrar. Desde donde sea, hay que tener la camiseta puesta, la uruguaya.

La Libertad ante Todo

Celina McCall

Aplaudo la decisión del presidente electo Luis Lacalle Pou de no invitar a los gobiernos tiránicos de Venezuela, Cuba y Nicaragua a la transmisión de mando del próximo primero de marzo.

El gobierno saliente a través del Mecanismo de Montevideo (entre otras formas) tuvo éxito rotundo en ponerle paños tibios al deseo de la mayoría de los venezolanos de salir del nefasto gobierno de Maduro.  El ex presidente José Mujica estuvo siempre plantado al lado del dictador para avalar el fraude electoral reconocido hasta por la empresa que contabilizaba los votos.  Mujica fue el que quiso imponer en Uruguay un gobierno similar al cubano, y sigue siendo hasta hoy una especie de amuleto de la izquierda para asegurar la continuidad de los regímenes pro cubanos en la región.

Hace años que vengo luchando por la libertad de Venezuela.  En mayo de 2017, por ejemplo, estaba tirada en el pasto de Kibon con una cruz y un cartel que llevaba el nombre de Francisco González, uno de los 48 muertos por el régimen de Nicolás Maduro durante las protestas del 2014.  La consigna era no olvidarlos jamás.

Infelizmente, ya casi nadie se acuerda o sabe quiénes fueron Bassil da Costa, Génesis Carmona o Geraldine Moreno, por nombrar a tres de los asesinados por las milicias chavistas durante las protestas.  Solo se muere cuando se olvida…

También ese año, Fernando Butazzoni le escribía a Ortega una carta abierta: “Vos dijiste que la revolución (sandinista) se hizo para la libertad.  ¿Qué pasó, Daniel?  ¿Te olvidaste de todo aquello?” Era en defensa de Ernesto Cardenal, antiguo dirigente sandinista, ahora perseguido por el régimen nicaragüense.

Los regímenes de Venezuela y Nicaragua, amparados por el cubano, causaron un fuerte deterioro social y económico, ocasionando el exilio de millones de hermanos latinoamericanos.  Uruguay no ha sido exento del continuo trajinar de emigrantes caribeños, lo que comprobamos diariamente.

“Exigir democracia no es extremismo” dijo Cardenal al recibir un premio por su obra en México.  Recuerdo sus palabras porque pienso que lo que está haciendo el gobierno uruguayo entrante es eso: exigir democracia, exigir libertad, dejando claro que no es, ni será, cómplice de la tiranía, como lo fue el gobierno anterior.      Sería de una enorme hipocresía recibir con brazos abiertos a quienes ha criticado sistemáticamente desde su banca en el Parlamento. Si para algo ha servido esa actitud, ha sido para recordar que en esos países aún no hay libertad   Y a sus detractores, respondo con palabras de Juan Pablo II: “La libertad no consiste en hacer lo que nos gusta, sino en tener el derecho a hacer lo que debemos”.

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