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¿El  fin de la era progresista? 

¿El  fin de la era progresista? 
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Las diversas encuestas de opinión muestran que el apoyo que obtiene el Frente Amplio se encuentra en los niveles más bajos desde 1999, cuando ganó la presidencia Jorge Batlle. Por otro lado, se desprende que la oposición sumada  junta lograría obtener la victoria en un ballotage. ¿Nos encontramos ante una real posibilidad de alternancia en el gobierno? ¿Qué errores cometió el Frente para llegar a esta situación? ¿Se agotó el modelo? ¿Faltaron más políticas de izquierda, como sostienen algunos desencantados? ¿O por el contrario se alejaron del centro, como sostiene otros? ¿Es parte de la tendencia continental? ¿Influyeron los casos de corrupción y las desprolijidades para este desencanto de un porcentaje de sus votantes? ¿Se desatendieron áreas esenciales como la seguridad y la educación? ¿Es posible que la izquierda pueda revertir esta tendencia?

 

Dos más dos no es cinco por Benjamín Nahoum

Una conocida consultora dio a conocer el viernes 7 una encuesta según la cual, si las elecciones nacionales hubieran sido el domingo pasado, el Frente Amplio habría recogido el 34% de los votos; el Partido Nacional, el 30%; el Partido Colorado, el 16%; el Partido de la Gente (¿los otros partidos, de qué son?), el 7%; el Partido Independiente (con sus nuevos aliados, es de suponer) el 6%, y la Unidad Popular el 2%. El 5% restante estaría constituido por quienes votarían en blanco o anulado o están aún “indefinidos”.

Antes de seguir adelante, señalemos algunas cosas que no cierran: la primera es que, si se tratara de lo que pasaría efectivamente en una elección, no podría haber “indefinidos”. La segunda, que, si indefinidos son indecisos, y en ese 5% están también los votos en blanco y anulados, sorprende un número tan bajo de indecisos a un año de las elecciones (hace cinco años esa misma consultora registraba 13% en esta misma categoría, y hace un año: ¡27%!).

La tercera cosa que no cierra es que para la consultora en los últimos dos trimestres frentistas y blancos bajaron ligeramente, los “gentistas” subieron ligeramente, independientes y populares se mantuvieron, los colorados subieron espectacularmente (de 7 a 16%) y los “blancos/anulados/indefinidos) bajaron espectacularmente (de 12 a 5%).

Conclusión neófita, pero ineludible: si bien debe haber algunos trasvasamientos entre los que ganaron poco, perdieron poco y se mantuvieron, lo que pasó sustancialmente es que los casi doscientos mil ciudadanos y ciudadanas que decidieron su voto en estos seis meses resolvieron, todos, votar al Partido Colorado. Si fuera cierto, habría que felicitar sinceramente al Dr. Sanguinetti. Pero ni Sanguinetti debe creerlo.

De esto a sumar por un lado al gobierno (sólo el Frente Amplio) y por otro a la oposición (todos los demás, quizá con el recato de no incluir a la Unidad Popular) y concluir que el Frente perderá en primera vuelta, hay un solo paso. El politólogo no lo dice, pero deja las conclusiones a cargo del lector.

El Sr. Edgardo Novick, en cambio, lo dice con todas las letras: si toda la oposición se une, suma más del 50% y gana en primera vuelta: cuestión de simple matemática. Si nos quedáramos en esto, deberíamos pensar que Novick es tonto y se hizo rico a pura suerte. Pero sorprendentemente el autocandidato agrega otro razonamiento, que demuestra que no tiene nada de tonto: que, si en cambio la oposición no se une, y se debe ir al balotaje (seguramente entre el Frente Amplio y el Partido Nacional, las dos fuerzas mayoritarias), gana nuevamente el Frente Amplio.

El segundo razonamiento es impecable, y vale la pena analizarlo, aunque el primero adolezca de ingenuidad (¿quién dijo que, si los partidos de oposición se unen, suponiendo que esto no fuera contra natura, la gente que hoy se inclina a votarlos también se unirá?). En la primera vuelta, en efecto, es posible que quienes buscan otras opciones; que no están conforme con el FA, pero tampoco con el Partido Nacional ni el Colorado (que fueron gobierno veinte años seguidos antes que el FA); que no quieren que haya una mayoría parlamentaria monocolor, o directamente que quieren marcar su descontento, voten opciones como el Partido Independiente y sus aliados. o la Unidad Popular, o lo hagan en blanco o anulen el voto, o incluso paguen la multa y no voten.

Pero cuando la cuestión sea elegir el gobierno de los próximos cinco años y la opción esté entre una fuerza política que, con errores y carencias, hizo avanzar al país (no todo lo que queremos, pero muchísimo más que en las cinco décadas anteriores), o darle la oportunidad a Luis Lacalle Pou de que saque la motosierra que su papá guardó en el depósito cuando perdió las elecciones de 2009, y empiece, como ya están haciendo Macri y Piñera, y hará Bolsonaro, a destruir todo lo que se avanzó; cuando la opción de los que quieren avanzar más sea ésta, imperfecta pero real, o retroceder, el susto despertará al mamado, como hace cuatro años dijo la vicepresidenta y sucederá lo que Novick dice; ganará el Frente Amplio.

 

La difícil (pero posible) tarea de persistir por Gonzalo Perera

Soy militante frenteamplista y como tal deseo que el FA alcance su cuarto gobierno consecutivo. Sin embargo, no confundo deseos con realidades, ni ignoro los datos de la realidad que no me agraden. Quedando claro desde qué lugar opino, centraría la respuesta a una serie de preguntas tan amplias en dos puntos concretos.

El primero es que creo que a 10 meses y medio de la primera vuelta electoral, es aún muy temprano para proyectar los resultados más probables. El FA acaba de lanzar oficialmente sus cuatro precandidaturas, muy interesantes y complementarias, y comienza a volcar su energía a la campaña electoral. No hay que menospreciar la posibilidad de que durante esta campaña crezca la intención de voto del FA. Más cuando no es fuerte el apoyo actual ni el grado de definición política de ningún otro partido. Además, los votos de la oposición no se deben sumar, pues un porcentaje minoritario pero no despreciable del votante de oposición en la segunda vuelta de las 2 elecciones pasadas ha votado al FA. Finalmente, hay fenómenos puntuales, como, mero ejemplo, la irrupción de la figura de Juan Sartori en el Partido Nacional, cuyos efectos son difíciles de prever.

El segundo punto a enfatizar es que perdurar, persistir en el gobierno períodos prolongados es muy difícil, y no sólo en Uruguay. Es infrecuente en cualquier sistema electoral pluripartidista, que un partido persista en el gobierno más de 15 años, más aún si es un gobierno progresista, que no son los preferidos de los grandes grupos de poder económico. El desgaste al que expone el ejercicio de gobierno, la tendencia de parte de la población a naturalizar y dar como “adquirido para siempre” todo derecho o conquista social que se haya alcanzado, lleva a que, con el correr de los años, muchas miradas sobredimensionen las fallas y subestimen o ignoren los aciertos. Alcanza con observar que la generación de primeros votantes en el 2019 no tendrá en su memoria un gobierno no frentista para darse cuenta de la magnitud del desafío del FA.

Pero difícil no es imposible, Los cuatro precandidatos aportan una cuota de renovación muy significativa. El ejemplo de la Argentina de Macri abre los ojos sobre el peligro de votar contra algo sin medir a quien se está apoyando. Los números de los gobiernos frenteamplistas, los hitos concretos alcanzados (en contextos internacionales diversos), la capacidad de militancia y propuesta frentista, son claras fortalezas. En definitiva, hay elementos varios con los que el FA puede superar el gran desafío de persistir en el gobierno desde una perspectiva progresista, por lo cual creo prematuro ejercer el arte del vaticinio.

El poder desgasta por Isabel Viana

Fundado en 1971, como coalición y movimiento, el Frente Amplio se fogueó en la lucha contra la dictadura. En las elecciones de 1984 (Sanguinetti presidente electo) obtuvo el 22,1% de los votos, pese a que su líder, Líber Seregni, estaba inhabilitado y en las de 1889), llevando como candidatos a Seregni y a Danilo Astori, obtuvo sólo el 21% de los sufragios (Lacalle electo. Sin embargo, el candidato frentista a la Intendencia, Tabaré Vázquez fue electo Intendente de Montevideo. En ese momento, 1990, hace 28 años, el FA accedió al ejercicio del poder de gobernar.  Salvo excepciones, carecía de cuadros formados en la gestión pública y el conocimiento imprescindible acerca del funcionamiento de la administración.

El desafío fue enorme: había designar funcionarios para una gran cantidad de cargos que requerían conocimientos específicos y la capacidad de aplicarlos, en un marco ideológico diferente del que diera sentido a los gobiernos anteriores. Al hacerlo, fue necesario, además, atender al reparto entre partidos, movimientos e independientes. Los nombrados no siempre estaban preparados para las posiciones asumidas.

En las elecciones de 1994 Sanguinetti obtuvo la presidencia y en 1999 resultó electo Jorge Batlle. Mariano Arana fue electo Intendente de Montevideo para ambos períodos.

En las elecciones de 2004 el FA ganó las elecciones nacionales y departamentales.  Tabaré Vázquez accedió a la presidencia de la República y Ricardo Ehrlich fue electo Intendente de Montevideo.  El FA tenía ya amplia experiencia de gestión, pero el gobierno nacional planteó nuevas exigencias. Quienes habían participado de las experiencias anteriores trasmitieron al nivel nacional virtudes y vicios adquiridos en las etapas anteriores.

En el 2009 fueron elegidos José Mujica para la presidencia y Ana Olivera para Intendencia. Era tanta la confianza en el triunfo del FA, que el entonces ascendente Raúl Sendic dijo que el Frente ganaba Montevideo hasta con una heladera como candidata.  El comentario no sólo fue inadecuado: puso en evidencia una actitud de soberbia descalificadora respecto a la ciudadanía electora y a la elegida. El ejercicio del poder generaba ya signos de desgaste.

Finalmente, el equipo actual de gobierno fue electo en las elecciones de 2014: Vázquez en la presidencia y Daniel Martínez en la Intendencia de Montevideo.

Hoy ya no se tiene certeza de los resultados electorales. Los 28 años de gobierno del departamento más poblado del país y los 18 años de gobierno nacional muestran luces y sombras. Las sombras, actuaciones indeseables desde una mirada de izquierda, hacen difícil la valoración de los aspectos positivos de la gestión.

Las más oscuras refieren a la relación de subordinación generada ante los capitales globales y sus instituciones y a fallas de gestión como en ANCAP, PLUNA, Aratirí, el puerto de aguas profundas, la regasificadora, la continuidad acrítica del vínculo con el complejo forestal-celulósico (que llega a aspectos casi increíbles en el “contrato” firmado con UPM2), la calidad del agua potable. Se recortan sobre la realidad del aparato educativo, la inseguridad pública, el desempleo, el vaciamiento del medio rural, la permanencia de los asentamientos y la gente viviendo en la calle, (situación mal valorada como “un derecho”).

A esos problemas mayores de gestión se suma la corrupción demostrada y la percepción generalizada de que ha afectado muchos otros aspectos y personas, sobre los que se hace silencio. También irrita la dificultad del FA para sancionar a quienes han incurrido en ella.

La alternancia en el poder es un factor de equilibrio en la vida de los estados y puede ser una virtud, cuando ésta no oscila entre extremos del espectro político. Puede habilitar que cada fuerza evalúe lo actuado y revise la pertinencia de sus propuestas. No creo que rectificaciones de última hora puedan cambiar el peso de los malos pasos. Sin duda la lucha electoral y la previsible catarata de inauguraciones de obra pública pueden ayudar a que el FA tenga una nueva oportunidad. Pero gane o pierda, ésta debería ser la ocasión de mirar la historia de sus banderas y de reorientar sus apuestas y métodos.

 

 Pasar a cuarteles de invierno por Hebert Gatto       

Procuraremos contestar las preguntas en el orden formulado:

  • Efectivamente las encuestas de comienzos de Diciembre señalan que la oposicion sumada (que promete una coalición electoral para la segunda vuelta), está superando al oficialismo en más de un 12%. Dificilmente el porcentaje de indecisos (que tiende a distribuirse manteniendo la distribución principal) modifique demasiado esa ventaja. De todos modos la foto es actual, falta un año para las elecciones.
  • Las posibilidades de alternancia electoral son por tanto altas
  • El F.A. tuvo errores y aciertos, actualmente sufre el desgaste de catorce años de gobierno. La sociedad, pese a la mejoría en sus índice de pobreza, se encuentra muy fragmentada, ha aumentado gravemente la violencia y las nuevas generaciones no aprenden lo necesario. En esa condiciones el futuro no luce alentador.
  • La izquierda, más allá de sus apelaciones a la igualdad, carece de una ideología que le indique como implementarla socialmente. La tuvo, o así lo creyó, hasta 1989. La perdió con la caída de la Unión Soviética y el definitivo colapso del comunismo hoy convertido en chatarra. La apelación al populismo como sustituto no parece resultar.
  • Las políticas de izquierda clásica, como el propio socialismo, están perimidas. El siglo XX lo demostró. Por ahora no existen modelos alternativos, salvo transar con el capitalismo y procurar evitar lo peor del neooliberalismo.Si el Frente hubiera optado por radicalizarse (a lo Venezuela o Nicaragua) la debacle sería total. Por su lado el modelo social demócrata, pese a sus logros, requiere renovación.
  • El Frente es una coalición atípica, aplica permanentemente políticas de centro y apuesta a la inversión extranjera, pero castiga a sus propias formaciones centristas. Tal lo ocurrido con el Frente Líber Seregni.
  • La tendencia continental es contraria a la izquierda y proclive a la ultra derecha populista. Brasil es el mejor ejemplo, pese a que no constituye una ideología ni un verdadero modelo político sino una reacción nacionalista conservadora anti humanista y antiliberal.
  • La corrupción uruguaya existe pero es liviana. No es por ella que el Frente puede ser derrotado.
  • Siempre se puede mejorar, pero creo que a izquierda frentista necesita, por lo menos por un período, pasar a cuarteles de invierno.

 

Debilidad de la oposición por José Manuel Quijano

El FA enfrenta la elección más incierta desde que llegó al gobierno. Sus probabilidades de triunfo son altas, pero puede perder porque hay cansancio, hay desgaste, hay astringencia de ideas y acumulación de algunos errores y desaciertos. Sostienen a la fuerza política las áreas donde ha trabajado con seriedad y objetivos claros, su respeto a la convivencia democrática y el moderado desequilibrio de las cuentas públicas; pero lo que más lo defiende es la debilidad de la oposición y del liderazgo alternativo.

En el ámbito internacional la mayoría de la sociedad y quizá la mayoría del FA se inclinan por negociar los tratados de libre comercio que han predominado en las últimas décadas. Es decir, los que incluyen los llamados “temas nuevos” (propiedad intelectual, compras gubernamentales, servicios, inversiones, comercio electrónico) y que admiten las “listas negativas”, por las cuales queda excluido de la liberalización comercial solo lo que esta mencionado a texto expreso. El programa del FA anuncia que se propone impulsar un fuerte proceso de análisis y consultas para avanzar hacia estrategias con amplio apoyo.  La negociación de tratados bi o plurilaterales es en la actualidad un campo más complejo y diversificado que el que predominaba en 2005, cuando EEUU hizo caer en la tentación a parte del FA, y las opciones pueden ser hoy algo más prometedoras y quizá no tan lesivas.

Pero quien esto escribe sigue creyendo que la norma de la OMC de listas positivas (queda incorporado en la liberalización comercial solo lo que está incluido a texto expreso) es la más razonable y conveniente para los países de menor desarrollo relativo.  Por otra parte, nada le hizo más daño a la política progresista que la emergencia vociferante, venal e inescrupulosa del chavismo y su último exponente, el actual dictador venezolano. El FA guardó silencio. Si no quería adherir al grupo de Lima, cuando el mal ya había desbordado, bien pudo marcar su propia diferencia.  No lo hizo. Hay silencios honorables y silencios infamantes. Cometió el error de silenciar lo que no debió ser silenciado.

 En el ámbito nacional la historia es, sin duda, de algunos aciertos del FA, pero también de pasos en la nebulosa, en contextos opacos.  Se esperaban procedimientos claros y trasparentes, pero había que averiguar, agazapados detrás de la columna, qué se estaba negociando en el TLC con EEUU; qué había ocurrido con López Mena y “el Sr de la Derecha”; cuál es el contrato asimétrico que hemos firmado con UPM y a qué nos obligamos.  Hay que notar, además, que ningún gobierno está exento de casos de corrupción o de tropiezos indeseados. Pero lo grave, en el caso, es la defensa a ultranza del encausado; la negación enfática ante el delito; la justificación bonachona de lo injustificable.

Se acusa al FA de no tener resultados en la lucha contra la delincuencia.  En seguridad se hizo un esfuerzo serio y tesonero, tratando de cambiar y mejorar a la policía y combatiendo al delito, aunque los resultados no son satisfactorios o así lo cree una parte importante de la opinión pública. Al delincuente tradicional se han agregado adolescentes, formados en hogares con dos o tres generaciones de criminalidad, sumidos en la droga, la rapiña y el asesinato fácil. Una forma de descomposición social nueva en nuestro medio, que no compete solo a la tarea policial, y contra la cual los aparatos de represión no han podido (o no han contado con los instrumentos adecuados) combatir con éxito.   Los increíbles desatinos que se han dicho, recientemente, y se han incorporado al documento aprobado por el FA, dignos de la Heidi de Spiry, destinados a borrar los antecedentes de menores delincuentes o a suprimir la prisión preventiva a quien ha cometido una docena de rapiñas, no ayudan nada a enfrentar el problema y a mejorar la imagen del FA en este terreno.

En el caso de la educación la combinación fue letal: la Ministro, autosuficiente, y sin antecedentes en el tema, el presidente del CODICEN   un tanto inflexible y los sindicatos dogmáticos y corporativos, en conjunto, han protagonizado un formidable extravío en la educación pública. Si las pruebas PISA arrojan resultados insatisfactorios, la culpa es de las pruebas PISA; si el presidente del CODICEN es criticado, se le equipara (no es posible discernir si en broma o en serio) con José Pedro Varela. Si renuncian el director ejecutivo y el director de evaluación y aprendizaje del INEED y, al hacerlo, critican el funcionamiento del instituto y sostienen que los miembros de la Comisión Directiva no quieren evaluaciones críticas, entonces se trata solamente de gerentes que están asumiendo competencias que no les corresponden.  Se extiende, también, cada vez más, la percepción que la solución va por el camino blandengue: si los alumnos reprueban el año o abandonan los estudios la mejor solución (en los tres niveles de la educación) es rebajar los estándares educativos. Viejo y deleznable truco que mejora ficticiamente los resultados de aprobación, asegura la “paz estudiantil” y esparce la   popularidad del docente y de la institución entre los estudiantes secundarios y universitarios.  La mera referencia en el documento reciente del FA al 6% para la educación pública y 1% para investigación – sin mención alguna al fondo del asunto – se entrevé como un extravagante despilfarro de fondos públicos.

¿Será que se requieren más políticas de izquierda, como reclaman algunos desencantados?    Hay un convencimiento bastante extendido de que “más políticas de izquierda”, como la entienden los grupos o sectores que las reclaman, nos zambulliría en el caos generalizado, empobrecedor y sin ningún futuro que se observa sobrevolando el Caribe.  De seguir ese camino el desencanto abarcaría a la gran mayoría de la población.  Los proyectos de Frentes Populares o Frentes Amplios, que emergieron con fuerza (por razones que no viene al caso tratar aquí) en la década de los 30 del siglo pasado, se construyeron con un centro poderoso y que marcaba la agenda –  y todas las veces que se despistaron hacia algún carril en el margen terminaron desplazados del poder o, peor aún, en tragedia política y social.  La preocupación por el centro parecería que no estuvo ausente en VII Congreso del FA que descartó varias (no todas) de las propuestas más radicales y que, visto con catalejo, parece reflejar el triunfo de los moderados.

 Es posible que se pueda detener esta pendiente. Pero requiere de un liderazgo que no se vislumbra con claridad en el FA y, además, que los órganos de decisión –  en el presente, con una gravitación muy fuerte, y sesgada, de “las bases” –  reflejen efectivamente, de aquí en más, lo que la mayoría de los frenteamplistas opina.  ¿Asoma algo de esto en el horizonte? Lo que más preocupa es que existe cierta autocomplacencia.

 

Como el FA puede perder las elecciones 2019 por Andrés Copelmayer

Dada la reconfiguración de las relaciones del poder global; la crisis de paradigmas socio culturales mundiales y regionales; la creciente desconfianza ciudadana en las instituciones republicanas, y la prolongada fragmentación social que impacta la convivencia diaria aquí y en el vecindario; las elecciones de 2019 son cruciales para Uruguay.

Aún con errores de gestión, desgaste por ejercicio del poder, manejo cuasi autista con el resto de los sectores progresistas existentes en la nueva configuración política y social, y desvíos éticos individuales en el manejo de fondos públicos; el FA sigue siendo la fuerza de izquierda más consistente y exitosa del mundo y la región, si hacemos foco en la disminución de la pobreza, conquistas en la agenda de derechos y logros en mayor equidad en la distribución de la riqueza. En el actual contexto adverso y con una oposición que busca sistemáticamente la polarización y crear una brecha sistémica con lógica binaria de buenos y malos irreconciliables; con estos logros mencionados no le alcanza al FA para ganar. Aunque si es muy auspicioso el camino de renovación y autocrítica que recién se inicia.

A juzgar por el análisis de las consultoras políticas, de transcurrir la campaña sin sobresaltos es altamente probable que gane el partido que gane, no obtenga mayorías parlamentarias propias. Ello generaría la necesidad de  articular coaliciones de gobierno con otros partidos; y ojalá también de implementar políticas de estado en tres temas claves para el futuro del país: seguridad ciudadana; educación; trabajo y seguridad social.

Muchos compañeros y amigos sostienen fundadamente, que hay más probabilidades de que el FA pierda las elecciones nacionales de 2019 por errores propios, a que la oposición acceda al gobierno por las virtudes de sus propuestas o el perfil de sus candidatos. Aún no compartiendo plenamente esta hipótesis, consideré valioso recopilar y compartir algunas de las propuestas realizadas por dirigentes, vecinos y compañeros, de lo que debería hacer el FA para no perder.

  • Que el empuje que ha tenido Javier Miranda, desde el inicio de su Presidencia, para respaldar al Tribunal de Conducta Política y reinstalar la plena vigencia de la ética de la responsabilidad seregnista; tenga eco en el Plenario FA adoptando las sanciones que corresponden frente a los desvíos de conducta constatados por este organismo
  • Logra potenciar con la competencia interna nuevos liderazgos colectivos, con cabeza renovadora, que convoquen, escuchen e integren transversalmente a todos los movimientos y expresiones sociales que se identifican con el cambio y la equidad en cualquier ámbito y magnitud.
  • Que frente a la ausencia como presidenciables de los 3 líderes históricos (Tabaré, Pepe y Danilo); se promueve la transversalidad sectorial, los acuerdos de complementareidad dentro y fuera de la coalición, el fortalecimiento del movimiento de independientes y la práctica diaria de la fraternidad y la unidad desde un abierto, participativo, franco y leal debate de las diferencias en torno al programa común.
  • Definir y comunicar una nueva agenda política, que en su plan de gobierno se anticipe, fije rumbos claros y diseñe innovadoras políticas públicas de izquierda para dar respuesta a los escenarios futuros que ya impactan a la educación, el mundo del trabajo y a los valores de convivencia social. No más de lo mismo.
  • Jerarquizar respuesta a la fragmentación social instalada hace décadas, frente a la cual aún no hemos generado políticas culturales exitosas que ayuden a cambiar los paradigmas y valores compartidos de convivencia social
  • Dar señales claras, contundentes y sostenidas en el tiempo de que tal como sus fundadores, el FA defiende a muerte la ética de la responsabilidad y se compromete hasta el hueso en la lucha contra la corrupción del sistema, impulsada por intereses narco empresariales y ambiciones personales de políticos y gestores públicos sin más vocación de servicio que su bolsillo.
  • Tomar nota de la revolución femenina del SXXI, extendiendo la paridad de género a todos los cargos políticos de gestión en cualquiera de los 3 niveles de gobierno.
  • Hacer una campaña descentralizada que brinde recursos a territorios y respete autonomía, identidades, dinámicas, referentes y lógicas de cada barrio, pueblo, departamento, municipio y ciudad.
  • Que cada militante diga lo que piensa y haga lo que dice; y que la estructura orgánica respete la modalidad grupal o individual de militar de cada cual.
  • Encarar y comprometernos sin demagogia con las demandas populares. Sin congelar la lengua y el oído exclusivamente en el regodeo de los logros de ayer; receptivos y muy atentos a las demandas de la mañana siguiente.
  • Si en los temas controversiales, de alto conflicto o interés, como la elección del Vice de la fórmula; se negocia exclusivamente entre cúpulas sectoriales. Necesitamos más y mejor democracia interna y animarnos a estrenar el llamado a plebiscito de adherentes previsto en los estatutos y nunca utilizado.

De todos modos, gane quien gane y haya o no alternancia en el ejercicio del gobierno; hoy más que nunca tienen máxima vigencia republicana, las palabras del entrañable General Líber Seregni en su último discurso en el Paraninfo: «La condición primera para cualquier proyecto de recuperación del país exige el cambio moral en nuestra sociedad. Y esa es una tarea común a todas las fuerzas políticas y sociales de nuestro país en el momento actual. Con la única bandera de querer y promover la solidaridad y la libertad humana”.

 

Uruguay es parte del sistema   por   Julio A. Louis

En el sistema capitalista globalizado lo que sucede en las grandes potencias no puede desprenderse del contexto mundial y regional. Lenin ya decía que había un sistema de Estados; hoy peor aún, dirigido desde un centro no confesado, el poder de las grandes multinacionales que limitan las soberanías nacionales. Uruguay, de mediana superficie y escasa población, con más razón exige comprender ese contexto.

El sistema sufre una fortísima crisis de larga data, manifestada entre otras características, por la desigual distribución de la riqueza a nivel de países y de personas y por la creciente contaminación medioambiental. Pero, falta una internacional de los pueblos que contrarreste la del gran capital. Y éste, por el momento gana la batalla cultural, logrando que los pueblos -en general- no piensen en revoluciones, en transformaciones de las estructuras. En algunos países de Nuestra América, los gobiernos progresistas han conseguido mejorar las condiciones de vida de las grandes masas, más han fracasado en hacerlas partícipes activas de esas transformaciones. Salvo Chávez y Evo han emparchado al sistema, molestado a las clases dominantes, sin crear conciencia revolucionaria, socialista. Uruguay no es la excepción. Ni reforma agraria, ni nacionalizaciones, ni enfrentamiento a la tutela de las Fuerzas Armadas defensoras de la política imperialista y alejadas de defender la soberanía nacional, ni oposición a los lineamientos de las grandes instituciones internacionales: Banco Mundial, FMI, BID.  Ni siquiera ha crecido la conciencia solidaria: para constatarlo, basta subir a un ómnibus. Y esa actitud de “hacé la tuya”, y esperá que dios o alguien decida, se estimula desde los grandes medios, ciertas iglesias y ONGs.

La gran batalla que las clases populares y la izquierda están perdiendo es ideológica, cultural, la que se basa en la ética de “primero el pueblo, último yo”. Esa gran batalla es de formación, de combate codo a codo junto a los humildes allí donde estén. Lo electoral es secundario, aunque importa. Este Frente desleído es una barrera mínima, pero barrera al fin, al proceso contrarrevolucionario en curso. Confiar en él es equivocado. Decir que tanto da quien gane facilita el camino del enemigo. Frente a los Bolsonaro, Macri, Trump, será siempre preferible Martínez a Lacalle. Pero para ganar, limpiar la casa de los corruptos (ya ni digo de los ineptos) es imprescindible. Y para las nuevas generaciones, reafirmemos que no hay peor batalla perdida que la que no se da, cuando la indiferencia política vence.

 

Todo igual, con visos de incertidumbre… por Oscar Mañán

Desde hace un par de años y ante cambios de gobiernos que, sin demasiada precisión, se definían como progresistas, se habla de un fin de ciclo progresista. No obstante, la entelequia progresista que se entiende por “gobiernos de izquierda”, personalmente la defino como la creencia en la idea de progreso en un sentido tradicional (crecimiento económico) combinada con cierta solidaridad con la pobreza; lo que no quita que estos progresismos mantengan más “solidaridad con la riqueza”.

La caída de Dilma Rousseff en Brasil, la asunción de Lenín Moreno en Ecuador que presto se deslindara de la “revolución ciudadana” de su antecesor, la vuelta de Pineda en Chile o la llegada de Macri a la presidencia Argentina; dan la pauta regional de un regreso al neoconservadurismo de otras horas.

Tal coyuntura no cabe duda que influye en la realidad uruguaya, que adolece de dolores propios de la región, entre ellos: discreta dinámica económica, aumento del desempleo, inseguridad ciudadana, conatos de corrupción (aunque menores), un modelo económico recostado en la inversión extranjera subsidiada y con precios internos en aumento.

Las encuestas presentan una tendencia de crecimiento de la oposición, si bien está fragmentada y con divisiones internas fuertes, en especial los partidos tradicionales. La renovación no llega con la fuerza necesaria, Lacalle a pesar de ser más joven no es capaz de formar una mayoría consistente; y Sanguinetti se vio obligado a salir a “renovar” a su partido, lo cual es de suyo una contradictio in adjecto.

Los partidos hasta ahora menores, son una incertidumbre, el Partido de la Gente porque no tiene antecedentes a nivel nacional y las encuestas no podrían identificar un bloque duro de su electorado, y el Partido Independiente tiene una intención baja pero incorporó recientemente personalidades con la idea de construir un espacio más amplio que igualmente no puede medirse aún. La Unidad Popular (UP), por su parte, presentó una ruptura que seguro le reste posibilidades. El Partido de los Trabajadores podría verse beneficiado por un conjunto de desencantados, ya sea por el lado del Frente Amplio (FA) como de la UP, pero con un techo electoral de poca cuantía.

El FA presenta una renovada oferta electoral que puede leerse como un valor, se desprende de los históricos candidatos, pero esto no le da fortaleza de por sí. Candidatos inéditos no significan renovación en los cargos políticos y tampoco “ideas nuevas”. El Congreso del FA ya laudó los aspectos programáticos, con las vaguedades esperadas en cuanto a las críticas que hace la ciudadanía, en especial los desencantados de izquierda. Martínez quien lidera las encuestas, al decir del propio Mujica, tiene una debilidad manifiesta en la consideración de los votantes del interior que son, hoy la apuesta fuerte del FA.

Basado en la fortaleza que da disponer del aparato estatal, la incapacidad de la oposición ya sea para constituir un bloque o para hacer propuestas económicas confiables, el futuro huele a pasado con visos de incertidumbre.

 

Variaciones sobre la felicidad por Por Mariana Chiquiar y Celsa Puente.

Los/as uruguayos/as practicamos la queja como deporte nacional y la desgracia como corazón de un discurso cotidiano que provoca cierto nivel perverso del goce. Por eso no nos llama la atención que en los últimos meses hayamos leído titulares de noticias que presentan a Uruguay como el país más infeliz de la región, último en el ranking latinoamericano de la felicidad. El dato surge de un estudio realizado por la empresa Sura en la que analizó la percepción de felicidad y bienestar de 17.000 personas en Uruguay, Chile, Colombia, México, Perú y El Salvador. En uno de sus discursos, el escritor William Faulkner reflexionó sobre la felicidad declarando que la misma no es solo “placer, ociosidad, sino paz, dignidad, independencia” y su búsqueda no queda circunscripta a ir detrás de ella, sino a obrar para conseguirla. Por eso parece necesario revisar algunos datos e informaciones a los efectos de constatar qué se ha hecho en este sentido en el Uruguay de los últimos trece años.

Por ejemplo, en lo que refiere a pobreza y desigualdad- medida mediante el Índice de Gini-, Uruguay   obtuvo los mejores resultados de América Latina y el Caribe, según el informe de “Panorama Social de América Latina 2017” realizado por la CEPAL. También según el Banco Mundial es el país con mayor proporción de clase media en la región. Gozamos de trece años de crecimiento ininterrumpido del PIB, y según los datos del Fondo Monetario Internacional, ocupamos el primer lugar de la región en relación al PIB per cápita.

A pesar de los discursos circulantes y de lo que muchas personas y medios de comunicación nos quieren hacer creer, Uruguay ocupa en la región el primer puesto en control de corrupción, es el primero en calidad de vida y prosperidad y lidera el ranking en la conformación de Estado de Derecho en América Latina.

Es importante señalar que, en lo referido a democracia, Uruguay no solo es el primero en América Latina, sino que se encuentra dentro del grupo de 19 países con democracias plenas según The Economist Intelligence Unit, ocupando el puesto 18, un lugar por encima de España.

Uruguay, el pequeñito del sur, hace la diferencia y esa condición está sustentada en esfuerzos deliberados, en definiciones estratégicas enfocadas a ciertos fines, porque, en definitiva, la construcción de un proyecto nacional de desarrollo va más allá de una visión técnico-económica, es indiscutiblemente una decisión ideológica.

Los datos presentados permitirían hacer muchas conjeturas y sacar muchas conclusiones. Cabe preguntarse entonces, si quizás lo que vuelve a algunos infelices esté vinculado a sentirse vulnerados ante su exclusividad. Y es probable que lo que es motivo de orgullo y alegría para nosotros y que se consolida en que los oprimidos de siempre levanten la cabeza, que el pobre estudie o que una inmigrante sea su compañera de oficina o el trans tenga un lugar idéntico en el mismo centro de salud, sea motivo de disconformidad para otros ¿Será esa censura a la exclusividad la que molesta a muchos y los llena de odio? Es necesario aclarar que no por todo lo planteado, dejamos de reconocer que queda aún mucho por hacer y lograr, pero lo cierto es que la felicidad es relativa y depende en gran parte de la visión del hablante. Para nosotras está en la mirada sencilla de la vida cotidiana con capacidad distributiva, crecimiento y memoria, está en la construcción de “una nueva y arrasadora utopía de la vida” donde, al decir de García Márquez, “de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”

 

Pensar y separar por Mauro Mego

Ya lo he escrito aquí mismo, que para evitar una derrota el Frente Amplio requiere una actualización a varios niveles: necesita un nuevo guion, re-plantearse formas organizativas, mecanismos de democracia interna, estructura y sobre todo una nueva generación de propuestas después de 15 años de exitosos gobiernos progresistas. Los éxitos radican en los resultados de un sinfín de políticas aplicadas en diversas áreas, pero también hay deudas y fracasos.  No quisiera aquí hacer-como está de moda-un decálogo de “errores” del gobierno o listas interminables de lo que “habría que haber hecho” o “dejado de hacer” (generalmente desde lugares más cómodos que los sitios de decisión), porque en ese tipo de cosas anidan siempre móviles diversos. Están los críticos puristas que hablan de la izquierda “de antes” y la de “ahora”. Olvidan el hecho determinante: antes el FA no gobernaba, no tenía para señalársele errores u horrores. Hay críticos también que hacen de los tristes sucesos alrededor de Raúl Sendic una interminable novela venezolana como si alguien en alguna parte del planeta pudiera estar exento de sufrir estas cosas. Me refiero a que, no existe fuerza política en el mundo-y encima que gobierne-totalmente inmune a desvíos, errores o faltas éticas. Pero han logrado con éxito construir una novela en torno al “Sendicgate” cuyo efecto, y lo saben, no recae sólo en su figura, sino que busca llevar la onda expansiva hacia otros actores, bajo el lema del “son todos iguales”. Sigo creyendo que no, a pesar de los pesares, que duelen y mucho. Volviendo a los “críticos”, no me quiero olvidar de los que sólo analizan la realidad en función de los titulares de algunas empresas de comunicación, presa fácil de la política moderna. Y están los críticos desmemoriados, los que habiendo mejorado su posición socioeconómica hoy ya piensan como una clase social a la que no pertenecen y eso se debe en parte a que hemos avanzado en generar nuevos consumidores, pero ello no redundó en mejores ciudadanos. Y están los operadores disfrazados de críticos, y los dueños de extraños resentimientos, que sobre ellos más vale no decir mucho.

Pero hay otros más modestos: los críticos genuinos, a los que hay que escuchar, a los que les duelen de verdad los errores, los que sienten compromiso, los que ven que, a pesar del mayor presupuesto, la educación sigue con los mismos dramas, los que ven que una nueva generación de propuestas en materia de seguridad se hace urgente y los que creen que la ética es un mandato diario y que las faltas a ella-todas las faltas- deben ser penadas sin vacilaciones. Pero el ciudadano elegirá, pero nosotros, pensar y separar la “arena de los guijarros”.

 

La era progresista se agotó por Eduardo Gudynas

La idea del “final” de un ciclo “progresista” está basada en unos cuantos entreveros que necesitan desatarse para ensayar alternativas de salida. No estamos ante ningún “final”. En esa confusión actuaron muchos analistas brasileños y argentinos que consideraban que la caída de los gobiernos kirchenerista o lulista era lo único relevante en América del Sur. En realidad los progresismos siguen en las presidencias de Uruguay y también en Bolivia, Ecuador y Venezuela. Aún tienen bancadas importantes legislativas en Argentina y Brasil. Y han crecido notablemente en Colombia y bajo los “frente amplios” de Chile y Perú.

Pero es evidente que en varios de esos países hay un agotamiento, en el sentido de una pérdida de la capacidad de innovación y convocatoria política. Sus políticas sociales y económicas son cada vez más conservadoras, los acosan la corrupción, sus compromisos democráticos se debilitan, y viven peleándose con movimientos sociales. En Venezuela se cayó en una terrible condición, pero no es menos grave que, por ejemplo, el Movimiento al Socialismo de Bolivia desconociera un plebiscito contrario a la re-elección presidencial para forzar otra candidatura de Evo Morales.

Muchos de esos problemas están presentes en Uruguay, aunque tal vez en menor intensidad. Lo que se creían eran desprolijidades de la era “Mujica”, persisten en la administración Vázquez. El agotamiento está, pongamos por caso, en el enflaquecimiento de la adhesión militante, la lentitud para reaccionar, la incapacidad de resolver problemas gravísimos (educación, seguridad, ambiente), desprolijidades en leyes y decretos, o en la desesperación por la inversión extranjera.

Es evidente que nuestro gobierno no es conservador ni neoliberal, pero también es necesario advertir que “progresismos” e “izquierdas” se volvieron dos programas políticos distintos. Los progresismos se diferenciaron de los mandatos y aspiraciones de la izquierda por haber sucumbido, por ejemplo, a seguir siendo exportadores de materias primas, y contentarse con alguna redistribución de los excedentes. Mujica en su momento lo dijo con toda sinceridad, y ahora Vázquez lo acentúa abrazándose al mito de miles de millones de dólares finlandeses para una nueva planta de celulosa.

Esta diferencia es indispensable para entender que las alternativas no están en fortalecer al progresismo, sino en abandonarlo. La salida está hacia la izquierda, aunque una muy distinta a aquella del viejo dogmatismo. Deberá ser una izquierda que aborde la justicia no sólo social, sino también sobre género, ambiente y las generaciones futuras. Y siendo sincero, esa necesidad recién está asomando en Uruguay.

 

El reto de construir mayorías por Eduardo Vaz

La probabilidad que el FA pierda las próximas elecciones nacionales es alta, la mayor desde 2004. Todo confluye. Desgaste de tres gobiernos, envejecimiento del elenco directriz y menos reflejos, falta de audacia, conservadurismo de políticas que ya cumplieron pero no responden adecuadamente a las nuevas realidades, casos dramáticos de falta de ética -nada menos que del vicepresidente y de un senador-, una orgánica del siglo pasado con enormes errores políticos y un lote de organizaciones que no son más que sellos, son algunos de los problemas internos.

Si sumamos la tendencia mundial y regional, los anuncios de Bolsonaro de barrer el “comunismo” de A. Latina, es decir, todo lo progresista que encuentre, etc, no es para estar tranquilos esperando la cuarta victoria.

Sin embargo, no se puede decir que la batalla esté perdida. El FA empieza su renovación – habrá que ver su evolución- y tiene un balance positivo de sus tres gobiernos en la mayoría de rubros que se mire. Especialmente la estabilidad social y económica, con democracia plena.

Será la propia campaña la que decida para donde se inclina la mayoría. Si el FA es capaz de reinterpretar las demandas ciudadanas justas en clave progresista, es decir, haciendo primar el bienestar de las grandes mayorías en un marco de irrestricta libertad y democracia, tiene muchas chances de lograr la victoria.

Parte de una base social muy sólida que, en el peor de los casos ronda el 31 o 32%, una experiencia electoral grande, una oposición muy parecida a la derrota tres veces, un contexto regional que mostrará los “logros” de la derecha como en Argentina y Brasil y un país que llegará estabilizado y en crecimiento otro año más, a pesar de los pesares.

Lo más importante será el mensaje de futuro que se pueda construir, a partir de una crítica seria y fundada de los errores cometidos, y la ubicación de los nudos del desarrollo nacional con sostenibilidad en el sentido de los objetivos de la ONU 2030.

Una política económica basada en la perspectiva del bien común, superando las visiones caducas del neoliberalismo o el socialismo estatista.

Una educación y una cultura que fomenten el desarrollo integral y a lo largo de toda la vida de la persona, de todas las personas, para construir equidad, respeto y tolerancia a lo diverso. Que nos habilite a trabajar, a disfrutar y a pensar críticamente, con entornos familiares amorosos  y vínculos sociales amigables. Construir una sociedad del conocimiento es una decisión política estratégica y, parece ser, la única capaz de afrontar con buenos resultados la revolución tecnológica que nos arrastra vertiginosamente.

Una seguridad pública con mirada holística: desde la ciudadana a la alimentaria, de la social a la ambiental. Si bien no hay que dejarse llevar al terreno de  la “securitización” reaccionaria de la vida, basada en represión y recortes de derechos y libertades, no se puede seguir pensando la seguridad como un tema de la derecha. Es un derecho humano básico y como tal debemos abordarlo, aceptando muchas debilidades en nuestras ideas tradicionales.

Son muchos los temas a cambiar, mejorar o encarar. Lo nuevo es que ya pasados los 3 partidos grandes por el gobierno posdictadura, se hace evidente la necesidad de romper  una dicotomía que la vida muestra como falaz y empantanadora: nosotros vs ellos. En el “ellos”, salvo la extrema derecha y los fascistas, hay amplios sectores sociales y políticos con los que coincidir en múltiples temas. Somos dos mitades variables de uruguayas y uruguayos que tenemos un destino común: o aceptamos el reto de construir mayorías muy amplias para un gran proyecto nacional o no saldremos mejor de lo que llegamos al próximo quinquenio.

Las ilusiones se desvanecen por Federico Kreimerman

El Frente Amplio no es un armado reciente, cuenta con una larga historia, que nació como una fuerza antioligárquica y antiimperialista y contó con la integración de sectores y clases que se oponían al imperialismo, y en cierta etapa histórica fue el fiel reflejo de las necesidades de cambio.

Pero durante sus gobiernos ha mantenido el rumbo de la política económicade los gobiernos anteriores, basada en la inversión de capitales internacionales como “motor de desarrollo”.

Nuestro país ha mantenido y profundizado su inserción al mercado mundial como productor de materias primas, aumentando su dependencia con respecto a los centros de poder mundiales. Asentado en el marco jurídico que se desarrolló durante el neoliberalismo de los 90. Mantuvo la Ley Forestal, la Ley de Zonas Francas (1987), la Ley 16.233 que redujo el plazo mínimo de arrendamientos de tierras (1991), la Ley de Puertos (1998), la Ley de Promoción y Protección de Inversiones (1998), la Ley de Seguridad Social (1995), entre otras.

También aprobó leyes como la Ley de Participación Público Privada, la reducción de impuesto al capital mediante la baja de la tasa de IRAE del 30% al 25%, así como las leyes que aceleraron la extranjerización de la tierra. Llevó a cifras históricas la exoneración del capital y la concesión de nuevas zonas francas. A pesar del discurso montado se produce un consenso con las políticas neoliberales.

El aumento de los precios internacionales de las materias primas, así como la llegada de capitales extranjeros generó un aumento del PBI hasta niveles históricos. En esta coyuntura el salario real aumentó, al mismo tiempo que se fomentó el consumo privado a través de la extensión del crédito. Al comienzo del período se establecieron mayores libertades sindicales, se desarrollaron programas de asistencia social que permitieron establecer un consenso social que dio cierta base al gobierno, dando la idea que la era progresista “llegó para quedarse” y de que es posible el progreso de toda la población dentro de un capitalismo “como la gente” y “bien administrado”.

Se ha llegado al fin del ciclo de bonanza para el esquema de inserción internacional del progresismo, la llegada de inversiones extranjeras se frena, a su vez las inversiones ya instaladas comienzan a dejar de invertir e inician una etapa de extracción de ganancias. A la par de esto, los precios internacionales de las materias primas bajan y se estabilizan.

Así, el gobierno orientó su política económica a cumplir las necesidades del capital. Instaló la necesidad de “no perder competitividad” a nivel internacional y “mantener el crecimiento”. Estos son conceptos que la burguesía utiliza cuando busca incrementar la extracción de plusvalía mediante la baja del precio de la fuerza de trabajo, es decir, los salarios.

Al descargar la crisis sobre los trabajadores, incumpliendo las promesas electorales que realizó para llegar al gobierno, se evidencia el carácter del gobierno, que tiene como objetivo mantener los pagos de los intereses de la deuda externa y continuar con los beneficios al gran capital nacional y extranjero.

Los gobiernos progresistas han coincidido en un discurso con planteos de justicia social, contra el neoliberalismo, pero en los hechos mantuvieron incambiada la estructura económica de los países, promovieron la llegada de grandes inversiones extranjeras, desarrollaron políticas sociales de carácter asistencialista, pero dejaron incambiados y afianzados los intereses y beneficios de los capitalistas.

Se vislumbra el fin de ciclo de los gobiernos progresistas, estos fracasaron frente a los sectores populares que habían visto en ellos un camino para los cambios sociales, para la solución de los problemas que los aquejaban. Hoy frente a la crisis la realidad golpea y las ilusiones se desvanecen, los hechos son más fuertes que las palabras y queda claro que el proceso del progresismo no desemboca en el cambio social que lleve a una sociedad más justa.

 

No es la final del mundo muchachos por Valeria David de Lima
Casi la mitad de la población del mundo vive en democracias de algún tipo, aunque sólo 4.5% vive bajo una «democracia plena» y cerca de un tercio de la población mundial vive bajo regímenes autoritarios. Uruguay es el único país de Latinoamérica incluido dentro del grupo de democracias plenas.
Ésta información fue dada en la última edición de The Economist, que mide el Índice de las Democracias en el mundo, el informe comprende cinco categorías, incluyendo el funcionamiento del gobierno y de los procesos electorales. Nuestro país, tiene los mejores indicadores de transparencia y baja corrupción en la región.
No vengo a reiterar éstos datos para conformar a nadie, sino para ubicarnos. Hay corrupción, pero comparativamente es menor que en otros lados. No por eso menos grave. Tampoco vengo a minimizar el hecho -reciente- de tener todavía en filas frenteamplistas un ex vicepresidente procesado por peculado.
El Frente Amplio, en términos electorales aún no sabe el costo que tendrán las “desprolijidades” de Sendic, sus infinitas faltas éticas y sus derivados; el Chivas de De León por citar un ejemplo. Pero por otra parte y dejando de lado el impacto electoral, entiendo que es relativamente bueno que se hable de “escándalos” de corrupción, eso significa que éstos hechos no quedan impunes, como si pasaba en otras épocas.

Nuestro sistema electoral nos dice que cada cinco años existe la posibilidad de una alternancia de gobierno, estando a menos de un año de llegar a esa instancia, ya se pueden ver a los precandidatos de los diferentes partidos políticos en plena carrera por captar votos de acá y de allá. Déjenme decirles que es un espectáculo maravilloso de observar para los mortales que seguimos ese minuto a minuto vía redes o por la tradicional “caja boba”. La aparición de la figura de Julio María intentando juntar a los chiquilines blancos para matar al dragón – frenteamplista- , formará parte de varios “cuplés” carnavaleros del próximo febrero. Sin olvidar la excitación que le provocó al padre del 5 de Peñarol el triunfo de Bolsonaro en Brasil. ¡Se fue a Rivera, un domingo de noche! Tristísimo.
Si bien existe un “bloque” opositor al partido de gobierno, también existen muchos matices de toda índole dentro de ese bloque; que hoy por hoy es la fragmentación de la fragmentación.
Pero supongamos que se junten todos; herreristas, wilsonistas, batllistas, el tabacalero de Artigas, Manini Ríos, los autoconvocados , Amado, el padre del 5 de Peñarol, Verónica, el pastor Márquez y la abuela de Sartori. Manejemos la posibilidad de que hasta Valenti y Selva le llevan la candidatura a Luis, superan al Frente y se quedan con el ejecutivo. Es una posibilidad, pero en lo personal creo que reinará la incertidumbre hasta llegado octubre de 2019.
¿Es el fin de la era progresista?
Si como indicador de la era progresista  tomamos que el progresismo se define por controlar ejecutivos, bueno, entonces se podría afirmar que a Brasil y Argentina ya les llegó el fin de esa era y que eventualmente Bolivia y Uruguay corren el mismo riesgo.
El progresismo argentino tiene un piso electoral importantísimo, puede competir por el ejecutivo con chances de recuperarlo.
El progresismo brasilero participó dividido en las últimas elecciones, pero no votó mal.
El progresismo boliviano en caso de perder seguirá siendo la fuerza política más importante al igual que en Uruguay.
No sé puede pensar la política solamente en clave de tener o no el ejecutivo.
El progresismo en América Latina ha crecido, y si bien ese crecimiento lo hizo conquistar espacios institucionales, también los puede perder, pero no desaparece como espacio ideológico y de poder. No me atrevería a hablar del fin de la era progresista.

Con el FA o sin él se prepara un viraje derechista por Lucía Siola

 Los trabajadores necesitamos una alternativa propia. Se acerca el inicio del año electoral, y comienzan a colocarse en debate los realineamientos políticos. La posibilidad de que se efectúe un gran frente de los partidos patronales opositores para ganarle al FA en primera vuelta, aparece por ahora lejos de concretarse, pero el hecho de que el tema se haya colocado en la discusión política nacional, manifiesta que diversos sectores de la burguesía buscan que se concrete un viraje de este tipo, y apuntan a desarrollar un escenario de polarización. El riesgo de que triunfe la derecha, también es utilizado por el FA como un chantaje a los trabajadores, que se ven embretados entre dos variantes capitalistas. El desarrollo de la crisis política de Brasil, y el ascenso del ultraderechista Jair Bolsonaro operan de un lado, envalentonando a los sectores patronales y a la derecha uruguaya, y del otro como un mecanismo de prevención presionando por la opción del ‘mal menor’.

Sin embargo, el FA como expresión política de izquierda ya no genera ningún tipo de expectativa de cambio para los oprimidos, por el contrario, ha generado a partir de su política de subordinación al gran capital y de represión de la protesta social (a través de diversos decretos reaccionarios) una profunda desmoralización y descontento. El FA ya no tiene más nada que ofrecer a los trabajadores, pues los mecanismos materiales que sustentaban su política de colaboración de clases han pasado a mejor vida. Los consejos de salarios ya no funcionan como un mecanismo de regulación laboral, para ponerle un techo al aumento salarial, sino que en el cuadro actual funcionan para establecer las pautas de rebaja salarial mediante la desindexación, y por eso gran parte de los consejos están trancados sin acuerdo de los sindicatos. Pulula el trabajo precario y la flexibilización laboral, más de la mitad de los trabajadores no llega a percibir un salario mayor a $20 mil y la desocupación alcanza a 153 mil personas. Las tercerizaciones y las privatizaciones parciales se han extendido en todos los organismos del Estado, incluida la educación pública, que no cuenta con los recursos necesarios para funcionar en condiciones, condenando a los docentes al multiempleo. En tres décadas de gobierno del FA, la crisis social que queda en evidencia en los barrios ‘periféricos’ de Montevideo ha sido ‘paliada’ mediante una combinación de asistencialismo y represión, con una fuerte política de militarización a partir del reforzamiento de los aparatos represivos (policía, guardia republicana, y los grupos de choque –GRT, etc.). En definitiva, ha sido el propio FA quien ha pavimentado el ascenso de la derecha, e incluso del militarismo, con la política del punto final, y de mantención de la impunidad.

El G20 que tuvo lugar en Argentina, dejó en evidencia una vez más la decadencia de esta ‘izquierda’ y su subordinación al imperialismo, al permitir el ingreso de inteligencia estadounidense para el espionaje y la represión. El mensaje que el FA transmitió al gobierno de Trump es que está dispuesto a alinearse sin cuestionamientos a su política. Algo similar sucedió frente a las elecciones brasileras y el triunfo de Jair Bolsonaro, donde Vázquez prácticamente se autoinvitó a la asunción del futuro presidente brasileño. Lejos de presentarse como una fuerza política capaz de enfrentar a la reacción y a los sectores conservadores, el FA se presenta en un cuadro que tiende a la polarización y al aumento de la violencia, como un partido de conciliación, y al mismo tiempo se candidatea frente al capital financiero para pilotear la crisis en curso, esto es desarrollar un ataque mayor a la clase trabajadora y sus conquistas. El consenso establecido con la oposición sobre la reforma jubilatoria (que también ha llevado adelante Macri, y que Bolsonaro tiene en agenda) deja en evidencia que ese será el camino a llevar adelante. Para los trabajadores uruguayos, latinoamericanos y del mundo entero, la única perspectiva de futuro en este cuadro convulsivo pasa por la constitución de una alternativa política propia y el reforzamiento de las organizaciones obreras bajo una perspectiva de independencia de clase, para hacer frente al fascismo, a las guerras de rapiña, para defender las condiciones de vida y las conquistas históricas debemos poner en pie un polo obrero y socialista.

 

La alternancia democrática por Luis Briosso

A falta de diez meses para las elecciones nacionales, el escenario se va armando para un triunfo opositor.

Visión pesimista de la población respecto al desempeño de la economía, perdida sostenida de empleos, creciente inseguridad, casos de corrupción que incluyen nada más y nada menos que al ex vicepresidente, son algunos de los hechos que avalan que las probabilidades de que el Frente Amplio pierda la elección son reales y van en aumento.

El partido de gobierno venció en las elecciones nacionales de 2014 con la promesa de bajar impuestos, reducir las rapiñas un 30% y cambiarle el ADN a la educación. Nada de esto ocurrió, más bien sucedió lo contrario: subieron los impuestos, las rapiñas se dispararon un 50% en el último año, 2018 cerrará con récord de homicidios y la educación sigue con exactamente los mismos problemas que cuando empezó. En cualquier democracia del mundo el partido político que tenga este desempeño al frente del gobierno va a perder muchos votos y es sano que así sea. En el contexto de un electorado dividido en mitades esa pérdida de votos puede ser decisiva.

La gran interrogante es si la oposición está lista para ganar, pues la competencia electoral entre ellos puede generar roces que hagan poco creíble que puedan gobernar juntos. Dicha competencia es inevitable pues le tendrán que hablar a votantes bastante similares. Otro aspecto a tener en cuenta es el menú de candidatos que va a ofrecer la oposición. En seguida viene a mi mente la elección de 2009 donde quedaron enfrentados Mujica con Lacalle Herrera. Uno tiende a pensar que Larrañaga hubiera tenido una mejor performance. ¿En 2018, postular a Luis Lacalle Pou y Julio María Sanguinetti es la mejor opción? Pienso que no. Sanguinetti genera resistencias en votantes frenteamplistas que alguien como Ernesto Talvi puede sortear. Novick y Mieres son fijas en sus partidos y pueden verse beneficiados o perjudicados dependiendo de los candidatos que elijan en cada uno de los partidos fundacionales.

¿Fin de una seguidilla de gobiernos del Frente Amplio? Es muy posible y viendo otras experiencias de la región queda la tranquilidad de que en Uruguay no hay espacio para ello. Cualquiera de los partidos políticos que tienen chance de alzarse con la victoria son serios y tienen fuertes estructuras. No es poco.

 

Al agua, foca por Fernando Pioli

Toda fuerza política de carácter revolucionario lleva consigo como una especie de referencia permanente que le da una dirección a la cual dirigirse. Esta referencia no es más que una ficción, un relato. Esa ficción es independiente de la realidad, pero cuando sus defensores alcanzan el poder debe confrontarse con ella. Hannah Arendt señalaba que una característica de los totalitarismos, e incluso su marca distintiva, es esa incapacidad para vincularse con la realidad que en consecuencia es sustituida por la ficción.

El Frente Amplio trajo su relato, sus fórmulas para resolver los problemas. Como es esperable, no todas iban a funcionar. De todos modos, funcionaron muchas más de la que la oposición hubiese deseado y eso lo sostuvo en el gobierno por tres periodos consecutivos con mayoría parlamentaria.

El tiempo es una constante. El devenir promueve el cambio de perspectivas. El mundo debe agitarse, tal como decía Heráclito le ocurría al ciceón, ya que esta bebida ancestral griega no tenía el efecto deseado si no se le agitaba adecuadamente. El Frente Amplio se estancó cuando tardó en comprender que la ficción que construyó para darle sentido a su lucha no alcanzaba, que debía prestar atención a la realidad. En esta duda se le permitió a la oposición ganar espacios con su discurso anticorrupción y antidelincuencia. Más allá de la notoria impertinencia de este discurso opositor, quienes lo sostienen cuentan ahora con un flanco donde golpear y lo hacen con todas sus fuerzas. Como además la oposición tiene muchos voceros se repite sin descanso la misma versión, lo que le genera una ventaja competitiva.

Ahora blancos, colorados y demás grupos neoconservadores han tomado el protagonismo y han comenzado a crear su propia ficción negadora. Sostiene cosas insostenibles, como que hay más pobreza que en el 2002, que estamos como Venezuela, que la gente está desesperada, que estamos al borde de la guerra civil y demás ridiculeces que echan por tierra aquellos puntos es que es justo darles la razón.

El gobierno del Frente Amplio está en riesgo porque esa es la ley del tiempo, y si pretende conservar el poder deberá agitarse, removerse, reinventarse y actualizarse. Pero, sobre todo, dejar de mentirse. Porque si la lucha va a ser mentira contra mentira lleva las de perder, así que las focas aplaudidoras deberán tirarse al agua y volver a nadar.

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