Home Literatura Elbio Gandolfo, Maestro en varios tiempos por Pablo Galante  
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Elbio Gandolfo, Maestro en varios tiempos por Pablo Galante  

Elbio Gandolfo, Maestro en varios tiempos por Pablo Galante   
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¿Sentís que toda tu literatura confluye en el género Cuento? ¿O que sos un poeta o en realidad un cineasta que extravió un film propio en un fugaz y anónimo taxi?

Más bien siento que dentro de los dones con que uno cuenta al comenzar, narrar historias más bien cortas era lo que me había tocado, entre otras cosas porque me producía un placer sin fondo. Ya era un contador verbal, y en cuanto aprendí a escribir, y sobre todo en cuanto pasé al territorio un poco más libre del liceo confirmé esa sensación y seguí ahondando a partir de las primeras“redacciones con tema libre” que tuvieron impacto en profesores y compañeros. El tema de la poesía es distinto. Ahí impera menos una técnica destinada a ser ejercida y mejorada en sus aspectos gramaticales y de estructura. Pronto se dio una competencia entre los dos campos, y obtuvo la victoria el narrativo. La poesía era un campo adicional en cuanto a su producción, hasta terminar siendo reemplazada por completo, después de muchos años de publicación en suplementos culturales y revistas. Tal vez esa existencia soterrada la ayudó para regresar con fuerza después de muchos años de silencio, hará unos 12 años, con El año de Stevenson.

Por la segunda pregunta veo que conocés la anécdota de mi fugaz paso por el cine de Super-8. Junto con mi amigo, el fotógrafo Luis Sienrra, filmamos un corto que por su carácter de imitación del estilo de Hitchcock, con mucho trabajo de montaje, titulamos “Secuencia Uno”. Obtuvo un par de premios, uno de ellos en Montevideo. Una vez me lo pidieron para un festival que había en Cinemateca. Pero antes de que me bajara del taxi me avisaron que ya no hacía falta. Más adelante me bajé del vehículo, y el corto se quedó, sin que tuviera idea de dónde había terminado. Nunca lo rescaté, aunque el rollo tenía una etiqueta con todos mi datos. A su vez el sistema Super-8, que parecía una promesa de filmar con menos dinero, terminó por desaparecer.

A tu madre le interesaba la Música, a tu padre la Literatura y la Imprenta. ¿Cuándo comenzaste a escribir? ¿Cuál fue el autor y la obra que te hizo perseguir el designio de ser escritor?

Como te conté en la pregunta anterior, lo hice con conciencia durante la época del liceo. Salvo excepciones, nunca hay una sola obra que te hace seguir como escritor. Entre quienes me ayudaron mucho a aprender formas y trucos de escritura se contaron varios estadounidenses: Jack London, Hemingway, Melville, Hawthorne, Richard Matheson y otros. También algunos nombres que pasé a seguir de Uruguay. Entre ellos Morosoli, a quien descubrí gracias a una charla que dio Haroldo Conti en Rosario, quien lo admiraba sin límites. Me dijo que la única manera de leerlo era ir a Uruguay, porque no estaba distribuido en Argentina. Asi que terminó por ser uno de los motivos para viajar por primera vez a Montevideo. Después admiré mucho a Felisberto Hernández, a Juan Carlos Onetti, a Mario Levrero, a Marosa di Giorgio, a Armonía Somers, y al poeta Humberto Megget. De Argentina leí a Borges en una época en la que era sospechoso, incluso rechazable: tenía el sabor adicional de lo prohibido. Pero creo que es imposible leerlo sin que te vuele la cabeza.

 

¿Por qué postergaste tanto la edición de tu Obra Poética? ¿Fue porque sos también crítico literario? ¿O porque crees que como dice Adolfo Bioy Casares:” poesía es una literatura profunda que escribo todos los días y no me interesa mostrar”?

La idea absurda que había elaborado era de que no tenía una obra completa. Y es más: generalmente las obras completas se compilan al final, o póstumas. Me despertó el encargo de su compilación para una colección muy buena de la Universidad de Paraná, dirigida por Martín Prieto. Simplemente no tenía conciencia de lo largos que eran los dos primeros “trimestres” de El año de Stevenson. Lo de crítico literario, salvo algunos textos, es estrictamente un trabajo, incluso pago. En cuanto a las frases de Bioy Casares, siempre confié solo a medias en ellas. Mucho más sensato en apariencia que Borges, mete mucho menos goles de media cancha.

¿De qué trata tu última novela Un Error de Ludueña?

Me pedían que hiciera un libro con mis tres o cuatro cuentos sobre la Ciudad de las Vacas voladoras, agregándole otros. También tenía un solo relato (“Llano del sol”) sobre una guerra entre el Interior y Buenos Aires, que iba a ser una serie y quedó ahí. Pero un poco fatigado del tono autobiográfico o de textos “del yo” (Mi mundo privadoLos lugares) quería escribir sobre un personaje, inventar la historia. La aparición brusca de Ludueña en mi memoria fue providencial. Pude hacer eso a fondo, aunque supuestamente estaba muerto. El tono es de policial de serie negra y me permitió escribir sobre una época en que todavía no había PCs ni celulares. Quería escribir algo sobre el crimen, despegado del tono “narco”, hiperviolento, sádico, y a la larga repetido. Aquí impera más bien la organización de la mafia de la ciudad entre fines de los sesenta y comienzos de los setenta. Sobre todo, buceé en el propio Ludueña, sus modos de reaccionar y de pensar. Una sorpresa adicional fue la aparición, en los capítulos nuevos, de un narrador difuso, múltiple, que a su manera todo lo ve (en el último capítulo, por ejemplo).

En 2016 se publicó en tu patria un volumen de tus Cuentos Completos. ¿Para cuándo una edición de tus Novelas cortas o no tan cortas?

Cuando se dé la oportunidad y la circunstancia exacta, lo haré.

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