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En el palo de los 1200 por Pedro Bordaberry

En el palo de los 1200 por Pedro Bordaberry
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800. Como nos atraen las cifras redondas. Tenemos devoción por el sistema decimal diría Jorge Luis Borges. Ese mojón que marca el camino recorrido y pone de relieve el trabajo de Alfredo García y el equipo de Voces.
Lindo volver a charlar con él y con ellos. Proponen, para conmemorar las 800 ediciones, escribir sobre otro mojón, el de la mitad del recorrido de cinco años del gobierno nacional. Ver qué pasó y puede pasar de aquí en más.
Con seguridad los que escriban en este número aniversario mencionarán la pandemia. Si estuvo bien o mal el gobierno, si la vacuna sí, si cuarentena no. Es ineludible. Todavía no se habían acomodado atrás del volante y les cayó arriba un peludo de regalo de aquellos.
En lugar de escribir lo bien que manejaron el tema, que lo manejaron muy bien, es interesante mirarlo desde otro ángulo. Desde el de cómo nos sentimos los uruguayos frente a esos meses de angustia por nuestra salud.
Nos sentimos cuidados.
Cuidados cuando hablaron como el médico que nos dice la verdad sobre lo que pasa. Por más dura que sea. Teníamos la enfermedad, fallecían muchas personas, se contagiaban otras y el gobierno estaba a cargo tomando medidas.
Gran parte de la aprobación que tuvo en esos momentos y en la actualidad pasó por ese sentimiento.
Los seres humanos necesitamos cosas básicas como la salud, la alimentación, el trabajo y la seguridad pública. La primera estaba en peligro y el gobierno no sólo tomó las medidas correctas, sino que las comunicó en forma clara y transparente. Nos dio tranquilidad.
Lo que contrastó con lo que hizo la oposición. Esta se sintió incomoda y tomó la prematura decisión de señalar errores en lugar de ayudar. Erró feo cuando pidió la cuarentena total (que no funcionó en ningún lugar). Quedó descolocada cuando quiso criticar al gobierno que estaba haciendo lo correcto.
Un gobierno que, además, logró conseguir vacunas mucho antes y de mucha mejor calidad que otros países cercanos. Con el contraste que ello significó. En especial con los gobiernos con los que el Frente Amplio siente afinidad (como la Argentina kirchnerista que tenía vacunatorios Vips para políticos y en la que el Presidente pedía cuarentenas, pero hacia fiestas en su casa).
Aplicaciones en los celulares, cuatro dosis de vacunas cuando otros iban por la primera, GACH, libertad responsable. Todo bueno, serio y bien comunicado. Hasta cuándo abrimos las fronteras para el turismo, que pudo aparecer como apresurado, estuvo bien. Nos dio miedo volver a la normalidad, pero era necesario para generar recursos.
Lo que fue el segundo acierto.
Mientras desde la oposición se pedían cierres, el gobierno defendió el trabajo y la economía. Se volvió a preocupar por nosotros, por el sustento de los uruguayos. De nuevo acertó y, otra vez, la oposición erró. La luna de miel se extendió más allá de lo que normalmente ocurre y la aprobación del Presidente siguió siendo muy alta.
Porque había hecho las cosas bien.
Nuestra salud y trabajo, con libertad responsable, fue lo que sentimos que cuidaban y la mayoría lo agradeció y apoyó.
En el medio de todo esto surgió un grito, una consigna, un santo y seña: “hay orden de no aflojar”. De nuevo había quien se ocupaba no sólo de nuestra salud y de nuestro trabajo, también cuidaba de nuestra seguridad.
Nos protegía de los delincuentes. Bajaban los indices de robos, rapiñas y homicidios. La oposición volvió a errar. Es por la pandemia, están haciendo lo mismo que hacíamos nosotros, dijeron. Lo cierto es que se veía compromiso en la lucha contra el delito, apoyo a la policía y resultados.
El gobierno era como los padres. Estábamos enfermos y nos traían el médico que nos cuidaba. Teníamos problemas de ingresos y trabajaban para que no nos falte el plato de comida. Nos protegían de los delincuentes. Nos sentimos cuidados.
Pero la tirada es larga. No es una recta, de 770 o 1000. Son 2400 y los rivales lo saben. En algún momento del recorrido el caballo se cansa.
Los errores no vinieron de lo macro, sino de lo micro. Son menores respecto de los aciertos. Empezaron con cambios en el equipo. Falleció el de la consigna de no aflojar. Se fue el de Relaciones Exteriores. Se tuvo que ir el de Turismo. Ninguno por decisión del Presidente ni por su culpa.
Llegó el referéndum de la LUC. Un éxito para la oposición. No por su resultado sino porque lograron dividir al país en dos. Hacer un parteaguas y colocar a algunos de un lado y a otros de otro. Eso facilitó el discurso de oposición. Ahora todo parece ser blanco o negro. La elección de los miembros de la Institución de Derechos Humanos (haciendo lo mismo que hizo el FA), el pasaporte que se entregó, la extensión del contrato del puerto, una fiesta en la embajada argentina que costó ocho mil dólares, (cuando el FA hacia fiestas de 400 mil) y otros hechos pasaron a ser causa nacional. Hasta el decreto que cambió la forma de las cajillas de los cigarrillos fue una oportunidad.
Este episodio pone de relieve algo muy profundo. Importa más lo de afuera que el contenido. Las políticas contra el consumo de tabaco siguen adelante. Lo que cambió es el envase para no facilitar el contrabando. Pero lo que importa es estar en contra.
Es que pasamos el mojón de los 1200 y ya se escucha a la gente gritando en el Folle, se vienen las elecciones.
Es cuando aparecen los verdaderos cracks. Los que no miran para el costado sino para adelante, redoblan el esfuerzo y van, como Alfredo y el equipo de Voces, por 800 más.

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