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“En Uruguay percibo un nivel de exigencia social hacia su clase dirigente que me gustaría verla en mi país”

“En Uruguay percibo un nivel de exigencia social hacia su clase dirigente que me gustaría verla en mi país”
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El periodista y politólogo argentino Claudio Fantini pasó por Montevideo para presentar el libro “La tenue virtud. Uruguay como excepción al caos”, donde hace un análisis de la situación regional y del país. El trabajo incluye además reflexiones de Tabaré Vázquez, Luis Alberto Lacalle y Julio María Sanguinetti. Fantini comentó a Voces algunos aspectos del libro.

En la contratapa del éste trabajo, Claudio Fantini anota: “La salud cívica y política de una sociedad puede perderse si no hay conciencia de ella. Y ese es el riesgo creciente en momentos en los que la confrontación política va subiendo el tono. Los equilibrios y moderaciones que han diferenciado a Uruguay de la histeria reinante en la región, pueden perderse si no se los preserva. (…) Estas páginas intentan alertar sobre el riesgo de perder ‘La tenue virtud’. No lo hace describiendo a Uruguay, sino a su turbulento entorno regional. Uruguay junto con Chile fueron la excepción a una regla: la inestabilidad, las pujas salvajes por el poder, la corrupción en gran escala, los grandes colapsos económicos, los estallidos sociales con represión, los magnicidios, las grietas que dividen a las sociedades, entre otros sucesos”.

Hace poco dijiste que con Uruguay tenés un sentimiento de envidia, de cariño y de admiración, ¿de la mano de qué va cada uno de esos conceptos?

Bueno, yo en Uruguay percibo un nivel de exigencia social hacia su clase dirigente que me gustaría verla en mi país, en la Argentina. En el grueso de los países sudamericanos, con excepciones de Uruguay y Chile, las sociedades son muy tolerantes con la arbitrariedad. Por eso las clases dirigentes tienen niveles de corrupción mucho más grandes de las que se perciben en Uruguay o en Chile. En la Argentina la sociedad es absolutamente tolerante con la arbitrariedad; los gobernantes hacen propaganda de ellos mismos financiándolos con las arcas públicas. Basta subirse al auto y prender la radio para ir escuchando cómo las radios están permanentemente pasando publicidad del gobierno municipal, del gobierno provincial, del gobierno nacional. Todos los gobiernos del partido que sean. La corrupción es una de las formas de la arbitrariedad. Si yo le permito al gobernante ser arbitrario, le estoy abriendo la puerta a que sea corrupto. Entonces, veo que hay sociedades o países donde hay una conciencia cívica un par de escalones por encima del resto. Tienen un nivel de exigencia que hace que los gobernantes actúen como mandatarios, no como dueños del poder, como ocurre en la Argentina y en el grueso de los países de Sudamérica.

Si tuvieras que esbozar dos o tres posibles explicaciones, ¿cuáles serían?

Yo creo que en el caso uruguayo, específicamente, desde los orígenes hay una opción por la República. Hay un republicanismo desde un primer minuto. Eso, sumado a la secularidad, que también está desde un primer momento en la historia de Uruguay, conformaron una cultura cívica con un rasgo particular que es muy positivo. En el caso de Chile me parece que hay más mérito de la clase dirigente. En particular, mi libro habla de los países sudamericanos desde sus últimas dictaduras militares hasta la fecha. En el caso de  Chile, desde la salida de Pinochet hasta la fecha el grueso del mérito lo ha tenido la centro izquierda. Son los gobiernos que acrecentaron la cultura democrática «despinochetizando» el país, a la sociedad. La derecha tardó en «despinochetizarse», lo hizo recién con el arribo al liderazgo de Sebastián Piñera. Él fue el primer líder de la centro derecha que nunca había sido pinochetista, sino lo contrario. Recordemos aquel referéndum donde los chilenos le dijeron no a la continuidad del régimen de Pinochet. Por eso el mérito lo tuvo más la centro izquierda, y la derecha recién se democratizó plenamente cuando Sebastián Piñera se convirtió en el candidato y ganó su primer elección.

El título «La tenue virtud» da sensación de fragilidad; ¿está amenazada la democracia en la región y, eventualmente, cuáles son esas amenazas?

En el resto de la región, desde las últimas dictaduras hasta la fecha, ha habido turbulencias permanentes, tremendas. Solo en Chile y en Uruguay todos los presidentes que empezaron terminaron a tiempo sus mandatos. En estos dos países las crisis económicas no fueron catalíticas y no generaron incendios sociales con protestas y represiones que dejaban tendales de muertos. En el resto de la región hubo magnicidios, hubo estropicios de todo tipo que en Uruguay y en Chile no se han dado, por lo menos en esas magnitudes que han ocurrido en el resto del subcontinente. No hay virtud que no tenga su contraindicación. No hablo de la sociedad perfecta ni mucho menos, pero sí hay un rasgo en la que aparece una virtud que es la democracia liberal. Es a lo que yo le llamo «La tenue virtud», porque carece de espectacularidad, de épica, de grandes líderes posando de héroes y proclamando grandes batallas contra monstruosos enemigos. Mientras más aburrida sea una democracia es porque más sana está.

¿Con qué objetivo te interesó incluir las reflexiones de Lacalle, Sanguinetti y Vázquez? ¿Por qué no estuvo Mujica?

Yo describo a Uruguay con mucho prurito, no soy uruguayo, y éste libro está saliendo solo en Uruguay. No me siento quien para venir a analizar a los uruguayos y a hablarle de Uruguay a los uruguayos, entonces lo que hago es describir el barrio en el que está inserto Uruguay. Describo la región. Y para asomarme al Uruguay hice un cuestionario con preguntas que sacan a sus protagonistas gubernamentales de la cotidianeidad uruguaya, los pongo más de cara a las grandes corrientes del pensamiento político, los grandes líderes que ha habido en el mundo en el siglo XX y en el comienzo del siglo XXI, para de ese modo asomarnos a la visión y el pensamiento de quienes han tenido la responsabilidad de gobernar al Uruguay en estas décadas de democracia. Me hubiera gustado mucho que estuviera Mujica, y si Batlle hubiera estado vivo por cierto hubiese sido también invitado. Insistí mucho por Mujica, pero finalmente se nos hizo decir que esa modalidad de entrevista, una entrevista grupal, no era la que el aceptaba participar.

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