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Entre Hitchcock y el desorden

Entre Hitchcock y el desorden
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La mujer en la ventana (The Woman in the Window) USA 2021. Dirección: Joe Wright Libreto: Tracy Letts basado en novela de A. J. Finn. Fotografía: Bruno Delbonnel. Música: Danny Elfman. Con: Amy Adams, Gary Oldman, Julianne Moore, Jennifer Jason Leigh, Fred Hechinger. Disponible en Netflix. Calificación: Aceptable.

Llegó a Netflix La mujer en la ventana, adaptación de una novela de A. J. Finn. La primera atracción es el director Joe Wright: a la luz de su carrera, este talentoso británico funciona siempre bien realizando historias ambientadas en el pasado histórico (Las horas más oscuras, 2017) y en adaptaciones literarias prestigiosas (Orgullo y prejuicio, 2005; Expiación, deseo y pecado, 2007; Anna Karenina, 2012). En cambio, resbala cuando toca temas actuales o fuera del ámbito literario, como pasó con el drama El solista (2009), el policial de acción Hanna (2011) y la fantasía de Pan (2015). Por eso, en lo previo, La mujer en la ventana ofrecía dudas ya que, si bien está basada en una novela, se trata de un best seller, no de alta literatura. Además, la trama es de ambientación actual. Como contrapartida, se presenta el producto como un homenaje a Hitchcock, cineasta predilecto del autor de la novela, quien aclaró que todo lo que tiene que ver en la historia con la agorafobia es de primera mano, ya que él mismo la padeció durante un tiempo.

La mujer en la ventana gira en torno a Anna Fox (Amy Adams), mujer separada y madre, una solitaria que padece agorafobia y pasa los días encerrada en su casa de Nueva York. Entre sus hobbies están aprender francés a distancia, mezclar sus medicamentos con alcohol, revisar películas de misterio y espiar la vida de los vecinos que viven enfrente de su edificio, al mejor estilo James Stewart en La ventana indiscreta. Sus hábitos se rompen cuando la visita un joven (Fred Hechinger), recién mudado junto a sus padres a un apartamento frente al suyo, para presentarse como nuevo vecino y darle un obsequio. A partir de entonces todo comienza a trastocarse, porque luego irrumpe en su casa Jane Russell (Julianne Moore), la madre del joven, con quien la protagonista entabla una casi instantánea complicidad. Más tarde, un horrible grito de mujer la alarmará, y al mirar por la ventana verá a esa vecina discutiendo con su dominante marido (Gary Oldman), para luego ser acuchillada. Pero cuando llega la policía, no sólo el esposo de Jane desmiente lo sucedido, sino que una mujer completamente distinta (Jennifer Jason Leigh) se presenta como la verdadera Miss Russell. Allí es cuando el espectador comienza a preguntarse si esa gente oculta un secreto inconfesable, o es la medicación mezclada al alcohol lo que hace alucinar a la protagonista.

Uno de los mayores atractivos de La mujer en la ventana es, sin duda, el elenco: sólo por eso ya vale la pena ver esta película, desde el rendimiento notable que Wright exprime a Amy Adams, hasta el parejo nivel del resto de sus colegas. Por otra parte, no he leído la novela de Finn, calificada como excepcional por Stephen King, pero por lo menos la película, en buena parte de su transcurso, nos mete en la cabeza de la protagonista, en una línea similar (aunque en contexto muy diferente) a lo realizado con Anthony Hopkins en El padre. Lamentablemente, esa introspección en la mente de esta mujer alcohólica y depresiva, con pavor a la luz y los espacios abiertos, no termina de trasladarse con éxito. Es cierto que la ambientación y la fotografía están tratadas con acierto, para deshacerse de los clisés del género e inyectar color y texturas a las imágenes, y eso ayuda a la atmósfera de suspenso que intenta crearse. Pero en un film en el que la protagonista es una mirona, definir espacios y distancias resulta esencial para entender a qué grado esa mujer se expone, o hasta qué punto consigue pasar desapercibida, y nada de eso funciona como debería. Hay muy buenas estampas visuales (la sombra del encaje de las cortinas en el rostro de Adams, su perfil recortado sobre el fotograma de una película en blanco y negro, las composiciones de colores con rojos, naranjas y azules muy vivos), pero la solución espacial, que Hitchcock dominaba notablemente en su obra maestra de 1954, es aquí bastante confusa, porque si naturalmente el personaje no quiere exponerse, y encima sospecha que quienes lo rodean pueden ser psicópatas, lo más normal sería no mostrarse de la forma tan obvia en que Adams lo hace aquí. Esa incoherencia lastra la credibilidad de la historia.

Lo cierto es que La mujer en la ventana, de manera paradójica, funciona bastante bien en la primera mitad, cuando se arropa en Hitchcock homenajeándolo (el cabello blanco de Oldman, recordando al Raymond Burr de La ventana indiscreta), pero pierde pie cuando quiere desembarazarse del maestro para andar por carriles más originales. El problema es que esa segunda mitad es tan intrincada y caótica que, aun pudiendo ser producto de una mente enferma, deja unos cuantos cabos sueltos sin cerrar. Uno de ellos, el más importante, es la torpeza del libreto para trazar con credibilidad las relaciones entre los personajes, con algún momento que es casi un exabrupto típico de un telefilm o una película de serie B. Sin embargo, dentro de su imperfección, hay que reconocer que el principal giro del libreto está tratado de forma bastante poética y, a pesar que la película pedía oscuridad y un desenlace más coherente con los personajes, tiene un punto de originalidad indiscutible, que la hacen factible como matinée de fin de semana, de esas que se ven, se disfrutan y una vez terminadas se olvidan.

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Amilcar Nochetti Tiene 58 años. Ha sido colaborador del suplemento Cultural de El País y que desde 1977 ha estado vinculado de muy diversas formas a Cinemateca Uruguaya. Tiene publicado el libro "Un viaje en celuloide: los andenes de mi memoria" (Ediciones de la Plaza) y en breve va a publicar su segundo libro, "Seis rostros para matar: una historia de James Bond".