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Escribir para entender a una humanidad doliente por Pablo Galante

Escribir para entender a una humanidad doliente por Pablo Galante
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El próximo jueves 10 de noviembre en el Museo Zorrilla a las 19 horas, el actor, dramaturgo, docente y comunicador Iván Solarich (Montevideo 1959) presentará su primer libro, que reúne cuatro piezas escritas hace poco tiempo. El libro se titula Una Mujer me despierta mientras pasan soldados- 4 Autoficciones. En la presentación habrá un importante e imprescindible plantel de personalidades culturales y eminentes: el actor Pepe Vázquez, la directora de Cultura del MEC Mariana Wainstein, la docente y crítica teatral María Esther Burgueño, el psicoanalista Daniel Gil y uno de sus hijos el también dramaturgo Mariano Solarich. Todo esto es prueba del valor de la obra y la personalidad de este creador uruguayo.

Nací en Montevideo, me considero muy uruguayo, pero profundamente montevideano. A mis dos años (en el 61) y por razones de solidaridad con la naciente Revolución, mis padres deciden viajar a Cuba. Entre el Ché (al que le tiraba de los pantalones cuando hacía sus discursos en la Universidad, porque no me daba bola mientras yo lo incitaba a jugar con mis camiones en la escalinata), la recolección voluntaria del café, las zafras del corte de caña, mis vecinos de piso -los Penado-, y una indescriptible alegría que me marcó para siempre, estamos siete años hasta que decidimos volver. Mi infancia es enteramente cubana, transcurrió en el Vedado, cerquita del Malecón, a diez minutos del «hombre nuevo» y la mejor de las utopías.
Volvimos en el 68, en medio del Pachecato y los primeros estudiantes asesinados. Después todo se precipitó: el Golpe de Estado, la Huelga General (ocupé Agronomía con 13 años), la cárcel de mis viejos, el exilio de mi hermano y mi propia cana. Entre Inteligencia, la cárcel de menores y el hospital, se me fue un año. Cuando volví a la vida tenía a mi novia Mariana, mis hermanos del Zorrilla y una indesmentible vocación por ser profe de educación física. Me rompo el traste y entro al Instituto, pero las diversas clases con sus horarios más la pista consumían el día entero, y entonces la ineludible pregunta: ¿de qué vivo? Y ahí, por azar o lo que sea surge el teatro, y nunca más me suelta.
Siempre tuve claro dos cosas: si mi vida iba a ser el teatro, debía vivir con él y de él. La otra, debía buscar afuera lo que no encontraba adentro. O, dicho de otro modo, si la aldea me sofoca, el aire debía buscarlo afuera, viajar.
Después de cuarenta años, subrayo ambas voluntades. Siendo esencialmente un actor, ha sido básicamente la docencia quién me ha dado sustento económico, pero también me han fortalecido en un concepto de teatrista integral, ejercer la dirección, y en los últimos trece años el escribir (escribirme) bajo la estrategia de la autoficción.
Soy muy injusto conmigo mismo si debo elegir trabajos, pero en ellos puedo expresar al resto: como Actor: El cerdo, Sarajevo esquina Montevideo, Pogled, No hay flores en Estambul; como director, En voz alta, Los músicos, La tierra baldía; como Dramaturgo, las cuatro que he editado ahora: Comunismo Cromagnon, Pogled, El vuelo, No hay flores en Estambul.
De todas las giras, todos los festivales (los muy pobres y los muy ricos), de todas las ciudades y culturas he aprendido mucho, pero por muy diversas razones menciono: Chile, Cuba, España, Portugal y los países nórdicos.
¿Cuáles han sido tus referentes teatrales?
¿Referentes? muchos, adentro y afuera. Pero tatuados por su magisterio y creaciones, sus calidades y ética: Atahualpa del Cioppo, Eugenio Barba, Eduardo Pavlovsky y Ricardo Bartís.
Mis próximos proyectos: estoy dirigiendo «Kafka» de la uruguaya Sandra Massera con un maravilloso elenco joven. En los primeros meses de 2023 haré funciones de No hay flores en Estambul en Israel, Portugal, España y casi seguramente Grecia. También dirigiré un elenco internacional para estrenar en el próximo FITA de Portugal. Y para el 2024 un proyecto largamente acariciado, «Esperando a Godot» dirigido por una leyenda del teatro portugués, Carlos Aviléz, y compartiendo escena con un enorme actor también portugués con el cual ya tuve el placer de trabajar, Manuel Coelho. Este proyecto se estrenará en el Teatro Experimental de Cascais en Lisboa, para luego girar por Europa y América.

¿Cuál es tu percepción del ambiente teatral uruguayo, cuáles son sus desafíos actuales?
Al teatro uruguayo lo veo fuerte, vital, con una enorme producción, multiplicidad de salas y espacios, y también con mucho público. En su descuento, noto que sigue un divorcio importante entre Montevideo y el resto, sobre todo en cuánto a la escasa circulación de los espectáculos por el país. Y que, de su enorme producción, un importante porcentaje son comedias excesivamente livianas. Esto no va en detrimento del carácter comedia, sino de la «liviandad».

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