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Grecia: otra vuelta a la derecha por Ruben Montedonico

Grecia: otra vuelta a la derecha por  Ruben Montedonico
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Luego del estrepitoso fracaso electoral del 26 de mayo pasado que decidió -entre otras cosas- la representación griega al Parlamento de la Unión Europea (UE), el premier Alexis Tsipras, adelantó la consulta legislativa para el 7 de julio, que a la postre derivó en una derrota: el líder de un partido dicho radical (que para un latinoamericano de izquierda no llegaba a socialdemócrata -a lo sumo era de intención progresista-), fue derrotado por una formación de derecha que se quedó, de acuerdo con las normas comiciales y el Cociente de Hare, con mayoría absoluta en el Congreso. A manera de consuelo se destaca que Syriza es la agrupación eurosocialista, socialdemócrata o progresista -cualquiera sea el apellido que le pongan- porcentualmente más importante de Europa, que perdió un escaso 4% respecto al triunfo de 2015. Es una opinión pero, evidentemente, no explica la reducción de 63 legisladores y casi 145 mil votantes. Menos aún nos dice cómo hizo la centroderecha Nueva Democracia para obtener la mayoría absoluta del Parlamento (158 de 300 legisladores), crecer 11.7% respecto a 2015 y conseguir 750 mil sufragios más.

Sí tengo un gesto complaciente, aunque los guarismos sean escasos, por el hecho que el disidente de Syriza de agosto de 2015, junto a 25 diputados- fundador de MeRA25- Yanis Varoufakis, sobrepasó el mínimo de 3% que exige la ley para ingresar al Parlamento y ocupará, con otros, 9 lugares.

El NO a la troika de la UE vino a resultar un parteaguas en Syriza y una renovada imposición a los griegos. Tsipras había sido escogido dadas sus posturas que apuntaban a eludir las obligaciones que le exigían la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI, que ofrecían recomprar la deuda externa por 280 mil millones de euros y consolidarla. Eso implicaba pagar y costear un sacrificio social al que Tsipras se opuso y para dar fortaleza a su posición convocó un plebiscito, haciendo campaña para rechazar la opción de austeridad impuesta desde el exterior por la troika votando NO (Oxi). Para ese caso, en que ganó el NO, el país abandonaba “la zona euro” y se produciría un Grexit.

Se recordará aquel esperanzador éxito del Oxi de julio de 2015, así como el cambio de dirección que le dio Tsipras, la renuncia de los legisladores y algunos ministros, entre los que estaba su “amigo” Varoufakis. La mayoría de Syriza con el apoyo de la oposición, negoció los adeudos con la troika y acabó aceptando las obligaciones que le recetaron. Syriza asoló a las grandes mayorías de la población con impuestos: la creciente fiscalidad profundizó la recesión económica, redujo 30% las pasividades, impuso gravámenes a las bebidas alcohólicas, al tabaco, a los carburantes y hasta al café, con lo que hirió gravemente el turismo, y elevó el IVA a 24%. Como ocurre en diferentes geografías, obtuvo ciertos éxitos que nivelaron los números presupuestales (macroeconomía) sobre las espaldas de las mayorías depauperadas.

Quien lo sustituye al frente del gobierno, Kyriakos Mitsotakis, es un conservador de derecha de 51 años que alcanzó casi un 40% de los sufragios, formado como licenciado en Ciencias Sociales y con un master en Administración de Empresas en Harvard, que acumula otro título como licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad de Stanford. Para justificar esto último e ir perfilando sus decisiones futuras, hay que decir que a pocos días de asumir el cargo ordenó a la cancillería que reconociera como presidente venezolano al autoproclamado Juan Guaidó, dando un giro de 180 grados a lo que había sido la posición de su país.

Además de primer ministro, lidera Nueva Democracia, que aspira a aplicar un plan liberal para reactivar la economía y reducir impuestos mediante un programa de reformas que logró interesar a buena parte del electorado. En el nuevo gobierno existe certidumbre y confianza en que Mitsotakis logrará en Bruselas una mejor negociación para los adeudos: la renovación de autoridades de la UE pasa por el relevo de Jean-Claude Juncker en la presidencia de la Comisión -quien se ha mostrado refractario ante los adeudos – por la alemana Ursula von der Leyen, que trae tras de sí fama de flexibilidad negociadora.

Un primer desafío que enfrentará el nuevo régimen es el de un gobierno con espacios reducidos para las empresas públicas, al que se le infligirán más constricciones con los dispositivos neoliberales que espera poner en práctica Mitsotakis y su gabinete, lo que contraría la opinión extendida entre muchos pensadores de que pese a lo que se difunde como más favorable económicamente, repetido machaconamente por el “’libre mercado”, la práctica nos dice que los modelos exitosos son los que fundamentan su fortuna en la acción pública, principio que sostiene a las ciencias y sustento para el aprovechamiento tecnológico.

A la exposición de cuestiones concurrentes en estas elecciones -en particular las promesas incumplidas por Syriza y su dirigente- afirmemos que los renuncios afectaron gravemente el estatuto medio de vida de la población, se persistió en el endeudamiento y en aceptar las políticas neoliberales de la troika, continuó sin sanción la antigua corrupción, los bancos quedaron sin dinero, se incrementó el desempleo, hubo desinversión extranjera mientras el gobierno semejaba tocar el violín: el instrumento a la izquierda y el arco pulsado con la derecha.

Si a ello aunamos el desgaste por los errores ante hechos como el incendio de 2018 (con 91 muertos y 25 desaparecidos) y le sumamos la garrafal decisión -por la que sufre el común de los griegos y la soberanía misma del país- de firmar el tratado de independencia y constitución de la República de Macedonia del Norte, separada de la del Sur -conjunto donde nacieron, entre otros, Alejandro Magno y Aristóteles- esta sarta de desatinos no se enjuga dándole el voto a los adolescentes de 17 años, pensando captar su apoyo: el principio del fracaso de Syriza y su líder hay que buscarlo en la autocomplacencia y el autoengaño.

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