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Gustavo Fernández Cabrera: “El arte tiene que ocupar un lugar educativo”

Gustavo Fernández Cabrera: “El arte tiene que ocupar un lugar educativo”
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Este sábado 17 a las 19 horas el artista Gustavo Fernández Cabrera presenta “MetaMorfosis de hartista”, una instalación que “nos interpela en cuanto al sentimiento auspiciado por la pandemia, de amenaza y desconfianza frente a lo desconocido, las consecuencias y su origen”. Será en Tribu (Maldonado 1858).
Dice el artista: “Esas formas, como si algo las hubiera desovado ahí, se incuban, han invadido y proliferado en ese espacio a la espera de eclosionar como plantas o insectos voraces, amenazantes”. La instalación consta de dos pinturas y un conjunto de volúmenes escultóricos, algunos de gran formato y una serie de huevos y semillas.
¿En qué momento te encuentra este trabajo?
Durante la pandemia me puse a pintar compulsivamente y en gran formato, de dos por dos metros para arriba, sin saber el tema, improvisaba y así fueron apuntando todas esas pinturas hacia una serie de preocupaciones que se evidenciaban en la temática. La política, la religión, la medicina y su aplicación, la vulnerabilidad de la infancia y los adolescentes, el medio ambiente, etc. Así surge la serie “Desastres naturales”, que es algo así como la “naturalización” de los desastres, de las pérdidas, de los fracasos universales y más que nada de los abusos de los diferentes poderes. Ésta muestra actual, en lo formal es diferente, pero también se habla de amenazas.

¿Por qué planteas esta muestra como que “nos interpela al sentimiento auspiciado por la pandemia”?
Sin duda la pandemia despertó actitudes muy diversas, pero creo que la desconfianza hacia el otro aumentó, se generó una actitud de intolerancia con todo, con todas y todos los diferentes a cada uno, se marcó la grieta, como le dicen ahora, las diferencias sociales y eso marca todo lo demás. En la muestra te encontrás con una obra que intenta inquietar al espectador, fue saliendo así, no es mi idea crear efectismos, pero hay obras que salen “cargadas”, con una intención reafirmada por lo que ves en esa pintura, objeto, escultura o instalación. Una instalación es un grupo de obras que funcionan en conjunto y que se arman adaptándose al lugar, como en este caso. Son huevos y semillas, y además todo es negro, un color que asusta un poco, y tratándose de semillas de las cuales no sabes qué planta o árbol va a salir de ahí, pero cuando los ves como huevos, son de insecto, donde mucho menos sabemos qué puede salir de ahí, entonces es que surge el miedo, el resquemor a una amenaza desconocida y por último, el miedo al “otro”, a otras personas que puedan ser portadores del contagio.
¿Cómo fuiste concibiendo la idea?
Cuando pedí sala en Tribu no sabía bien qué iba a exponer, por lo tanto, se me escapaba la idea de tema, pensé que iba a mostrar algunas pinturas de la serie “Desastres naturales”, sin embargo, la cosa fue enfilando de a poco a retomar los volúmenes y ahí fui viendo más claro por dónde venía la mano, después es empezar a sintonizar con el tema y el espíritu. Ahí me entusiasmé con retomar los volúmenes de alambre y tela, y me puse a investigar generando volumen, que, aunque son livianos, son esculturas, ya que ocupan un espacio. Y aproveché a experimentar forrando los volúmenes con nylon film sobre las estructuras de alambre, explotando las transparencias, además de las telas y papeles que usé anteriormente.

En cuanto al proceso de trabajo, ¿la idea fue mutando o nació y se mantuvo desde el principio?
Fue mutando, además que después de escuchar un audiolibro de “La metamorfosis”, de Kafka, me quedé pensando que yo también estaba en otro proceso más de cierta metamorfosis, con ganas y necesidad de cambiar cosas de mi vida, maneras de pensar, etc. Y me acordé de la pintura “La infancia de Kafka”, que la pinté al comienzo de la pandemia, incluso antes de escuchar La metamorfosis, creo que ya estaba madurando esa idea, después de eso me metí en YouTube a mirar metamorfosis de insectos. De todas formas, creo que esa idea de sentirse amenazado por lo desconocido es muy humana, y las metamorfosis también, los cambios, cambiar la mirada y mi obra hace tiempo que camina por ahí, por esas preocupaciones a las que hay que darle forma estética sin caer en el cuentito descriptivo.

¿Qué desafíos te planteó como artista?
El no caer en lo evidente, en contar cosas que les preocupe a todas y todos pero sin caer en lo literal, en las pinturas hay un acercamiento pero son muy herméticas igual, las semillas y los otros volúmenes son mucho más simbólicos. Y como desafío técnico, que es parte también de la cosa, quise colgar de una manera especial la obra central, la que parece que da a luz una cantidad de ramas y había que colgarla del techo de Tribu con todo eso abajo, son más de seis metros de altura que tiene esa obra así armada y lo logramos. Que quede como suspendida en el medio de la sala fue un desafío técnico.
A propósito de esto, ¿qué lugar entendés que ocupó el arte durante la pandemia?
Para mí y para mis compañeros y compañeras fue una balsa en el naufragio. Para mí es curativo, de hecho siempre lo fue pero en la pandemia podía decir ¿qué cuarentena? Viviría en una cuarentena eterna dentro del taller, no me aburro, tengo la música, la guitarra, el mate y el faso, por lo menos dentro de esas necesidades están súper cubiertas.
Y en esa línea, ¿qué lugar debe ocupar el arte en tiempos de crisis?
El arte tiene que ocupar un lugar educativo, sensibilizar al público. Acá vivimos en una zona del mundo donde el arte es cosa de artistas, pero desde hace unos años hay más público para el arte y los museos. Pero me preocupa la mala calidad y profusión de arte malo que hay, por eso es fundamental la enseñanza artística para todas y todos desde chicos, no para ser artistas, eso el tiempo lo dirá, sino para conocerse más, para ser más felices, más reflexivos, más abiertos, en fin, el arte cura y hace crecer.

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