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¡Hamlet vive!

¡Hamlet vive!
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Si antes de ir a ver Hamlet en El Galpón se leen las notas de producción para promocionar la obra se puede salir del teatro algo perplejo. Esta versión dirigida por el argentino Marcelo Díaz se anuncia como “una lectura que coloca a los servicios de inteligencia y al espionaje como elemento central en el desarrollo de la trama. A la simulación como instrumento para la búsqueda de información y la conveniencia política. Así como a las nuevas estrategias de manipulación mediática de las que se valen los poderes políticos y económicos para controlar de forma masiva a sus ciudadanos.” La realidad, sin embargo, es que esas notas contrastan con una versión tradicional de Hamlet, una excelente versión que en verdad funciona al ritmo de actuaciones fluidas que dan vitalidad al intento de Hamlet de vengar a su padre. Y el éxito no es menor, sabemos que es una tarea ardua el dotar de “verdad” a la obra más representativa del dramaturgo más representativo del teatro occidental.

Rogelio Gracia, el responsable de interpretar a Hamlet siempre tuvo claro qué es lo importante en la obra. En una entrevista otorgada a Federico Medina para La Diaria el actor afirma que después del estreno escuchó varias opiniones favorables: “pero a los que más bola les di fue a un par de amigos que no tienen nada que ver con el teatro. Fueron y les pregunté: “¿Entendieron el cuentito?”. Y me dijeron: “Está claro”. Ya está, para mí es eso. Después, los recursos de puesta en escena, las luces… Cuando me meto en un rol tan grande y estoy arriba del escenario me fijo en cosas esenciales. Si hay problemas con la vestimenta, igual me pongo una camiseta de Peñarol, y si no hay zapatos el día del estreno voy con unos championes. Es un monstruo de rol, esas cosas no cambian nada. Yo sé de lo que me tengo que ocupar.”

Y las palabras de Gracia son incontestables. En el número anterior de Voces hacíamos un racconto de diversas versiones y adaptaciones de Hamlet, interpretaciones que volvían al personaje un signo que se resignifcaba en cada contexto. Pero lo cierto es que si se va a realizar una adaptación tradicional, como la que se hace en El Galpón, lo que importa es que “el cuentito” esté vivo, que atrape la atención del espectador. Estamos ante una historia tan conocida de antemano que si no está viva en el escenario no hay recursos que sostengan la atención de la platea. La lucha por el poder o la pulsión de la venganza cobran características peculiares en cada momento histórico y en cada contexto social, pero lo cierto es que para que una nueva lectura cobre sentido lo primero es que esas luchas y esa pulsión vivan en el escenario. Y es algo que no siempre se logra. De hecho Peter Brook en El espacio vacío afirma que la mayor parte del teatro “no sólo no consigue inspirar o instruir, sino que apenas divierte” refiriéndose aun tipo de teatro que llama “teatro mortal”. Y agrega que ese teatro mortal “en ningún sitio se instala tan segura, cómoda y astutamente como en las obras de William Shakespeare”. Así como Brook opone al teatro mortal un teatro tosco capaz de llegar a un público no habituado a las salas teatrales, Rogelio Gracia busca en esos amigos que no tienen nada que ver con el teatro la respuesta que lo tranquiliza respecto a la efectividad de la versión.

Para que viva ese “cuentito” son centrales las actuaciones, algo que el propio Shakespeare tenía más que claro. Por algo le hace decir a Hamlet, aconsejando a un grupo de actores, el célebre parlamento: “Dirás este pasaje en la forma que te lo he dicho yo con soltura de lengua, no con voz desentonada, como lo hacen muchos de nuestros actores; más valdría entonces dar mis versos al feriante para que los dijese. Ni manotees así, acuchillando el aire: moderación en todo; puesto que aun en el torrente, la tempestad, y por mejor decir, el huracán de las pasiones, se debe conservar aquella templanza que hace suave y elegante la expresión. A mí me desazona en extremo ver a un hombre, muy cubierta la cabeza con su cabellera, que a fuerza de gritos estropea los afectos que quiere exprimir, y rompe y desgarra los oídos; que sólo gusta de gesticulaciones insignificantes y de estrépito. Evita, evita este vicio.”

Es justamente en este pasaje, aconsejando al elenco de cómicos que representará la obra-trampa para Claudio, en que se aprecia en toda su plenitud el dominio que Gracia tiene de su personaje. No solo señala la forma en que se debe representar, también parodia las exageraciones condenadas por Shakespeare, exageraciones que el público conoce tanto que no puede dejar de reír al verlas aparecer en el escenario. En ese momento ya hemos visto a Hamlet sintiéndose ajeno a las celebraciones de la boda de su madre con su tío, y a fingir locura para ocultar su plan de vengar el asesinato de su padre. El control que Gracia tiene de su personaje se corresponde con un trabajo con el texto que no se obsesiona con la “fidelidad” imposible y que sin perder potencia poética propone expresiones coloquiales cuando es necesario, dotando de cercanía y naturalidad a los personajes.

La puesta, es verdad, juega con con un trasfondo en que se tejen conspiraciones en las sombras. La elegancia y la funcionalidad de los recursos es incuestionable, aunque hay algunas incongruencias. Desde el comienzo se apela a que desde el poder se realizan “puestas en escena” mediáticas para incidir en la opinión pública. Pero la construcción de una imagen negativa de Hamlet, lo que justificaría su ostracismo, aparece sugerida a partir de portadas del periódico El Heraldo. En el contexto en que se propone esta versión las tapas de diarios tienen un impacto insignificante al lado de, por ejemplo, las operaciones televisivas. En realidad los elementos de la puesta aportan de forma muy secundaria a una versión de Hamlet que resulta tan flexible en otros aspectos que permite la inclusión de alusiones a la falta de financiación de la ley de teatro independiente como si fueran una “mecha” de carnaval.

Por el protagonismo en el espectáculo Rogelio Gracia se roba los aplausos, pero también se destaca el trabajo de Victoria González Natero encarnando, con todos sus matices, al tortuoso personaje de Ofelia. Quizá otra particularidad de la versión es el protagonismo de Polonio, encarnado por Hugo Giachino, en tanto aparece como un aliado oportunista e inescrupuloso del poder de turno.

En definitiva estamos ante un Hamlet absolutamente recomendable, ideal para acercar al teatro a un público que no sea muy asiduo.

Hamlet. Autor:W. Shakespeare. Director:Marcelo Díaz. Elenco: Rogelio Gracia, Walter Rey, Hugo Giachino, Alicia Alfonso, Héctor Hernández, Claudio Lachowicz, Marcos Zarzaj, Massimo Tenuta, Victoria González Natero, Rodrigo Tomé, Pablo Pipolo, Camila Cayota, Giuliano Rabino.

Funciones: sábado 21.30, domingo 20.30. Sala Campodónico de El Galpón

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Leonardo Flamia Periodista, ejerce la crítica teatral en el semanario Voces y la docencia en educación media. Cursa Economía y Filosofía en la UDELAR y Matemáticas en el IPA. Ha realizado cursos y talleres de crítica cinematográfica y teatral con Manuel Martínez Carril, Miguel Lagorio, Guillermo Zapiola, Javier Porta Fouz y Jorge Dubatti. También ha participado en seminarios y conferencias sobre teatro, música y artes visuales coordinados por gente como Hans-Thies Lehmann, Coriún Aharonián, Gabriel Peluffo, Luis Ferreira y Lucía Pittaluga. Entre 1998 y 2005 forma parte del colectivo que gestiona la radio comunitaria Alternativa FM y es colaborador del suplemento Puro Rock del diario La República y de la revista Bonus Track. Entre 2006 y 2010 se desempeña como editor de la revista Guía del Ocio. Desde el 2010 hasta la actualidad es colaborador del semanario Voces. En 2016 y 2017 ha dado participado dando charlas sobre crítica teatral y dramaturgia uruguaya contemporánea en la Especialización en Historia del Arte y Patrimonio realizado en el Instituto Universitario CLAEH.