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“Héroas” que evolucionan

“Héroas” que evolucionan
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La imaginación es un asunto político” (Ivonne Trías)

Desde la antigüedad clásica se entiende que la posibilidad de velar y enterrar a los muertos es un derecho que trasciende cualquier circunstancia. Ya en la Ilíada Homero narra como Aquiles se apiada de Príamo y le devuelve el cuerpo de Héctor para que su pueblo le rinda los honores fúnebres correspondientes. Antígona se rebela contra su tío Creonte, rey de Tebas, y entierra a su hermano Polinices, permitiendo de esa forma que su alma descanse. Entre muchos pueblos vinculados al mar se generaron prácticas de entierros simbólicos cuando algunos de sus integrantes no era devuelto por el océano. Broella en particular es una palabra que remite a la ceremonia de entierro ficticio que se practicó durante siglos en la isla de Eusa, al noroeste de Francia.

Broella también es el nombre de una novela de Ivonne Trías, escritora y periodista nacida en octubre de 1950 en Montevideo. Trías, militante de FAU en los años sesenta y setenta, estuvo encarcelada entre 1972 y 1985, mientras que su hermana Cecilia y su esposo Carlos Alfredo Rodríguez Mercader fueron secuestrados y desaparecidos en Argentina en el marco del plan Cóndor. Ivonne ha publicado el ensayo La tienta (2007) y las biografías Hugo Cores: pasión y rebeldía en la izquierda uruguaya (2008) y Gerardo Gatti: revolucionario (2012, escrito junto a Universindo Rodríguez).

Broella es una obra de ficción que sin embargo remite a espacios y situaciones emparentados con los trabajos periodísticos de la autora (y con su biografía). Pero también es una obra en la que se ensaya una interpretación de la historia de nuestro país en el siglo XX, y en este aspecto trasciende ampliamente el análisis de los años de autoritarismo y dictadura. La protagonista principal de la novela es Marina, una mujer nacida en Florida en 1900 que contra toda experiencia cercana se deja guiar por intuiciones que le permiten liberarse de una vida de resignado sometimiento a su marido y a las convenciones sociales de su tiempo.

Durante una de las presentaciones de la novela la autora compartió que una de las razones para escribirla era intentar poner en palabras algunas experiencias que no están presentes. “Escribir -nos cuenta Trías- es “presentificar” cosas que existen en tu imaginación o tus recuerdos, representarlas para otros. Hacerles un poquito de violencia para mostrar qué pasa cuando se rompe la ley de cada cosa, lo que le daba esa ilusión de identidad o de sagrado. Al menos para mí es eso escribir. Siempre es algo performático, siempre escribir hace aparecer algo que no estaba antes de la escritura. También hay algo de resguardo, de registro de un segmento de tiempo”.

En la medida que se suceden los años y Marina va madurando y envejeciendo otros personajes van ganando protagonismo en  la novela. Hacia los años sesenta serán dos de sus nietas las que se vincularán con la realidad política del momento y cuestionarán las prácticas cotidianas de su familia. Es desde el punto de vista femenino que se entreteje esta historia, y algunos ángulos que no solemos tener presentes se nos hacen visibles. Esta particularidad de la novela, que le valió a la autora el señalamiento de que es una obra “de mujeres para mujeres”, se vincula con otros trabajos en que Trías deja entrever que la militancia de algunos referentes de nuestra izquierda muchas veces era posible gracias esposas que se hacían cargo de los hijos. Sobre este aspecto de la novela la autora agrega: “En su juventud Marina muestra una actitud rebelde casi defensiva. Ella no tiene una vida social que le permita saber que otras mujeres sufren los mismos problemas que ella. No piensa en términos feministas, pero se rebela ante su situación. Tanto Marina como Laura, su nuera, hacen sus primeras experiencias de colectivos con problemáticas comunes cuando una tiene 76 años y la otra 50 años. Julia y Celina rondan la generación 68. Ellas tampoco piensan en términos feministas, pero tienen una práctica que les permite comprender y cuestionar algunos condicionamientos de género. Están más cerca de identificar los problemas, de nombrarlos, de la teoría.

Y fuera de la novela, creo que la mayor parte de las mujeres de mi generación hicimos ese camino: una práctica de militancia en colectivos mixtos, pero con muchas pares interactuando. ¿Qué veíamos? Que nosotras éramos fuertes, por jóvenes, por muchas, por compartir causas justas. Nuestra presencia en las luchas sociales era bienvenida por los mayores y nos faltaba tiempo para entender que esa bienvenida tenía límites claros. También veíamos que las mujeres de la generación anterior, las compañeras de esos militantes que nos daban la bienvenida, no participaban como  nosotras. Lo percibíamos, pero no lo interpretábamos bien. ¿Sería porque a ellas no les interesaba? ¿Sería porque “alguien tiene que ocuparse de los hijos”? Ahí había un límite a nuestra naciente perspectiva de género.”

Broella no es un relato heroico en el sentido tradicional y, a diferencia de otros relatos, tampoco se generan artilugios para negar la derrota y el dolor: “No es un relato heroico, pero también aquí, como en un relato épico, hay personajes que se esfuerzan por superarse para enfrentar un destino cruel que parece inmutable. También hay peripecias, paso de la ignorancia al conocimiento, lances patéticos. Los hechos del pasado que se relatan implican una dignificación. Baste evocar a esas mujeres  clamando por sus hijos en la plaza pública, rodeadas de militares armados y a caballo. No es un relato heroico en el sentido tradicional, pero hay personajes que enfrentan el destino agigantándose y evolucionando. Aquí las “héroas” evolucionan.  Y el dolor no es un obstáculo para la acción ni para trasmitir, para pasar la posta. Ni Hécuba ni Antígona ocultaron su dolor y ese dolor no les impidió rebelarse.

La novela sigue algunas pistas. Hay una abuela que, con escasa escolarización cuenta en cambio con una formidable imaginación. Y la imaginación es un asunto político: las cosas son así, pero podrían ser de otro modo. Sería una pena que una lectura plana del título de la novela impidiera ver que sobre las ceremonias y los duelos hay miles de años de experiencia y que la versión ultramaterialista actual es una página o unas líneas apenas de esa historia. En la ceremonia de la broella hay mucha historia, muchas creencias de los bretones en la navegación de las almas en el más allá, mucha convicción en que el ausente debe regresar a su tierra para descansar. Despreciar esa filosofía de la vida y la muerte, encajonarla como pensamiento mágico, tiene algo de colonizador o al menos de una soberbia intelectual que no se sostiene bien.”

Broella: la ceremonia inconclusa. Ivonne Trías. Edita: Yaugurú, 2021.

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Leonardo Flamia Periodista, ejerce la crítica teatral en el semanario Voces y la docencia en educación media. Cursa Economía y Filosofía en la UDELAR y Matemáticas en el IPA. Ha realizado cursos y talleres de crítica cinematográfica y teatral con Manuel Martínez Carril, Miguel Lagorio, Guillermo Zapiola, Javier Porta Fouz y Jorge Dubatti. También ha participado en seminarios y conferencias sobre teatro, música y artes visuales coordinados por gente como Hans-Thies Lehmann, Coriún Aharonián, Gabriel Peluffo, Luis Ferreira y Lucía Pittaluga. Entre 1998 y 2005 forma parte del colectivo que gestiona la radio comunitaria Alternativa FM y es colaborador del suplemento Puro Rock del diario La República y de la revista Bonus Track. Entre 2006 y 2010 se desempeña como editor de la revista Guía del Ocio. Desde el 2010 hasta la actualidad es colaborador del semanario Voces. En 2016 y 2017 ha dado participado dando charlas sobre crítica teatral y dramaturgia uruguaya contemporánea en la Especialización en Historia del Arte y Patrimonio realizado en el Instituto Universitario CLAEH.