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HOLA CHINA, ¿CHAU MERCOSUR?

HOLA CHINA, ¿CHAU MERCOSUR?
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El gobierno anunció que hay disposición por parte de China para encarar la negociación de un TLC con Uruguay. Se desatan las polémicas, las dudas y los análisis.

¿A quién le sirve este TLC? ¿Oportunidad o peligro? ¿Por qué China apuesta a esto? ¿Atenta contra la industria nacional? ¿Qué sectores se verían favorecidos y cuáles perjudicados? ¿Qué piensan las organizaciones sociales? ¿Se lograrán inversiones chinas en nuestro país? ¿Qué otros productos podemos exportar a China aparte de carne, soja y celulosa? ¿Cómo afecta esto a nuestros vecinos? ¿Qué actitud adoptarán los EE.UU. ante el avance chino en su patio trasero? ¿Es posible que se concrete o es solo humo? ¿Pesa lo ideológico en este TLC?

Lo que está claro es que hacia allá vamos por Oscar Licandro

El desarrollo económico y social de un país pequeño como Uruguay depende fuertemente de su comercio exterior y de la inversión extranjera que recibe. En el mundo actual es muy difícil (por no decir imposible) desarrollar un comercio exterior exitoso o atraer capitales extranjeros por fuera de acuerdos comerciales. Uruguay tiene el Mercosur y algún otro acuerdo, pero nada más. En consecuencia, hoy la discusión no debería ser sobre la pertinencia de los acuerdos comerciales sino sobre cuáles son nuestros mejores potenciales socios comerciales. ¿Dónde están esos mercados e inversores extranjeros? No están en Europa, cuyo proteccionismo ha impedido concretar un acuerdo comercial entre la Unión Europea y el Mercosur. No están en un Estados Unidos autista, poco confiable (de estos pueden dar fe los afganos) y para el cual América Latina ya no es siquiera su patio trasero. No están dentro del Mercosur, donde hace varios años que tenemos una balanza comercial negativa y donde nuestros socios se las han ingeniado para ponernos permanentemente piedras en el zapato. Claramente, la oportunidad está en China: ese gigante que, al igual que los fenicios hace 25 siglos, eligió conquistar el mundo mediante el comercio.

La semana pasada el gobierno uruguayo anunció el inicio formal de conversaciones para la firma de un tratado de libre comercio (TLC) con China. Si esto prospera, en apenas unos años Uruguay se incorporará al club de países que han firmado este tipo de tratados con el gigante asiático, los que ya están disfrutando los beneficios de haberlo hecho. Para China el mercado uruguayo es insignificante, pero para Uruguay el acceso al mercado chino puede tener un impacto positivo de una magnitud que hoy podemos intuir, pero que no es posible dimensionar con precisión. Existe coincidencia en que este tratado produciría al menos tres tipos de impactos positivos. Primero: la baja en los aranceles en China mejorará la competitividad de los productos uruguayos, lo que seguramente se traducirá en una mayor penetración de los productos que ya exportamos y en fuente de oportunidad para otros productos. Segundo: bajará el costo de importación de maquinarias, tecnologías e insumos que produce China y que son utilizados por nuestra industria y nuestro agro. Tercero: el TLC favorecerá la llegada de capitales chinos para ser invertidos en Uruguay, lo cual es fundamental para generar crecimiento económico y empleo. Obviamente, que la fiesta no es gratis, razón por la cual es imprescindible identificar los sectores que se verán afectados en forma negativa. En algunos casos se podrá negociar excepciones con China, tal como lo han hecho otros países, pero en otros casos será necesario desarrollar estrategias compensatorias.

El camino no es fácil porque existen obstáculos, entre los cuales el más notorio es la oposición del gobierno argentino.  Consciente de ello, el gobierno uruguayo movió sus fichas con firmeza y rapidez. En la reunión de presidentes del Mercosur de marzo, Lacalle Pou propuso flexibilizar el tratado para que cada miembro tenga la posibilidad de avanzar en acuerdos comerciales con terceros países. En ese entonces, la reacción fuera de tono y autoritaria de Alberto Fernandez, hizo pensar a más de uno que el presidente uruguayo se iría al mazo (existen antecedentes de bajar la cabeza ante el kirschnerismo). Pero no fue así. Las gestiones diplomáticas dentro del Mercosur continuaron. Cuatro meses después, durante la LVIII cumbre de jefes de estado del Mercosur, el presidente uruguayo ratificó el rumbo: “Por eso, amigo presidente…le queremos informar que hacia allá va Uruguay. Ojalá vayamos todos juntos, pero lo que está claro es que hacia allá vamos”.  Y así, llegamos a septiembre, con el anuncio de que Uruguay empieza a transitar el camino para firmar un TLC con China.

¿Sorprende este accionar del gobierno uruguayo? Lacalle Pou ha demostrado a lo largo de sus 18 meses de gobierno que está fuertemente comprometido en llevar adelante la agenda de cambios que prometió en la campaña electoral. Pese a las restricciones que le impuso la pandemia del coronavirus, el presidente ha sabido conjugar la prioridad absoluta que otorgó a la lucha contra la pandemia, con la puesta en marcha de esos cambios. Así, por ejemplo, la aprobación e implementación de normas contenidas en la LUC sobre seguridad ya están impactando positivamente en la reducción del delito. La apertura de nuevos y mejores mercados para que nuestras empresas puedan exportar más, y así generar más puestos de trabajo y mayor prosperidad para los uruguayos, es uno de los temas centrales de esa agenda. Durante este año y medio, el gobierno ha demostrado que con voluntad, valor e inteligencia se pueden gestionar en simultáneo lo urgente (la pandemia y sus secuelas sociales y económicas)  y lo importante (los cambios estructurales que el país necesita). En un país donde lo normal es usar lo urgente para justificar que no se hace nada por resolver lo importante, este gobierno tiene una impronta propia que a muchos les cuesta entender.

Nadie puede saber hoy con certeza si finalmente se firmara el TLC con China. Menos aún se puede saber cuál será su contenido. Pero hay algo que los uruguayos sabemos con total certeza: la voluntad de nuestro gobierno de implementar la agenda de cambios que prometió a sus electores no la tuercen las pandemias, ni  los palos en la rueda (paros generales, referéndum contra la LUC, etc.), ni la prepotencia kirschnerista.

 

Despojarse de fundamentalismos ideológicos por Marcos Soto

Uruguay precisa de mayor apertura comercial, profundizar su inserción internacional. El poder colocar nuestra producción y trabajo y obtener de forma eficiente lo que no producimos, es una parte del camino hacia el desarrollo. El multeralismo sufre crisis de parálisis. La respuesta de los países, con independencia de las orientaciones de sus gobiernos, ha sido la búsqueda de acuerdos comerciales, que han proliferado de forma exponencial en todas las geografías.

Los acuerdos comerciales trascienden lo arancelario. Dotan de marco normativo al intercambio y sientan bases para promover mayores niveles de comercio. Todo análisis que pretenda seriedad, debe abordar posibles puntos positivos y posibles riesgos. Hay que despojarse de fundamentalismos ideológicos, tanto para su rechazo como para promoción. Hay que evitar los cultos.

Antes de la partida, dos pasos para afrontar este camino con salud. La construcción de grandes consensos nacionales y estudio profundo de prefactibilidad. Hay que dialogar mucho y con todos.

 Los de más

  1. a) ponernos en órbita, camino que han recorrido la mayoría de los países, en particular “nuestros competidores”.
  2. b) incrementos de exportaciones en productos que China ya nos compra. Esto es: carne, soja, madera, lácteos.
  3. c) a la luz de experiencias similares será posible cierta penetración de productos que hoy no colocamos. Ejemplo puede ser nuestra industria vitivinícola.
  4. d) efectos positivos sobre flujos de inversión. China ha sido activo inversor en América Latina y a Uruguay ha llegado en cuenta gotas.
  5. e) perfil productivo de ambos países es complementario, una temida “invasión” de productos chinos parece obviar lo que ya sucede.

 Los de menos

  1. a) sectores que más podrían verse beneficiados no son los que más trabajo directo generan, y posibilidad de diversificar nuestra oferta exportable es limitada
  2. b) riesgos de vínculo con nuestros socios dentro del Mercosur.

c)riesgo sobre sectores que exportan a Argentina y Brasil. Sectores con un contenido de mayor nivel de industrialización. Existen emprendimientos localizados en nuestro país, por la única razón de poder colocar su producción en estos mercados.

d)riesgo de concentración: China podría convertirse en el gran comprador para diversos bienes producidos en Uruguay. Ya compra más de la mitad de nuestra Carne bovina. Si la participación del país asiático se profundiza, nuestra producción podría pasar a ser “China dependiente”. La teoría indica evitar colocar todos los huevos en la misma canasta.

  1. e) riesgo fiscal: renuncia al cobro de aranceles y otros tributos aduaneros al principal origen de nuestras importaciones. Toda renuncia fiscal implica tarea para diseñar como financiarla, ¿o no?

TLC con China ¿Bueno para quién? Por Federico Kreimerman

Discutir en torno a la firma del TLC supone reflexionar en relación a la inserción internacional del Uruguay, cuál es el lugar que ocupamos en la división internacional del trabajo, cuál es la estrategia que nos damos para superar el carácter dependiente de nuestra economía, en definitiva reflexionar en torno a que concepción del mundo y del país defendemos.

Indudablemente que la dinámica del comercio mundial y su relación con el desarrollo y la integración económica es una preocupación actual, sobre todo cuando vemos las contradicciones entre los países desarrollados y los dependientes con notorios perjuicios para estos últimos.

Estas contradicciones crecientemente irreconciliables en las relaciones internacionales del mundo capitalista se desprenden de la esencia misma de este modo de producción.

Los TLC son parte de la estrategia mundial del gran capital, en este caso Chino, para profundizar la dependencia y el saqueo de nuestros países.

En los mismos se liberalizan aspectos estratégicos para el desarrollo de nuestro país, tales como el comercio y los servicios, las compras públicas, la propiedad intelectual, las patentes de la industria farmacéutica, las telecomunicaciones, el medio ambiente y la legislación laboral.

Estos tratados definen reglas supra nacionales por encima a las leyes del país.

Por esta vía el Estado resigna soberanía y compromete a presente y futuro cualquier posibilidad de desarrollo nacional autónomo.

Este tratado se encuentra en plena consonancia con la política de inserción en el mundo que han llevado adelante los gobiernos progresistas y el actual gobierno multicolor, ubicando al Uruguay en la división internacional del trabajo como un proveedor de material primas y un importador de productos de alto valor agregado.

Se agudiza así el proceso de desindustrialización del país y la primarización de su economía con dramáticas consecuencias sobre el trabajo y las condiciones de vida de los sectores populares.

Podemos citar a modo de ejemplo lo ocurrido con el TLC que Uruguay firmo con México en 2003, por los presidentes Vicente Fox y Jorge Batlle. Uruguay duplicó las exportaciones a México, pero multiplicó por diez las importaciones de aquel país. En términos generales, Uruguay exporta fundamentalmente cueros, leche y arroz, e importa tractores y automóviles.

Los defensores de estos tratados sostienen que los mismos propician el aumento del comercio, siendo esto cierto no se puede asociar aumento del comercio a desarrollo económico y mucho menos a distribución de la riqueza.

Por eso que beneficie “al Uruguay” no significa que beneficie a todos los uruguayos, sino solo a una minoría privilegiada que seguirá viviendo a costa de los trabajadores.

 

De orientales a orientales por Rodrigo da Oliveira

Nuevamente en el tapete un eventual Tratado de Libre Comercio con China. Nuevamente las trabas del Mercosur y las ideológicas, todas ellas políticas y no de derecho o de tipo formal.

El potencial de un TLC de este tipo es aún invaluable a cabalidad, sin dudas de carácter muy positivo para nuestras exportaciones de productos procesados con alto valor agregado, caso de alimentos cárnicos, vinos y similares. Compartimos estos rubros con Nueva Zelanda y Australia; sólo con ver el exponencial crecimiento de sus exportaciones al gigante asiático podemos hacernos una idea del enorme mercado al cual podríamos acceder directamente, sin las trabas que nos genera el Mercosur. Evidentemente, algunos sectores de nuestra economía podrían resultar afectados, tales como la vestimenta, el calzado y el rubro químico. Como contrapartida, necesitamos algunos de las materias primas que China provee a nuestra industria (ya que no solo manufacturados nos vende). El rubro electrónica y productos de consumo masivo son los grandes elementos con que cuenta China para ingresar y dominar las balanzas comerciales con los distintos países con los cuales comercializa. En cantidad no hay prácticamente países con los cuales Uruguay pueda competir, de ahí la necesidad de embarcarnos en la búsqueda de calidad y valor agregado a los productos.

Es tarea de los diversos actores propender a avanzar en este tipo de iniciativas, dejando de lado pequeñeces sectaristas y ese mezquino cuidado de chacritas que tanto mal nos han hecho, válido esto tanto para políticos como para sindicalistas. Desde el 2005 hemos, una y otra vez, dejado de lado enormes oportunidades en materia de comercio exterior. Las justificaciones han sido de poco o nulo recibo; sin embargo tanto peso han tenido que han trabado uno y otro intento de TLC diversos de alto alcance para nuestro país. País que depende imperiosamente de la exportación de sus productos, aún de su la que debería ser su principal materia de exportación: la intelectual, para que ello no implique el éxodo continuo de individuos formados de nivel terciario, sangría permanente desde hace 50 años. No debe continuarse por este camino, que nos ha mantenido en lo alto de ese podio de dudoso honor, como es el de exportar cabezas capaces y pensantes, las cuales son recibidas con los b razos abiertos dondequiera que van.

Ese y no otro es el rubro que debemos cuidar y propender a que permanezca dentro de fronteras. El verso de la soberanía que sirve para alimentar restricciones desde hace tantas décadas ha de ser abandonado en pos del bien común. En ello tiene un enorme debe la Universidad de la República, que se comporta como un elemento independiente de la República que la sostiene económicamente. Autonomía sería lo que debería exhibir, no independencia ideológica que mira hacia cualquier lado, menos la que necesita la población que le paga las cuentas.

Volviendo a lo del principio, imperativo resulta seguir generando comercio de calidad para nuestros habitantes, que los beneficien tanto en el acceso a elementos diversos a buen precio comparativo (elementos que en su mayoría no producimos, por otro lado)  como en la posibilidad de lograr mercados para nuestros productos con alto valor agregado y que poseen una gran inversión de intelecto propio, ese que tan valorado es fuera de fronteras.

Los tiempos de las chacritas mantenidas fronteras adentro ya pasaron. Para los tiempos que vienen, mucho más complejo será.

 

Reconocernos a nosotros mismos por Santiago Gutiérrez

Durante demasiado tiempo Uruguay vivió entre la negación a reconocerse a sí mismo por sus fortalezas naturales, culturales y sociales, y la expresión de deseo de una porción de líderes políticos de ser una pequeña sucursal de algún país europeo. Eso nos llevó a proyectar una macrocéfalica y omnipotente capital, que mirara sólo al mar respaldado por el humo de un sinfín de chimeneas industriales que poco tenían que ver con nuestra gente, nuestros recursos naturales, nuestra escala y tantas cosas más.

Las pruebas están a la vista. No hubo sistema económico que lo aguante.
El posible TLC con China es un gran paso hacia ese auto reconocimiento nacional; lo que siempre debimos ser: Un país agroexportador y de variados servicios, al que se ha sumado un pujante sector tecnológico, particularmente el software.

Casi con vergüenza hoy debemos dar una discusión sobre si es positivo firmar un acuerdo que permita colocar beneficiosamente nuestros productos al mayor importador del mundo, y particularmente nuestro mejor cliente. La inserción internacional es uno de los cuellos de botella que enlentece, entorpece y también impide el desarrollo integrado de nuestro país.

Pongamos el foco en las cadenas productivas que mas que trabas e ineficiencias tienen imposibilidades de colocación. Veremos que muchos de esos rubros son los que más perjudicados se han visto en las últimas dos décadas, donde nuestros competidores subieron muchos escalones, y nosotros ninguno.

Se abre una puerta para el ovino en carne y lana, para nuestros lácteos, para los cítricos, frutales y hortalizas.
Se abre una puerta enorme a un nuevo turismo que tiene como desafío aprender a vender las maravillas del Uruguay profundo. La producción de tecnologías puede encontrar una fugaz sinergia con un mercado gigantesco. El mundo audiovisual y nuestros artistas nuevos horizontes. Todo esto redunda en inversiones, innovación, competitividad y fundamentalmente en puestos de trabajo reales.
Las posibilidades son infinitas, pero Uruguay debe prepararse para pasar de ser ese país tranquilo y seguro, a ser uno de vanguardia.
Ese país de productos boutique, de innovación tecnológica y de brazos abiertos al mundo.

Uruguay debe reconocerse a sí mismo, y pensarse a partir de sus fortalezas; no por sueños europeístas vacíos de conocimiento y sentido nacional.

Ser proteccionista en un país como el nuestro, no es ideología, sino teología, al decir de un brillante compañero.

Uruguay debe entender que empieza otra etapa en el mundo entero y parece estar hecha a la medida de ese Uruguay real.
Atrás de China vendrán otros, y debemos estar preparados para ser el Uruguay real y por tantos años negado. El Uruguay de vanguardia.

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