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Inaugurar una canilla

Inaugurar una canilla
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Por Heraclio Labandera

En el lexicón político nacional, la frase “inaugurar una canilla” tiene un significado obvio y un significante crítico hacia el gobernante. Sin embargo, el cuestionamiento es un prejuicio digno del asfalto. Cuando se inaugura una canilla, parece una exageración frente a lo insignificante. Pero al costado del grifo hay personas que ya no deberán caminar con bidones para tener agua. Hay desigualdades que no escandalizan.

Cuando los constituyentes de 1830 dispusieron que Uruguay fuera un país de naturaleza unitaria, la población censada era un poquito mayor al público que hoy entra sentado en el Estadio Centenario.

Poca gente en un gran desierto es la explicación más rápida para comprender como la República construida sobre el territorio que alguna vez estuviera bajo el mando de José Artigas, terminara de espaldas al federalismo.

Si bien hoy la población se ha multiplicado 44 veces, el unitarismo político del país en la actualidad cobra a sus ciudadanos un formidable peaje social y económico, y ha generado una segregación invisible y silenciosa que es necesario sortear.

La toxina que permea el modelo unitario se llama centralismo, y su antídoto es la descentralización, un concepto que no siempre cosecha buena prensa, a pesar de los evidentes problemas que derivan de la estructura unitaria del país.

No hay que viajar demasiado lejos de la capital para encontrar los inconvenientes.

Que una localidad instalada en el corazón de la cuenca lechera, como Cardal, deba reclamar en el Parlamento que el Banco República instale allí un cajero automático, cuando los pagos con tarjeta están en pleno furor y son imprescindibles para cargar combustible, o que la gente de una productiva localidad como Cerro Colorado donde viven cerca de 1.300 almas, no tenga otra opción para abonar la tarifa de OSE que la de contratar todos los meses los servicios de un comisionista para que la pague en Casupá, situada a 30 quilómetros de distancia y ubicada en el cuadrante más poblado del Departamento de Florida, son dos pequeños ejemplos del drama común que el centralismo representa para el ciudadano del Interior.

De modo que la descentralización no es un reclamo abstracto, ni una consigna puesta de moda por Wilson Ferreira en la década del 60 del siglo pasado, sino una herramienta para sortear los problemas cotidianos de la lejanía.

 Descentralización descafeinada

 El mayor problema es cuando la sociedad se acostumbra a consumir una versión descafeinada de la descentralización.

Este mes se llevó a cabo en el Departamento de Florida la primera reunión de la Junta de Intendentes de la cuenca del Río Santa Lucía, una instancia que reunió a seis intendentes y a varios alcaldes integrados a la Red de Municipios de la cuenca del Río Santa Lucía.

El Sistema Interdepartamental de Gestión Compartida de la Cuenca del Río Santa Lucía (Sistema GCSL), fue creado en 2016 por el gobierno central como una directiva para involucrar a los gobiernos ribereños de esa cuenca hidrográfica.

Sin embargo, el intendente anfitrión, Carlos Enciso, durante el discurso inaugural de la jornada aseveró que la creación de ese instituto, debe procurar “complementar las normativas nacionales” existentes respecto al cuidado medioambiental, en un esfuerzo por formular aportes locales a una iniciativa creada para cumplir con una disposición del gobierno central.

En otro reportaje publicado este mismo mes sobre los alcances de la nueva corriente que patrocina dentro del Partido Nacional con vistas a 2019, Enciso insistió en la importancia de la descentralización.

“Hay que empoderar al Interior para que la descentralización sea a la inversa de lo que pasa en este gobierno, que descentraliza políticamente e impulsa centralmente la  redistribución de algunos recursos”, indicó.

Esta “es una política paternalista y queremos cambiar el eje”, logrando “que los recursos que se generen en el Interior, queden en el Interior.

En tal sentido, adelantó que “en los próximos meses” deberá fomentarse “un debate productivo, que no sea la queja permanente por la dádiva que el gobierno tiene que transferir a las Intendencias”, y en cambio apunte a la obtención de recursos genuinos.

En línea con ese criterio, Enciso cargó munición gruesa para defender dentro de su propia colectividad, una propuesta que institucionalice lo que la letra constitucional plasma.

Propuso organizar con los recursos ya existentes, una agencia nacional de descentralización que trabaje en proyectos exclusivamente para los Departamentos del Interior del país.

Su proyecto incluyó direccionar préstamos del Banco República, modernizar a la Corporación Nacional para el Desarrollo y permitir que el Congreso de Intendentes tenga capacidad para definir acuerdos de cooperación internacional.

Dilema de la canilla

La descentralización viene de la mano de la devolución al Interior en obras, con los recursos generados en el propio Interior.

Pero sobre el punto, existe un eterno debate sobre si realizar sólo algunas grandes obras, o con los mismos recursos realizar muchas obras pero a la medida del vecino.

Y con esa forma de medir, ninguna obra es pequeña.

Frente a este debate, Enciso resolvió desde su primer gobierno por apostar a la segunda opción, en el entendido de que es una forma de optimizar la obras pública, porque lo que para una admistración gubernativa es cemento y trabajo, para la gente es una mejor calidad de vida.

En un aviso publicitario preparado al final de la primera administración Enciso, una señora mayor daba testimonio del cambio que para ella representó la bituminización de la calle que pasa frente a su casa.

Habló de tránsito, pero lo hizo desde el punto de vista de un ama de casa.

“Ahora puedo abrir la ventana y la casa no se me llena de tierra”, dijo, en referencia a la polvareda que durante años sufrió debido al fluido tránsito camionero que tenía frente a su domicilio.

Esta es la cara popular de la descentralización, que no figura en el Producto Bruto Interno, pero cuenta a la hora de cerrar una gestión.

Quizás ésta sea la causa por la cual un latiguillo que circula por allí, provoque tanta satisfacción legítima en el equipo de gobierno de Florida:

“El Pájaro (Enciso) inaugura hasta una canilla”, es la frase.

La clave está en ver la importancia que para las personas tiene una canilla.

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