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Incorrección política descremada

Incorrección política descremada
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El lenguaje determinante

“Hay cosas que les pasan por la cabeza aun a gentes que no tienen cabeza” le dice Juan a Berenger en el primer acto de Rinocerontes, la obra de Eugene Ionesco que la Comedia Nacional se encuentra presentando en la sala principal del Teatro Solís. Juan, elegante y educado, reprocha todas las acciones de Berenger, pero en este caso el énfasis está en cómo se repiten y piensan cosas sin reflexionar mucho sobre ellas. El tema que están discutiendo, mientras comparten mesa en un café, es la abrupta aparición de un rinoceronte que ha atravesado las calles generando cierta alarma pública.

Nos interesa la frase porque resume la importancia central que Ionesco daba a la despersonalización del lenguaje, y cómo este moldea al individuo. Como decía Jean Paul Sartre en 1966: “Habría que señalar que para muchos autores contemporáneos, la frase de Heidegger, la conozcan o no, parece verdadera: ‘El hombre se comporta como si fuese el creador y dueño del lenguaje, mientras que el lenguaje es, por el contrario, el que es y se impone sobre su soberano’. Reemplacemos ‘hombre’ por ‘personaje’ y comprenderemos muchas de las tentativas del teatro actual (…) Para Ionesco y para aquellos que lo siguen, el lenguaje es fundamental y ya no es para nada el medio que el héroe eligió para expresarse. Por el contrario, se trata de mostrarlo como desarrollándose, inhumano a través del hombre, imponiéndole sus leyes a despecho de los esfuerzos del hablante por significar algo, atrapándolo en sus significaciones y presionándolo, por la simple fuerza de la palabra, a  cometer actos que no tenía intención de cometer y que se sustanciarán a medida que la palabra se instaure para decirlo de antemano”.

Muchos artistas han intuido la importancia del lenguaje modelando prácticas sociales, no en vano George Orwell habla de la “neo-lengua” en su célebre distopía 1984 como forma de control social. Pero en algunos de los dramaturgos del llamado “teatro del absurdo” esto es particularmente relevante y el hecho de que escriban en una lengua que no es la materna puede ser un detonante. Ionesco nació en Rumania en 1912, pasa su infancia en Francia pero vuelve a Rumania donde estudia en la Universidad de Bucarest. La experiencia de la no-correspondencia entre las “palabras y las cosas” la vive desde muy joven. Sus primeras incursiones literarias pasaron por la poesía, y el teatro le disgustaba enormemente según afirma el profesor Eduardo Romano, ya que al encarnarse “destruía la ficción”. Casualmente, estudiando inglés, reparó en la artificialidad de los diálogos de los manuales para aprender idiomas, y es entonces cuando, al decir de Romano, Ionesco empieza a leerlos sin interés didáctico para advertir que: “el lenguaje se había desarticulado, los personajes se habían descompuesto”. Así el autor de Rinocerontes emprende un ataque contra el hablar por que sí, contra el lenguaje instituido que “habla porque no hay nada personal que decir” y desde allí contra el pequeño burgués como “hombre de ideas recibidas, de los slogans, el conformista de todas partes”.Y el teatro se vuelve vehículo ideal para ese ataque.

Tanto Romano como Sartre, que disfrutan del teatro de Ionesco, sacarán conclusiones negativas del sustento ideológico liberal individualista que lo fundamenta, pero eso no interesa aquí. Sí nos importa subrayar el rol relevante del lenguaje como determinante de prácticas sociales y de su capacidad de despersonalizar  a los individuos y homogeneizar sus prácticas.

 

 

¿Neo-lenguas contemporáneas?

Álvaro Ahunchain, el director de la versión de Rinocerontes que va en el Solís, es una de las personalidades públicas que más ha discutido las prácticas de “corrección política” que se intentan imponer desde determinados sectores. Y una de las prácticas de corrección política más “policiales” ha sido la persecución pública sobre el uso de algunas palabras vinculadas al origen étnico o al género de las personas. El uso de un lenguaje inclusivo para que todas las personas se sientan representadas ha contado con algunos fiscalizadores casi estalinistas, y Ahunchain ha sido crítico de estas prácticas.

Independientemente de que uno esté de acuerdo o no con lo que Ahunchain propone de fondo, la posibilidad de verlo dirigir Rinocerontes nos generaba muchas expectativas. En definitiva la obra habla de un proceso de homogeneización totalitaria, en donde uno a uno los miembros de una sociedad van cayendo, sin mayor resistencia, en la manada de rinocerontes hasta que Berenger, al quedar solo, afirma: “¡Soy el último hombre! ¡Y seguiré siéndolo hasta el fin! ¡No me rindo!”

No era descabellado imaginar que Ahunchain iba a hacer cruzar la obra de Ionesco con los slogans que se repiten hoy en día, slogans y prácticas lingüísticas que hacen que un sector de nuestra sociedad sea incapaz de comunicarse con el otro. Y el director camina hacia ese cruce, pero parece detenerse al dar un paso y medio, el resultado es de una superficialidad llamativa. La crítica a la “actualidad” se queda en una Daisy que acota “y mujeres”, cuando alguien dice “hombres”, o “y ciudadanas” si lo que se escucha es “ciudadanos”. Y en un comentario al pasar, casi una mecha carnavalera, de que gracias a que algún presidente ha decretado el matrimonio igualitario humanos y rinocerontes se pueden casar. Es extraño, porque estas “adecuaciones textuales” parecen casi de parodia de carnaval, algo que Ahunchain ha criticado ácidamente. No hay ningún trabajo en el texto o en la caracterización de los personajes que se integre orgánicamente a la puesta para hacer una lectura contemporánea de la obra, pero si no hubiera interés en hacer una actualización no tienen sentido los comentarios mencionados.

Ionesco escribió está obra a fines de los cincuenta, con la memoria del nazismo muy presente. Pero Rinocerontes sugiere la capacidad del nazismo de atraer a las masas con un efecto casi religioso, jamás lo explicita. Ahunchain en cambio proyecta una larga escena de El triunfo de la voluntad de Leni Riefenstahl, con Hitler generando euforia colectiva y Wagner de fondo. Esta necesidad de explicitar lo que se está diciendo nos genera dos posibles causas: o no se tiene confianza en que el propio trabajo esté logrando comunicar lo que se desea, o sea subestima mucho al público. No es la primera vez que vemos esto en un espectáculo de la Comedia, proyecciones como esta ya usó Sergio Renán en La visita (2014), mientras que Adel Hakim al final de Las traquinias (2006), disfrazaba a Heracles de Rambo y ponía un tanque de guerra y un planisferio contemporáneo en escena para que nos quedara claro que estaba hablando de nuestra época. El utilizar a muñecos que representan a los rinocerontes en vez de sugerirlos como se ha hecho en otras versiones también parece recortar las posibilidades de interpretar el espectáculo.

Ahunchain tuvo la posibilidad, y los recursos, para cuestionar fuertemente la práctica de la “corrección política” en uno de los centros que la generan, y parece haberla desaprovechado.

Rinocerontes. Autor: Eugene Ionesco. Dirección: Álvaro Ahunchain. Elenco: Fernando Dianesi, Levón, Stefanie Neukirch, Andrés Papaleo, Cristina Machado, Claudia Rossi, Natalia Chiarelli, Fabricio Galbiati, Juan Antonio Saraví y Leandro Núñez.

Funciones: viernes y sábados 20:00, domingos a las 18:00. Teatro Solís.

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Leonardo Flamia Periodista, ejerce la crítica teatral en el semanario Voces y la docencia en educación media. Cursa Economía y Filosofía en la UDELAR y Matemáticas en el IPA. Ha realizado cursos y talleres de crítica cinematográfica y teatral con Manuel Martínez Carril, Miguel Lagorio, Guillermo Zapiola, Javier Porta Fouz y Jorge Dubatti. También ha participado en seminarios y conferencias sobre teatro, música y artes visuales coordinados por gente como Hans-Thies Lehmann, Coriún Aharonián, Gabriel Peluffo, Luis Ferreira y Lucía Pittaluga. Entre 1998 y 2005 forma parte del colectivo que gestiona la radio comunitaria Alternativa FM y es colaborador del suplemento Puro Rock del diario La República y de la revista Bonus Track. Entre 2006 y 2010 se desempeña como editor de la revista Guía del Ocio. Desde el 2010 hasta la actualidad es colaborador del semanario Voces. En 2016 y 2017 ha dado participado dando charlas sobre crítica teatral y dramaturgia uruguaya contemporánea en la Especialización en Historia del Arte y Patrimonio realizado en el Instituto Universitario CLAEH.