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La colonización europea y las independencias de Nuestra América por Julio A. Louis   

La colonización europea y las independencias de Nuestra América  por Julio A. Louis   
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Comprender a NA hoy exige partir de la colonización.

Es estrecha la relación entre el colonialismo y el mercantilismo. Cuando el comercio se traba por falta de medios de pago (deflación) hay sed de metales preciosos. Para los mercantilistas el oro y plata son la riqueza, “la sangre de las naciones”, lo que es parcialmente válido, mas no es toda la riqueza. Cada nación va por ellos. Y España los extrae a raudales de América. Por el monopolio comercial las colonias son obligadas a vender sus mercancías a bajo precio y a comprar las de la metrópoli a altos precios. La Corona se enriquece por el cobro de impuestos y los comerciantes españoles ganan. Las colonias se perjudican y reclaman libertad comercial. España la niega y las colonias contrabandean con Inglaterra. (1) Así, España deforma su industrialización: permite industrias de las que ella carece, prohíbe las que le hacen competencia e impide el comercio entre las colonias.

El alud de metales preciosos provoca la suba de precios (aumenta el circulante más que la producción). Los salarios no ascienden a igual velocidad, por lo que los capitalistas ahorran más, incrementando la capitalización. Por breve lapso, Castilla presenta condiciones favorables para la revolución industrial: amplios mercados ultramarinos, abundancia de materias primas, dominio de diversas técnicas artesanales, alza de precios. A mediados del siglo XVI se producen grandes adelantos en la industria y el comercio. Pero el auge es breve y hay señales de decadencia a la abdicación de Carlos I (1555), que se profundiza con Felipe II (1556-1598), fanático religioso y prototipo del que desprecia el trabajo manual.  Pero cualquiera sea la potencia colonial, la relación entre las metrópolis y las colonias se sustenta en una acumulación de capitales en las primeras y una desacumulación en las segundas. El extraordinario esfuerzo realizado por los explotados de Indias (esclavos, siervos, asalariados, etc.) generan los capitales que posibilitarán la Revolución Industrial del siglo XVIII.

La formación del sistema económico mundial

Un sistema puede incluir modos de producción diversos. América se incorpora al sistema mercantilista mundial desde la colonización hispano-lusitana (siglo XVI), el que evoluciona después claramente al capitalista en el XVIII. Desde entonces, se presencia un sistema asentado en una compleja división social del trabajo y en múltiples procesos de producción unidos por el mercado, fruto de la expansión del capitalismo comercial europeo. Muestra una estructura jerarquizada, con metrópolis en posición central y colonias periféricas, y entre ellas, naciones semiperiféricas. Si Europa es el jinete y las colonias el caballo, el rol de Portugal y de España es el de montura, pues ofician de metrópolis de sus colonias y de colonias de las metrópolis centrales, proceso visible desde el siglo XVII. Europa es el eje del sistema cuya unidad estriba en el desarrollo desigual, en el flujo constante de capitales de la periferia al centro. La relación implica el sometimiento político y económico de las colonias.

            

                               Primeros intentos liberadores y revolucionarios 

    La revolución es la transformación radical de las estructuras- económica, social, política, cultural- generalmente por vía violenta. En NA triunfan revoluciones que solo consiguen la independencia política, aunque en sus países prosigue la dependencia económica.

Inicialmente hay dos grandes insurrecciones fallidas: la República de Palmares (1603-1695) y la de Túpac Amaru (1781).

Por 1530 Portugal comienza a colonizar a Brasil.  En el nordeste produce azúcar y se crea el complejo de fazendeiros (plantadores) y “señores de ingenios” (manufactureros). Hacia 1500 el comercio internacional oficia de locomotora del desarrollo y la industria azucarera es la primera producción agrícola inserta en el orden mercantil. Los negros esclavos traídos desde África son superiores a los atrasados aborígenes como agricultores, pues tienen más resistencia física y son más fáciles de controlar por su color. La explotación es tremenda. Impera un régimen de terror y torturas.  Algunos huyen a la selva y forman los “mocambos” (poblados) y “quilombos” (federación de mocambos).

En Alagoas, los fugitivos forman la República de Palmares – desde 1603 a 1695- derrotan a cuarenta expediciones represivas y liberan a esclavos de las regiones próximas. Llegan a tener 30.000 habitantes y no solo negros. A imagen y semejanza de África forman ciudades-estados, de cultura autóctona y de propiedad colectiva. Zumbi es el líder de la resistencia hasta ser vencida. Pero hubo otros “quilombos” en Brasil, Guayanas, Haití, Jamaica y Cuba.

En el Virreinato de Perú (el más rico por la extracción de oro y plata) sucede la mayor insurrección indígena. En Perú, México, Guatemala y los actuales Ecuador y Bolivia- los aborígenes no se españolizan y conservan su idioma, vestimenta, ayllu (comunidades). José Gabriel Túpac Amaru (1740-1781), descendiente de viejos incas, recibe una educación esmerada vinculada a la Masonería. Los aborígenes están sometidos a la mita, en la que trabajan gratis dos o tres meses al año en la construcción de carreteras, canales, terrazas en las laderas de las montañas apropiadas para la agricultura, fortificaciones, templos, palacios, etc.  Reprimidos, bajo la dirección del citado, se lanzan a la lucha en 1781 en pos de abolir esas mitas, las encomiendas, los obrajes y otras formas de explotación y la esclavitud de los negros y exigir la devolución de sus tierras.  La insurrección se expande por el Alto Perú (Bolivia) hasta ser derrotados y su jefe es ejecutado con inusual crueldad junto a otros familiares (18/5/1781). Pero las fuerzas se reagrupan, aunque siempre sus combatientes son derrotados. Décadas después los soldados de Artigas se denominarán “tupamaros”.

 La independencia de Estados Unidos

Se entiende por “Nuestra América” la dependiente y no abarca ni a EE.UU. ni a Canadá. Por ende, no se tratará la revolución de la independencia de EE.UU., la primera triunfante (1776).

       La Revolución Haitiana (RH)

 La RH es desatada por la francesa y se entrelaza con ésta por la exportación ideológica de los principios democráticos. Esclavos negros y mulatos del occidente de la isla de Santo Domingo -el Saint Domingue- concretan la República de Haití, segundo país independiente de América (1804). Tal RH es una guerra racial de los negros contra los blancos, social de los esclavos contra sus amos y de independencia. Pero al no poder desamarrarse de la estructura colonial se malogra y la tragedia abraza su historia. Su gran figura es Toussaint Louverture, que utiliza las contradicciones entre Francia y España. Por fin muere prisionero en Francia. En 1802 reaparecen las guerrillas en las montañas y Dessalines -ayudado por los enemigos de Francia -Gran Bretaña (GB) y EE.UU.-  proclama la independencia (1804).

              Crisis de España y Revolución Hispanoamericana

Al Imperio español le llega su decadencia plena en 1808, después de intentar el paliativo de las Reformas Borbónicas, que eliminan el sistema monopolista y establecen el comercio libre. Esas Reformas suprimen el lento sistema de flotas y galeones para el comercio con América (1740), esto es convoyes resguardados por naves de guerra. El comercio progresa en virtud de los menores gastos de flete. Se elimina el sistema de puerto único de salida (Cádiz) y se abren para el comercio colonial nueve puertos peninsulares (1765). Luego se autoriza el comercio directo entre las distintas colonias (1768). En 1778 se habilitan trece nuevos puertos españoles y veinticuatro americanos, entre ellos Buenos Aires y Montevideo. Por fin se autoriza el comercio de las colonias con los barcos que proceden de países neutrales (1797). En menos de cincuenta años, el comercio se quintuplica. Hay además reformas políticas administrativas y se robustece el poder del Estado. Los jesuitas, que abrazan la causa de los aborígenes y prohíjan el nacionalismo hispanoamericano, son expulsados (1767).

A estos hechos se le suman la corrupción, las luchas intestinas de la Corte y la invasión de Napoleón que crea una ausencia de autoridad. Toda España se subleva contra el intruso, y en Hispanoamérica los criollos aprovechan para formar Juntas y exigir iguales derechos que los peninsulares. Aunque el proceso se diluye, hay una segunda oleada independentista con tres centros revolucionarios: México, Venezuela-Nueva Granada y el Río de la Plata. La guerra hispano-americana persigue dos objetivos: evitar la recaída en el absolutismo y conservar la unidad del sistema virreinal bajo la forma de una confederación de los nuevos estados.

La de México es la revolución de más hondo contenido social dirigida sucesivamente por Hidalgo y Morelos (1810-1815); reprimida y aislada retrocede y se transforma en una revolución política independentista pero conservadora en lo social.

Venezuela-Nueva Granada origina la revolución más expansiva e influyente en pos de la integración hispanoamericana, destacándose la figura de Simón Bolívar: tiene tres fases entre 1810-1821. Bolívar capta   que sólo las masas son patriotas. En la cima de su poder convoca al Congreso de Panamá (1826) para crear una Federación Hispanoamericana, idea que pronto naufraga. Comprende que EE.UU. y GB son aliados egoístas y temibles, pero sostiene que “En la infancia necesitamos apoyo, en el futuro ya veremos”. Pasará de la gloria al insulto y expulsado de Venezuela, muere en Colombia en 1830. La desintegración en tres países, Colombia, Venezuela y Ecuador responde a economías competitivas, en que priman intereses de las clases dominantes sobre las luchas comunes, la lengua, la cultura, etc.

El Virreinato del Río de la Plata – el último en crearse (1776)- es hijo de la necesidad de España de robustecer la defensa frente a GB en la Patagonia y Malvinas, y frente a Portugal en la Banda Oriental, competidores desde fines del siglo XVII.  Es el de mayor crecimiento en población, comercio, producción, nivel de vida y desarrollo cultural, gesta nuevas naciones comandadas por una clase dominante que no retorna más al colonialismo político.  Su eje económico es el puerto de Buenos Aires y la ciudad minera de Potosí, pero el auge del cuero en Buenos Aires y el litoral, requerido por la Revolución Industrial y el hecho que las minas de plata de Potosí se agotaran, hace que la clase dominante de Buenos Aires se vincule a GB, que considera a esta ciudad “la llave de América del Sur”. El Virreinato sufre las Invasiones Inglesas (1806-07), la lucha de puertos (Buenos Aires y Montevideo) y con la Revolución de Mayo (1810) triunfa la tendencia oligárquica (Saavedra), derrotando a la revolucionaria (Moreno). La Banda Oriental tiene el puerto de Montevideo (una de las tres llaves defensivas de España, con Cartagena y El Callao) y sede del Apostadero Naval y recela de Buenos Aires.  Artigas, hombre de la clase dominante, al comienzo acaudilla al patriciado, pero también a los pobres, gauchos, negros, mestizos e indios, en un proceso más avanzado que el de Bolívar. “Mi sistema” busca una gran nación independiente y confederada, que evite la separación provincial. Por el “arreglo de los campos” entiende una reforma agraria con cesión de tierras en usufructo, y la expropiación a los “malos europeos y peores americanos”, así como favorecer a las familias desposeídas. Su Reglamento Aduanero es proteccionista, defensor de artesanías y manufacturas provinciales, pero facilita importaciones imprescindibles. No admite un país centralista y dependiente de GB. Por ende, molesta, y está obligado a pelear en dos frentes, contra la oligarquía porteña y contra los portugueses. Por fin es vencido y los jefes del patriciado oriental admiten la Provincia Cisplatina en poder de Portugal (1817-1824) y luego de Brasil (1824-1825).

Luego, la Cruzada de los Treinta y Tres Orientales (1825) inicia la guerra contra Brasil ya independizado. Las Provincias Unidas (futura Argentina) son arrastradas a esa guerra y sobreviene la  “mediación británica” , artífice de la creación de un Estado Tapón, que actuará como cuña entre los dos grandes vecinos, favoreciendo el control fluvial para los británicos; Estado que debía ser ni muy chico (sería inútil)  ni muy grande (sería peligroso) y con tradición autonómica: primero llamado Estado de Montevideo en la Convención Preliminar de Paz (1828) será desde 1830 el Estado Oriental del Uruguay.

                                        La independencia de Brasil (1822)

La independencia de Brasil es un golpe palaciego sin presencia de las masas populares, aunque éstas antes y después, luchan por sus derechos. Brasil hasta el siglo XVIII carecía de unidad económica, política y administrativa. La minería del oro ayuda a la integración y a que se conforme como nación. El Tratado de Tordesillas (1494) había trazado la demarcación con Hispanoamérica. Inglaterra -que incide sobre Portugal- ahonda la incomprensión recíproca entre Hispanoamérica y Brasil.  La originalidad de Brasil será su conversión en semicolonia inglesa antes de dejar la condición de colonia de Portugal. El Tratado de Methuen (1703) de libre comercio, consagra la subordinación portuguesa a Inglaterra a cambio de seguridad y marcará la doble dependencia.

Las guerras napoleónicas prueban la tradicional alianza Portugal-Inglaterra que data de 1642. La invasión napoleónica a la Península Ibérica obliga a trasladar la Corte portuguesa a Río de Janeiro (1808) hecha por los ingleses a cambio de varias concesiones. Junto a la Corte van más de cien firmas británicas, las grandes beneficiarias de ese gran mercado. En 1820 se produce la Revolución Liberal de Oporto. Repercute en Brasil. Juan VI desde Brasil regresa a Portugal y es designado Regente su hijo Pedro, quien fluctúa entre los portugueses y los criollos hasta que pronuncia el célebre “eu fico” (“me quedo”, 9/1/1822). La hostilidad con los militares portugueses sigue hasta que “el Grito de Ipiranga” (7/9/1822) proclama la independencia y el 12/10/1822) se le nombra Emperador (Pedro I). Recién en 1823 será reconocido en todo el país. Brasil unificado se diferencia de Hispanoamérica fragmentada. Aunque ninguno de los nuevos países logra una efectiva independencia política ni económica como la de EE.UU.

(1) Corresponde la denominación de Gran Bretaña (GB) cuando se unen Inglaterra y Escocia bajo la misma Corona en 1707, aunque Gales se integra posteriormente.

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