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La guerra como pasión homicida

La guerra como pasión homicida
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Dice Louis Ferdinand Celine en Viaje al fin de la noche: “Existen para el pobre dos grandes formas de reventar, ya sea por la indiferencia absoluta de nuestros semejantes o ya sea por la pasión homicida de ellos mismos en su guerra desencadenada”. El alter ego de Celine, que tendrá otros derroteros más adelante, había sido atrapado por una ráfaga de nacionalismo irracional que lo llevó a enrolarse en el ejército francés, pero estando en el frente reflexionaba: “A lo lejos, en el límite de la distancia visible, había dos puntos negros en el medio, como nosotros; pero eran dos alemanes que no paraban de tirar desde hacía un buen cuarto de hora. Él, nuestro coronel, sabía quizá por qué tiraban aquellas dos personas; y los alemanes lo sabían también, seguramente. Pero yo sinceramente no lo sabía. Por más que buscaba desde tiempo atrás en mi memoria no encontraba haberles hecho nada a los alemanes (…) Yo conocía un poco a los alemanes (…) Había hablado su idioma (…) de allí a tirar ahora a partirnos el pecho, sin decir siquiera unas palabras antes de comenzar, hay una gran diferencia, y hasta un abismo de diferencia. En resumidas cuentas la guerra era todo lo que yo no podía comprender.”

Mientras veíamos De los héroes que no aterrizan en las islas de los cuentos, obra de la argentina Pilar Ruiz que el colectivo Ciclón Teatro estrenara en La emergente, no dejábamos de recordar algunas páginas de Viaje al fin de la noche. Fundamentalmente las que reflejan el resentimiento del protagonista hacia quienes lo llaman héroe hablando en primera persona de una guerra en la que son otros los despedazados.

Julio es un músico y docente que fue obligado a enrolarse en el ejército para combatir en las Malvinas. Cecilia, su novia desde hace años, comparte el gusto por la música tocando en la misma banda. Julio fue dado por muerto en la guerra. Cecilia, al enterarse de que esa noticia fue un error, va a su encuentro, pero este no es el que imaginaba. No hay un “héroe” mitológico que ha hecho un camino de iniciación, que se ha “completado” durante su viaje a lo desconocido. Julio se ha transformado por la experiencia de la guerra, sí, pero su cambio tiene otras características.

Ruiz tiene gran habilidad para intercalar en el diálogo entre Julio y Cecilia dos planos, el de la pareja que se reencuentra por un lado, y el de los combatientes de una guerra absurda frente a una sociedad que los ha enviado a morir celebrando el sacrificio por otro. Porque más allá de los detalles de las biografías de los dos personajes, que sirven para estructurar la historia puntual, lo que parece señalar la dramaturga es la contradicción entre la “alegría” del pueblo argentino cuando el dictador Galtieri, en abril de 1982, comunica públicamente el desembarco argentino en Malvinas, y lo que estaba detrás, el sacrificio de jóvenes enviados a una guerra que no eligieron.

Si las intenciones de articular una denuncia contra la guerra a través de una historia de amor son claras en la dramaturgia, la dirección toma decisiones que subrayan ese punto. Sobre el reencuentro inicial se suceden suertes de flashbacks que llevan a los personajes al momento de la partida, a situaciones en el frente, a las vivencias de la separación. Esos flashbacks son interpretados por Bernardo Scorzo y Giorgina Testorelli en otro plano de actuación. La habitación de Julio es el espacio central, en donde se produce el reencuentro. Dos micrófonos frente a la platea sirven para que los personajes abandonen el presente del reencuentro y nos lleven a otros momentos de la historia. En el fondo se proyectan escenas, como la de Galtieri anunciando la guerra. “El rey del vino ya dio su nefasto discurso y todos debajo del balcón, lo festejan”, dice Julio, y agregará más adelante: “Bienvenido al mundo donde los pobres payasos se visten de verde, con casco y botas locas. Los leones sin táctica ni estrategia rugen asustando a los temerosos malabaristas; mientras que el rey del circo bebe el vino y come el pan en tierra firme y recita, con la boca llena, sus versos políticos de poemas macabros”. En la versión se proyecta el discurso de Galtieri y la celebración en la plaza, celebración análoga a las de mundiales de fútbol patrocinados por la misma dictadura que iniciaba esa guerra para perpetuarse. La “pasión homicida” de la que habla Celine era interpretada por el pueblo argentino en abril de 1982.

Otra decisión de la dirección que no parece ser gratuita es la de comenzar la obra con los británicos Rolling Stones y terminarla con el también británico David Bowie. Así como Celine nos decía que no entendía porqué tenía que estar a los tiros con los alemanes, pueblo del que hasta el idioma conocía, es difícil entender porqué jóvenes argentinos tenían que estar a balazos con jóvenes británicos. Jóvenes argentinos que de hecho quizá compartían con los británicos gustos similares. La guerra pasa por intereses que escapan a quienes caen en ella, y la denuncia de esto es una de las claves de este espectáculo. Como también el señalar como la pasión bélica puede “apasionar” a un pueblo, alinearlo detrás de un interés que no tiene nada que ver con el suyo propio.

Por último, hay que destacar el enorme trabajo de Scorzo y Testorelli. La juventud de ambos es acorde a sus personajes, pero el compromiso emocional con que interpretan a esas criaturas delata madurez. Y si Scorzo tiene que manifestar el resentimiento de quien fue obligado a ser un héroe, pasando frío y hambre, corriendo para que las bombas no lo despedacen, el personaje de Testorelli tiene la complejidad de cargar con la culpa de quien es consciente de que celebró ese sacrificio irracional. El compromiso de la joven actriz con su personaje conmueve a la platea. El trabajo de ambos, más allá de que tienen mucho para crecer por supuesto, vale la invitación al teatro por sí misma también. No se lo pierdan.

De los héroes que no aterrizan en las islas de los cuentos. Texto: Pilar Ruiz. Dirección: Juan Ignacio Vázquez. Elenco: Bernardo Scorzo y Giorgina Testorelli. Fotografías: María Eugenia Margalef.

Funciones: domingos 21:30. La emergente (Maldonado 1334 bis)

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Leonardo Flamia Periodista, ejerce la crítica teatral en el semanario Voces y la docencia en educación media. Cursa Economía y Filosofía en la UDELAR y Matemáticas en el IPA. Ha realizado cursos y talleres de crítica cinematográfica y teatral con Manuel Martínez Carril, Miguel Lagorio, Guillermo Zapiola, Javier Porta Fouz y Jorge Dubatti. También ha participado en seminarios y conferencias sobre teatro, música y artes visuales coordinados por gente como Hans-Thies Lehmann, Coriún Aharonián, Gabriel Peluffo, Luis Ferreira y Lucía Pittaluga. Entre 1998 y 2005 forma parte del colectivo que gestiona la radio comunitaria Alternativa FM y es colaborador del suplemento Puro Rock del diario La República y de la revista Bonus Track. Entre 2006 y 2010 se desempeña como editor de la revista Guía del Ocio. Desde el 2010 hasta la actualidad es colaborador del semanario Voces. En 2016 y 2017 ha dado participado dando charlas sobre crítica teatral y dramaturgia uruguaya contemporánea en la Especialización en Historia del Arte y Patrimonio realizado en el Instituto Universitario CLAEH.