Home Reflexion Semanal ¿La isla de la fantasía?

¿La isla de la fantasía?

¿La isla de la fantasía?
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La noticia sobre el proyecto de construir una isla artificial de 36 hectáreas frente a Punta Gorda pateó el tablero. Inmediatamente salieron hinchas y contras al emprendimiento que cuenta con el visto bueno del Poder Ejecutivo y la oposición de la Intendencia capitalina.  Dos mil quinientos millones de dólares de inversión, cuatro mil quinientos puestos de trabajo durante diez años y una apuesta al desarrollo inmobiliario de ese volumen mueven el piso. ¿Tiene lógica ese proyecto? ¿Se pueden plantear estas iniciativas sin los adecuados estudios de impacto ambiental? ¿Debe ser obviado el Ministerio de Ambiente ante estas iniciativas? ¿Aumenta la segregación social? ¿Cualquier desarrollo es positivo? ¿La creación de puestos de trabajo justifica que se aprueben cualquier proyecto? ¿Quién viviría en la isla? ¿No hay riesgo de lavado de dinero? ¿Quién se opone a este modelo de progreso? ¿Queremos ser el Dubai del cono sur? 

 

De cabezas con islas y agujeros negros. Por Gerardo Amarilla

De tanto en tanto la modorra de la agenda pública y las noticias más o menos similares de la cotidianeidad uruguaya, se ve sorprendida con propuestas que intentan aterrizar en nuestro país y generar sorpresas y reacciones disímiles en todos los ámbitos de la sociedad.

La propuesta de esta isla artificial frente a Punta Gorda con un proyecto inmobiliario e instalaciones náuticas, sorprende por su relativa espectacularidad respecto a la escala de la ciudad de Montevideo y la osadía de la idea.

Sobre los aspectos ambientales del proyecto es muy prematuro opinar ya que no ha ingresado formalmente el proyecto al Ministerio respectivo ni se ha solicitado la Autorización Ambiental Previa como corresponde según la ley. Estamos confiados que esos aspectos se estudiarán con absoluta seriedad y rigurosidad llegado el momento, incluyendo la biodiversidad de la zona, la configuración de la costa y los efectos de la dinámica del río por esas instalaciones.

Cabe recordar que no hace mucho, llegó el proyecto de la regasificadora, en la zona costera, con impactos y riesgos por su operativa que también sorprendía. En aquella instancia se presionaba hasta con las fechas a DINAMA, incluso con compromisos asumidos por el ente energético de pagar penalidades si no se conseguían las autorizaciones antes de determinados plazos.

En la actualidad y con la nueva jerarquía de la institucionalidad ambiental, el Uruguay otorga garantías suficientes de realizar esos estudios con seriedad y evaluará los proyectos sin contaminación ideológica que afecte la seguridad jurídica.

Según las expresiones de la Intendente de Montevideo, aunque el proyecto está pensado en un área de competencia nacional, hay aspectos como la movilidad y el saneamiento que requieren articulación con la IMM. Hasta allí nos parece muy correcta la apreciación, pero claramente aparecen aspectos más filosóficos que técnicos cuando la jefa comunal apela a consignas basadas «en la lógica de anclaje», «exclusión» y «enorme concentración de metros cuadrados que operaría como un agujero negro».

Estas consideraciones me hacen recordar algunas decisiones de hace algunos años, también en Montevideo, donde autoridades se oponían a medios de transportes mas eficientes, rápidos y limpios, porque su infraestructura podía suponer barreras entre sectores de la ciudad que dividían a privilegiados y postergados.

Lamentamos cuando la ideología opera como agujeros negros en nuestras cabezas y nos impiden ver realidades o propuestas con apertura, con seriedad y con la objetividad de apreciar lo que es mejor o peor para nuestra sociedad, independientemente de nuestro interés personal o partidario.

 

La isla del negocio por Benjamín Nahoum

¿A alguien se le ocurre para qué puede necesitar, o para qué le puede servir a Montevideo, tener como apéndice injertado una isla artificial, de treintaiséis manzanas de superficie, con ochocientos mil metros cuadrados de edificación residencial y otros cien mil dedicados a comercios y oficinas, más un puerto de yates (otro)? ¿Hay diez mil familias interesadas en comprar estas viviendas, que no se dice cuánto costarán, pero seguramente no bajarán de 250 o 300 mil dólares?

Estas preguntas no sólo no tienen respuesta, sino que no parecen haber sido consideradas por quienes aprobaron la iniciativa privada presentada por la empresa “Jirkel S.A.” (¿quién es, o quiénes son, Jirkel S.A.?): el presidente de la República, Dr. Luis Lacalle Pou y su ministro de Transporte y Obras Públicas, el exintendente de San José, José Luis Falero, quien avaló la propuesta y promovió la aprobación. Con un pequeño olvido: que, tratándose de un emprendimiento de construcción, debe contar con los permisos correspondientes de la intendencia respectiva, la que entiende que el proyecto no es viable, lo que han dejado claro los técnicos municipales y la propia Intendenta.

La resolución municipal abunda en las consecuencias que tendría un proyecto de tales características, no sólo en la fragmentación urbana (ya que crearía un barrio artificial para consumidores de alto estándar, separado por el mar de sus vecinos terrenales) sino también en la repercusión sobre los barrios de los cuales provendrían quienes allí se instalarán y el daño que causaría a la imagen de uno de los más importantes patrimonios montevideanos: la Rambla que bordea la ciudad de un extremo al otro, con su incomparable vista al mar.

Frente a eso, sólo se alega que en otras ciudades del mundo se han hecho cosas similares (lo que parece un chiste de mal gusto, porque en esas ciudades falta espacio y en Montevideo sobra, puesto que, en su área urbana, con la misma densidad, cabría cuatro veces la población de Barcelona). Y, por supuesto, el infaltable argumento de que se reciben inversiones y se crea empleo, que tantos adefesios ha prohijado, aunque hablando de agujeros negros, ninguno como el que iba a hacer Zamin Ferrous en Aratiri si las cuentas le hubieran cerrado.

Nadie en su sano juicio puede rechazar las inversiones ni la creación de empleo, pero tampoco nadie en su sano juicio debería aceptarlas sea bajo la condición que sea. Yo no creo que, lo construyan donde lo construyan, el proyecto MVD 360 le haga bien a Montevideo, pero ¿estarían sus impulsores dispuestos a llevarlo adelante, en vez de a casi quinientos metros de la costa, en la costa misma, con el precio que allí tiene el suelo? ¿O en alguna de las múltiples áreas vacantes que tiene Montevideo (no frente al mar, claro está), y que están con los brazos abiertos para recibir esos proyectos?

Las respuestas son No y No, en el primer caso porque los costos no permitirían generar las ganancias que se quiere obtener, y en el segundo, porque quienes pueden pagar un proyecto así, lo quieren frente al mar.

Sucede que Montevideo es una ciudad llena de espacios vacíos, aunque suene contradictorio, y lo que necesita es ganarle tierra a la tierra y no al mar. Presenten una propuesta con esos resultados y aplaudiremos de pie.

 

No perder de vista lo objetivo por Andrés Scavarelli

En la historia como en la naturaleza suele suceder que primero se plantea la posibilidad de cambio y luego se discute la conveniencia, la factibilidad y la necesidad de ese cambio, sin embargo, la campaña electoral en la que estamos ya embarcados todos, voluntaria o involuntariamente, está llevando a la alteración de esos procesos naturales.

Días atrás, la selección uruguaya masculina mayor de futbol se despedía del público para partir, simbólicamente, al mundial que se celebrará este año, por increíble que pueda parecer a la luz de la razonabilidad, lo que generó mayor alboroto fue un hecho casual, no deliberado, un movimiento de un jugador que fue tomado por unos como abanderado de justicia social y por otros como un desleal opositor.

Estas dos situaciones que parecen inconexas tienen un punto de conexión y es el desplazamiento del debate de lo que realmente es importante, en un caso el proyecto en sí y en el otro el desempeño del futbolista, hacia otro más superficial e incendiario, la polémica por la polémica misma buscando con ello la generación de una polarización electoralmente rentable a unos y a otros.

No es bueno, nada bueno que se instale por un lado la idea de unos gobiernos que trancan por trancar y otros que le dan luz verde a cualquier cosa sin meditarlo demasiado, mucho menos aún que se echen mantos de sospecha sobre la licitud y transparencia de inversores que vienen al país a buscar contribuir con el desarrollo de nuestro país y el suyo propio gracias a la estabilidad social, política y económica que ha llevado décadas cimentar. No perdamos esa seriedad ni la sensatez por pírricas victorias electorales.

Es natural que este proyecto que se ha planteado, espectacular por otra parte, genere, como todo proyecto épico muchas dudas y preocupaciones, en los últimos tiempos nos hemos acostumbrado a mirar de reojo estos épicos, desde el aerocarril de Malvín, la “ciudad satélite malaya” que se proyectó por 1996, la planta regasificadora y mas recientemente, aun en proceso de dilucidación, la demolición del emblemático Hotel San Rafael de Punta del Este, solo por nombrar tres de distintas escalas. Pero eso no lo transforma en malo ni en bueno, solo en algo que necesita de ser estudiado con atención y con la participación necesaria, entre otros, del Ministerio de Ambiente.

Para la elaboración de los proyectos de plantas de celulosa se tardó años de evaluación y que fueron la etapa final, al menos por ahora, de un proceso que comenzó a mediados de la década de los 80 con el plan forestal que generó los insumos necesarios para la instalación de estos emprendimientos.

No es bueno la efervescencia que se está dando ahora en la arena pública y mediática sobre un proyecto presentado hace menos de un año ante la Intendencia de Montevideo y menos aún ante el Ejecutivo, según se informa en la prensa, sin que hayan trascendido demasiados datos sobre su factibilidad, su impacto social, ambiental, vial, hasta demográfico en otras zonas de la región metropolitana, en especial el eventual impacto negativo que puede tener en actuales urbanizaciones. Personalmente creo que no es momento de decirle que Sí pero tampoco de decirle que No, es necesario seguir profundizando en los distintos estudios de factibilidad, con seriedad y con menos estridencias.

Lo que queda claro, a mi juicio, es que de hacerse no puede convertirse en un gueto, ni una “ciudad prohibida”, un “vedado” a donde solo puedan acceder unos pocos privilegiados, si se hace, debe ser parte integral de la ciudad con accesibilidad plena y total para cualquier persona sin controles de identificación ni mucho menos prohibición de acceso.

La clave del desarrollo humano es su sustentabilidad social y ambiental, su inclusividad y la comprensión de que nuestras ciudades son organismos vivientes que deben ser estudiados y comprendidos como un sistema y no como partes inconexas que uno pueda alterar en un lado sin que afecte nada más.

Lo que necesitamos es una sociedad progresivamente más humana, mas integrada, mas justa y libre, eso no se logrará ni con ciudadelas amuralladas ni con divisiones coyunturalmente creadas para alimentar las maquinarias electorales prematuramente puestas en marcha.

Es necesario reconectar con el objetivo, una sociedad para todas y todos, y con lo objetivo, que la realidad no sea sepultada por los escombros de la polémica partidaria.

 

Me parece absurdo politizar por Sebastián Da Silva

  1. Las iniciativas privadas siempre son innovadoras en Uruguay y en el mundo. Las mayores innovaciones en la historia de la humanidad se hicieron a través de gente que se animó a ir un paso adelante. Naturalmente, generar una isla artificial es una decisión disruptiva que por filosofía nosotros acompañamos siempre.
  2. Toda propuesta que distorsione el medio ambiente, sea industrial, productiva o en este caso, una obra arquitectónica, tiene que tener los estudios lógicos de impacto ambiental, las autorizaciones para que el medio ambiente que en definitiva es lo irreproducible, tenga la menor afectación posible, en una isla artificial, en la planta de UPM o en la construcción de una represa para un sistema de riego.
  3. Lo que me parece absurdo es politizar algo que pudiera dar muchísimos puestos de trabajo, y permitir que mucha gente de otras partes del mundo pueda tener una segunda residencia en Uruguay, vivir y dar trabajo. Hacer de esto un tema ideológico, politizado, hubiese llevado a que Punta del Este hoy estuviera en una situación similar al de un balneario de Canelones o de Rocha. Cuando hay buena voluntad y se pondera el desarrollo por encima de las cosas se puede conjugar la protección del ambiente y el bienestar de los uruguayos.
  4. El empleo, el trabajo, es lo que dignifica a los habitantes de un país. Nosotros tenemos algunos desafíos con respecto a la industria de la construcción, que es el día después de UPM2. Acá estamos frente a una iniciativa que de ser tangible podría ser perfectamente ese día después con todo lo que significa, y eso nosotros lo vemos bien.

 

Mucho para ganar por José Luis Perera

El tema de las inversiones siempre genera discusiones, y son más las zonas que quedan oscuras para la población, que nunca llega a entender si la misma es buena o mala para la zona o el país. Porque obviamente es un tema económico, pero también político, aunque no partidario, pero muchas veces se partidiza.

No hace mucho surgió un proyecto muy bizarro, que consistía en construir un monumento a las víctimas del covid. Por suerte los vecinos de la zona se organizaron y la oposición fue tan abrumadora que se desistió de la idea.

En este caso, uno tiende a pensar que un proyecto de esa envergadura tiene a su favor una infinidad de cosas positivas para el país y Montevideo durante el desarrollo del mismo: un gran movimiento de materiales de construcción, transporte, generación de miles de puestos de trabajo (cuatro mil quinientos durante diez años) etc. Pero también luego de terminado, ya que atraerá hacia allí a gente muy adinerada; generará muchísimos puestos de trabajo en los comercios que allí se instalen etc., y, en consecuencia –sin invertir un peso- el país y la Intendencia de Montevideo tendrían una fuente de recursos por la vía de impuestos, que podrían ser aplicados a la mejora de otros barrios “olvidados”, a la erradicación de asentamientos, etc…

Recuerdo al presidente Mujica defendiendo la privatización de un campo en Cabo Polonio, con el argumento de que allí vendrían los ricachones y después el pobrerío tendría trabajo limpiando las casas y cortando el pasto. Eso era bueno en Cabo Polonio pero al parecer, para el mismo partido político, es malo en Punta Gorda.

Obviamente que el proyecto debe tener un impacto ambiental que desconozco, por lo cual no entraré en ello. Pero algunos argumentos en contra me sorprenden: “una isla en Montevideo con una concepción contraria a una ciudad equilibrada e integrada”. ¿Quiere decir que hoy la capital es una ciudad equilibrada e integrada? ¿Están integrados el Borro y Jacksonville, por ejemplo, y hay un equilibrio entre uno y otro? Y ¿de qué manera ese equilibrio –si lo hubiese- se rompería por una isla frente a Punta Gorda? Al parecer el proyecto “afecta procesos que tienen que ver con la vida de la centralidad montevideana, particularmente del Centro y la Ciudad Vieja, por los cuales la intendencia de Montevideo está apostando muy fuerte”. ¿De qué manera afecta una isla en Punta Gorda, a la Ciudad Vieja y al Centro? Los Bancos que están en la Ciudad Vieja ¿se irían en masa con todos sus bártulos para la isla? ¿Abandonaría Mc Donald sus locales del centro y se irían para la isla? No se entiende mucho.

Pero sin duda uno no puede dejar de pensar en otras inversiones que ya se autorizaron hace un buen rato, y en la cual estuvieron de acuerdo quienes hoy son gobierno y quienes lo fueron antes, e incluso el PIT-CNT. Me refiero a la de UPM2. Si tomamos un horizonte de 20 años (tiempo de vida útil estimado de la planta) Uruguay aporta-pierde entre U$S 2.500 y 4.000 millones para no ganar absolutamente nada, mientras que la empresa invierte 3.050 millones para recaudar 8.000 millones.

El PIT-CNT celebró la instalación de UPM que generaría según ellos 6 mil puestos de trabajo en la etapa de construcción. No he leído ninguna expresión de la Central respecto a esta inversión que promete muchísimo más y que además genera ingresos para el país.

 

Que sucede en nuestra “aldea” por Max Sapolinski

Polémica en modo Montevideo, década del 20 del siglo XXI

¿Qué parecería ser lo indicado cuando en la órbita departamental se plantea un innovador y millonario proyecto de inversión?

Lo razonable es suponer que se contestaría a los interesados en promover el emprendimiento, que para emitir una opinión se requiere poseer elementos que comprueben la viabilidad del proyecto en todos los ámbitos que correspondan: económicos, legales, ambientales. Una vez presentados se podría emitir la opinión al respecto.

¿Qué es lo que sucede en nuestra “aldea” tan politizada, ideologizada y burocratizada?

Se les aplica indefectiblemente el freno a cualquier intento por salir de la norma que vaya a saber en qué ámbito se definió.

Debo decir que a esta altura no me asombra que cualquier intento de emprendedurismo que ose salir de los cánones admitidos por la inercia se enfrente a priori con la negativa de ser atendido.

Ya sucedió hace algunos años cuando un grupo de inversores pretendió plantear a la Intendencia la construcción de un sistema multimodal de transporte que circularía por Av. Italia y ayudaría a evitar en algo el congestionamiento crónico que se produce en el tránsito montevideano. Ni siquiera fueron recibidos por las autoridades para poder exponer su proyecto, recibiendo una contundente negativa a cualquier intento de propuesta.

Por supuesto que no tengo elementos como para tener una posición contundente en cuanto a la viabilidad del proyecto que tanto ha dado para hablar en los últimos días. Tampoco lo tienen algunos de los organismos que sin duda hubieran tenido que pronunciarse si por lo menos se hubiera abierto alguna posibilidad al análisis. ¿Cómo la podrían tener si nunca se dio acceso a dicho análisis?

Me pregunto con un cierto dejo de nostalgia que hubiera sido de la bella ciudad capital que tenemos, si la actitud de la población y de las autoridades montevideanas de principios del siglo XX hubieran actuado como las contemporáneas. En ese caso, no gozaríamos de la belleza inigualable de la Rambla Sur, el símbolo montevideano que es el Palacio Salvo, la representatividad que genera el Palacio Legislativo, la gloria que refleja el Estadio Centenario.

Parece que en los tiempos que corremos sólo podemos admitir emprendimientos que se originen en los escritorios de las autoridades, como si éstos tuvieran el monopolio de la verdad.

A principios del Siglo XX, el optimismo capeaba en Montevideo, las obras podían demorarse para conseguir la financiación correspondiente (como sucedió con la Rambla Sur), pero el sueño las mantenía vigentes hasta alcanzar el objetivo.

Estos días he escuchado y leído (en especial en redes sociales) múltiples comentarios, críticas y observaciones sobre el tema que estamos tratando.

No pude evitar vincular la polémica a algunas contradicciones que generan conclusiones curiosas en los planteos ideológicos de muchos de los que opinan.

Me encuentro que aquellos que, equivocadamente para mí, pretenden encarnar el batllismo de este siglo, se oponen a cualquier tipo de iniciativa que permita salir de la tabla rasa que habitualmente proclaman. Argumentan consideraciones de igualdad, inclusión, convivencia e inserción.

Se olvidan de que era aquel espíritu batllista el que apoyó el emprendedurismo temprano, el que buscaba la igualdad emparejando hacia arriba y la búsqueda de la inclusión social por medio de generación de más oportunidades y no de sacárselas a los que ya las poseían.

Por otro lado, están los detractores de siempre del batllismo. Los que piensan que nunca el Estado debe intervenir y que la falta del emprendedurismo radica en las trabas que éste impone. Éstos también olvidan que, gracias a la prédica del batllismo, se logró que el Estado se convierta en un motor de generación de oportunidades y logró construir un país de bienestar donde la inclusión y la inserción social no eran una quimera.

No sé si sería bueno tener una isla artificial frente a Punta Gorda. No sé si sería viable. Ni siquiera sé si me gustaría. Sólo sé que en beneficio de las futuras generaciones sería bueno que adoptáramos una forma de evaluar proyectos y situaciones con un poquito del espíritu que primaba entre aquellos reformadores, constructores y emprendedores de principio del Siglo XX que al influjo del batllismo construían una sociedad moderna.

Al decir de Mark Twain: “Dentro de veinte años vas a a estar más decepcionado por las cosas que no hiciste que por las que hiciste. Así que soltá amarras, navegá lejos de puertos seguros, atrapá los vientos favorables en tus velas. Explorá. Soñá.”

 

Ya no sos mi Dubái… [1] por Jorge Nudelman

Cuando ya nadie en el mundo inventa cosas de este estilo, nos toca a nosotros: cuando ellos vienen, nosotros vamos. La tentación es grande.

2.300:000.000 de dólares…

Muchos dólares, muchas dudas… ¿cuántos apartamentos a la venta? Si cada apartamento se vende en 1:000.000, son 2.300 + beneficios… unos 4.000 “apartamentos”. Quizás deberíamos llamarles unidades de venta, porque podrían ser viviendas u oficinas, y locales comerciales, y amarras. Si aceptamos esas 4.000 “cosas a vender”, podríamos suponer unas 20.000 o 30.000 personas (las oficinas cargan más gente). A eso debemos agregar los visitantes: trabajadores domésticos, limpiadores, jardineros, instaladores, empleados de los comercios, chefs, mozos y mozas, bartenders, marineros, cuidadores de los amarres, agentes de aduana, policías, inspectores de tránsito, amigos de los habitantes, clientes de los comercios, la barra que se reúne en el bar de la esquina con vista al mar. 50.000 personas seguramente dando vueltas por ahí, generando desechos, heces (medio kilo de caca por cabeza, por día, daría unas 25 toneladas, quizás un poco menos pero habría que agregar otras cositas), basuras de todo tipo y color. ¿Todo esto va a alimentar las alcantarillas municipales? ¿se va a depurar previamente? ¿se va a tirar al río?

¿Qué va a pasar a las horas pico, cuando vienen los ómnibus desde Paso de la Arena (porque supongo que no vas a dejar a los y las laburantes afuera para que entren caminando…), los camiones de la Coca y del súper, o la hormigonera? ¿Cuando salgan las 4 x 4 de los papis y mamis con sus nenes y nenas para el cole, y entren las 4 x 4 de los oficinistas, clientes, la barra que viene al bar de la buena vista…? Todos pasando por el mismo puente de 4 carriles y saliendo o entrando desde la rambla, ¿alcanzarán? Pensando en el caos que se produce a ciertas horas frente a los shoppings, y proyectando con imaginación, no es estimulante. Menos, un día de tormenta.

Todo esto, presumiendo que va a ser un éxito de ventas.

Más dudas, de otro tipo…

El islote, ¿va a convertirse en un tómbolo o se va a deslavar como los de Dubái? Son dos de las opciones más obvias: el agua se mueve y arrastra arena y lodos, van de acá para allá… El efecto tómbolo puede convertir la isleta en un cabo, uniéndola con la tierra firme y cegando, seguramente, el puertito. La erosión subacuática o deslaves pueden generar otras catástrofes. ¿Y la sudestada? ¿A qué altura hay que llevar el nivel impermeable para que no se inunden los garajes? Mirando lo que está pasando en Punta del Este, mucho.

(la forma circular no es un tema de dinámica acuática, más bien un chiste malo sobre sobre el chiste posmoderno del puente de la laguna Garzón, humor sarcástico sobre una dura derrota del ambientalismo en Uruguay)

Peligro de lavado, pregunta el director. Con el límite para la declaración de movimientos por arriba de 100.000 dólares, esto es nada. Esto, al fin y al cabo, es un off-shore literal, ¿lo será también desde el punto de vista financiero? ¿quién les cobra la contribución inmobiliaria?

Pero bueno, uno es pesimista por naturaleza.

Dudas…

La peor duda es la política. Nos hemos acostumbrado (desde hace mucho y en los gobiernos de todos los colores: no vale disimular) a darles a los inversores cualquier cosa. Nada es demasiado malo. Nada es suficientemente peligroso para el ambiente, para el “Uruguay natural”, para las playas, para el turismo… Todo es “manejable”: los “countrys” en el campo o en la costa, las torres por excepción, los shoppings…, muchos shoppings, bajar los impuestos escandalosamente para que construir no sea jamás un riesgo a calcular. El porcentaje del PBI que se va en la construcción es escandaloso. La economía está al rojo. Si nos agarra una mala cosecha regional la cosa se va a poner complicada, no se aguanta si se corta el flujo de capital.

Pero por ahora nada parece amenazar nuestra siesta, todo bajo control. Suerte con eso.

[1] https://tomorrow.city/a/las-islas-artificiales-de-dubai?fbclid=IwAR0UUTqf4v1jssnCVSBrExrPs6Y2Teu6w1I6WbylzdsBFAAY1_vyFUulPUA

 

Cuento del tío por Esteban Pérez

Ruidoso y festejado fue el apoyo del Presidente de la República al mega proyecto de una isla artificial frente a Punta Gorda unida por un puente a Montevideo y con la construcción de una mini ciudad-barrio, con numerosas torres que albergarían un número no estimado de habitantes.

Lo interesante y alarmante es que la empresa que ofrece la inversión de 2.000 millones de dólares y la generación de 4.500 puestos de trabajo tiene su domicilio en Miami, pero cuando se busca la dirección lo que aparece es un simple garaje. ¡Algo huele mal en Roma!

En Uruguay han proliferado en tierra firme los barrios privados y, más allá de nuestras discrepancias con su existencia, no vemos la necesidad de tamaña inversión de fabricar una isla habiendo tanto territorio disponible.

Sólo se nos ocurre como respuesta que estamos frente a una formidable especulación inmobiliaria. Últimamente en el mundo financiero han aparecido fabricantes de megaproyectos que buscan estados ingenuos o gobernantes poco pulcros y ambiciosos que les resulten funcionales para una vez obtenido su consentimiento, con ese plus logrado salir al mercado ofreciéndolos en venta. ¡Pica! Los dueños del proyecto ya cuentan con la bendición del presidente  uruguayo.        Se nos viene a la memoria el milagroso proyecto Aratirí de minería a cielo abierto propuesto por la empresa ZaminFerroses, el que resultó ser un fiasco culminando con un juicio contra el estado uruguayo.

En otro orden de cosas, en un mundo convulsionado donde existe alarma para asegurar alimentos y agua dulce, nos parece sumamente irresponsable el que no se tome en cuenta que en las costas de San José, Montevideo y Canelones existe una importante riqueza ictícola que se la llevan pesqueros del otro hemisferio por tener ya exhausta la fauna pesquera del Atlántico Norte.

Nuestras aguas territoriales se benefician con el choque de las corrientes frías de las Malvinas y las cálidas que bajan del Norte. En las costas de los tres departamentos ya citados se da el fenómeno del choque del agua dulce con la oceánica generando una particular salinidad.

Este fenómeno favorece la existencia de peces de alta calidad alimenticia como ser: lisa, burriqueta, corvina, pescadilla común y de red, chucho, mochuelo y pejerrey entre otras especies tanto de valor comercial como nutricional.

Debemos ser cuidadosos cuando nos quieren planificar el habitat desde afuera y preservar la soberanía alimentaria en primer lugar para nuestra población y en segundo lugar como fuente de ingresos para el país.  Ya nos planificaron como nación sojera y forestal, no permitamos que el capital financiero siga teniendo la iniciativa sobre nuestro territorio.         ¡El presente nos convoca a resistir!

 

Armas de distracción masiva por Raúl Viñas

En la edición 30.695 del Diario Oficial del 3 de junio del año pasado, página 57, aparecen publicadas seis nuevas Sociedades Anónimas y una declaración de “Bien de familia”. Una de las nóveles Sociedades es “Jirkel S.A.” que había sido creada el 17 de febrero con un capital de $ 40.000.

Esa es la empresa que aparece en la Resolución 831/2022 que fue firmada por el Presidente de la República y el Ministro de Transporte y Obras Públicas el 9 de mayo pasado, aceptando  la iniciativa privada para el proyecto denominado “MVD360” y requiriendo los estudios de factibilidad previstos por la ley 17.555 en su Artículo 19 inciso B.

Tanto la empresa como la resolución no generaron mayor expectativa ni reacción periodística sino hasta 10 días más tarde, cuando levantó el tema la agencia de publicidad contratada para el proyecto y este llegó a algunos medios.

La movida publicitaria fue muy buena y desde el primer artículo en un semanario, la información fue repetidamente difundida por casi todos los medios escritos, radiales, televisivos y con imágenes en los portales web. Sin entrevistas, ni más pruebas que unos buenos dibujos el tema de “la isla” se hizo popular en las conversaciones y tomó espacios en los medios. Algunos incluso llegaron a publicar el currículum de las personas que la agencia indicó como responsables del proyecto.

Como no podía dejar de suceder el tema tomó color político, la iniciativa aceptada por el Poder Ejecutivo fue rechazada por el Gobierno Municipal y el tema se “partidizó” llevando a duras y sesudas discusiones en las redes donde no faltó el insulto y la descalificación.

Hoy, si bien falta el estudio de opinión pública de alguna o algunas de las encuestadoras de plaza, puedo escribir sin temor a equivocarme que un alto porcentaje de la población de Montevideo sabe de lo que se trata y seguramente un porcentaje no despreciable de todos los uruguayos han oído del tema. Esto muy posiblemente lo podremos verificar pronto, porque seguramente aparecerá la encuesta que vuelva a poner el tema sobre la mesa en poco tiempo. Que lo de la Isla cobró interés periodístico lo compruebo además con la invitación de este semanario a escribir justamente sobre este tema.

Muchas otras cosas han pasado en el Uruguay y en el mundo en estos días que no han tenido ni cerca la difusión de este proyecto que hoy es “nada”. Temas importantes pero que no coyunturales pero que marcarán el futuro de nuestro país quedan relegados y así en la última semana el tema de la Isla de Punta Gorda más que triplica a la reforma previsional en el número de menciones de prensa.

Por otra parte es bueno que aparezca un tema como este, casi disparatado en su contenido, para entender que el marco legal de la Ley 17.555 de reactivación de la industria de la construcción es uno peligroso si las iniciativas no se encuadra en una planificación estratégica de largo plazo exponiéndonos a  los vaivenes de proyectos únicos y especiales que, muchas veces sobre falsas premisas, pretenden ser realizados en el territorio nacional modificando para ello las reglas que se aplican a los ciudadanos comunes.

La construcción en sí misma no puede ser un fin, sino una herramienta para el desarrollo, y las iniciativas, públicas y privadas deben de insertarse armónicamente en la planificación de largo plazo.

El bien público por Juan Pablo Grandal

Nuestro país sufre de un problema bastante típico en la mayoría de democracias occidentales. Estamos enfermos de maniqueísmo. Existen solamente dos bandos, ambos están radicalmente opuestos y no hay mucha posibilidad de flexibilidad. Sin duda esto se ve en algunos debates entre las izquierdas y derechas hegemónicas (las representadas por los partidos mayoritarios), y el de hoy no es excepción. Pero algo más interesante, también relacionado con este tema, está relacionado a lo que me gusta definir como “fetiche” con el mercado (o con el Estado).

No cabe duda de que en buena parte de la izquierda existe un fetichismo exacerbado con el Estado, el cual se encuentra profundamente reñido con la realidad. Bueno, en parte de las derechas, particularmente la derecha liberal que es la hegemónica en nuestro país, pasa lo mismo con el “mercado”.

Yo no vengo acá a negar la importancia de la inversión privada, ninguna economía puede funcionar sin un cierto nivel de inversión privada y está bien que así sea. Pero como en el caso anterior, hay algo que es necesario puntualizar. La inversión privada no es, ni debe ser jamás, un fin en sí mismo. El fin de cualquier autoridad que gobierne la comunidad nacional, sea a nivel nacional o municipal, es el bien público. Y no solamente desde el punto de vista material. El fin, por lo tanto, es el ser humano, su felicidad, su bienestar, tanto en cuerpo como en alma.

Y la empresa privada sin duda que puede ser un elemento para ayudar a llevar a cabo este fin, pero es un medio. Me parece que muchos de los defensores de la obra que tratamos hoy no lo entienden. También quiero puntualizar que como en las izquierdas hay un amor exacerbado por todo lo público, en algunas derechas hay una demonización también francamente estúpida del Estado. Si la idea es oponerse a quienes quieren construir Estados omnipresentes que avasallen la vida de las personas y ocupen espacios que no les corresponden, cuéntenme como aliado. Pero el Estado tiene funciones legítimas, y proteger tierras que son para uso y disfrute de toda la comunidad es una de ellas.

La costa montevideana, y de todo el territorio nacional, NO corresponde sea utilizada de la forma que se plantea utilizar en este proyecto. En algunos lugares del mundo se usa la construcción de islas artificiales, es cierto. Más allá del impacto ambiental que también debe ser tenido en cuenta, al menos algunos ejemplos que se me vienen a la mente (como el Aeropuerto Internacional de Osaka, en Japón) tienen un claro fin social, no son construidas porque sí. También existen ejemplos de países que ante la necesidad imperiosa de divisas entregan sus costas a corporaciones hoteleras extranjeras (muchos casos en el Caribe, Cuba siendo uno), impidiendo el disfrute de su belleza natural por la población local que en su mayoría no puede pagar una estadía en dicho lugar. En nuestro caso, se busca construir viviendas de lujo de acceso para una pequeña minoría de nuestra población, lo cual no está muy lejos de eso último. Más aún cuando la justificación ética de fondo está hecha.

¿Y qué conlleva este proyecto? Pues es difícil saberlo ante la falta de cualquier tipo de análisis profesional sobre sus efectos. Pero es fácil imaginarse algunas cosas viendo las imágenes en 3D que se difundieron (las cuáles buscan hacer quedar BIEN al proyecto, por cierto). El tránsito de la zona se volvería desastroso. Se crearía un nuevo “barrio” donde vivirían al menos cientos de personas con UNA SOLA vía de entrada que cortaría con la Rambla de Punta Gorda, que quienes conocemos la zona sabemos no tiene la capacidad de aguantar tal tránsito de vehículos. La vista tanto en la zona de la Plaza de la Armada como en la Playa Verde (que contra el discurso de varios malintencionados, no son disfrutadas sólo por la gente de la zona, ni siquiera mayoritariamente) cambiaría por completo, los bellos atardeceres serían entorpecidos por unas pocas estructuras de cemento y vidrio que impedirían la vista del Sol. En cuanto a los impactos ambientales, me cuesta analizarlos ante la falta de estudios y mi limitada interiorización en la temática, pero sin duda existirían y no serían favorables, de eso no puede caber duda.

¿Cuál sería el impacto positivo del proyecto? La creación de puestos de trabajo. Y no quiero minimizar esto último. Pero esto trae otro problema a colación: ¿debemos estar mendigando permanentemente, sacrificando recursos de todos, para la creación de puestos de trabajo? La discusión se dio en el caso del acuerdo ROU-UPM, y ahora de nuevo. Un modelo económico que depende de este tipo de proyectos para garantizar cierto nivel de empleo (que está lejos de ser pleno, por cierto), es francamente un fracaso. No sirve. Como he mencionado ya en varias de mis pasadas columnas, corresponde plantear alternativas.

 

Democracia y Fantasía por Cristina De Armas

El monumento a la Pandemia, la Isla, el hotel 5 estrellas en Rocha; por ahora todo descartado y digo por ahora porque nunca se sabe. Cuando estos temas emergen tan pronto a la opinión pública existe un motivo fundamental, la inversión no es real o dicho en castellano antiguo, no está la plata. Cuando todos están de acuerdo es que está negociado y al parecer tendremos un puerto en el Dique Mauá. Las inversiones son necesarias en cualquier economía. Me es imposible pensar en esto y no recordar la llegada de los Shoppings y el hotel 5 estrellas en Melo durante la presidencia del Dr. Lacalle Herrera, dudo que alguien le hablara de Medio Ambiente en aquellos tiempos. Tampoco se puede olvidar  la encarnizada oposición de la izquierda a la llegada de los shoppings, insignias del capitalismo. Otro tiempo, otra izquierda, nuevo bipartidismo.

El gobierno enfrenta en breve una nueva Rendición de Cuentas en un contexto de inversiones en la construcción, desarrollo en la industria, aumento de exportaciones, reactivación del sector rural base electoral del gobierno y que ha dejado perdido al propio presidente de la oposición que cree que una vaca hoy vale U$S1200. Una vaca de descarte o está comprando barato. A nivel internacional se apuran cambios en el Mercosur desde Uruguay, se intenta abrir el comercio, aunque seguimos esperando a China. El presidente anuncia el fin del proteccionismo.

Pero en la pecera donde al gobierno le cuesta pescar se instala el conflicto con el sindicalismo. Algún lector dirá que es lo mismo, otro quizás que es el brazo fuerte del Frente Amplio. No intento convencer a nadie, pero el conflicto hoy, está planteado allí y no es solo por la cercanía de la Rendición de Cuentas. La oposición política con los resultados de las elecciones nacionales y su réplica en el Referendum parece esperar con tranquilidad que el gobierno caiga por su propio peso. Nunca fue inteligente esperar eso.

Los intentos por conquistar a los más pobres desde el Mides con la ayuda de todo el Ejecutivo no son suficientes.  La inflación arrasa con los salarios, el desempleo y la inseguridad están en debate permanente. La educación post pandemia plantea una grieta real, cada vez más profunda e innegable. Allí se nos va el futuro.

El 2024 es una meta que nadie permite que la opinión pública olvide; se habla de candidatos imposibles mientras se aclara como siempre que no es momento para hablar de eso y se la entretiene desde todos los flancos posibles, desde el fútbol, necesidad de tantos, los medios siempre firmes en la causa y si no es suficiente se discute una Isla y vendrá más porque al final de cuentas también son parte de la Democracia; la Ilusión y la Fantasía.

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