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 La muerte del espía inglés

 La muerte del espía inglés
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Carlos Orlando publicó la novela “La muerte del espía inglés” (Editorial Fin de Siglo). Allí construye un relato dinámico que mezcla novela policial con datos históricos junto a una historia que ha dejado hasta hoy varios dilemas y otras tantas preguntas sin responder.

Carlos Orlando nació en Montevideo. Fue diplomático del Servicio Exterior de Uruguay cumpliendo destinos en Argentina, Estados Unidos, Paraguay e India. Pasó a retiro en 2017 como embajador de carrera y sus últimos puestos de trabajo fueron en Nueva York y Nueva Delhi. Es autor de novelas y cuentos. Se destacan los volúmenes de cuentos La puerta entornada y Modos de vida. Publicó las novelas Sniffer —mención de honor en concurso de la Intendencia Municipal de Montevideo en el 2000—, La enfermedad del almirante, Barcelona y el juego de ajedrez —ambas editadas en Paraguay—, La ayudante del mago —premiada por la fundación Imprimátur, editada en Madrid y en Montevideo—, Puerta de la India e India Gate —en inglés—, editadas desde India.

En esta novela, “La muerte del espía inglés”, la historia se centra en episodios ocurridos el 7 de marzo de 1958. Según las crónicas, ese día Pedro Pascual, quien trabajaba como tipógrafo del diario “Punta del Este”, fue atacado en un confuso episodio por un desconocido en la zona de la Laguna del Diablo. El agresor le disparó un balazo que lo hirió sin gravedad en la cabeza para luego desaparecer raudamente en una motoneta. La investigación del extraño episodio derivó en un hecho aún más sorprendente. Porque se encontró el cadáver de un hombre, semienterrado en las dunas, que daría lugar a un escándalo internacional. Se trataba de Victor La Brooy Jonhson, un inglés de 65 años que residía en Montevideo y Punta del Este. Su cuerpo fue hallado junto a su auto y dado que conservaba su billetera, dinero, su anillo y su reloj, se descartó desde el comienzo de la investigación el móvil de un posible robo. La Brooy era un empresario estimado en la colectividad inglesa, y se sabía en ese círculo que había sido integrante de los servicios de Inteligencia del Reino Unido en la Segunda Guerra Mundial. Primero en Europa y luego rotando entre Chile, Argentina y Uruguay.

¿Fue una ejecución por encargo? ¿Una discusión que terminó en tragedia? ¿Una venganza por algo que sucedió en la Segunda Guerra, en Chile o Argentina? Algunas de las explicaciones abonaban la idea de viejos pleitos entre el servicio de inteligencia británico y exmiembros de la llamada Resistencia. Las principales sospechosas recayeron sobre dos personas vinculadas al arte – Max de Balzac y su joven esposa – , quienes finalmente fueron exculpados sobre todo por el convincente testimonio del conocido escritor salteño Enrique Amorín. Los sospechosos hicieron sus valijas y desaparecieron raudamente y para siempre del país.

Este singular episodio ambienta una historia casi en paralelo. El verdadero hilo conductor del relato lo lleva el personaje de Pedro Sellanes, un rutinario funcionario de UTE ya jubilado, quien comienza a repasar su infancia y las horas de veraneo en Las Delicias. Su padrino tenía allí una casa que lo acercó al asesinato de La Brooy. Y en un momento se hace de un paquete que, según se da a entender a través de algunos relatos, fue parte de la escena de aquel crimen. Contenía entre otras cosas diamantes y lingotes de oro que en teoría eran propiedad de los nazis. Varios años después, incluso cuando el caso ya había caído en un piadoso olvido, Sellanes es abordado por agentes del M16. Algunos cabos sueltos de la historia intrigan al funcionario de UTE, sobre todo cuando detecta que es seguido y vigilado. Decide entonces contratar su propio “Servicio de Inteligencia” y acude a Garrido, un policía jubilado que pasa a ser casi que su propia sombra.

El “caso La Brooy” se transforma en el decorado de una historia que va sumando personajes que se mueven en la oscuridad y el secreto. Desde el MI6, grupos radicales extremistas comunistas, sionistas, policías y nazis. Una madeja que obliga a Sellanes y Garrido a cuidar su vida, primero, y sus intereses, después.

El relato no deja de perder tensión, se hace dinámico, y los personajes cumplen su rol al servicio – nunca mejor dicho – de la novela. El texto acude a los mejores tips de la novela policial pero la pluma de Orlando también sabe ir a abrevar a la fuente de los datos históricos para blindar de verosimilitud a su texto.

Carlos Orlando entreteje un hecho real y misterioso con personajes apasionantes, en una trama de acción, fechorías, dinero, amor y celos. Viajamos a 1958 en el Rover de La Brooy y volvemos al presente en la mente de un testigo que intenta armar un gran rompecabezas. Y quien finalmente lo logra, sacando mucha utilidad de ello. Seguramente su experiencia como embajador de carrera en el Exterior haya hecho sus aportes. Y también su largo recorrido vital. Orlando nació y vivió en el Centro de Montevideo, fue a la escuela República Argentina y al liceo José E. Rodó, al IAVA y a la Universidad de la República. En 1978 entró al Ministerio de Relaciones Exteriores por concurso como diplomático, Fue tercer secretario y se jubiló como embajador de carrera.
Comenzó a escribir en 1991, publicó un libro de cuentos llamado “Cuatro cuentos rioplatenses” (edición de autor), luego dos libros de cuentos y varias novelas. Se destaca especialmente una novela policial llamada “Sniffer”, que mereció una distinción municipal en el 2000 así como “La ayudante del mago”, que obtuvo un premio en Madrid en 2012.

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