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La ultraderecha avanza en Europa por Ruben Montedonico

La ultraderecha avanza en Europa por   Ruben Montedonico
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Desde hace algunos años apunto en este espacio mi observación acerca del crecimiento de los conglomerados y partidos de ultraderecha, de forma particular en Europa. Aunque preferentemente me referí a las zonas mediterráneas, desde hace un tiempo hay un grupo de países que estuvieron vinculados con la desaparecida Unión Soviética que vienen siendo gobernados por partidos de derecha, conocido como Grupo de Visegrado: repúblicas Checa, Eslovaca, Hungría y Polonia. Con posterioridad surgieron -con algún caso reciente- los territorios de Bielorusia y, tras turbulencias internas, Ucrania.

Las diferencias indican que en Europa existieron con anterioridad, y actualmente hay, regímenes de derecha, pero sin la incidencia de las mencionadas.

Por el Mediterráneo, habría que iniciar el preludio del análisis estudiando la transformación en la defección de Syriza -de corte radical- y su estridente fracaso de representar propositiva y principalmente a una alianza de partidos de izquierda -primero se hizo socialdemócrata, dando luego paso a la derecha- hundida por sus deudas con la banca apoyada por las imposiciones de la troika dirigida por el FMI.

Sin embargo, el ascenso anunciado y no simultáneo de corrientes ultraconservadoras no concitó particular extrañeza en la atención general entre los observadores a los cuales ahora sí sobresalta que un país tenido como “puente” norte-sur de la UE, Austria, tenga un gobierno conservador en alianza con la extrema derecha que consiguió encaramarse a siete ministerios -cedidos por la mayoritaria derecha. Para asegurarse el favor parlamentario, el conservador centrista ÖVP (31,5% de los votos) se alió para gobernar con el ultraconservador FPÖ (casi 28%), islamófobo.

Hay quienes ven la situación como Josefina Martínez (de Izquierda diario): “Las organizaciones de trabajadores y trabajadoras que luchan contra la precariedad y la explotación laboral, los colectivos en defensa de los derechos de los inmigrantes y refugiados, los movimientos de mujeres y LGTB contra la violencia machista y la homofobia, los movimientos antirracistas y antifascistas, tienen planteado el desafío de reconstruir un movimiento social de lucha internacionalista y anticapitalista, independiente del Estado y los partidos del régimen, contra la Europa del capital”.

Tengo la impresión que un golpe de realidad y acoso (al intelecto y la escritura) llegó de la mano de las acechanzas que se abaten sobre tres países de la UE: Italia, España y Francia, lo que ocasiona un sobresalto en la sede en Bruselas de la UE. Si convenimos que lo ocurrido en Austria, Viena

-su capital- se convirtió en el centro desde donde se dirige la proyección europea de la extrema derecha, nos es fácil entender que los siguientes objetivos de esas corrientes son las naciones nombradas, siendo que Italia, con Giorgia Meloni, está muy cercana, casi a la mano, y que por tanto esto inquieta sobremanera a los políticos que detentan cargos de la UE en Bruselas como a su tecnoburocracia, incluidos los bien remunerados consejeros y especialistas.

Si vamos un poco más allá en la explicación de este crecimiento -que estaba a la vista de quien quisiera verlo- concluiremos que el ascenso derechista tiene soporte en que explota los resabios viejos y contemporáneos del chauvinismo donde lo nacional está antes que nada. En sus mensajes retoman una suerte de pérdida más o menos negativa de la identidad nacional y junto con ella la de las costumbres (tanto culinarias, deportivas como políticas) resultante de la presencia de migrantes (con acento en los del este asiático y los africanos), a los que consideran amenaza mayor (a su estilo de vida, cualquiera sea este). Racismo y denuestos a los partidos tradicionales y sus gobiernos (algunos bien ganados), fueron la piedra angular común de sus mensajes y oratorias desde el inicio de sus décadas de existencias. Esos aspectos de la estrategia de acumulación de voluntades y votos fueron adecuadas tácticamente a cada circunstancia; así, por ejemplo, en los últimos tiempos, buscando adhesiones, incursionaron en temas bancarios y financieros en los que subrayaron mensajes libérrimos sobre la economía, tanto para atraer a los autodenominados “libertarios”, como para acceder a los sufragistas poco advertidos de centroizquierda y conquistar a los de la derecha tradicional. Todo eso hicieron en sus propuestas para tener oportunidades de llegar al poder total o compartido.

A pesar de que hasta ahora solo hemos sopesado sus coincidencias, también es lógico que hablemos de diferencias en estos agrupamientos.  Hay hechos que por su entidad hacen que al tomarse partido surjan discrepancias de una a otra formación. Tal es el caso del conflicto que enfrenta a Ucrania con Rusia. Los partidos que componen la familia ultraconservadora, adoptaron la decisión mayoritaria de apartarse de Rusia, de su antiguo y admirado Vladímir Putin, uniéndose a las declaraciones y sanciones que, incluso, algunos países de la UE propusieron a la OTAN.  Hay que decir que el 1 y el 2 (Alemania y Francia) de la UE, por ser -entre cosas de los más afectados por el efecto bumerán sancionatorio- fueron de los que menos las cumplieron. En un juego de apariencias, el autócrata turco Recep Tayyip Erdogán se siente privilegiado vendiéndole armas a Ucrania y manteniendo conversaciones amistosas con el derechista Putin.

Mientras desde EE.UU. se lamentan de las flaquezas de sus gobiernos amigos, en Italia se aprontan para un gobierno más de coalición, presidido por Giorgia Meloni, neofascista, fundadora del partido Fratelli d’Italia y diputada. Con algunas discordancias con el frente de partidos de la derecha que la apoya sabe que los compromisos electorales están por encima de cualquier disidencia, sea esta con los euroescépticos, los amigos de Putin, las sanciones a Rusia, el apoyo a Ucrania, la OTAN y EE.UU.

El atraso en el tratamiento de la ultraderecha en Europa ojalá derive en tempranos estudios en América: hay que revisar la santabárbara antes que explote.

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