Home ARTES VISUALES La vida es sueño (Parte 2) por Alejandra Waltes

La vida es sueño (Parte 2) por Alejandra Waltes

La vida es sueño (Parte 2) por Alejandra Waltes
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En 1914, Giorgio De Chirico dijo: “para que una obra de arte sea verdaderamente inmortal debe salir de los confines de lo humano, abandonar el buen sentido y la lógica, y así acercarse al sueño y a la mentalidad infantil.”. El Arte Metafísico, de influencia alemana, tiene un origen claramente simbolista.        De Chirico, uno de sus cofundadores, era un hombre culto y en su obra se refleja, entre otras cosas, la filosofía de Nietzsche, Schopenhauer, el psicoanálisis de Sigmund Freud y la interpretación de los sueños. Sobre el aspecto onírico, según Freud, los mecanismos de elaboración son: condensación, simbolización, desplazamiento y dramatización.                                                                                                                                                         La condensación reúne en un único símbolo varias ideas o significados. De esta forma, un objeto puede concentrar varios sentidos en sí mismo. La simbolización implica la sustitución de ciertos contenidos latentes del sueño por símbolos que son comunes a una sociedad, y otros que son exclusivos del sujeto que sueña. El desplazamiento pone en un objeto pequeño una carga de sentido mayor, haciendo que este objeto o detalle signifique en realidad algo mucho más importante, con frecuencia reprimido.                                                                                                      La dramatización representa un conflicto o deseo por medio de una historia completa.                                       Juan David Nasio el reconocido psicoanalista y discípulo de Lacan, pone en el centro de interés el concepto de “sublimación” forjado por Freud pero propone una definición surgida de sus propias investigaciones. La sublimación, en la teoría freudiana, es concebida como una defensa del yo que implica una desviación de la meta sexual de una pulsión hacia un fin más elaborado, socialmente reconocido, culturalmente valorado, transformándose de alguna manera en un bien cultural.                                        Tal como resalta Nasio, “una pulsión erótica queda sublimada cuando su fuerza, siempre viva, es desviada de su finalidad sexual y orientada hacia una finalidad más elaborada, más social y más valorizada; se alcanza así una satisfacción que difiere del alivio sexual inmediato y efímero”.                                                En este punto cabe destacar la tesis que Freud plantea en uno de sus últimos y más importantes textos, “El malestar en la cultura” (1930), según la cual el individuo en sociedad debe sofocar sus propias pulsiones en beneficio del lazo social, que sería contrario a sus propios intereses individuales. Para vivir en sociedad es necesario resignar en gran parte un monto pulsional considerable, y precisamente esa renuncia es lo que causa el malestar.                                                                                                         Más allá de esto, el factor pulsional es considerado por Freud como indestructible: la pulsión no es domesticable, excede los dominios del yo y siempre encuentra una manera de satisfacerse, aunque esto implique un desvío de su meta principal. De aquí extrae todo su valor, entre otros, el concepto de sublimación; la creación artística toma su fuente de esa parte de la actividad pulsional de un individuo que se desvía de su meta sexual.                                                                                                                           Esto no sólo se restringe a lo artístico, también incluye la actividad  intelectual, lúdica, deportiva, etc. La novedad que propone Nasio es considerar que sólo hay sublimación si, en el caso de la creación artística, la obra del artista moviliza al espectador y lo conduce a su vez a crear. El autor afirma que “una obra no puede calificarse de «sublimada» si no desencadena en el espectador el mismo impulso creador que llevó al artista a producirla […] la sublimación es siempre una transmisión: el artista transmite al espectador el mismo impulso creador que llevó al artista a producirla”. Habría, pues, un efecto de transmisión en la sublimación en el que el receptor no necesariamente tiene que crear en un sentido artístico, sino que basta con que se produzca en él una sacudida, un efecto subjetivo de impacto.                                                    Para dar argumento a su propia hipótesis en relación con el concepto de sublimación, Nasio analizó la vida y obra de grandes artistas que han dejado su huella en la historia del arte de Occidente.                                        Lo que este psicoanalista agrega a la conceptualización de Freud es que aquella obra de arte que produce en el espectador el deseo creador del artista, ha sido producto de la sublimación, “la sublimación es una transmisión del deseo de crear entre el artista y el espectador”.                                                                                                                                                                                                                                                Durante los pocos años que duró el Arte Metafísico, muchos de los artistas surrealistas más importantes experimentaron con él, por eso se le considera la cuna del Surrealismo.

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