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Las armas de Vanessa Cánepa: la memoria, la palabra y los afectos

Las armas de Vanessa Cánepa: la memoria, la palabra y los afectos
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El próximo 1o de noviembre se estrena Dejar las armas, espectáculo con dramaturgia y dirección de Vanessa Cánepa centrado en la convivencia de cinco amigas que están a punto de separarse.

También se espera el reestreno de La resistencia de las luciérnagas, espectáculo para la infancia que integra una pentalogía en que la memoria y el pasado reciente son protagonistas. Voces conversó con la creadora para conocer un poco más sobre sus intereses y sobre su forma de trabajo.

Vanessa Cánepa cursó la carrera de actuación en la IAM como forma de tener una formación teatral, aunque actuar no era la actividad en la que se sentía más cómoda. Su interés por la dramaturgia encontró el espacio, desde el punto de vista de la formación, cuando se creó la Tecnicatura Universitaria en Dramaturgia (TUD), mientras que el oficio de dirección lo fue adquiriendo con la experiencia de trabajar con la productora teatral Carolina Escajal. Entre 2013 y 2016 con Escajal y también en otras producciones, Cánepa realizó asistencia de dirección de gente como Santiago Sanguinetti, Andrés Caro Berta, Jorge Denevi, Jimena Márquez o Marianella Morena.

La faceta de escritora de Cánepa comenzó antes de entrar a la TUD por supuesto. Ya en el liceo empezó un texto que retomó estudiando actuación y que, trabajando con compañeros de su generación de la IAM, terminó convirtiéndose en el espectáculo La reunión, estrenado en el 2014 en un ciclo de trasnoches en La gringa. En ese ciclo también hicieron sus primeras armas Sebastián Calderón y Elaine Lacey entre otras figuras emergentes.

Antes de terminar la IAM la dramaturga y directora queda embarazada, y esto la hace abandonar sus estudios de actuación, pero la relación con su hijo León fue determinante de nuevas búsquedas, entre ellas la necesidad de escribir teatro pensando en la niñez. Pero antes trabajó en espectáculos como La agonía de Orfeo (2017) o El remanso de la calma (2019). En ese mismo 2019 se estrenó Una luz en la ventana, primer entrega de una pentalogía pensada para el público infantil en que la palabra y la memoria juegan un rol clave.

¿Cuándo surge la necesidad de escribir para público infantil? Si bien viene cambiando, históricamente los espectáculos de este tipo eran muy irregulares.

Obviamente la maternidad incide, si bien recién ahora lo estoy pensando, el no terminar la IAM porque quedé embarazada generó un parate y cuando pude retomar lo hice pensando en intentar unir ambos mundos, en tratar de integrar a León. También eso otro que vos decís, querer llevar a León a ver teatro y encontrarte con cosas que parecen una especie de rejunte estético, de vestuario, de escenografía, con actuaciones como de dibujito animado. Y lo que más me llama la atención, que creo que está cambiando, es el tema de la dramaturgia. Muchas veces se hacen versiones, pero no hay una dramaturgia propia, una búsqueda de escribir nuestras propias historias de teatro para niños y niñas. El punto de partida de Una luz en la ventana fue fortalecer la dramaturgia, pensando que la palabra también es una buena vía para comunicar a los gurises. Con los niños se habla, pero en el teatro se apunta mucho más a la parte estética, a la música… Así que ese fue el primer gran desafío, pensar la dramaturgia para gurises.

La idea arrancó en 2017, y en el proceso también fue importante la construcción del colectivo (Casiopea). Las cuatro personas que seguimos desde el inicio somos Agustín Urrutia, Ileana Hojman, Franco Pisano y yo. Y un poco nos estamos encontrando en este lugar, somos diecisiete ahora, y fue importante en el proceso encontrar el lugar, la comodidad, el compañerismo, el sentir que compartíamos una forma de trabajar. Y el lugar que tiene León ahí también, para él Casiopea es su familia, es uno más.

 

¿Cómo fue surgiendo historia que se cuenta? Es interesante el que trabajen la temporalidad, el entender el presente a partir de cosas del pasado en una época en que parece que viviéramos en un presente continuo.

Sí, totalmente, eso en realidad fue surgiendo… La idea siempre fue trabajar sobre la memoria, y sobre nuestras propias vivencias, sobre nuestros propios recuerdos. A nivel argumental se partía de dos cosas, una era la presencia de un abuelo y de dos nietos, algo que también tiene que ver con situaciones personales porque mi viejo falleció un año antes de que naciera León. Entonces ese era un punto de partido, el abuelo acababa de morir y a los nietos se les aparecía un fantasma que les contaba que había una biblioteca mágica que permitía viajar en el tiempo. Después estaba la biblioteca mágica, de donde agarrabas un libro y podías viajar a través de él. Pasó finalmente que el libro que agarraron fue el diario de las memorias del abuelo, así que lo que los gurises hacen es viajar al pasado a conocer la vida del abuelo. En principio la idea era poder viajar a distintos momentos del tiempo de nuestra historia, no estaba pensado que fueran los años de la dictadura, sino que eso apareció cuando pensamos el siguiente episodio. Y resultó que en el grupo nuestro pasado reciente, la dictadura, aparece como un hecho fundamental, junto a la crisis del 2002. Creo que nadie del colectivo tiene más de 35, todos nacimos en democracia, y todos nos preguntamos cómo nos habían transmitido estas historias nuestros padres. Y había de todo, desde una clara omisión, hasta el caso de una compañera que nació en Suecia porque sus padres se fueron exiliados. En mi caso los primos de mi padre son dos de las personas desaparecidas hasta el día de hoy. Y a pesar de las diferencias había algo en lo que coincidíamos todos, y es que no hubo instancias familiares de sentarse a conversar del tema. Quienes lo teníamos más presente en nuestra familia lo tratábamos con naturalidad, lo cual está bueno, pero cuando me pongo a pensar me hago pila de preguntas que nunca encontraron el lugar donde hacerse. Así que empezamos a trabajar sobre eso, en principio sobre nuestras propias historias, sobre qué nos contaban nuestros padres, sobre las canciones que escuchábamos. Lo que contribuyó bastante fue que por suerte ganamos los fondos concursables, lo que nos permitió irnos una semana a Campo Abierto, en Rivera. Estuvimos dieciséis personas conviviendo una semana, en el medio de la nada, hablando de esto, haciendo ejercicios, escribiendo, haciendo intervenciones… Se generó mucho material tanto para la historia de esta obra como para pensar toda la saga grupalmente.

 

¿Y quedó prefigurada toda la saga?

Sí, La resistencia de las luciérnagas la vemos como una bisagra, el conflicto en sí o estuvo antes o viene ahora después. La idea es que, como Mincho y Virginia quedan separados, en la tercera entrega va a aparecer la misión de Virginia y en la cuarta la de Mincho ¡Para en la quinta romper todo! (risas)

 

¿Cómo ha sido la respuesta de los niños? Muchas veces se dice que es el público más crítico.

Nos pasó de todo, en general nos damos cuenta de que La resistencia de las luciérnagas es para niños más grandes que Una luz en la ventana. Quizá lo ideal sería 9 o 10, aunque los más pequeños igual se han colgado. Lo cierto es que incluso para un adulto es muy difícil entender todas las capas que hay en el espectáculo. Nosotros mismos nos vamos dando cuenta de a poco del universo que creamos, de lo que significan algunas cosas. Y lo que vimos en general es que salían con muchas preguntas, y eso en algún punto era lo que queríamos. Muchas veces al final, cuando los gurises se acercan a sacarse fotos, preguntaban ¿Quienes eran los de las botas? ¿Eran los verdes? ¿Y quiénes son los verdes? Y muchas otras preguntas un poco más profundas. Nosotros decidimos que ante esas preguntas la respuesta iba a ser: «conversalo en tu casa con tus padres». Porque nosotros no tenemos algunas respuestas. O no sabemos cómo decirlo. Nos pasa con nuestros hijos que no sabemos bien como decirles algunas cosas, menos vamos a hacerlo con otros niños. Pero sí nos interesa generar preguntas que sean un punto de partida para que luego en sus casas las puedan conversar.

 

En tus palabras se nota el énfasis en el trabajo en colectivo, y en la construcción de grupos en que se sientan cómodos. Además de Casiopea sos parte de La emergente, de Salvadora Editora, de Los entusiastas orientales. Muchos de esos grupos integraron la Red de Artes Vivas. Es una característica de tu generación el trabajo en colectivos con cierta horizontalidad, que luego conforman redes, en donde los roles cambian de un grupo a otro.

Creo que ahí hay algo de la avidez por aprender todo el tiempo. Lo hablamos bastante con el equipo de La emergente, esa necesidad de saber en qué andan las otras personas, desde el lugar de conocer. Y de entender que es súper heterogéneo el sistema teatral, y que muchas veces como que nos quedamos en algo endogámico. Cada vez entendemos más esto de trabajar en red, y la verdad que veo inviable hacer teatro sin trabajar de esa forma. ¿Para qué? Porque rédito económico no hay… Entonces, si no es por el lado humano, por el lado de aprender de otros, de compartir experiencias, de conocernos un poco más, no sé.

También creo que se han empezado a dar cada vez más espacios de formación distintos a los que había en otra época, y no solo me refiero a escuelas por fuera de la EMAD, que es la única pública, sino a espacios culturales independientes, colectivos que hacen talleres, que hacen laboratorios y cosas como para aprender entre todos, creo que hay muchos más de lo que había antes.

 

Otra característica, que también se trasluce en tus palabras, es el trabajar a partir de las experiencias personales y generacionales. Eso también parece central en Dejar las armas, el próximo espectáculo que vas a estrenar.

Si, y tiene que ver con la pregunta anterior, creo que cada vez más las nuevas generaciones hablan de lo que les pasa. Dejar las armas parte de que las cinco actrices y yo somos de la misma generación de la IAM, y desde siempre dijimos de hacer algo juntas. Y en el último semestre de la TUD, que en general está Gabriel Calderón de docente, plantea una clínica en que se propone escribir y terminar una obra. Te plantea algunos puntos de partida, para que empieces a entrelazar y a escribir, se lee entre todos, luego tenés un plazo para leer una serie de textos y tenés que llevar cosas, con claves para analizar. La verdad que Gabriel como docente de dramaturgia me parece que es muy bueno. La primera vez que hice esa materia intenté escribir lo que después sería La resistencia de las luciérnagas, y era inviable, porque la naturaleza de ese curso era otra, escribir desde la lógica de laboratorio, con los gurises. A mí me cuesta escribir algo de la nada, sin tener un grupo atrás con una idea, entonces la segunda vez me propuse escribir algo que pudiera desarrollar en esta lógica más de escritorio, y ahí pensé ¿Y si le escribo una obra a mis amigas? Ese fue el punto neurálgico, escribirle a ellas. Porque además ahí tenía la facilidad de decidir no actuar, puedo escribir cinco personajes y no seis (risas). Y salió de escribir primero para ellas y después sobre ellas, sobre nosotras, ahí yo me ubiqué en el lugar de la ausencia.

La obra habla de ese momento en que seguís siendo joven pero tomás definitivamente conciencia de que hace años que pagás las cuentas, tenés responsabilidades, tenés problemas políticos y vínculos complejos, y nadie va a venir a salvarte. Y también habla de lo difícil que es ser amigas en estos tiempos. Estos años nos agarran con el boom del feminismo, en donde por fin se ponen sobre la mesa muchas cosas, pero hay mucho que falta también. Y tenemos posturas distintas, el hecho de militar por distintas cosas también es algo que estamos debatiendo en el grupo. La historia habla sobre cinco amigas que viven hace cuatro años juntas, y está ubicada en los últimos siete días antes de que se rescinda el contrato de alquiler, y se separan. Una vuelve a a vivir con el padre, otra se va con una pareja, otras dos siguen viviendo juntas, otra se va sola. Y eso que se formó en esos cuatro años muta. En el medio de esos siete días hay unas escenas que llamamos intersticios, que son como más discursivas, de reflexión, y en el que hablan de estas cosas que estoy comentando ahora, sobre la amistad, sobre feminismo, sobre los vínculos, habla mucho sobre el amor. No tenemos ni idea de qué es el amor, pero sabemos que permea mucho las relaciones, nuestras visiones sobre distintos conceptos. La naturaleza del ser humano es social, y necesita socializar y encontrarse con otros, pero qué difícil es.

 

Dejar las armas: Dramaturgia y dirección: Vanessa Cánepa. Elenco: Romina Capezzuto, Leticia González, Victoria Coto, Paula Lieberman, Camila Souto. Dirección: Vanessa Cánepa. Escenografía y vestuario: Florencia Guzzo. Iluminación: Sofía Ponce de León. Asesoramiento coreográfico­: Nicole Wysokikamien. Realización audiovisual y proyecciones: Lucía Martínez. Productora: Gabriela Pintado.

Estreno: 10 de noviembre a las 20:00 en la Sala Hugo Balzo del Sodre (en el Primer Festival de Dramaturgia Uruguaya). Luego habrá funciones 19, 20, 26 y 27 de noviembre en el Teatro Alianza.

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Leonardo Flamia Periodista, ejerce la crítica teatral en el semanario Voces y la docencia en educación media. Cursa Economía y Filosofía en la UDELAR y Matemáticas en el IPA. Ha realizado cursos y talleres de crítica cinematográfica y teatral con Manuel Martínez Carril, Miguel Lagorio, Guillermo Zapiola, Javier Porta Fouz y Jorge Dubatti. También ha participado en seminarios y conferencias sobre teatro, música y artes visuales coordinados por gente como Hans-Thies Lehmann, Coriún Aharonián, Gabriel Peluffo, Luis Ferreira y Lucía Pittaluga. Entre 1998 y 2005 forma parte del colectivo que gestiona la radio comunitaria Alternativa FM y es colaborador del suplemento Puro Rock del diario La República y de la revista Bonus Track. Entre 2006 y 2010 se desempeña como editor de la revista Guía del Ocio. Desde el 2010 hasta la actualidad es colaborador del semanario Voces. En 2016 y 2017 ha dado participado dando charlas sobre crítica teatral y dramaturgia uruguaya contemporánea en la Especialización en Historia del Arte y Patrimonio realizado en el Instituto Universitario CLAEH.