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Las heridas ajenas

Las heridas ajenas
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Podría tratarse de un distanciamiento crónico hacia cualquier sufrimiento, como secuela de de eso que Vargas Llosa llamó “La civilización del  espectáculo”, pero no, ese distanciamiento es selectivo, es un sentimiento que aprieta más si se trata de gente de nuestra propia tribu. De Venezuela siguen llegando noticias alarmantes: hay tantos días de protesta ciudadana como muertos, en su gran mayoría jóvenes. Pero lastima que esas muertes no provoquen dolor en buena parte de los uruguayos que siguen pensando que es una conspiración contra el gobierno “progresista” o “revolucionario” del chavismo, en la versión de Nicolás Maduro.

¿Dónde están las armas de la oposición? Un violín que un día la guardia hizo añicos y al día siguiente el joven músico recibió otro de toda esa gran marea ciudadana que se hartó, y sigue yendo a la calle hasta que caiga el régimen de Maduro.

Conviene dar un repaso a la lista de jóvenes diputados electos por el pueblo en la última elección del 6 de diciembre de 2015. Ellos han plantado la defensa del Poder Legislativo frente a un régimen que ha desconocido el mandato popular. No dan órdenes, marchan junto a los demás, y como esos venezolanos que salen a defenderse de las tanquetas y las granadas de gases lacrimógenos, que la Guardia Nacional utiliza como munición, apuntando al cuerpo o a la cabeza.

Los 109 diputados de la MUD marchan al frente cada día de protesta, la mayoría en los Estados de los que son representantes. Estos son los 37 diputados de Caracas, los llamados “Escuderos del Parlamento”, que día tras día defienden en la calle la poca democracia que todavía queda:

Primero Justicia, el partido del gobernador de Miranda, Henrique Capriles Radonsky, es quien más diputados heridos ha tenido desde que empezaron las movilizaciones. Carlos Paparoni y Juan Requesens, con cinco heridas cada uno, fueron los que más veces tuvieron que ser sacados de la manifestación para ser atendidos en alguna clínica. Miguel Pizarro y José Brito, lo siguen, con cuatro heridas cada uno. Gaby Arellano, José Manuel Arellano y Rafael Guzmán, han recibido tres heridas cada uno. Estos siete diputados pertenecen a la generación de 2007, fogueados en las luchas ciudadanas contra las clausuras de medios de prensa, y que protagonizaron ese año la protesta por la reforma constitucional que perdió Chávez, con un rechazo popular indiscutible.

El primer ataque a 7 diputados fue el 28 de marzo pasado, de ahí en adelante no hubo tregua, a pesar de estar, supuestamente, protegidos por sus fueros parlamentarios. El 3 de abril, el diputado Juan Requesens fue atacado por civiles armados, resultando con corte en un párpado y rotura de caballete nasal. Requesens tiene 28 años. Sus señas en el cuerpo, son una herida en la frente con 56 puntos de sutura, un impacto de bomba lacrimógena en las costillas, un impacto de proyectil en un tobillo, y otra herida abierta en un codo, con tres puntos de sutura.

El diputado Juan Andrés Mejía tiene 31 años. En una ocasión se salvó de que le partieran la cabeza con una granada de gases porque llevaba el casco puesto, y en otra ocasión pudo evitar un impacto directo en el cuerpo al protegerse con los brazos; su hermano Alejandro no tuvo tanta suerte. Un guardia le disparó con una escopeta de perdigones a bocajarro, de los cuales siete todavía los lleva en el cuerpo por el riesgo que implica retirarlos.

Miguel Pizarro, de 29 años, otro de los jóvenes diputados conocidos como los “Escuderos del Parlamento”, estaba junto al joven de 17 años Neomar Lander cuando una granada lo impactó en el pecho, provocándole la muerte casi inmediatamente. Los paramédicos que marchan junto a los manifestantes no pudieron reanimarlo. El artefacto era para cualquiera de los dos, podía haberle tocado a Pizarro. Conmocionado por la herida que le provocaba la muerte al adolescente, se identificó como diputado ante un guardia nacional, para que ayudasen a aquel muchacho que se desangraba, pero la única respuesta que recibió fue una trompada en la cara. Los padres de Pizarro son chilenos. Su abuelo se había refugiado en Venezuela huyendo de la dictadura de Pinochet, su padre estuvo preso entre 1980 y 1983, más tarde fue nuevamente detenido, en 1988. Su madre fue secretaria de la bancada parlamentaria del Partido Comunista de Chile, y luego del MIR. El diputado Miguel Pizarro, como los otros diputados, hace más de un año que no cobran sueldo, sobreviven con el apoyo de sus familias. Estar todo el día en la calle, comiendo poco, desgasta, pero Pizarro aclara: “El cansancio más fuerte es el emocional y el mental, todas las cosas que ves y oyes y todas las preguntas a las que hay que construirle respuestas. Pero al final de todo esto vamos a estar orgullosos de lo que hicimos, de que aguantamos la peor turbulencia y llevamos el barco a puerto”.

Freddy Guevara es otro de los diputados que siempre marchan en primera fila. Recibió 12 puntos de sutura en un tobillo a consecuencia de una granada de gases lacrimógenos, que le dio de rebote, lo que evitó que el golpe le quebrara el tobillo. Con respecto a la actitud de estos nuevos dirigentes, Guevara opina: “Cuando el pueblo ve a todos los dirigentes políticos primeros en la lucha, arriesgando su vida al igual que ellos, saben que nuestro discurso y objetivo es honesto. El miedo se supera. Acá sabemos que tenemos dos objetivos claros: detener la constituyente y buscar la salida de Nicolás Maduro”.

El médico del pelotón se llama José Manuel Olivares, otro de los diputados que lleva una herida de doce puntos en la cabeza, Un impacto de metra (balín de acero o vidrio) en la rodilla, otra herida en un tobillo por bomba lacrimógena, raspaduras, quemaduras, y ha sufrido, como todos los que marchan, los efectos de los gases lacrimógenos. Ya doctor en medicina, y con una especialidad en oncología, se sumó a las luchas estudiantiles de 2007, la generación que le propinó la primera derrota electoral a Hugo Chávez.

Ahora el diputado y médico, tras 67 días de protestas en la calle, opina: “Nosotros decidimos hacer política con P mayúscula, así que lo que está ocurriendo es un acto de coherencia con nosotros mismos, con la irreverencia que retomamos para demostrar que no vamos a estar encerrados en una oficina haciendo política, y que si convocamos a una actividad en la calle, no solo tenemos que ser los primeros en llegar, nos ponemos al frente, nos quedamos y nos vamos de últimos”.

La abogada y diputada Delsa Solórzano, fue de los primeros en recibir el impacto de una bomba lacrimógena, que le rompió dos costillas. “El dolor ha ido pasando. Con el tiempo es menos intenso o no sé si es que ya me acostumbré. Por ahora, siempre tengo mis medicamentos en la cartera y salgo con ellos a marchar. Por supuesto que cuando corro, el dolor es horrible. Duele cómo si fuera a tener un infarto cada dos minutos, o por lo menos, así lo siento yo. Pero dos costillas rotas no van a quebrantar mi convicción y yo no puedo pedirle a los venezolanos que salgan a la calle si yo no estoy ahí con ellos”.

Algo nuevo está pasando en Venezuela, algo que muchos se están perdiendo de apreciar, porque la fuerza de los dogmas hace su trabajo amargo. La resistencia al régimen despótico de Maduro está transitando por un camino distinto. Estos diputados, que ni siquiera cobran el sueldo, son el cambio.

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