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Las puertitas del Señor López Mena: ¿Modernización o privatización? 

Las puertitas del Señor López Mena: ¿Modernización o privatización? 
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Está en discusión el futuro del dique Mauá y la vieja compañía del gas a partir de un proyecto presentado por López Mena para hacer allí la nueva terminal de su empresa Buquebus. Por un lado se expresaron varios jerarcas gubernamentales a favor de la enajenación del predio  y por otros vecinos de la zona manifestaron su oposición al proyecto.  La discusión incluyó a la academia y también a la Comisión de Patrimonio. ¿Qué se debe hacer con ese predio? ¿Cabe mantenerlo abandonado como hasta ahora? ¿Modifica el espacio urbano una terminal marítima? ¿Es un intento privatizador del espacio público? ¿Mejora o empeora el barrio? ¿Es un emprendimiento que puede incrementar la afluencia de turistas? ¿Se debe preservar el edificio que hoy habitan las ratas al decir del ministro Rossi? ¿Hay un fundamentalismo patrimonial? ¿La oposición se debe a que está Lopez Mena atrás? ¿Llega la piqueta fatal del progreso al dique Mauá?

 

 NO, la rambla no está a la venta por Matías Camargo

En referencia al dique Mauá y a la polémica generada sobre la venta de terrenos públicos a la empresa Buquebus, la ministra de Turismo Liliam Kechichián expresó que ese espacio «lleva más de 30 años abandonado y que por tanto nadie disfruta del lugar que se va a intervenir». Afirmar eso es una verdad muy a medias. Porque si bien es cierto lo de los años de abandono, en 2007 se presentó un proyecto que fue aprobado en el 2013 y presentado con bombos y platillos por la administración Mujica. En la página web de Presidencia de la República se anunciaba en ese 2013 que “en dos años” estaría pronto el proyecto. ¿Qué pasó con el Museo del Tiempo? El original… el que se presentó y aprobó con el consenso de TODOS… ese que permitiría posicionar a Uruguay en otro lugar de avanzada nuevamente en el mundo…

María Julia Muñoz dijo en 2015 que no era algo prioritario para Tabaré Vázquez en esta nueva gestión, pero ya de ahí a descartarlo en post de un nuevo negocio con López Mena después de los antecedentes que ya tenemos con esta misma misma persona, me resulta francamente inhumano. Y no, no es lo mismo que se lo quiera incluir dentro del proyecto del empresario. El Museo del Tiempo estaba diseñado para las Carboneras. La propuesta de Buquebus lo manda para el edificio del reloj. Eso cambia completamente el proyecto. Lo que incluye esa propuesta no es el Museo del Tiempo sino otra cosa.

El Museo del Tiempo merece, y los uruguayos todos nos merecemos, un espacio que siga siendo cien por ciento público y con una apuesta real al progreso, la ciencia, la tecnología y el conocimiento en general. Un espacio «destinado a la promoción de la cultura científica desde una óptica moderna» como defendía el mismo gobierno al momento de firmar el traspaso de terrenos desde el Ministerio de Industria al de Educación y Cultura en el año 2012. El entonces ministro de esta cartera, Ricardo Ehrlich consideraba que el Museo del Tiempo constituía un “encuentro entre la ciencia y la sociedad” con “proyección nacional” desde un “lugar privilegiado” como lo es la rambla sur de Montevideo.

En el año 2014 Pablo Casacuberta y Juan Ignacio Fernández realizaron un documental magistral sobre lo que implica el Museo del Tiempo para la zona, para Uruguay y para el mundo y aparecen varios testimonios y declaraciones muy interesantes. Por ejemplo cuando el historiador Gerardo Caetano afirma que “tal vez estemos viviendo -sin tener suficiente conciencia de ello- una de las etapas más importantes en la historia de la ciencia en el Uruguay. El Sistema Nacional de Investigadores se acerca a tener 1500 investigadores y hay una comunidad científica en donde tenemos referentes con proyección mundial como nunca antes tuvimos.” O cuando más adelante el doctor en Medicina y Biología Rafael Radi expresa: “puertos de aguas profundas sí, puertos de aguas profundas no, tercera y cuarta fábricas de generación de celulosa sí o no… ¿cómo puede un ciudadano decidir? La apropiación social de la metodología científica, del pensamiento científico, es un gran elemento, entre otras cosas, democratizador.”

A esto se le suma que “no hay un museo en el mundo que tenga esa ubicación” como dice Jorge Wagensberg -el museógrafo del Proyecto-, o que según la economista Carolina Arsuaga del estudio que analizó el impacto económico del Museo del Tiempo: “estamos estimando 300.000 visitantes al año”, con todo lo que ello implica para el tan defendido turismo.

Finalmente es el mismísimo presidente de la República, Dr. Tabaré Vázquez quien afirma en este documental: “podemos seguir exportando carne, lana, soja, trigo, sorgo, maíz, pero todo eso es material y lo material es finito. Lo material se termina. El conocimiento es infinito y a eso es a lo que tenemos que apostar.” ¿En qué momento se cambió la apuesta que no nos enteramos?

Si esto se hubiera ejecutado en tiempo y forma cuando se aprobó, hace 3 años ese lugar que hoy sigue «abandonado», ya era un epicentro lleno de vida, ciencia y conocimiento. Encajonaron un proyecto de progreso en detrimento de dinero y barcos llenos de votantes.

Hoy yo le pregunto al Sr. Presidente de la República: si en este año 2014, había tanto consenso para llevar adelante este proyecto, ¿por qué causa se lo dejó morir en detrimento de un negocio con el Sr. López Mena? ¿Cómo fue que un negocio pudo más que un proyecto aprobado y con rumbo claro de progreso y crecimiento para todos? ¿Cuáles fueron las pautas de ese negocio que lo hacen tanto más importante que un proyecto como el Museo del Tiempo? ¿Qué se negoció realmente?

Por favor: no permitan que un negocio con López Mena haga añicos esto. ¡Algo que por primera vez conseguía un consenso tan importante entre tantos actores diferentes! Tienen una gran oportunidad como Frente Amplio de sembrar futuro; de ser recordados con la misma grandeza que hoy recordamos muchos a Pepe Batlle. Planten una semilla de futuro, por favor.

 

Nada nuevo por José Luis Perera

Quienes controlan el poder del Estado generalmente operan al margen de la opinión de la gente, es decir, sin su consenso y sin tomar en cuenta su opinión, a la cual asigna un papel siempre secundario y accesorio, sólo útil a la hora de requerir su legitimación a través del voto. Uno esperaría de un gobierno progresista una cosa muy distinta, pero la opacidad en las decisiones que se toman, es algo a lo que nos tiene acostumbrado este gobierno.

La otra cuestión que uno podría esperar de un gobierno progresista, es algún apego a la tradición histórica de la izquierda en cuanto a la defensa de los espacios públicos y el acceso democrático a estos.

Nada de esto se ve en la decisión del gobierno de enajenar los terrenos en cuestión para que se instale allí López Mena (es una ley con nombre y apellido) con su terminal de Buquebus.

En cuánto a la participación ciudadana, el arquitecto argentino Juan Bautista Frigerio, integrante del estudio británico Norman Foster, que se haría cargo de la obra, señaló en Puerto Madero: “…en el caso de seguir adelante con el proyecto, se generarían instancias de diálogo con la sociedad civil para escuchar las necesidades y sugerencias de los vecinos de la zona”. Es decir, “en caso de seguir adelante”, cuando el proyecto esté en marcha, y no antes de empezar.

El alcalde del municipio B, señaló a la comisión de transporte del Parlamento que los cambios a nivel barrial son la mayor preocupación, y por eso sugirió que a medida que se avance en el proyecto “se le transmita a los habitantes del barrio como va a ser”. Esto es, el alcalde ni siquiera piensa en consultarlos, sino apenas transmitirles como va a ser, luego que el proyecto avance. Esa es la democracia que puede verse en este proyecto que afecta sensiblemente el uso de un espacio público.

Lo que tampoco está presente en este oscuro proceso, es algún plan de desarrollo de una zona abandonada de la ciudad, que genere un impacto de calidad para la vida de la gente. Lo que hay es una zona abandonada y un proyecto de un inversor extranjero al que se le tiende una alfombra roja sin demasiado análisis. El único argumento es el de siempre en todos estos casos: generación de empleo. Y no es que uno esté en contra de la generación de empleo, pero ese no puede ser el único argumento. Hacer del Palacio Legislativo un gran casino y construir a su alrededor un complejo hotelero de cinco estrellas, puede ser un proyecto que genere puestos de trabajo en gran cantidad y por mucho tiempo, pero no parecería bueno que si apareciera un López Mena con ese proyecto le vendiésemos el Palacio y sus alrededores.

Está más en línea con la lógica del profundo pensamiento filosófico del ex presidente José Mujica que resumiera en aquella famosa sentencia cuando se iniciaba la privatización de parte del parque de Cabo Polonio: “‘esto hay que rematarlo en pedazos, esto vale en pila. Van a venir turistas, van a hacer casa, y el pobrerío de la zona les va a hacer el jardincito, les va a arreglar la casa y ahí va viviendo”. En este caso el pobrerío apenas irá a recorrer el shopping.

 

Location, location, location… por Jorge Nudelman

Tal el mantra[1] de los inmobiliarios: ubicación, ubicación, ubicación…

No se trata de otra cosa: buquebús jamás va a ir a Capurro, en la desembocadura de los arroyos, al pie de barrios todavía estigmatizados, al lado del puerto pesquero donde además de pescado, desembarcarán marineros de todos los puertos del mundo, con cuyos codos se rozarán los clientes de la naviera, y posiblemente los multiculturales cruceros internacionales que, una vez desembarcados, deberían ser trasladados, de alguna manera, a la Ciudad Vieja.

Este proyecto, una tan optimista como voluntarista visión, en mi opinión, de los urbanistas que reinventaron la bahía de Montevideo, implicaba la idea de una costa, hoy semi-abandonada por la industria, habitada con rascacielos de viviendas y oficinas, la recuperación de la estación central de AFE, la difícil posible reubicación de la refinería de ANCAP, y posiblemente más. La recuperación del Miguelete (¡por fin!) formaba parte de este proyecto, aunque el Pantanoso…

Dejemos para otro momento si esta visión era posible.

Buquebús instaló sus oficinas en la puerta del shopping de Punta Carretas, el nuevo centro de Montevideo. Si por ellos fuera, el puerto se haría en La Estacada, frente al barrio más cheto y más poblado de la ciudad. Pero tampoco sería negocio.

En los tiempos de la globalización, ni los manufacturados ni los commodities son valores seguros. El capitalismo vuelve a la edad media, y la delimitación de los suelos urbanizables es el diseño de los valores más seguros del capital. La burbuja inmobiliaria de principios del milenio fue un laboratorio donde se testearon los alcances del “método”: desregulación, caída de los precios del suelo rústico, urbanización descontrolada, especulación, capitalización, caída de los créditos, sobrecalentamiento, y a cobrar…

En Uruguay, tenemos el proyecto del “Plan Lagunas”[2], toda el área entre la Laguna Garzón y la Laguna de Rocha, que quedó opacado por el escándalo del famoso puente redondo. El resultado, en realidad, es la disposición de una enorme cantidad de suelo para ser urbanizada, por si acaso “las Garzas” fuera demasiado obvio.

Con la teoría de que el avance del capital es inevitable, y que solo nos queda un insignificante rol en los pequeños empujoncitos que se le pueden dar al timón, y que mejor será lo que nos digan los “expertos” (López Mena, Lecueder, Salgado, Villamide, Viñoly…y otros incluso, en la academia), la izquierda se ha ido quedando sin la iniciativa que le da el conocimiento, la ciencia, y una posible ideología de resistencia anticapitalista basada en la gestión sostenible de los recursos (patrimoniales, naturales, productivos, humanos,…).

En la rambla, lo primero en caer fue el CH 20[3]. Vendrán otros.

 

1] Ver, entre otras cientos de páginas web, https://www.thebalance.com/what-location-means-in-real-estate-1798766

[2] http://sig.rocha.gub.uy/sig/sigrocha.phtml#xy=-4123186.2641784,-6058697.7451091,11

[3] https://www.elobservador.com.uy/nota/los-que-resisten-en-el-edificio-fantasma-del-ch-20-20144271910

 

¿A quién le importa la ciudad? Por Salvador Schelotto

Al estar de informaciones que han tomado estado público, una empresa presentó una iniciativa privada para construir una terminal fluviomarítima de pasajeros en un lugar singular de la Rambla Sur de Montevideo y, de paso, asociar a ella otros componentes como ser hotel, centro comercial y estacionamientos, además de las obras de infraestructura necesarias para hacer viable la instalación. El Poder Ejecutivo, compartiendo esa idea, elevó a consideración del Parlamento la propuesta de enajenación de dos predios de propiedad estatal, solicitando su autorización para ello. Esa sería, a juicio de los proponentes, una condición de viabilidad del proyecto.

Esa misma empresa apenas diez años atrás había promovido el traslado de la actual terminal y la instalación de un mix programático similar en un punto del borde costero de la Bahía de Montevideo (en la llamada “cinta de borde Capurro-Bella Vista”), iniciativa que contó con el acuerdo de la ANP y la Intendencia de Montevideo. En apariencia esa iniciativa fracasó o la empresa desistió de ella y fue sustituida por el proyecto que hoy comentamos.

El  ámbito en el que se sitúa ese proyecto requiere una intervención cuidadosa y acertada. No solamente porque posee la mayor protección patrimonial, sino porque forma parte de un complejo nudo de tensiones circulatorias, ambientales, paisajísticas y de uso y, a la vez, constituye una oportunidad única en la costa montevideana. Cualquier intervención en ese lugar es un asunto particularmente delicado, que bien podría resultar exitoso y concluir en un mejoramiento de las condiciones previas o, por el contrario, un injerto exótico que no enriquezca las condiciones previas. O peor aún, una obra trunca.

La intención de intervenir en ese punto estratégico de la costa montevideana no es nueva. Baste recordar algunas propuestas estudiantiles de fines de los años 80, y, más recientemente, el proyecto de “Centro Cultural” patrocinado por la empresa Petrobrás, o, finalmente, la idea de instalar allí el Museo del Tiempo impulsada por el MEC en el anterior período de gobierno. Cualquiera de esas propuestas consideró un balance adecuado entre preexistencia y transformación, y no levantaron mayores comentarios ni resistencias ciudadanas, cuestión que sí se ha generado con la iniciativa actual.

El episodio ha despertado un tan saludable como poco esperado debate público sobre el presente y el futuro de la ciudad y de los espacios de todos, y en particular de los predios y construcciones de la ex Compañía del Gas. Ese debate, que involucra a diversas instituciones, colectivos y personas, es quizás la novedad más destacada de todo este asunto.

Teniendo en cuenta la diversidad de actores que se han pronunciado, personalmente entiendo que, sobre el fondo de la cosa, los pronunciamientos más  compartibles y completos son, por su orden, el de la Sociedad de Arquitectos del Uruguay y el de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo; este último, según tengo entendido, habría sido tomado como propio por la Universidad de la República.

La responsabilidad de decir que sí por Roberto Elissalde

Ithaca es una pequeña ciudad universitaria ubicada a unos 200 kilómetros al noroeste de la  ciudad de Nueva York. Miles de pequeñísimas decisiones tomadas sin darse cuenta de su trascendencia la dejaron aislada durante los peores días del invierno de mediados de la década de los años 60.

La verdad es que nadie con nombre y apellido decidió dejar a la ciudad sin su único medio permanente de contacto con el estado de Nueva York, el ferrocarril, sino que fueron decisiones que en el corto plazo parecían totalmente razonables. En aquellos años se llegaba a Ithaca por carretera, a través de una aerolínea local o en tren, pero en los días de tormenta o con mucha nieve tanto la carretera como el aeropuerto permanecían cerrados. Guiados por sus necesidades inmediatas (y sus valores culturales), los residentes optaban por el auto los días lindos pero necesitaban el ferrocarril en invierno. La ecuación no fue sustentable y la compañía ferroviaria decidió clausurar el ramal.

El investigador Alfred Kahn estudió el caso y preguntó a los vecinos sobre la situación. Averiguó que la mayoría de los habitantes hubiera estado dispuesta a pagar algo de dinero para mantener el servicio de trenes corriendo, pero que al tomar la decisión puntual de “ir en auto” la mayor parte de los días, la existencia del servicio fue puesta en cuestión. Kahn llamó a esta situación “la tiranía de las pequeñas decisiones”, que comenzó a ser considerada como una falla del mercado, que termina condenando una opción que si bien no es la primera, es imprescindible para un determinado mercado.

El investigador William Odum comprobó que lo mismo ocurría cuando las decisiones eran relacionadas con lo ambiental. La desecación parcial de bañados, la extinción por caza descontrolada de ciertas especies han terminado en resultados no deseados por nadie. Dice Odum: “gran parte de la actual confusión y la angustia que rodea las cuestiones ambientales pueden atribuirse a decisiones que nunca se hicieron conscientemente, sino que simplemente son el resultado de una serie de pequeñas decisiones”.

Media nota ya y nada del Dique Mauá…

Es que es difícil explicar algunas cosas; no se arregla dando un me gusta o expresando el disgusto. Hay varios lugares de la costa de Montevideo que están privatizados de hecho. No sólo el Club de Golf de Punta Carretas, sino también los clubes Náutico, Yatch, Nautilus, algunos restoranes, etc. Esto quiere decir que los uruguayos -y en especial los montevideanos- somos capaces de tolerar la gestión privada de pedazos del espacio público. ¿Por qué entonces enojarnos cuando un ministro propone cambiar las ratas de una carbonera sin uso por un puerto, un hotel y un museo?

La principal razón que encuentro es que hay que prestar atención a lo que se hace y a lo que implica lo que se hace. Cualquier acción en la rambla prefigura lo que viene después. Si hoy permito la apropiación de un lugar admirado por los montevideanos, con qué argumentos podré impedir la venta de la Plaza Virgilio, la Isla de las gaviotas o la escollera Sarandí…

¿Parecen propuestas ridículas? Seguro que hay muchos “emprendedores” con ganas de entrarle a los lugares que esta ciudad, sabiamente, consagró a la convivencia democrática y pacífica. Tomar mate, charlar y mirar el atardecer no son actividades productivas, en el sentido de otorgar ganacias o de dar oportunidades de trabajo. Pero tal vez sean centrales para el tipo de convivencia ideal que los montevideanos y los uruguayos construimos.

Hay que estar muy seguros de las consecuencias de esa privatización como para considerar que se trata apenas de un pequeño caso, que no altera para nada la disfrutabilidad de la rambla…

 

No es debate entre “principistas” y “vendepatria Por Eduardo Vaz

Estamos frente a un debate que genera dudas razonables en varios sentidos. La ubicación del nuevo puerto para los ferrys, la venta de los dos padrones ya famosos, la construcción de un hotel y un conjunto de comercios y servicios en ese emplazamiento, etc.

A la mayoría nos gustaría que los gobiernos nacional y  departamental fijaran las necesidades del país y la ciudad, establecieran las reglas claras de lo mejor

en todo sentido contando con el aval social y técnico correspondiente y, a partir de allí, se llamara a los interesados privados en la inversión. Y, sobre todo, que se concretara.

Es evidente que no se ha logrado una propuesta así dados los reproches surgidos tanto del P. Colorado, el PI, algunos vecinos, la SAU, la Facultad de Arquitectura y la propia dirección departamental del FA. Pero observemos, también, que los apoyos son amplios.

Es parte de lo mejor de la democracia. Incluso que dentro del FA haya oposición a su gobierno no deja de tener aspectos positivos como la separación entre gobierno y partido y sus distintos roles.  Ya conocemos a que lleva la identificación absoluta entre ambos y el balance es altamente negativo.

Lo que no se puede desconocer son las necesidades existentes: un nuevo puerto para los ferrys que no puede estar en otro lugar que la costa; inversores interesados, creación de empleos dignos, desarrollo de la infraestructura de la capital, conectividad, favorecer el turismo, etc.

Que sea López Mena el principal interesado resulta evidente y nada tiene de malo. Buquebus es la empresa más grande en la materia y su desarrollo es el objetivo principal de su dueño. Tan interesado como la banca internacional, los dueños de los supermercados o google: todos quieren tener ganancias. No lo queremos para hacer amistad sino para hacer negocios mutuamente beneficiosos.

Una parte importante de la sociedad, especialmente gente de izquierda, tiene aversión por el capital y los capitalistas; entienden que negociar con ellos es venderse al bajo precio de la necesidad y aumentar la dependencia. Algo primitivo pero recurrente en estos años. Y no es lo que piensa la mayoría, sin dudas.

Si la propuesta de enajenación de los dos predios se evita, mejor. O si la solución que se propone los deja como predios no costeros ya que se le gana al mar y la franja queda en manos estatales como señala el ministro Rossi, es una salida.

No es un debate entre los “principistas” y los “vendepatria”, como le gusta plantearlo a alguna gente de pensamiento dicotómico. Aunque cueste un poco más, habrá que seguirlo debatiendo, buscando acercamientos entre las autoridades, la sociedad civil y los inversores Si no es allí, donde se decida. Pero cuanto antes pues lo necesitamos. Y el dique Mauá y su entorno deben ser rescatados para la ciudad, con o sin puerto.

 

Nos venden el barrio por Isabel  Sans

En las mañanas, cuando abro las ventanas y la luz del sur se expande por los rincones de mi habitación, me maravilla que las vueltas de la vida me hayan dado la oportunidad de vivir en este rincón antiguo de la ciudad frente al mar, que conserva algo del encanto del siglo pasado, junto a grafitis, murales, canchas y juegos, donde siempre hay gente haciendo ejercicio, pescando, caminando.

En los últimos años en días hábiles esta zona se ha convertido en playa de estacionamiento. No hay día que no se dispare la alarma de algún auto, y ahí sigue atormentando al vecindario hasta la puesta del sol.

Lo lindo son los fines de semana, cuando el tránsito no invade y se hace visible la vida del barrio. Grandes y chicos salimos a disfrutar. Vienen también de otros barrios, y turistas que salen a descubrir el encanto.

Nadie le preguntó al barrio cómo se siente, solo las autoridades están opinando. ¿Cómo hacernos oír lxs vecinxs cuando todos los micrófonos repiten al ministro Rossi, diciendo que es «una zona que no usa nadie», un «nido de ratas»?

El proyecto (terminal + centro comercial + hotel) implica una escollera de 15 cuadras, un muelle de 3 y media, y tres manzanas río adentro, que se vienen a sumar a las ya robadas por los contenedores al lado de la escollera, que cercenaron la vista de la Bahía y el Cerro con sus volúmenes y alambres de púas.

Un nuevo empuje “gentrificador”, en que el estilo del capitalismo global va a desplazar una vez más la cultura local. No vamos a poder afrontar el encarecimiento y vamos a terminar fuera del barrio, consolidándose una nueva concentración de las oportunidades y de la riqueza.

El “progreso” ya se llevó a mucha gente, sobre todo a negrxs y pobres. Los conventillos Medio Mundo, casi todo Ansina, edificios como el de la rambla y Cuareim (hoy Zelmar Michelini), demolidos con la excusa de un supuesto riesgo de derrumbe. Quienes no somos “inversores” perdemos el derecho a los sitios de la ciudad a los que el capital echa el ojo.

Surgen así edificios pretenciosos como Estrellas del Sur frente al cementerio Central, la serie “Alma” con diseño Ott, que se dan de patadas con la arquitectura del barrio. En lugar de recuperar la belleza histórica que sí podría atraer turistas, la aniquilamos.

Yo lo vi a míster coso tomando güiski con los del club…

¿Se acuerdan de la foto en el Bar Lindolfo? A la izquierda, mirando a la cámara, López Mena, de espaldas y girado a la cámara el ministro de economía del momento Fernando Lorenzo. El 5 octubre de 2012, foto del Diario El Observador. Negociaba la compra de los aviones de Pluna. Todos estuvieron investigados por irregularidades durante la subasta. Fue condenado el ex director del BROU Fernando Calloia por el aval “exprés” para el remate. Que nos escuchen. Que haya transparencia. Que este no sea otro negocio exprés.

Una nueva sudestada por Rodrigo da Oliveira

Una vez más la tempestad vino desde el sur, aunque no en forma de pampero. Antes bien, llegó adornada con palabras como inversión, crecimiento, desarrollo…
También esos vientos trajeron otras, como López Menas, Rossis y algunas más.
Las acusaciones de entreguismo y corrupción llegaron a la par de la propuesta de la nueva terminal de pasajeros y no solamente por parte de opositores. Este proyecto que a priori podría verse como algo positivo para la zona atrajo también enemigos, que esgrimen razones de amiguismo, interés público, patrimonial y hasta de calidad de vida de los habitantes, en tanto afectaría espacios públicos hoy disfrutados por todos.
Comisiones de vecinos de la zona, asesorados por arquitectos y ambientalistas, se han movilizado buscando frenar el avance del emprendimiento. El nombre de López Mena ha generado dudas en cuanto a la limpieza de los procedimientos y sus alcances. La cristalinidad en materia de licitaciones no ha sido el fuerte de estas administraciones, gran parte de ellas han sido cuestionadas o terminado con costos extra para la gente.
De lo trascendido surge que los espacios públicos no serían afectados y que lo patrimonial estaría resguardado, dando lugar a proteger lo valioso y a eliminar el criadero de ratas que es el resto. El paseo que implica la zona permanecería intacto, ya que la terminal se emplazaría en terrenos ganados al mar, en la misma forma que se viene trabajando en la zona del puerto y sus escolleras. Inclusive se plantea que sería una ampliación de dicho paseo público.
Es indudable que junto con algunas nuevas edificaciones que se están construyendo y el agregado de hoteles (explotados por el concesionario) supondrá un gran empujón para la zona.
La fisonomía de esa parte del barrio cambiará para siempre y genera las resistencias habituales a los cambios fuertes.
Desde otro lado, algunas declaraciones del Sr. Buquebus tampoco ayudan a conseguir aliados para su proyecto, nos dice poco menos que tenemos que agradecerle y aplaudirle por invertir acá y que si estamos mal es porque queremos.
Luego de su pasaje por el tema Pluna, bien haría en llamarse a silencio y no ser tan liviano en sus comentarios.
Se atribuye al proyecto estar digitado y haberse desarrollado con nombre y apellido.
Queda la pregunta planteada de si frente a ideas así no debería llamarse a licitación y evitar tantas suspicacias.
Genera descrédito en la población que cada emprendimiento público quede señalado por la sombra de la duda, en cuanto a procedimientos y formas. El acto de gobernar no debe sólo ser, sino también parecer.

Decadencia all inclusive por Leo Pintos

El Uruguay tiene una vieja tradición y es la de arruinar con proverbial mal gusto los escasos encantos paisajísticos que tiene. Allí donde la urbanización llega al galope sobre el lomo del gran capital ya nada es para mejor. La sociedad civil es la última trinchera para defender espacios públicos y construcciones históricas.  Y son esos espacios de participación desde donde surgen voces y acciones para conservar lo nuestro, pues tras décadas de democracia, los partidos políticos han ido anulando toda inquietud o reivindicación social. Somos los ciudadanos organizados los que debemos actuar de equilibrio a los intereses políticos cooptados por los intereses empresariales y económicos que saben cómo es el juego en el Río de la Plata. De hecho, la polémica suscitada en ámbitos políticos entorno a la terminal de pasajeros en el Dique Mauá se reduce a quienes deben pagar facturas por favores recibidos y los que pasan factura por despecho. Nos caracterizamos por dejar sucumbir nuestro rico patrimonio bajo el enorme peso de nuestra desidia. El Uruguay fue, es y será así; hecha la ordenanza, hecha la excepción. Ahí está la vieja Estación Central de trenes General Artigas esperando que le llegue su hora fatal. Ahí están nuestros enormes recursos naturales heridos por una política productiva eminentemente extractiva. Ahí está nuestra costa atlántica privilegiada, dejada a merced de la industria turística, sometida a la depredación en pos de un desarrollo que nunca llega. Es por ello que nuestra actitud frente al valor paisajístico -y sobre todo social- de la rambla montevideana no debiera por qué ser diferente. Espacios abandonados y desaprovechados o intervenidos con mal gusto se convierten en presa fácil del capital inversor. Hagamos pues de Montevideo una ciudad más fea de lo que es.  Complementemos el gran trabajo hecho al oeste, a partir de la contaminación de la bahía y el destrozo del entorno costero. Sigamos expulsando gente a la periferia y vaciando de vecinos nuestra franja costera para convertirla en un único modelo de vida basado en el consumo y la especulación inmobiliaria; al respecto me remito a la demolición -entre suspicacias y apresuramientos- del CH-20 en la esquina de la Rambla República Argentina y Zelmar Michelini, y que constituyó el primer llamado de atención respecto a lo que se pretende imponer en esa zona. Estamos inmersos en una lógica perversa, tanto que quien es capaz de hacer cualquier cosa por hacerse más rico dice que cuestionar sus emprendimientos es hacer esfuerzos para ser pobres. Y con esa lógica imperante dejemos en manos de políticos, empresarios, y políticos empresarios la decisión de afectar el futuro de los espacios públicos de las próximas generaciones, total ¿qué podría salir mal?

Vamos a organizarnos por Raúl Viñas

Las olas golpean contra los muros de la rambla sur, una obra que llena de orgullo  a los montevideanos que la adoran como un ícono de la ciudad y que es además uno de los lugares más añorados cuando estamos lejos del país.

La vieja rambla sur, ya cercana a su primer centenario, sigue siendo un paseo democrático disfrutable para todos con solo llegar a ella. El paseo de 22 kilómetros que se extiende desde la escollera  Sarandí a la barra del arroyo Carrasco tiene del lado del río playas abiertas, puntas rocosas y un par de espacios que han desafiado la urbanización sin llegar a convertirse en parques o sitios organizados a pesar del enorme valor que tienen por su posicionamiento geográfico y paisajístico.

Ellos son este que ahora nos ocupa y el popular “besódromo” de Punta Carretas. La falta de un ordenamiento municipal adecuado y el abandono de esos lugares los deja a la merced de oportunistas y rapaces empresarios que cuenten con los medios y contactos adecuados para doblar las normas o generarlas cuando esas no están.

Un ejemplo lo vemos en la zona del Prado, donde en un fin de semana maquinaria pesada destruyó una histórica vivienda en la esquina de Avenida Agraciada y Pereyra para construir un edificio sin respetar siquiera el diseño del jardín. Previamente se había dejado decaer el espacio convirtiéndolo en uno abandonado y sucio.

Acercándonos a la costa en la proa de Bulevar Artigas y Ponce hace años que la presión inmobiliaria busca convertir esa casona y su parque en un edificio que se plantea no cumpliría con las ordenanzas de la zona.

En el caso de los padrones de la vieja compañía del gas, después de la fallida iniciativa del que se denominó “Museo del Tiempo”, algunas intervenciones mejoraron sensiblemente el espacio entre la calle Carlos Gardel y la Rambla Gran Bretaña (la Plaza República Argentina), la que hoy cuenta con espacios y equipamientos para el descanso, deporte y disfrute de los montevideanos.

Muy diferente es la situación de la vieja planta propiamente dicha, ubicada al otro lado de la calle Carlos Gardel, con las carboneras desprovistas de techos, los espacio libres cubiertos de chatarra, sus portones oxidados y el muro perimetral parcialmente intervenido pero mayormente grafiteado y sucio.

Ese es el sitio cuya venta se pretendió autorizar en una ley de rendición de cuentas y cuyo desglose dio por resultado un proyecto de ley que ingresó al Parlamento el 8 de Febrero de 2017. El proyecto se trató en  6 sesiones de comisión, sin participación ciudadana durante el año y terminó siendo aprobado en el Senado el 5 de diciembre de 2017 para pasar después a la cámara de Diputados, donde está a estudio

No hay nada ilegal en el procedimiento, pero se evidencian fallas y carencias en la planificación urbana y territorial cuando basta la iniciativa de un privado para generar esa legalidad. La que también termina siendo discutible al plasmarse en una norma que parece tener nombre y apellido o al menos número de RUT.

En la raíz del asunto aparece el punto de si a esos predios pueden serle dada una salida del dominio público, para convertirlos en propiedad privada y además hacerlo a cambio de la realización de unas obras que se definirán en un  pliego de condiciones en base al proyecto presentado por la empresa que sería seguramente la adjudicataria.

Para que quede claro, se trata de construir una terminal “Marítimo Fluvial” que servirá mayormente al tráfico entre Montevideo y Buenos Aires, tráfico prácticamente monopolizado por la empresa que propone la obra.

Es algo similar a la licitación que abrirá la próxima semana la Administración Nacional de Puertos para una terminal exclusiva para celulosa en el puerto de Montevideo, celulosa que sería producida por una sola empresa por lo que la terminal solo tendría un cliente.

Casi como que uno puede determinar también y sin temor a equivocarse quien será el oferente para esa terminal.

Volviendo al tema del predio de la planta del gas, el gran ausente fue y es la Intendencia Municipal de Montevideo que hace la plancha, esgrimiendo como argumento no ser la propietaria de los predios a enajenar.

Eso como si no le correspondiera por ley la definición del ordenamiento territorial y no debiera tener planes dentro del ordenamiento para el desarrollo y organización de las actividades en su jurisdicción

Más allá de que las iniciativas privadas pueden ser bienvenidas las mismas debieran enmarcarse y dirigirse dentro de los planes y objetivos propuestos para el manejo del territorio los que deben además difundirse  adecuadamente.

Quemen las naves por Fernando Pioli

La decisión de venderle terrenos fiscales a López Mena para hacer una terminal fluvial no sería tan traumática y polémica si en el medio, justamente, no estuviese López Mena.

Si bien cualquier cosa que se quiera hacer en Uruguay siempre va a contar con un amplio coro de voces que discuten y ensayan argumentos con suerte disímil, en este caso la mayor parte del ruido proviene del hecho que su protagonista es alguien que ha estado vinculado con algunos episodios que forman parte del costado bizarro y divertido de nuestra historia reciente.

Mucho puede decirse acerca de la necesidad de un puerto de desembarco de pasajeros en Montevideo, que no obstruya y se superponga que el puerto tradicional de carga. Seguramente también pueda decirse mucho acerca de la conveniencia de que esta terminal esté ubicada en el lugar que se supone podría ser su destino, el dique Mauá.

Seguramente mucho más pueda discutirse acerca de la legitimidad de vender terrenos que pertenecen al Estado a un particular, en lugar de concederlos por un tiempo determinado.

Pero el núcleo emocional (no el racional) de todo el asunto radica en que López Mena ha aparecido desde hace mucho tiempo vinculado a tejes y manejes de tipo político bajo la eterna sospecha de procurar un beneficio personal y empresarial. La presencia de López Mena no impide razonar correctamente, porque genera rechazo, suspicacia, sospecha.

El asunto del puerto, en su aspecto medular, puede discutirse en otros términos si nos limitásemos a los argumentos. Yo reconozco no haber escuchado nada convincente que me haga estar en contra de la venta de esos predios en cuestión para que sean aprovechados en una obra de infraestructura necesaria para la ciudad. No me parece un obstáculo su ubicación, ni me parece una pérdida relevante el hecho de que se venda. Por el contrario me parece una oportunidad para mejorar la ciudad y generar trabajo genuino, una oportunidad que puede perderse porque sólo la puede llevar a cabo la persona menos indicada. He ahí el dilema.

 

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