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Lo político y lo partidario por Hoenir Sarthou

Lo político y lo partidario por Hoenir Sarthou
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Si la Corte Electoral confirma que las firmas presentadas en apoyo del referéndum contra la LUC son las requeridas, el panorama político uruguayo sufrirá un cambio significativo.

Sin duda, durante muchos meses, el País retornará a un clima cuasi electoral, en el que dos bloques, el de gobierno y el opositor, se esforzarán por demostrar cuál de los dos es capaz de llevar más votantes a las urnas, con la indisimulada expectativa de que el resultado sea anticipatorio del  de las elecciones de 2024.

Cualquiera puede percibir que el motivo central de la confrontación no es tanto el contenido de la LUC, como norma legal, sino la demostración de fuerza electoral que implicaría obtener el triunfo. Lo confirman recientes declaraciones del Presidente, anunciando que, si se convalidan las firmas, polemizarán en defensa de la LUC, y declaraciones de la Intendente Carolina Cosse, que afirmó que obtener las firmas fue “una señal… “, en el sentido de que  “no está bueno que en Uruguay las leyes se impongan de pesado”.

El panorama se presenta entonces como de lucha partidaria pre electoral, un clima bastante inadecuado para la época, considerando que no pasaron dos años desde la última elección y que faltan más de tres años para la próxima.

Cabe preguntarse qué pasará en lo estrictamente político, es decir en el plano de las decisiones que son sustanciales para la sociedad uruguaya en tanto “polis” -que suelen no coincidir con las inquetudes partidarias- durante el período en que todo el sistema partidario estará dedicado a medir sus músculos electorales con miras a 2024. ¿Tiene sentido que los gobernantes y los legisladores destinen varios meses a medirse en un acto cuasi electoral cuando, crisis sanitaria y políticas pandémicas de por medio, enfrentamos una situación crítica en prácticamente todos los planos de la vida social?

RASCAR DONDE NO PICA

La disyuntiva “LUC sí – LUC no” apareja una ventaja adicional para el sistema partidario. Le permite “vender” la ilusoria sensación de que el futuro de la sociedad uruguaya depende de una confrontación doméstica en torno a una ley que, en realidad, no determina a casi ninguno de los temas que hoy afectan y desvelan a los uruguayos.

La pandemia, el endeudamiento del País, el cierre o la reapertura de actividades económicas, la pérdida de puestos de trabajo, la irregular situación de la educación, la pésima atención sanitaria que estamos recibiendo, la limitación de derechos y libertades, los enfrentamientos sobre si vacunarse o no hacerlo y sobre el polémico “pase sanitario”, no tienen relación con la LUC. Tampoco la tienen ciertas decisiones sobre bienes públicos que condicionarán nuestras vidas durante muchas  décadas, como el contrato con la empresa finesa UPM 2, o la concesión de los servicios portuarios a la empresa belga Katoen Natie.

Esos fenómenos responden –todos lo sabemos- a condicionantes externas sobre las que el sistema partidario uruguayo tiene –o ejerce- muy poco control. El sistema financiero, los organismos internacionales (ONU, OMS, Banco Mundial, etc.) y las grandes corporaciones empresariales, liderados todos por organizaciones privadas o semi privadas de gran poder económico e ideológico (Foro Económico Mundial, Fundaciones “benéficas”, etc.), son quienes determinan los grandes lineamientos económicos y políticos que después se “recomiendan”, exigen,  y en definitiva se imponen por las buenas o por las malas, a todos los gobiernos del mundo. La globalización, tal como la conocemos, es eso: una profunda privatización y universalización de políticas que son fijadas por centros de interés difusos y poco transparentes, sobre los que los Estados y los ciudadanos tienen –tenemos- poco conocimiento y ningún control.

LA ÚNICA GOLONDRINA

Hay en la LUC un tema vital directamente relacionado con los lineamientos económicos globales: la bancarización obligatoria.

La bancarización fue establecida como obligatoria por ley durante el gobierno de Mujica, afectando a todo tipo de operaciones, compraventas, cobro de salarios y jubilaciones, pago de alquileres, cobro de honorarios, etc.. La LUC redujo el carácter obligatorio del régimen, excluyendo de la bancarización forzada a las operaciones de monto  inferior a cien mil dólares (USA), con lo que quedaron incluidas únicamente las operaciones económicas grandes. El referéndum propone restablecer el régimen de bancarización obligatoria pleno, tal como estaba en la ley original de la época de Mujica.

Obvio es el gran interés del sistema financiero en que el modelo de bancarización uruguayo (en ningún otro país la bancarización es obligatoria) se consolide y se extienda por el mundo. No sólo determina que los bancos manejen todo el dinero y cobren porcentaje por la mayor parte de las operaciones, sino que además pone en sus manos una de las más valiosas mercaderías del presente: la información total sobre los usuarios.

Durante la campaña de recolección de firmas, cuando por la calle me pedían la firma, muchas veces pregunté por qué se restablecía la bancarización obligatoria, o sea, por qué no se había excluido a ese artículo de entre los 135 alcanzados por el referéndum promovido por el FA y por el PIT CNT. La respuesta de los recolectores de firmas fue siempre un silencio sideral, o a lo sumo el argumento de que había otras razones para firmar. Muchos de ellos, militantes políticos o sindicales, jóvenes o viejos, no sabían que la bancarización hubiese sido modificada por la LUC y que volvería a regir plenamente si triunfara el referéndum. Es lógico, la motivación de esos militantes era la lucha partidaria, no el análisis de los contenidos de la LUC.

HUMILDE SUGERENCIA

En síntesis, si las firmas resultan suficientes, todo indica que estaremos durante muchos meses sumidos en un debate más partidario que realmente político, entendiendo por “políticos” a aquellos asuntos que afectan profunda y vitalmente a la sociedad.

Pero hay un tema que podría ser sustraído a la batalla partidaria para evitar que el interés del sistema financiero se cuele en la batalla.

Si el Frente Amplio y el PIT CNT no quieren aparecer como comprometidos con el interés del sistema financiero, nada les impediría sacar del medio a la bancarización, por la sencilla vía de promover desde ya una ley que mantuviera los cambios introducidos por la LUC  en lo que respecta a la obligatoriedad de la bancarización.

Es de suponer que el oficialismo, que votó la LUC, no debería oponerse a que se sancionara la misma solución en materia bancarcia que ya está incluida en la LUC.

Es cierto que algunos otros temas previstos en la LUC son cuestionables y que el procedimiento seguido para aprobarlos, es decir incluirlos en una “ley ómnibus”, declarada como de urgente consideración, no fue demasiado prolijo desde el punto de vista del debate parlamentario y popular.

Pero el costo de revisar esos aspectos no puede ser, para la sociedad uruguaya, entregarse nuevamente al interés financiero a un grado en que no lo ha hecho ningún otro país del mundo.

En otras palabras, que la lucha partidaria no acarree decisiones políticas impensadas en temas como la relación con el sistema financiero global, que la sociedad uruguaya debería analizar y decidir con mucho cuidado, por fuera de los conflictos partidarios del momento.

 

 

 

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