Home Política Lo que  no se supo hacer en los 60 y 70  por Julio A. Louis
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Lo que  no se supo hacer en los 60 y 70  por Julio A. Louis

Lo que  no se supo hacer en los 60 y 70  por Julio A. Louis
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No se supo organizar la defensa, lo que suponía evitar hablar de más, mostrarse partidario de alguna organización revolucionaria, regalarse en actos super fichados por la policía, en una palabra, el liberalismo en todas sus formas. Ya Lenin en el “¿Qué hacer?” escrito a principios del siglo XX, explicaba el accionar de la represión cuando se desataba, consistente en dejar en libertad de movimientos a algunos “quemados” para que volvieran a agrupar descontentos, observando sus pasos. Atender la lucha clandestina para dificultar el fichaje, es primordial en la medida que la política represiva avance.

No se supo organizar a los sindicatos de un modo centralista democrático, bajo pautas de clandestinidad. Esos sindicatos tienen que ser “sin miembros”, “fantasmas” donde nadie aparezca como afiliado, pero que llegado el caso cumpla las resoluciones. Por ejemplo, no debe admitir a los carneros, sino que debe aislarlos. Pero simultáneamente esos sindicatos “sin miembros” debe dar activa y permanente participación a sus afiliados para decidir todas las medidas, en asambleas reducidas que elijan delegados, los que a su vez se reúnan en juntas de delegados resolutivas. De ese modo, esos ignorados dirigentes expresan siempre las necesidades y deseos de las bases y dejan de ser dirigentes cuando dejan de representarlas. Tal orientación, en momentos críticos, la llevó adelante la Asociación de Profesores de Las Piedras, desorientando a los represores.

 Por esos años hubo ricos aprendizajes de luchas de diversas partes del mundo. Mucho nos enseñó el inolvidable Ramón Díaz, obrero gráfico, a quienes conocimos en el Partido Socialista en los años 50 y 60. Éste había sido miembro del Partido Comunista en España, y a quienes le éramos de absoluta confianza, nos expuso cómo ir quitando el miedo al pueblo de la represión. Una forma era con mínimas acciones de violencia, otra absolutamente pacífica. Y ambas fueron practicadas en Uruguay por los Comités de Resistencia Anti Fascista (C.R.A.F.).

La primera consistía en formar grupos de militantes de tres personas, mejor si no se conocían entre sí, con apodos o nombres falsos. Esos grupos de a tres, tenían un jefe que mandaba, y por si tuviera problemas, un segundo. Tales grupos, obedecían a su vez, a un jefe superior, que mandaba sobre varios grupos y así sucesivamente, de manera de poder reunir decenas de militantes. Al principal se le daba la orden de ir hacia determinado lugar: en el caso de Montevideo, al puente del Paso Molino. Allí se trasladaron objetos inflamables y en cierto momento se les incendió, al tiempo que se largaron panfletos contra la dictadura fascista. La acción duró escasos minutos, para sorprender a los represores, hasta que se ordenó dispersarse, conociendo de antemano cada grupo de tres adonde debía dirigirse y qué decir si eran detenidos.

El otro era absolutamente pacífico. Se consultaba a todos los que se conocían opositores a la dictadura fascista si estarían dispuestos a caminar, de un punto a otro de la ciudad, ir y volver, durante escasos minutos. Los invitados a caminar se sorprendían y preguntaban: ¿sólo eso? Sí, solo eso. ¿Cuál era el objetivo? Irse encontrando en esa marcha-a lo largo de una avenida, o en derredor de una plaza- con muchos conocidos, para comprender cada uno que no estaba solo en la lucha antifascista. En Uruguay se practicó en San Carlos, bastión durante años de esa lucha y cuya marca quedó, al punto que -muchos años después- fue la primera ciudad del interior en que ganó el Frente Amplio.

Claro que los sindicatos y los movimientos clasistas requieren que tengan compañeros poseedores de un análisis científico de las fuerzas en pugna, lo que a su vez requiere, ir construyendo un Partido o una coalición de ellos. Siempre recordando a Lenin en “Tareas urgentes de nuestro movimiento”: “Porque la socialdemocracia es la unión del movimiento obrero con el socialismo. Su cometido no estriba en servir pasivamente al movimiento obrero en cada una de sus fases, sino en representar los intereses de todo el movimiento en conjunto, señalar a este movimiento su objetivo final, sus tareas políticas y salvaguardar su independencia política e ideológica. Desligado de la socialdemocracia, el movimiento obrero se achica y adquiere por fuerza un carácter burgués: al sostener exclusivamente la lucha económica, la clase obrera pierde su independencia política, se convierte en un apéndice de otros partidos y traiciona el gran precepto: ‘La emancipación de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera misma¨  (* En momento en que Lenin escribió el movimiento revolucionario era llamado socialdemocracia).  Partido que no debe confundirse con ninguna secta que se identifique a sí misma como la vanguardia a través de nombres radicales.

                     

                                    Otras enseñanzas negativas y positivas

   La “teoría del foco” o “foquismo” fue ejecutada por la burguesía media o la pequeña burguesía, y construyó un potente aparato militar. Conoció como utilizar la red cloacal, crear refugios, asaltar cuarteles, bancos, secuestrar fascistas, etc. Pero no se preocupó por el desarrollo de sindicatos y de organizaciones populares clasistas. Así, mientras el edificio ganaba en altura, sus arquitectos no consolidaron sus cimientos, es decir, el grado de conciencia revolucionaria de las masas populares. Y el imperialismo y la oligarquía después de quedar una y mil veces en ridículo, de ser golpeados con dureza, corrigieron y perfeccionar su metodología represiva, y fueron aislando a los foquistas de las masas. Poco a poco la dictadura imperialista oligárquica asumió un rumbo policíaco-militar mayor. Y buscó que se olvidaran los problemas generados por su explotación, para culpar a los “destructores” del régimen de todos los males. Y el gobierno ganó de momento la batalla. Mientras, la Convención Nacional de Trabajadores -dirigida mayoritariamente por el Partido Comunista- con consignas tales como “por la paz y la justicia social” difundió la idea falsa de que son posibles sin derrotar al régimen, confundiendo más.

Y era previsible que cuando la reacción fascista considerase que el MLN estaba derrotado, comenzase a golpear a cualquier oposición antifascista. Uruguay siguió los pasos de Brasil. En síntesis: la clase trabajadora no comprendió que mientras los fusiles sin masas no sirven, las masas sin fusiles no se liberan, apuntando a construir una nueva sociedad socialista.

Pero para ello, hay que tomar conciencia de lo escrito por uno de los tantos que se jugaron la libertad y la vida en circunstancias críticas: “A mis compañeros, a mi pueblo: Hoy el deber revolucionario me ha impuesto la tarea de salvar mi libertad. Y ésa, hoy, es la tarea principal. Si lo logro, o más claramente si no caigo en manos de los criminales fascistas, habré de salvar mi libertad y habré cortado la posibilidad de delatar compañeros en el enloquecimiento de la tortura. – Siento muchas cosas. Digo algunas. Nos estamos creyendo que somos un pueblo cobarde y no es así. Cobarde no es quien tiene miedo. Cobarde es el que no se anima. Y nosotros, ateridos de miedo, vamos hacia adelante. El valor o la cobardía no se mide en un acto. Es un proceso. No siempre somos una misma cosa: lo que predomina impone el rasgo general. ¡Si tantos compañeros se juegan la libertad y la vida, éste es un pueblo valiente!… Y aunque esta vez nos volvieron a “ganar” ellos son los derrotados y nosotros los triunfadores. Porque la experiencia acumulada en miles de hombres y mujeres en estos días, fortalece la conciencia anti fascista, la convicción que hay que liberarse. Por cada uno torturado, de seguro, surgirán otros para tomar su puesto de lucha. No sé si ésta es mi carta despedida. Si seguiré viviendo, si seguiré con libertad de movimientos. De todas maneras, en mi nombre y en la de mis compañeros torturados, les digo a todos: nuestras vidas no han sido en vano. Sostuvimos ideales de libertad y de socialismo en las horas más sombrías del Uruguay.”   

Por fin, se verá la breve y rica experiencia de los C.R.A.F.S. (Comités de Resistencia Anti Fascista).        En todo tiempo y lugar debe clarificarse qué debe hacerse frente al avance de fuerzas fascistas. ¿No hacer nada porque no hay posibilidades de revolución? ¿O maniobrar para aislar al enemigo principal, buscando una salida que sin ser la más deseada para los trabajadores, interese a otras fuerzas aún no revolucionarias, cuya victoria sirva para generar mejores condiciones de lucha para los trabajadores?

Lenin enseñaba que la historia del bolchevismo está llena de maniobras, de acuerdos y compromisos con otros partidos, incluidos los burgueses. Por consiguiente, para los movimientos de vanguardia, la tarea inmediata era sumarse a la alternativa democrática-burguesa, consistente en exigir la renuncia de Bordaberry, la disolución del COSENA (Consejo de Seguridad Nacional) y convocar a una asamblea constituyente y legislativa mediante elecciones. Con tales propósitos el Movimiento Marxista cooperó con compañeros que no pertenecían a él, fueran independientes o de otras organizaciones políticas, para formar los Comités de Resistencia Anti Fascista (C.R.A.F.S). En poco más de un año los CRAFS reunieron alrededor de 200 integrantes, mientras el M.M. en su esplendor, no llegaba a 30. Y esos C.R.A.F.S. organizaron acciones de resistencia, entre ellas, la publicación de un folleto mimeografiado “Pueblo en Lucha” que editó alrededor de diez ejemplares diferentes. Esta experiencia tuvo corta vida. No obstante, la idea de un amplio abanico de opositores había calado hondo y en 1980 permitió a toda la oposición iniciar la contraofensiva democrática liberal.

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