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Luciana Lagisquet: “el teatro ‘no es’ prácticas abusivas de ningún tipo”

Luciana Lagisquet: “el teatro ‘no es’ prácticas abusivas de ningún tipo”
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Luciana Lagisquet se encuentra cursando la Maestría en Teatro y Artes Performáticas de la UNA en Buenos Aires. El año pasado, desde la capital argentina, desarrolló un ciclo de talleres que llamó Dramaturgia del deseo. En estos talleres confluyen el deseo de la propia Lagisquet de dar clases de dramaturgia, algo que tenía pendiente, con la propuesta de una metodología que apuesta a la intuición lúdica como punto de partida para la creación. Parte del resultado tomó forma de piezas sonoras que se pueden escuchar en Spotify bajo el título Sala Sonora. Compartimos un breve resumen de una conversación en la que la teatrista contó sobre esas piezas sonoras, sus talleres y su particular concepción de “convivio” teatral.

¿Pensaste el taller siempre de forma no presencial?

Sí, pero lo loco es que lo lancé con este formato antes de la pandemia, fui una visionaria (risas) y fue porque tomé cursos así y la verdad es que los disfruté mucho. El taller no es siempre con zooms, son lecturas, como clases leídas, con materiales, con ejercicios, y cada dos semanas sí hacemos un zoom en donde compartimos lo que escribimos. Lo que pensaba originalmente era viajar una vez por mes a Montevideo para tener los encuentros presenciales con quienes lo hicieran desde allá. Eso fue lo que se modificó con la pandemia, que tuve que hacer esos encuentros a través de un zoom. Pero como es un espacio de compartir lo que cada uno escribió no se volvió tan agotador, no es tan sufrido, como creo que son otro tipo de clases por zoom.

¿Y esa forma de trabajo puso en el horizonte la producción de audios teatrales?

No, estaba como método pedagógico, los audios eran una buena herramienta para trabajar la latencia de la dramaturgia. Una de las claves de escribir dramaturgia, para mí, es pensar que siempre va a estar intervenida por otros lenguajes, más allá de la palabra. La escritura de dramaturgia tiene este corte, por un lado están las didascalias, en donde se explican los lenguajes que no van a hablar los personajes y después el diálogo y el monólogo en donde sí estaban las palabras. Entonces los sonidos nos iban a permitir probar cómo funcionan esas palabras que no se dicen en escena, sino que hacen cosas a la escena, en oposición a cómo suena la palabra oral. Era parte de la práctica del trabajo que ellos y ellas se grabaran, se escucharan, vieran cómo sonaban esas palabras, si estaban en el tono que le querían dar. Y también empezamos con esta lógica de que algunes dieran sus textos para que otras personas se los lean, también era interesante ver como lo que une escribe se transforma en palabra para otres. Pero no estaba en el horizonte lo de producir productos sonoros, lo que yo pensaba al terminar que podíamos hacer era juntarnos, leer esas obras, sí quizás con la ambientación sonora para poder escuchar esas cosas que se habían trabajado.

¿Cómo entendés que la no presencialidad afecta al hecho teatral? Hay planteos que casi impiden usar la palabra teatro para nada que no sea “convivio”.

Obviamente “teatro” es un concepto, que tiene una construcción, y es distinto para les artistes que para les investigadores. Para les artistas el teatro va a ser según con quienes lo hagamos. Y además va a ser según quienes quieran hacer conmigo. Si yo tengo una visión del teatro extremadamente cerrada, también pierdo la posibilidad de que la gente quiera hacer conmigo. Eso no significa que una no tenga dogmas éticos respecto a lo que es el teatro, pero porque tiene más que ver con concepciones éticas personales.

Por otro lado seguimos manteniendo la distancia entre teoría y práctica, a pesar de que en realidad una práctica siempre implica una teoría y viceversa. Y lo que me embola de eso es que nos mantiene a les artistas bastante manipulables. El no integrar una teoría propia, colectiva y discutible, que tengamos que negociar y consensuar, me parece que nos mantiene súper vulnerables y súper manipulables, y muchas veces siendo irresponsables con nuestra profesión. Me parece que la idea de convivio de (Jorge) Dubatti nos fue sumamente útil, porque ahí le preguntás a cualquiera sobre qué es el teatro y te dice “convivio”, y listo, queda chocho todo el mundo.  Si pensamos el teatro como convivio, entendido como encuentro de cuerpos, eso le calza al empresario dueño de un teatro que explota a todo el que se le acerca como a la piba que hace perfo política en una marcha. Todo el mundo queda dentro de esa realidad de convivio y podemos seguir metiendo nuestros conflictos y nuestras luchas abajo de la alfombra. Una lectura tan básica del convivio le saca toda la riqueza que realmente tiene esa idea, todo lo que nos propone en la práctica a les artistes. Porque para mí esa idea es interesante para pensar cómo hacer para que realmente haya convivio, más allá de que nos encontremos físicamente. Convivio como co-creación, como disputa, como posibilidad de negociación, de convivencia, de asamblea. Y tiene que ver con que integre a todes les participantes. En el momento de creación tiene que haber convivio e igualdad, y también en el momento en que se comparte esa creación. Y justamente esta última idea de convivio es la que trabajamos en el taller, y ahí el teatro pasa a ser definido colectivamente. Mientras hacíamos esas piezas pensamos todo el tiempo, ya que no iban a ser en vivo, en cómo dejar espacios o proponer juegos para que quien escuche forme parte, esté invitado a jugar, para que haya convivio. En el sentido en que yo lo entiendo por lo menos.

Decir que ahora como no hay co-presencia de cuerpos no hay teatro es todo lo contrario a la posibilidad creativa colectiva que en realidad nos brinda el teatro. Y la verdad, si me voy a poner la gorra del teatro para decir qué ‘es’ y qué ‘no es’, para mí el teatro tiene que ser una práctica co-creativa, igualitaria, amorosa, en todo el proceso. Y si me pongo la gorra, repito, para mí el teatro ‘no es’ directores ni directoras, o profesores y profesoras, con actitudes abusivas hacia sus actrices, hacia sus estudiantes, o hacia cualquier persona que forme parte de su equipo de trabajo. O sea, el teatro ‘no es’ prácticas abusivas de ningún tipo. El teatro ‘no es’ espacios de formación públicos que seleccionan estudiantes de forma extremadamente restrictiva. Tendríamos que trabajar la idea de convivio desde ese lugar, de parar con las prácticas abusivas por ejemplo. Ese es el verdadero asesino de la convivio, que no significa que no haya conflicto, pero si hay conflictos en espacios no abusivos, desde esos conflictos puede sacarse negociación, pueden sacarse ideas nuevas, pueden sacarse posibilidades. Puede sacarse teatro.

Sala sonora, de Luciana Lagisquet, en Spotify. Diseño y fotografías: Federico del Castillo.

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Leonardo Flamia Periodista, ejerce la crítica teatral en el semanario Voces y la docencia en educación media. Cursa Economía y Filosofía en la UDELAR y Matemáticas en el IPA. Ha realizado cursos y talleres de crítica cinematográfica y teatral con Manuel Martínez Carril, Miguel Lagorio, Guillermo Zapiola, Javier Porta Fouz y Jorge Dubatti. También ha participado en seminarios y conferencias sobre teatro, música y artes visuales coordinados por gente como Hans-Thies Lehmann, Coriún Aharonián, Gabriel Peluffo, Luis Ferreira y Lucía Pittaluga. Entre 1998 y 2005 forma parte del colectivo que gestiona la radio comunitaria Alternativa FM y es colaborador del suplemento Puro Rock del diario La República y de la revista Bonus Track. Entre 2006 y 2010 se desempeña como editor de la revista Guía del Ocio. Desde el 2010 hasta la actualidad es colaborador del semanario Voces. En 2016 y 2017 ha dado participado dando charlas sobre crítica teatral y dramaturgia uruguaya contemporánea en la Especialización en Historia del Arte y Patrimonio realizado en el Instituto Universitario CLAEH.