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Marketing de la decadencia por Luis Nieto

Marketing de la decadencia por Luis Nieto
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La vuelta de Amodio al Uruguay, no esta última sino la anterior, cuando llegó custodiado por patovicas, a presentar el libro “Palabra de Amodio: la otra historia de los tupamaros”, fue una vuelta al cuete. El libro en sí, escrito por Jorge Marius tras una serie de entrevistas, no aporta gran cosa, ni a la historia de los tupamaros ni a la suya, porque en realidad salpica para todos lados: involucra a Erro, a Wilson, por supuesto también salpica, y con ganas al entonces ministro de Defensa y al presidente Mujica. El autor queda como un tipo que se vino a despachar, convencido de que su testimonio movería las raíces del poder, en el momento que el poder del Estado estaba encabezado por sus antiguos compañeros del MLN. Lamentablemente para la República Amodio terminó en la cárcel, y de victimario pasó a ser una víctima de la democracia. Lo que se hubiese terminado en el mismo momento que Amodio tomara el avión para volver a España acabó en un tironeo jurídico, del que, a la larga, salió bien parado, con serias posibilidades de que el marketing que se ha montado ahora para la ampliación de sus revelaciones lo consoliden como el chico bueno de los tupamaros.

¿Fue Amodio el gran traidor del MLN? Lo que pasó con el MLN excedió en mucho a la figura de Héctor Amodio Pérez. Pretender reducir la derrota de 1972 a la mano que le dio a los militares es decir nada. El crecimiento exponencial del MLN se produjo estando Amodio preso. Cuando recobró la libertad, en la primera fuga de Punta Carretas, ya no conocía al MLN. Era una organización muy distinta a la que había contribuido a formar. Lo mismo le pasó a Sendic, al Ñato, a Mujica, etcétera. Algunos llevaban varios años presos, como Manera LLuveras, o el Pepe Rivero, la Orga había cambiado mucho, parecía infalible.  En caso de haber sido el gran traidor tal vez hubiese actuado de otra manera, por ejemplo, se podría haber mezclado con los otros presos para sacarles información.  Era un jefe militar prestigioso, podía haber conseguido buenos resultados. La contra suya era no ser un jefe querido. No generaba vínculos afectivos con los demás. Más bien era un tipo solitario y poco afecto a las bromas con que los presos matizaban sus horas de encierro.

Mujica, por ejemplo, era todo lo contrario a Amodio. Ya en aquella época tenía esas frases que repite hasta el día de hoy: “como te digo una cosa te digo la otra”, porque siempre predicó, sin teorizar, que las verdades absolutas no existen. Ese monumento a la indefinición puede volver loco a cualquiera que necesite tener fe en lo que está haciendo, la lucha armada no admite dudas. Pero Mujica siempre fue un compañero muy querido. Tenía la panza parecida a un matambre, las costuras que le habían hecho no soportaron los músculos abdominales, así que, además, tenía que andar fajado, pero sin drama, y eso tenía valor para sus compañeros, nunca se quejó. Otro tanto se podía decir de aquel Ñato, era bueno jugando al fútbol, jodón, cuando se podía joder. Le dio al MLN el lenguaje accesible y llano que lo distinguió del resto de la izquierda. Hasta sus últimos días fue una pluma importante. Construyó el relato actual de una guerrilla de guante blanco, donde ni la sangre parece estar presente en una opción que fue, esencialmente sangrienta. La lucha armada es eso, menos en el relato del Ñato, más salpicada de anécdotas pintorescas y golpes simpáticos. Interpretar al Ñato de los últimos años es un gran desafío, sobre todo para los que le teníamos afecto, además de respeto.

Amodio vuelve al Uruguay, esta vez recargado. Anuncia que dará a conocer quiénes fueron los principales traidores del MLN. En los próximos días va a revelar quién mandó en cana a quién. Este anuncio ya ha generado una gran expectativa. Más que limpiar su nombre da la impresión que Amodio busca descargar su enorme frustración de jefe destituido.

Ahora llega al Uruguay sin los patovicas, sólo con su cajita de truenos, dispuesto a todo. No comprende que el vínculo que sus antiguos compañeros, sobre todo Mujica, han trenzado con amplios sectores de la población él no podrá romperlos. No es una cuestión racional. Por mucha basura que Amodio descargue sobre Mujica y el Ñato, por más declaraciones que presente, no va a cambiar nada. La credibilidad nunca va a estar del lado de Amodio. Cuando Mujica llegó con su motoneta al Palacio Legislativo, o cuando el Ñato plantó una granada encima de la mesa del estudio donde lo entrevistaban, comenzaba una nueva leyenda. Amodio no estuvo ahí. No arriesgó. Su versión de los hechos llegó tarde, cuando ya la historia de los tupamaros del Ñato llevaba como cien reediciones, y Rosencof, viernes a viernes ha sido uno de los animadores estrella de la Tertulia de Emiliano Cotelo. Dice que no vino antes porque lo iban a matar. Pudo haber encontrado muchas formas de hacerse oír sin que su vida corriese peligro, ahora ya es tarde, forma parte de un pasado que se escribió de determinada manera y pocas correcciones más se le podrán hacer.

Esto fue un problema interno del MLN, y como tal debió haberlo encarado Amodio, si es que quería dar la batalla por la verdad. El Ñato lo tenía entre ceja y ceja, desde muchos años antes de que cayera preso por primera vez. En vísperas de la toma de Pando, se produce una reunión muy especial en unas dunas próximas a la actual Giannattasio, Lomas de Solymar, donde concurren Sendic, Fernández Huidobro, y sus suplentes en la Dirección del MLN: Lucas Mansilla y Luis Martínez Platero, respectivamente. El motivo fue informar de una larga lista de hechos que, a juicio del Ñato, cuestionaban como dirigente a Amodio Pérez. El Ñato tenía ese informe en una carpeta voluminosa, de la que les informó en ese momento, y quería mostrarles el lugar donde pensaba esconderla por si le pasaba algo en la acción de Pando. Un cuestionamiento de ese calibre, a uno de los jefes militares más importantes, no era para tomárselo a la ligera, más si venía del Ñato, el número dos, después de Sendic. Pero sucedió lo que el Ñato temía: el 8 de octubre de 1969 es detenido en la acción de Pando. Fue un golpe muy grande para el MLN, y los problemas internos que hubiera quedaron para resolver en otro momento. Los demás integrantes de aquella reunión caerían antes de que se cumpliera un año, incluyendo a Amodio, que, por cierto, siguió teniendo un peso considerable dentro del MLN.

Durante su larga detención en cuarteles del ejército, el Ñato desarrolló un personaje, al que nombró “Garabato”, con el que hizo una historieta, que años después sería publicada. Garabato es un ejercicio de la memoria. En la historieta hay un arenal y hay un secreto. Cuando hizo aquellos dibujos estaba en una situación de extremo rigor, y le era difícil imaginar el futuro personal, pero el secreto que había guardado en una duna de Lomas de Solymar parecía seguir siendo parte de sus obsesiones más recurrentes.

Tan pronto salió en libertad, marzo de 1985, fuimos hasta el lugar donde había guardado el informe sobre Amodio. Todo había cambiado. Habían construido una comisaría, si bien del otro lado de la calle principal de la Ciudad de la Costa, lo suficientemente cerca como para no intentar encontrar aquellos papeles bajo la arena. Por otra parte, Amodio había desaparecido, aunque se sabía que estaba en España, pero las circunstancias habían cambiado tanto que no valía la pena arriesgarse.

¿Qué había en aquella carpeta que para el Ñato Fernández Huidobro era tan importante? Ya no se sabrá, a menos que Martínez Platero o Mansilla lo digan.

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